LA REALIDAD ES UN POTRO ENCABRITADO (2)
La
elección en Santa Fe ya parece lejana pero sus consecuencias han repercutido
fundamentalmente en la oposición. El fracaso electoral impactó especialmente en
el macrismo no porque haya hecho una mala elección, sino porque el triunfo era
la posibilidad cierta de dejar ser decididamente un partido provincial con
fuerte y exclusivo asiento en la Capital Federal. En términos futbolísticos
hubiera sido un ascenso a la primera división. En todas las demás provincias
con posibilidades de ganar, lo hace en condición de socio muy minoritario de
una alianza cercana a un contubernio. A
su vez para el socialismo, Santa Fe es el único territorio que gobierna y
posiblemente su techo es en última instancia su piso. Para los socialistas la
derrota era pasar a jugar en la B. Finalmente triunfaron por un porcentaje
ínfimo ( apenas 1776 votos sobre un padrón de casi dos millones) que demuestra
que su base de sustentación se ha ido angostando y el promedio para el descenso
los obliga a mejorar en estos cuatro años porque en política, a diferencia de
la novela “El cartero no llama dos veces”, el tren para subirse nuevamente al
éxito suele pasar muy de vez en cuando.
Pero al lado de todo eso, lo alarmante para la oposición es que el
Frente para la Victoria estuvo soplando la nuca a los dos primeros. Omar
Perotti ha remontado una situación muy deteriorada que las gobernaciones
peronistas han dejado de herencia. Hay que puntualizar que la diferencia del
primero (Miguel Lifschitz)
con el tercero ( Omar Perotti) fue de apenas de veintiséis mil votos. En
la elección del 2011 la diferencia entre Antonio Bonfatti ( primero) y Miguel
Del Sel (segundo) fue de 62.000 votos
Y
por si esto fuera poco, el kirchnerismo parece lejos del fin de ciclo porque en
los lugares donde pierde lo hace con porcentajes mucho más altos que los
originalmente pronosticados. Esto acelera las presiones del establishment para
la conformación de un amplio frente opositor como en Mendoza donde todo el
espectro político con excepción del trotskismo (que hizo una muy buena
elección) derrotó al kirchnerismo por siete puntos, después que la diferencia
en las PASO fue de cuatro puntos.
Mientras Sergio Massa lucha desesperado para no descender
abrazado con José Manuel de la Sota en las internas, (con el cual realizó un
debate mucho más interesante que lo previsto y superior a muchos otros entre
referentes de distintos partidos), su consultor peruano, afirmó según el
columnista de Clarín Julio Blanck en Clarín del 21 de junio: “(Sergio Bendixen)
en rueda de prensa sostuvo el jueves último basado en encuestas propias, que Cristina tiene una imagen positiva
superior al 50% y que después de mucho tiempo el Gobierno cosecha más apoyo que
rechazo en la sociedad. “ Si Cristina fuera a la reelección sería difícil
ganarle”.
Si
a esto se suma lo que afirmó Francisco de Narváez antes de bajarse de su
candidatura y desensillar del Frente Renovador, comentó en Radio Mitre ante
Marcelo Bonelli : “En una reunión en
mi casa en que estaba Sergio Massa, con Jaime Durán Barba, el asesor de PRO
"me dijo que Cristina es imbatible porque la economía de bolsillo
sólo va a mejorar y, en ese contexto, el PRO prefiere perder solo, con los puros". ( Denominación
tramposa para denominar una formula exclusivamente partidaria). Y si eso no fuera suficiente agregó:
"dividir es jugar para (la presidenta) Cristina (Kirchner) y la soberbia
no es el camino".
Ante
semejantes declaraciones de los que orientan y diseñan a Macri y Massa, es
comprensible la nerviosidad y ataque de histeria del establishment y la bronca e irritabilidad de los medios
dominantes y sus voceros mediáticos. Nelson Castro, quien adopta en sus
editoriales un tono moralista de pastor trucho y cuando se ríe de las humoradas
de su imitador, una risa impostada de un pésimo actor, increpa a la oposición,
les señala destempladamente sus errores y hasta a la inefable Elisa Carrió le
pide que no se desmoralice. El mejor empleado de Clarín, el insultador serial
Jorge Lanata, recurre a su habitual lenguaje escatológico de mayor adolescente,
eterno alumno anclado en quinto año del secundario, e increpa a sus
subordinados políticos de su imposibilidad de unirse, aunque no llega a decirles
la descalificación del año pasado: “Todos ustedes unidos no juntan 200 gramos
de bosta”
Mauricio
Macri, desorientado por la derrota santafesina y por la inexistencia de
competición en las internas por la presidencia del Frente para la Victoria que
le posibilitaba, tal vez, ser el candidato más votado, intentó llevar
a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires (que implica al 38% del
electorado), una fórmula capitalina
integrada por la vicejefa de la Ciudad de Buenos Aires y Cristian Ritondo, uno
de sus más eficientes operadores de la Capital y uno de sus referentes con
pasado peronista. Su principal aliado, el radicalismo, es tratado como suele
hacerlo un jefe autoritario y despótico con un empleado. Hasta la apocalíptica
demoledora de pronósticos fallidos, la hormiguita del círculo rojo Elisa
Carrió, ha denunciado que se siente desconsiderada por las huestes del
candidato empresarial. Ante la metida de pata, sustituyeron a Cristian Ritondo
por un muy poco conocido dirigente radical Daniel Salvador, después de haber
sido por unas horas su acompañante otro ignoto radical como Juan Gobbi. Como se
ve la pretendida “nueva política”, es
una continuación publicitaria de la vieja, un cambio de envase que no logra
disimular su añejo contenido.
La escena de Macri y Michetti en la
inauguración de una autopista representó un fracaso escénico de un partido
identificado por los globos.
La
probable interna macrista en las
elecciones generales de la Capital entre Horacio Rodríguez Larreta y Martín
Lousteau, es una jugada que puede llegar a ser altamente conflictiva para las
posibilidades futuras del hijo de Franco si se complica y de dirime en balotaje
o un paliativo importante si gana en
primera vuelta.
A su vez, la columna empresarial del diario “La Nación” a cargo del periodista Francisco Olivera
escribió el 20 de junio: “Lo que para ellos (los empresarios) era hasta el
martes la esperanza resignada, pero esperanza al fin de que un triunfo de
Scioli en las elecciones fuera coronado con
una emancipación inmediata y definitiva del kirchnerismo en el día uno,
llevará más tiempo del que se calculaba.”
Aunque
la cautela debe primar, las altas probabilidades de victoria del oficialismo es
inversamente proporcional al fastidio que se advierte en el establishment y sus
dependientes políticos.
En la
primera parte de esta nota dije: “La realidad es un
paredón donde pueden estrellarse las mejores intenciones, los deseos más
fervientes, las aspiraciones más vehementes, los análisis más medulosos y
profundos. La realidad es un potro que hay que domar evitando que haga morder
al jinete el fracaso de golpearse contra el suelo. O peor aún provocarle una
caída definitiva.
La política es el arte de interpretar la realidad,
encuadrarla dentro de una estrategia que permita dominarla seduciendo a los
ciudadanos para los cuales se implementan las tácticas que permitan alcanzar el
objetivo.”
En un
escenario tan fluido y cambiante, este es el panorama de hoy. Octubre aún está
lejos. Resulta una demostración que la realidad es un potro encabritado que ha
llevado al kirchnerismo a aceptar un candidato a presidente que no es de su
gusto, lo que revela la paradoja de una presidenta que termina sus dos mandatos
mucho mejor que cualquier presidente de la democracia, pero como todos ellos no
puede imponer un sucesor deseado.
A
su vez el establishment , cuando lo acosa la angustia, después de haber
desplegado una artillería desestabilizadora intensa y variada, teme que alguien
confiable por sus orígenes e historia como Daniel Scioli, “supervisado” por
Carlos Zannini, termine en función de su base de sustentación, la composición
parlamentaria y posible influencia
social de Cristina Fernández, inclinado
a continuar lo que para el poder económico, en su notable ceguera y obstinación,
considera una pesadilla. Por motivos diametralmente diferentes, el
kirchnerismo más duro por lo que puede significar Scioli como retroceso y el
establishment más concentrado por lo que
`puede representar el actual gobernador como continuidad, parecen coincidir, en
la legendaria frase del jacobino Juan José Castelli, el mejor orador de la
Primera Junta de Mayo de 1810: “Si ves
al futuro, dile que no venga.”
24-06-2015
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