En enero escribí en una nota titulada “Dos líneas de cuatro”.
Decía entre otras cosas: “Cuentan que a Inodoro Pereyra se le escapó una lágrima. Que
el Mendieta gritó como nunca antes su “ Que lo parió”. Que la Eulogia hizo la
promesa de convertirse en anoréxica si “el Negro volvía a dibujar”. A Boogie,
el aceitoso, ese policía duro, de procedimientos ilegales, en el geriátrico, se
le cayó el cigarrillo de la boca. Sperman, la versión caricaturesca de
Superman, sintió que no podría volver a volar.
Roberto Alfredo
Fontanarrosa, “el Negro” en una carta a
“Viva”, la revista del diario Clarín del 14-01-2007 dijo: “Finalmente, la mano
derecha claudicó. Ya no responde, como antaño, a lo que dicta la mente. Por lo
tanto, e independientemente de que yo siga intentando reanimarla, me veo en la
necesidad de recurrir a alguno de los muchos excelentes dibujantes y amigos que
tengo para pongan en imágenes mis textos…..” Luego se refirió a su entrañable
amigo Crist que se haría cargo de los dibujos diarios habituales y concluyó,
humorista siempre, aún en medio del dolor: “Vale este informe a los lectores
para que no se sorprendan al advertir que he mejorado notablemente la calidad
de mis trazos y de mis colores”
Durante estos seis meses, Inodoro “el renegau” siguió hablando por boca de el Negro” y los dibujos de cada entrega quincenal lo hacía Oscar Salas.
Roberto Fontanarrosa, el
excepcional humorista y escritor, padeció de esclerosis lateral amiotrófica,
enfermedad que limita progresivamente la movilidad del paciente.
Esa limitación que llevó a
que a Inodoro Pereyra se le escapara una
lágrima. Que el Mendieta gritara como nunca antes su “Que lo parió”. Que a sus
lectores nos sumiera en reflexiones sobre ese Dios – si existe- tan poco
piadoso. Y que a Boogie, el aceitoso, se
le cayera el cigarrillo de la boca. Decía entonces “Las
cosas están así. Me parece que no hay
que sentirse demasiado mal. Por suerte, hay comprensión y mucho afecto de
la gente. Estoy jugando con ocho, pero todos me bancan. El otro día hablé con
Pedrito Marchetta, que también tuvo un problema de salud, y le dije: ‘Pedro, dos líneas de cuatro y a tirarla
para arriba”
Por entonces “el negro” estaba actuando como el DT de su
supervivencia.
Trató de hacerle un caño a la adversidad. Una
gambeta a la enfermedad. Sin perder el optimismo ni el humor. Desmenuzando el
lenguaje como siempre. Recordaba entonces a
uno de sus personajes que al afirmar: “Venderemos cara nuestra derrota”
el otro le contestaba: “Quién querrá comprar una derrota y encima cara”.
Hoy el negro Fontanarrosa ha muerto.
Hoy sus
lectores estamos tan solos como Don Inodoro, el Mendieta, la Eulogia o Boggie
el aceitoso.
Hoy el notable
cuentista, el humorista excepcional, el hincha empedernido, el fanático de
Rosario Central se fue a jugar a otra cancha. Ahí donde dicen que todos los
días hay un gol de palomita de Poy.
No pudo evitar
el gol de la muerte. No alcanzaron las dos líneas de cuatro. Contra ese
goleador implacable que siempre nos termina derrotando, al final el Negro tuvo
que aceptar la derrota. Seguramente haciéndole una broma.
Si Dios
existe, cosa tan difícil de aceptar y mucho menos de comprobar, es posible que
necesitara un gran humorista que le hiciera más llevadera su inmortalidad. Y
por eso, con un egoísmo que no condice con su presumible grandeza, se lo llevó
al Negro a los 62 años.
Eulogia está
desconsolada. Inodoro Pereyra está llorando. El Mendieta, el perro que habla,
está mudo. Boggie, el aceitoso, se
descompensó en el geriátrico. Sperman sabe que no volverá a volar.
No podemos
recordar a Fontanarrosa, sólo con lágrimas en los ojos. A él no le hubiera
gustado. Por eso, para despedirlo en su ley, recordemos algunas humoradas:
“Soy crítico meteorológico, señor. La tormenta de
anoche: floja iluminación de los relámpagos, yuvia repetida, escenografía pobre
y pésimo sonido de los truenos en otro fiasco de esta puesta en escena de Tata
Dios.” O “- ¿Y usted cómo se gana la vida?- ¿Ganar? ¡De casualidá estoy sacando
un empate!” O
aquella reflexión pragmática con la que Inodoro le contesta al perro: “Mendieta,
uno se deslumbra con la mujer linda, se asombra con la inteligente... y se
queda con la que le da pelota.” O en otras de sus ironías campestres: “- ¡Mire
esta vaca, Serafín! Musa inspiradora de miles de composiciones escolares... ¡Y
ahora es acusada de traficante de colesterol por el naturismo apátrida! Nos da
su leche, su carne, su cuero. ¡Lo quiero ver a usté haciéndose una campera de
zapayitos!”
Tal vez, por eso, le puede decir en un reportaje
a María Laura Santillán: “Defiendo
a muerte el ocio no creativo,
dejáme de romper las bolas con el ocio creativo” Que luego se traduce cuando
Eulogia increpa a Inodoro Pereyra: “- ¡No me diga que va a barrer, Pereyra! ¡La última tarea doméstica que
hizo jué doblar una serviyeta!”
Su pasión por el fútbol y
Rosario Central no le impidió ironizar sobre sus limitaciones deportivas:
“Jugando al
fútbol, soy una cosa patética” que traducido en clave
humorística se transforma: “Tengo dos problemas para jugar al fútbol. Uno es la pierna izquierda. El
otro es la pierna derecha.”
El humor
que practicó, muchas veces es una ácida reflexión: “- La muerte
nivela a güenos y malos, don Inodoro. Lo malo es que nivela pa' bajo.” O una profunda
ironía: “Con la verdá no ofendo ni temo. Con
la mentira zafo y sobrevivo, Mendieta”. A veces arranca la sonrisa, esa
caricia al cerebro, con el tránsito por el absurdo: “- Hay una muchacha en la ciudad que circula diciendo que usted es el
padre de sus gemelos...
- Eso es una exageración... De uno de ellos, quizá, pero no
de ambos…”. Otras desarticula el lugar
común, ese que Ortega y Gasset denominaba “El tranvía del transporte
intelectual”. Es cuando coloca en boca de sus personajes: ¿Por qué esta agresión gratuita? - ¡Mire; Si quiere se la cobro!” O
cuando transita por el escepticismo
nacional: “- Estoy comprometido con mi
tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas.”
Alguna
vez, en medio de una ceremonia intelectual adocenada, en donde los referentes
eran Borges, Saramago o Proust, Fontanarrosa
citó como su inspirador a Ermindo Onega, aquel excepcional jugador de River,
ante lo cual los escritores presentes se codearon perplejos, porque desconocían
la existencia de ese “escritor”
“En las
ferias de libros, la gente que se me acerca no viene por la literatura. Se me
acerca por el fútbol. Es decir, no son lectores “cultos”.
Y hay
una anécdota a propósito de su cuento Mamá. “Relatado en primera persona, Mamá
es la historia de un hijo que cuenta los vicios secretos de su madre y los va
disculpando. El tabaco, el alcohol, el juego. Hasta que un médico le
diagnóstica que el verdadero problema de su madre no es ni el tabaco ni el
alcohol ni el juego sino la “ninfomanía”. A partir de ahí el hijo decide no
evocar más a su madre y prefiere no enterarse de qué se trata esta enfermedad.
Una vez publicado el cuento, lo llamaron tías y vecinas: Robertito, le dijeron,
nosotras no sabíamos que tu mamá era así”
A los 62 años,
“el Negro” ha muerto. Y con el se lleva al Inodoro Pereyra, a la Eulogia, al Mendieta,
a Boggie el aceitoso, a Sperman, a los personajes que podían protagonizar sus
nuevos cuentos.
No alcanzó con
dos líneas de cuatro. Pero lo que no puede llevarse la muerte, y ahí está su
derrota, es lo que ha dejado el rosarino. Sus libros, su humor, sus anécdotas,
sus cuentos convertidos en obras teatrales. Y el asociar para siempre su nombre
a la sonrisa.
19-07-2007
Fontanarrosa no vendió cara su derrota porque ¿quién iba a querer comprar una derrota? Y encima, cara...
ResponderEliminar(de uno de sus Inodoro Pereyra)