19 abril 2025

Ceda el paso

 

Por Martín Kohan

PERFIL 19-04-2025

Elige con libertad el camino hasta su casa. Tomará por la avenida Entre Ríos, dejará que se convierta en Callao, pasará la avenida Corrientes, en Córdoba doblará a la izquierda. Es argentino y, como argentino, tiene ahora la libertad de elegir. Es argentino y, como argentino, tiene ahora la libertad de circular. Circulará pues por Entre Ríos, por Callao, por Córdoba. Lo hace feliz sentirse libre. Tanto que en la boca, de puro contento, aprieta los dientes, y en el volante aprieta los dedos, y en voz alta, aunque en su auto va solo, insulta un poco en general a todos los que aborrece y no precisa detallar: que se mueran, que revienten.

A poco de llegar al “nido de ratas” o Congreso Nacional, se topa inesperadamente con un vallado riguroso, severo, impenetrable. ¿Qué ocurre? La calle está cortada, no se puede pasar. Está cortada esta calle y varias otras alrededor. ¿Por qué será? Alguna manifestación, seguramente. ¿A esta hora? No, a la tarde. ¿Y por qué se amplía tanto el corte, por qué existe desde tan temprano? Porque es el Estado el que corta. El Estado puso las vallas. El Estado cruzó vehículos. El Estado obstruye las calles. El Estado no deja pasar.

Se atasca irremediablemente en una calle alternativa que se estrecha como un embudo (y qué otra cosa, sino un embudo, es ahora esta callecita apretada). No queda claro si tocar bocina calma los nervios o, por el contrario, los exaspera. Por las dudas, todos tocan. Todos tocan y él también.

No obstante, no está contrariado. Es cierto que toca bocina, es cierto que aprieta los dientes, es cierto que aprieta los dedos, es cierto que masculla insultos; pero no: no está contrariado. Llegará más tarde a su casa y no ha podido circular libremente. Y sin embargo, ¡no está contrariado! Entonces no era eso lo que en verdad lo incordiaba, ahora lo comprueba fácilmente; una hora más o una hora menos no le cambia la vida a nadie, y la cuestión de la libertad era vacua después de todo (si Callao está cerrada, tomará por Pueyrredón).

Lo complace que la calle cortada no esté cortada por los descontentos, por los pobres, por los relegados, los desfavorecidos; lo complace que los pongan a raya, aunque él mismo no pueda pasar y ahora esté tocando bocina frenéticamente en medio de un atolladero insoluble. Lo complace saber que, a los padecimientos de los que protestan, que son la razón por la que protestan, se agregarán ahora los maltratos iracundos del Estado represor. Habrá palazos a granel; o viejos a los que golpearán a mansalva; hasta puede que a algún niño le echen gas en la cara; o que le rompan la cabeza a un fotógrafo. Pero no los dejarán cortar la calle. Para impedirlo, preventivamente, ¿qué hicieron? Cortaron la calle.

Dentro de un rato, cuando llegue a su casa (demorado, sí, pero ¿qué importa?), verá en la vieja tele o en la pantallita de su celular lo que sea que haya pasado. Lo verá apretando los dientes, lo verá apretando los dedos. Lo verá mascullando insultos. Que se mueran. Que revienten.

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