El creador de la bandera, con muchos
conocimientos de economía, sostenía a principios del siglo XIX: “La importación de mercancías que impiden el
consumo de las del país, trae tras de sí necesariamente la ruina de la Nación”.
Ninguno de los funcionarios del
gobierno de CAMBIEMOS leyó a Belgrano; sólo las biblias neoliberales. En los
primeros seis meses del año, se importó carne de cerdo del Brasil y de
Dinamarca, golosinas, chocolates y galletitas. Los quesos importados se
incrementaron en un 30%, y en las góndolas también pueden encontrarse manteca y
yogures importados. En el colmo del absurdo se compraron en el exterior 5000 toneladas
de zanahorias y papas y 3500 toneladas de naranjas. Ni hablar de los juguetes
made in China.
En el Clarín del 6 de agosto (página
40) se consigna que cayó el valor agregado de las exportaciones en el primer
semestre, los envíos industriales perdieron 5 puntos de participación en el
total y en calzado hubo una caída del 28,6%
John Kerry, Secretario de Estado de
Barack Obama, hablando en la Cámara de Comercio de los EE.UU en Argentina,
afirmó que Mauricio Macri está en el “camino correcto” y que “estamos muy
entusiasmados con la oportunidad que se abre en la Argentina” y que el
Presidente argentino “se destaca por el magnífico equipo de liderazgo, por su
sensibilidad y pragmatismo y por el buen matrimonio entre el sector público y
el privado.” Y si esto no era suficiente pidió “que la gente sea paciente y se
mostró confiado en la llegada de las inversiones si Macri continua con su
reforma.”
Federico Vázquez en Le Monde
Diplomatique del mes de agosto, escribió: “El problema del mentado TLC (Tratado
de Libre Comercio) entre el Mercosur y la Unión Europea es tan básico como irresoluble, aún cuando la
administración macrista acepte entregar los atisbos de producción industrial
dificultosamente construidos desde el primer peronismo hasta hoy (ya sean
autos, zapatos, celulares o patentes científicas): los países europeos no parecen dispuestos a abrir sus mercados
agrícolas. Es decir, en el mejor de los casos, la “victoria” del
gobierno de Cambiemos en la negociación con Europa sería aumentar hasta el
paroxismo el perfil primarizado de la economía argentina. Pero ni eso parece probable, en tanto los gobiernos europeos
parecen más dispuestos a cuidar a sus
campesinos que lo que el gobierno
argentino se muestra decidido a apoyar a
sus empresarios industriales.”
Es la diferencia que va en países
donde la burguesía ha hecho la revolución burguesa y ha cumplido un papel
progresivo en la medida que su proyecto de país implica incorporar por
necesidad o conveniencia, poco importa, a otras clases sociales. En cambio en
la Argentina, la burguesía agraria, mucho más capitalista que burguesa, sólo
incluye a los peones de campo representados por un dirigente gremial que más
bien es un representante de los dueños de los campos ante los asalariados, a
las empresas que los abastecen y a los empleados de los mismos. Incluye también a sectores de
clase media de servicios y de un estado pequeño, y alguna industrialización de
las materias primas producidas.
Fuertemente anti industrialistas, no
están dispuestos a trasladar una parte de la renta diferencial de la pampa
húmeda a la industrialización del país, como sí lo hace el sector industrial
competitivo europeo o norteamericano con los productores agrícolas no
competitivos de esos países.
En síntesis: es un programa para menos
de la mitad de la población
Sería interesante recordarle a los
sectores agropecuarios una frase de William James, el hermano poco conocido del
muy reputado escritor Henry James: “Un
gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que
reordenar sus prejuicios”
Mientras no logre superarse esa visión pequeña, es como vender el
cuero y comprar zapatos: es decir: marchar descalzos.
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