12 agosto 2018

Netflix*




Es una serie de Netflix o la realidad. Nada tranquilo, nada normal, todo  convulsivo, dramático y vertiginoso. Los guionistas le ponen todo el gancho, desde cataclismos de un dólar desbordado otra vez y la Bolsa a la baja y el riesgo país a la alta, con una inmensa marea verde que fue ignorada por la mayoría del Senado, con la desopilante historia que abren cuadernos que no se encuentran, con la prisión ilegal del ex vicepresidente que rescató a las jubilaciones de los antros de juego de las AFJP, con una luchadora social que es hostigada en la cárcel y llevada al borde de la muerte y una deuda que crece a millones por hora. Argentina es una serie por entregas. Y algunos dicen que ni siquiera está escrita en el país. 
                                             

Las iglesias evangélica y católica movilizaron junto a sectores políticos conservadores, aunque bastante menos que las verdes. Pero estos sectores, o “la mayoría silenciosa” que se arrogan, constituyen una franja pasiva, con poca vocación de movilización o de participación política. El discurso racional no los convoca, solamente responden si se sienten amenazados y, como sucede en esos casos, la reacción es violenta. Esta vez consiguieron movilizar, hacerlos sentir amenazados y, al revés que el candombe y la “sororidad” que caracterizó a la ola verde, del lado celeste hubo  tensión y la violencia contenida de cruzados de la moral. La única forma de convocar a esta franja de la sociedad es provocándole odio. Así lo explican los expertos en comunicación de Cambridge Analytica en la investigación de la BBC que se difundió en un documental de Channel 4.
                                    

La votación fue 38 a 31 en contra aunque la impresionante multitud de pibas en la calle le estaba diciendo a los senadores que ese fenómeno no tiene retorno. Es una generación de mujeres jóvenes que se apropió del reclamo por la despenalización del aborto. Serán adultas que lo transmitirán a sus hijas, será la gran mayoría de mujeres en pocos años. Es la fatalidad del destino. Cuando la juventud se vuelca masivamente está anunciando un porvenir. La vida es así. Pasó con la reforma universitaria, con los Beatles, el peronismo y los jóvenes setentistas. No es determinismo ni positivismo, esos golpes generacionales constituyen una fuerza o un síntoma de la historia.
Son fenómenos que también renuevan y promueven proyectos políticos y con los que muchos políticos trataron de sintonizar. Perón lo vio surgir y lo convocó en los 60 y 70, y lo mismo hizo Raúl Alfonsin en el 83. En estos años la mayoría de los votos a Cambiemos proviene de mayores de 40 o 50 años. La mayoría de los votos al kirchnerismo está por debajo de esa franja, es el voto joven.
Esos fenómenos masivos de generaciones jóvenes apuestan a superar la realidad que les toca vivir, buscan lo que transgrede el sistema en sus rasgos más gruesos, ya sea el autoritarismo, el patriarcado, la falta de democracia o de justicia social. Y lo que transgrede se convierte en enemigo del sistema, no porque lo declare, sino porque el sistema no lo tolera. La reacción del sistema siempre es violenta, no institucional ni democrática ni republicana, no importa si el fenómeno transformador ha sido violento o pacífico, democrático o autoritario, siempre es así. Como antes fueron los golpes militares o el fraude electoral, ahora desequilibra el juego democrático con las corporaciones multimedios y sectores del Poder Judicial. Cuando estas fuerzas se alinean es posible adivinar que del otro lado está el sujeto histórico del cambio en cada época.
El desfile de empresarios por los tribunales fue el rasgo distintivo de la semana. Pero ninguno queda preso en tanto los medios oficialistas piden a gritos el encarcelamiento de Cristina Kirchner. El disparador fueron unos cuadernos que no aparecen. Primer dato chueco: si hubieran aguantado un peritaje, esos cuadernos no hubieran sido quemados. Segundo paso, también vidrioso: no hubo sorteo de tribunal, sino que se eligió a dedo a un juez que tiene especial inquina contra la ex presidenta. En todo el ámbito del Poder Judicial se habla de “forum shopping” y se especula que si no se quiere llevar el proceso a un callejón sin salida habría que cambiar el tribunal.
Tercer paso igual de turbio: como es difícil que las fotocopias sirvan como prueba, ahora todo depende de la declaración de los empresarios bajo la ley del arrepentido. Detenidos por las fotocopias que no sirven como prueba, los empresarios fueron apretados para que declaren. Y negociaron que si lo hacían, quedarían en libertad. Una metáfora para que se entienda mejor: el vendedor de droga queda libre porque denunció a los que, supuestamente, le compraban.  
El desfile de empresarios quizás aporte nueva pruebas que cambien los ejes de este debate. Mientras tanto, unas fotocopias, el forum shopping y la ley del arrepentido constituyen la base pantanosa de este show anticorrupción. Sobre la base de procedimientos tan turbios no pueden detener a una ex presidenta de la Nación. En un año electoral y con el oficialismo muy desgastado por su mala gestión, el objetivo esencial de este show mediático judicial no es la corrupción sino la destrucción de la fuerza política que sostuvo al gobierno anterior. 
El sentido de esta campaña anticorrupción es esencialmente ideológico y clasista. No apunta solamente al kirchnerismo, sino a cualquier fuerza que aspire a producir cambios en la ecuación política y en el modelo de país que sostiene el poder económico.
La persecución contra el ex vicepresidente Amado Boudou y contra la luchadora social Milagro Sala es clarificadora de su verdadero objetivo. Son personas con historias, origen social y cultural totalmente diferentes. Pero tienen varios elementos en común. Milagro Sala hizo a nivel provincial lo que la CTEP intenta hacer en todo el país: creó una red de organizaciones sociales que se convirtió en una poderosa herramienta política de los sectores más vulnerables de Jujuy. Cualquier gobierno tenía la obligación de aceptar como interlocutor a ese amplio movimiento que convocaba la Túpac Amaru. Esa herramienta política niveló el esquema de poder a favor de los pobres.
Amado Boudou fue el motor de la recuperación de las jubilaciones que estaban en manos de las AFJP, que se habían convertido en una gran estafa a la sociedad y al Estado. La medida afectó a varios bancos y a otras grandes empresas que manejaban estas jubilaciones privadas. Y además permitió colocar directores del Estado en los directorios de por lo menos 40 de las más grandes empresas del país, con cuyas acciones se constituyó el Fondo de Sustentabilidad de la ANSES. Es una de las medidas del gobierno anterior que más afectó al esquema del poder económico.
Milagro Sala construyó más viviendas populares, en menos tiempo y con costos más bajos que cualquier otra constructora privada haya construido en Jujuy. Construyó barrios populares con miles de viviendas, zonas de esparcimiento y piletas de natación. Construyó escuelas primarias y colegios secundarios, salas de salud en zonas populares, creó cooperativas para las obras y hasta fábricas de bloques para la construcción.
  La recuperación de las jubilaciones por el Estado impulsada por Boudou permitió el aumento de las jubilaciones como nunca antes ni después en estos años de democracia, así como la realización de programas de gran impacto social como la Asignación Universal por Hijo, el Procrear, para viviendas populares o Conectar Igualdad, que distribuyó más de cinco millones de computadoras entre chicos de primaria y se construyeron 1428 aulas digitales en las escuelas públicas de todo el país. 
  Boudou y Sala encarnan cada uno desde su lugar tan diferente dos experiencias que afectaron al sistema al democratizar aspectos de la economía, la educación y la vivienda. Y al mismo tiempo provocaron la democratización del sistema político. No es casual que el sistema proponga para ellos un castigo arbitrario, cruel y humillante. Y sobre todo público. Porque el castigo debe ser ejemplar. Que la sociedad lo visualice como una advertencia.
  Los tribunales que los juzgaron fueron manipulados. Las juezas del tribunal jujeño habían aprobado con notas muy bajas el examen para ocupar esos puestos y una de ellas incluso lo había reprobado. Pero era un tribunal que tenía la misión de condenar en forma ejemplar a Milagro Sala. La hostigaron en prisión, le impidieron la prisión domiciliaria, persiguieron y apretaron a su organización.
  A Boudou no le pudieron probar nada de lo que se le acusaba y sin embargo fue condenado a casi seis años de prisión. Más aún, tras la primera detención cuando fue filmado descalzo, en pijamas y esposado, ahora el tribunal que lo condenó decretó su detención sin que hubiera condena en firme. Al mismo tiempo que juzgaba a Boudou, el juez Pablo Bertuzzi, de ese tribunal oral, negociaba con el gobierno su pase a juez de la Cámara Federal sin el examen que se exige en estos trámites. Después de la condena a Boudou y su detención irregular, se aprobó el ascenso de Bertuzzi.
  La primera prueba de la etapa democrática que se abrió en 1983 fue garantizar su permanencia en el tiempo. Se evitó el golpe militar pero no el golpe de mercado contra Alfonsín. La segunda prueba sería demostrar que la democracia permite cambios en forma pacífica que amplíen derechos y acaben con injusticias. La persecución contra Boudou y Milagro Sala es un síntoma, entre muchos otros, de que este modelo que plantea el neoliberalismo representado en Cambiemos no acepta estos cambios.
  La experiencia no tan lejana demuestra que cuando se cierran las vías pacíficas, el descontento se acumula hasta explotar en una espiral de violencia. La mayoría de la sociedad, incluso muchos de los que votaron a Cambiemos, no quiere el retorno a la violencia. Sin embargo es el país que está gestando la persecución sistemática contra la oposición. Frente a este simulacro de república sin independencia de poderes ni oposición real que propone el neoliberalismo, el gran desa- fío que se plantea en la sociedad es la construcción de una verdadera democracia.
·       Página 12     11-08-2018









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