Ese lunes 1 de Julio de 1974 arrastraba los rumores que sobre la salud de Perón invadieron el país todo el fin de semana. A las 10 y 25 de la mañana, la radio confirmó que las aprehensiones se corporizaban. Perón había sufrido un paro cardíaco. El país entero quedó pendiente del hombre que había sido protagonista excluyente en los treinta años anteriores. A las 14 y 05, Isabel informó oficialmente de la muerte ocurrida a la 13hs y 15 minutos y una hora después, como si fuera un comisario deportivo, lo hizo José López Rega. Una enorme congoja embargó a sus partidarios y una gigantesca incertidumbre a toda la población.
Dos diarios reflejaron con precisión, al día siguiente, aquél acontecimiento histórico. Crónica sólo puso en letras catástrofe: “MURIÓ”. No era necesario aclarar nada.
Noticias, el diario de los Montoneros, con la pluma de Rodolfo Walsh tituló “DOLOR”, con una bajada de notable precisión, que decía: “El General Perón, figura central de la política argentina de los últimos treinta años, murió ayer a las 13,15 horas. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional.”
En cambio, el tradicional diario “La Nación”, expresión de los sectores gorilas titulaba lacónicamente: “Juan D. Perón dejó de existir ayer; asumió la vicepresidenta”
Moría entonces, el hombre que había incorporado a la sociedad a la nueva clase trabajadora, el que fomentó la industria liviana, el que mejoró significativamente la distribución del ingreso, el que sancionó una legislación laboral de avanzada, el que despertó los amores y los odios insondables. Moría el hombre de formación autoritaria, capaz de afirmar ante una plaza repleta “Ustedes que piden leña, porque no empiezan a darla “. “Al enemigo ni justicia “o el famoso “Cinco por uno“. Desaparecía el que había fomentado, en las dos primeras presidencias un irritante culto a la personalidad y limitaciones sensibles a la libertad de expresión y al accionar de la oposición. Pero quienes lo derrotaron, lo hicieron invocando sus defectos, pero haciéndolo realmente por sus virtudes.
No le perdonarían durante 18 años la dignificación del cabecita negra, la defensa de los sindicatos, el aguinaldo, ni las vacaciones pagas. En una Argentina visceralmente dividida y fanatizada, “los libertadores “ y democráticos no titubearon en bombardear a la población civil en junio de 1955 y en fusilar en junio de 1956, y en nombre de la libertad de prensa, prohibir y considerar delito la mención de Perón y Evita.
El peronismo se convertiría, como decía John William Cooke en “el hecho maldito del país burgués“. Imbatible en las urnas, durante casi dos décadas, el establishment proscribió al peronismo especulando con la muerte y la presunta cobardía de Perón. Después del Cordobazo y las primeras acciones guerrilleras, se lo provocó para que regresara, en la convicción “que no le daría el cuero “. Durante dos años, 1971 - 1972, se desplegó la pulseada Perón - Lanusse, que terminó con el aplastante triunfo del primero. Los dos retornos significaron gigantescos movimientos de masas. Viejo y enfermo, Perón encontraría una Argentina compleja, conflictiva y esperanzada. También fue ejecutor y víctima de un trágico malentendido.
Muchos sectores de clase media, en el período 1945-1955 lo combatieron por fascista. Y los hijos de muchos de aquellos antiperonistas lo apoyaron de 1968 en adelante por socialista. Perón no fue ni una cosa ni la otra.
Si fue un líder bonapartista, representante de una burguesía nacional débil y precaria, que comprendió la necesidad de un mercado interno vigoroso, para lo cual era necesaria una clase obrera con importante participación en el ingreso nacional, es decir, con un nivel de vida inédito hasta entonces, y nunca superado con posterioridad. Fue un caudillo nacionalista que comprendió la importancia del desarrollo de una política industrial en el marco de una visión latinoamericana y de una política exterior alejada de los dos polos de poder de la época.
El Perón que regresó a la Argentina tenía una salud profundamente quebrantada que lo limitaba significativamente. Acumulaba achaques superiores a su edad cronológica. En los últimos años había padecido: un infarto en febrero de 1973, en medio de una intervención practicada por el Dr. Puigvert que le extraía los pólipos de la próstata. El 27 de junio de 1973, en Gaspar Campos, sufrió un infarto antero lateral del ventrículo izquierdo. El 21 de noviembre de 1973, por la madrugada Perón reiteró una crisis cardiaca.
En el exilio, surcado por la soledad y la distancia, el hombre amado por millones de argentinos padecía sus limitaciones físicas y el pequeño círculo conformado por su mujer y su tenebroso secretario. En la intimidad, la vejez del político argentino más importante del siglo XX, se exteriorizaban con patetismo. Cuenta Marcelo Larraquy en su biografía de López Rega: “Cuando Isabel y López Rega se enojaban por algún motivo con Perón, no tenían reparos en demostrárselos. Y lo golpeaban en su punto más débil: la soledad. Lo dejaban comiendo sólo a la hora de la cena, para que sintiera el peso de sus ausencias, y ellos se encerraban en el cuarto de arriba durante horas.
El agitado mundo del peronismo podía girar en torno de cada instrucción suya, pero ellos dos eran lo único que tenía a su lado. Eran su familia. Durante un par de días Perón soportaba el suplicio de aquellas cenas silenciosas, pero luego capitulaba y le pedía a Rosario, la mucama, que llamara a Isabelita para que lo acompañara a ver alguna película en la tele. Ella se tomaba su tiempo, pero bajaba”
El Perón de la tercera presidencia, retomó algunas banderas históricas, en un contexto distinto. Contemporizó con la oposición y descargó su dureza hacia adentro de su movimiento. La muerte lo sorprendió cuando el plan económico de “la Argentina Potencia“y “la inflación cero” daba algunas señales de agotamiento. Dejó como pesada herencia las limitaciones enormes de su mujer y la criminalidad demencial de su valet, secretario y ministro. Su responsabilidad sobre este entorno es innegable y corresponde considerarla, a 36 años de su muerte.
Político notable, agudo e intemperante, contra golpeador temible, la historia argentina de este siglo no se entiende sin la comprensión de los increíbles claroscuros del movimiento que creó.
Su nombre divide la historia Argentina en un antes y un después e incorporó su figura a las vivencias de millones de personas que asociaron justificadamente su ingreso a una vida digna, con sus tres períodos presidenciales.
01-07-2010
Publicado por Hugo Presman
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