Ninguno de los medios hegemónicos habló de
crispación. Mauricio Macri, un jefe de gobierno inveteradamente ausente,
desnudó una vez más sus proverbiales carencias: ante el paro se subtes más
prolongado de la casi centenaria historia del metro porteño, lo que fue capaz de concebir fueron micros
escolares para ponerle un parche a una situación que por otra parte afirma que
no le compete. Que alguien que recogió el hándicap importante para sectores
medios y altos de provenir de afuera de
la política y que se atribuyó ser un hábil administrador, el negarse a
gerenciar lo que reclamó con insistencia y por lo cual firmó un acta de
aceptación del traspaso, es indudablemente un baldón. Es el mismo valiente que
luego retrocedió espantado por la lamentable tragedia de Once y devolvió los
subtes de los que efectivamente nunca se hizo cargo integral. Pero tuvo tiempo
para incrementar la tarifa un 127% para compensar que el gobierno nacional se
los transfería con un 50 % de los subsidios totales que ascendían mensualmente
a setenta y dos millones.
Mientras un millón de ciudadanos usuarios
sufren la inclemencia de carecer de un servicio insustituible, mientras el
tránsito se acerca a la caracterización ahora certera de caos que el periodismo
maneja habitualmente con una imprecisión insuperable, el virtual jefe operativo
de la ciudad, Horacio Rodríguez Larreta manifestó ante periodistas amigos que
“no sabe qué hacer”. En eso, el PRO tiene una coherencia insuperable. Ante la
oposición legislativa con excepción de la kirchnerista que no fue invitada, el
hijo de Franco pidió ideas para salir del laberinto que lo agobia. Le tuvieron
que recordar que fue elegido para gobernar. Situación similar vivió cuando
siendo presidente de Boca, fue el único dirigente a quien la Asamblea de socios
le rechazó un balance y la acción conjunta de su padre y Carlos Menem le
sacaron las papas del fuego.
Cuando los fracasos deportivos cercaban su
futuro político y no podían tapar los desaguisados financieros, apareció Carlos
Bianchi quien consiguió con una larga lista de éxitos deportivos disimular las
deficiencias y potenciar y popularizar la figura del ex alumno del Cardenal
Newman, por cuyas aulas pasó con una inigualable capacidad para ser inmune al
conocimiento recibido.
Mientras la ascendente María Eugenia Vidal se
manifiesta como una pétrea declarante, capaz de ponerle sonido explicativo a la
larga retahíla de excusas y justificaciones, su admirado jefe declara a Buenos
Aires “la ciudad del amor” en los primeros días de septiembre, donde se
asistirá a un evento cultural sorprendente, en que junto a algunas figuras
respetables como Rigoberta Menchú, Margarita Barrientos o Juan Carr, se
amalgaman “la inteligencia emocional” de Daniel Goleman, el combustible
espiritual de Ari Paluch, la autoayuda de Bernardo Stamateas, el licenciado en
filosofía del entusiasmo (infundado) Alejandro Rozichner, que generalmente
nunca se lo comunica a su rostro (cual Falcioni intelectualoide); Viviana
Canosa, la chimentera cool con su “Basta de miedos”, Nacha Guevara que
disertará sobre “Cómo rejuvenecer todos los días”, el rabino PRO Sergio Bergman
con sus frases capicúas, el increíble Claudio María Dominguez, junto con
figuras internacionales del tipo Sri Sri Raví Shankar referente del “Arte de
vivir”.
Para demostrar el nivel del encuentro,
Mauricio Macri hablará de un tema del cual es un especialista: “El amor por lo
público”.
Mientras Buenos Aires era invadida por un
número acrecentado de automóviles, el jefe de gobierno demostraba su amor a lo privado
consintiendo que las grúas de la empresa encargada de sancionar a los vehículos
mal estacionados se hicieran un picnic, en una ciudad desbordada.
INFORME
SOBRE CIEGOS
Sería injusto considerar al poco destacado
jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires el único y excluyente
responsable. El gobierno nacional apuesta en precaria alianza con los
metro-delegados en desgastar al ex presidente de Boca, apostando a su deterioro
en su único lugar de real inserción. El electorado de la Capital ha demostrado
ser reactivo en proporciones variables al kirchnerismo. La apuesta de un deterioro
recíproco es más onerosa para el jefe del PRO que a su vez tiene una alianza con los dirigentes
sindicales de la UTA. A su vez los metro-delegados cuyos reclamos salariales
son justos, junto a otros que parecen desconocer lo que sucede en el mundo,
como la concesión de 10 días anuales para realizar trámites, ha llevado el
conflicto mucho más allá de lo adecuado para un servicio público vital. Todo
derecho llevado a un extremo y sin considerar cómo afecta a los derechos de
otros trabajadores, terminará actuando como un boomerang. Levantar el paro
transitoriamente, como una medida tendiente a facilitar las condiciones de la
negociación, favorecerá la lucha en lugar de ser una claudicación.
MISERIAS
SUBTERRÁNEAS
La mezcla
explosiva de la incompetencia del gobierno porteño, la disputa
prolongada e insuperable entre el gobierno nacional y el local, la fuerte
ofensiva del primero para trasladar los subtes a quien debe administrarlos, al
tiempo de poner en evidencia las falencias de las autoridades metropolitanas, los justos reclamos sindicales llevados a un
extremo, las ineficiencias
superlativas de la empresa concesionaria, con la irrisoria propuesta salarial
supeditada a la eventualidad de equilibrar sus cuentas, tienen
diariamente como víctimas y rehenes a cerca de un millón de personas, muchas de
las cuales han descubierto el aerobismo como forma de traslado y de superar la
bronca que le produce la pérdida de los premios de presentismo.
Tal vez en una futura reforma de la
Constitución, que deje atrás muchos de los aspectos de aquella de 1994 que
incorporó premisas y criterios de la segunda década infame, deba poner en el
tapete la autonomía de la ciudad de Buenos Aires. El periodista Teodoro Boot lo
argumenta con solidez como disparador de un debate imprescindible. Sostiene:
“…A cambio de la reelección de Menem y de una desarticulación nacional con la
que evidentemente acordaba, mientras Cafiero jugaba al constitucionalista,
Alfonsín garantizó para el radicalismo una veintena de senadores y una suerte de
nueva provincia de apariencia todavía más radical que la propia Córdoba. Con todo, fue el mencionado Cafiero el que
puso algún límite al nuevo desquicio institucional que llevó el nombre de
autonomía: Buenos Aires no podía
tener ni policía ni tribunales propios,
limitación que despertó las iras de los dirigentes porteños de entonces y que
fue finalmente eliminada por senadores posteriores, ignorantes de su función y
de la naturaleza de lo que estaban votando. Se podrán decir muchas cosas de las
vacilaciones y agachadas de Antonio Cafiero, pero nunca se podrá dudar ni de su
seriedad ni de su capacidad intelectual, seriedad y capacidad que le
permitieron entender los conflictos que reflotaría una completa autonomía
porteña y su ilegitimidad de origen: así como cuando un propietario dona un
terreno para un fin específico, por ejemplo, la construcción de una plaza, ante
el incumplimiento o alteración de ese fin la donación se torna nula, de igual manera la provincia de Buenos
Aires cedió la ciudad para asiento del gobierno federal, no para la creación de
una nueva provincia. De igual manera que con lo que sucede con la plaza, ante
la alteración de los fines para los que fue cedida, la ciudad debería volver a
manos de la provincia de Buenos Aires. Y eso es lo que advirtió Cafiero al
limitar la autonomía porteña con una ley que lleva su nombre, posteriormente
modificada para peor.
El resultado fue catastrófico, pues a la
ambigüedad institucional de la ciudad (que no es una provincia sino una
"ciudad autónoma" –como si estuviéramos en la antigua Grecia y
hubiera algún antecedente institucional, político o histórico de algo semejante
en nuestro país– vale decir, un invento sui generis. un engendro que nadie acierta a definir ni explicar porque no es
provincia, pero tampoco es ciudad, como pueden serlo Rosario, Río Cuarto o
Bahía Blanca) se agregaron la peculiar arrogancia porteña y la ceguera
provinciana expresada por el Honorable Senado para acabar descalabrándolo
todo. Además de los hospitales y
escuelas "nacionales" recibidas durante el desmantelamiento primero
dictatorial y luego menemista, a la ciudad con ínfulas de provincia se le
ocurrió tener policía propia, aunque pretendiendo que fuera pagada por el resto
de los habitantes del país. Si bien el parlamento y el gobierno federal se
negaron a pagar los gastos de una policía de la ciudad, las autoridades
porteñas decidieron financiarla con sus propios recursos habida cuenta la
extrema necesidad que tiene cualquier gobierno de derecha de una fuerza
represiva propia, pero no ocurrió lo mismo cuando el gobierno federal decidió
dejar de solventar los gastos del sistema de subterráneos porteños…….”
Ha
llegado el momento de superar las miserias subterráneas. La política consiste
en hacer posible lo necesario. Ello ayudaría a superar el conflicto del subte.
Las diferencias entre el gobierno nacional y el metropolitano se engloba en un
concepto mucho más general contemplada en la definición de Michel Foucault: “La política es la disputa por el sentido
de una sociedad”. Eso se volverá a dirimir en el 2013 y 2015.
11-08-2012
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