LAS BOMBAS SIGUIERON CAYENDO
La niebla
cubría Buenos Aires ese jueves frío que anticipaba el invierno cercano. El
pronóstico meteorológico publicado en Clarín vaticinaba: “Nublado, probables
lluvias ligeras y vientos leves del este”. En Punta Indio los aviones se
aprontaban a despegar. El ataque estaba concertado para las 10 de la mañana. Se
iba aprovechar una exhibición aérea, un
acto de desagravio a la memoria del Libertador antes los hechos
ocurridos el sábado anterior, en la peregrinación de Corpus Christi, para
atacar la Casa Rosada y asesinar a Perón. El acto estaba convocado para las 12
horas.
La
Argentina estaba visceralmente dividida.
Los conspiradores habían fijado la
fecha del magnicidio para el 22 de junio. La certeza de que habían sido
descubiertos los llevó a adelantar el
ataque para el 16 de junio. Ello originó confusión en sus filas y que no
contaran con el único apoyo firme en el ejército, el General León Bengoa, jefe de la tercera división de infantería con
asiento en Paraná, Entre Ríos.
Son las cuatro de la mañana del 16 de
junio en la base aeronaval Punta Indio.
El jefe del ataque aéreo, el Paul Tibbets vernáculo, es Néstor Noriega y arenga
a los pilotos sin eufemismos: “Vamos
a salir y vamos a bombardear la Casa Rosada. La Casa Rosada, ¿entienden bien, no?
La ciudad duerme envuelta en una
niebla espesa. Todo anticipa que no va a ser un día peronista.
AMANECE SOBRE LA
CASA ROSADA
Perón llega a Balcarce 50 a las 6,15
de la mañana. En la nutrida agenda de ese día, está primero un encuentro con el embajador de Canadá
y luego el de EE.UU. Cuando está conversando con éste último, llegan las
primeras noticias que movimientos sospechosos se registran en Ezeiza. Cuando la
audiencia termina a las 8, recibe al Ministro de Ejército Franklin Lucero. Por
razones de seguridad, el presidente se traslada al Ministerio de Ejército.
El frío, la oscuridad y la niebla
enmarcan un escenario tenso saturado de incertidumbre.
LOS CONSPIRADORES
El magnicidio golpista tiene como sustento a la Marina y un amplio espectro civil. Radicales, conservadores, socialistas, comunistas nacionalistas. La proclama del golpe fue redactada por el radical Miguel Ángel Zabala Ortiz, luego canciller del presidente Illia y por el conservador Adolfo Vicchi. El triunvirato que asumiría el gobierno se completaba con el socialista exiliado en Uruguay, Américo Ghioldi. Los cinco decretos que confeccionaron con fecha 16 de junio, según Daniel Cichero, autor del libro “Bombas sobre Buenos Aires” fueron: a) Asunción del poder por parte de una “Junta de la Revolución Democrática” b) La intervención a las provincias. Se designaría a los jefes militares de mayor rango como interventores en cada una de ellas c) La intervención de la CGT. d) La liberación de los prisioneros políticos, tanto civiles como militares. e) La imposición de la pena de muerte por fusilamiento a quién resistiera la autoridad de la nueva Junta.
El jefe de la conspiración es el vicealmirante Samuel Toranzo Calderón y
su superior inmediato Benjamín Gargiulo, que da vía libre pero no quiere participar
activamente.
Cuentan con la complicidad del
Ministro de Marina del gobierno, el contralmirante Aníbal Olivieri, que para disimular en un principio su
participación se internó en el Hospital Naval el 15 de junio alegando una
afección cardiaca. Como premio a sus servicios, después del golpe del 55 fue
designado Embajador ante la ONU.
El plan es sencillo: bombardeo de la casa de gobierno y asesinato de
Perón. Si sobrevivía a los bombarderos, el grupo de comandos civiles entre los
que se encontraban Luis María de Pablo Pardo y Mario Amadeo, luego ministros de
Eduardo Lonardi y el eterno divagador en
griego y sofista en castellano Mariano Grondona, junto con la Infantería de Marina debían
tomar la Casa Rosada y perpetrar el asesinato.
Samuel Toranzo Calderón instaló su
comando en el propio Ministerio de Marina, la actual Prefectura Naval a cuatro
cuadras de la sede del poder ejecutivo.
CUADRO DE SITUACIÓN
El gobierno mostraba algunos síntomas
de agotamiento. La crisis del 52/53 parecía superada y se había recurrido a
algunas concesiones petroleras a la Standard
Oíl de California que la
oposición aprovechaba levantando las banderas nacionalistas en forma poco
creíble. Eran los mismos que habían caminado juntos, una década atrás,
con el embajador norteamericano Spruille Braden El conflicto con la Iglesia
permitió reconstruir la Unión Democrática de 1945, a lo que se sumaba el
clero que había apoyado a Perón en 1946. Como respuesta al divorcio
instrumentado por el gobierno mediante
el artículo 31 de la ley 14394 , seguido del intento de separar la Iglesia del
Estado, se funda la Democracia Cristiana.
En ese contexto, la procesión de Corpus Christi el sábado 11 de
junio congregó una multitud que agrupaba
en un llamativo contubernio a verdaderos creyentes, fanáticos chupacirios,
agnósticos y ateos.
Al finalizar la concentración se
quemó una bandera argentina que fue instigada desde el gobierno.
El enorme
apoyo popular con que contaba Perón, fruto de la más importante distribución de
ingresos de la historia argentina, de la protección del trabajador y la niñez,
del fomento de la industria y de la nacionalización de los servicios y de las
riquezas del suelo, contrastaba con errores evidentes en su política hacia la
clase media, en su autoritarismo notorio, en su exacerbado culto de la
personalidad. Eso permitía que los sectores económicos heridos por el
peronismo, contaran con el apoyo de franjas significativas de la clase media,
que le daba sustento popular a sus intentos de retrotraer el país a la
situación anterior a 1943.
CONFUSIONES
Obviamente el desfile aéreo
programado no se realizó pero una cantidad de pilotos que venían de Mendoza
para participar del evento se sumaron al ataque.
Otro hecho fundamental para el éxito
del golpe era el apoyo de la VII Brigada
de la Fuerza Aérea de Morón. Desde ahí debían partir los aviones para el
homenaje y desagravio en la Plaza de Mayo convocado para las 12 horas. Dicha
base tenía los modernos cazas a reacción Gloster Meteor que podía desbalancear
el conflicto. Durante la mañana, en medio de la confusión reinante, la base fue
leal y luego rebelde.
BOMBAS SOBRE BUENOS AIRES
La niebla parecía ser aliada del gobierno. Recién a las 10,30 despegaron los aviones de Puerto Indio. A las 12,45, Néstor Noriega arrojó las primeras dos bombas sobre la Casa Rosada. En tres oleadas separadas por intervalos de horas se arrojaron sobre la Ciudad de Buenos Aires 14 toneladas de bombas, la mitad de las que se utilizaron para destruir Guernica en la Guerrra Civil Española.
Los
aviones utilizados por la armada fueron los North American AT6, los Beechraft
AT 11 y los patrulleros – bombarderos Catalina. La fuerza aérea empleó los
Gloster Meteor y DC3. La Casa Rosada quedó semidestruida, como 18 años más
tarde pasó con La Moneda chilena.
Fue el bautismo de la aviación
militar argentina. En septiembre, cuando derrocaron a Perón, llevaban pintado en sus fuselajes la leyenda “ Cristo vence”. Un adelanto de
la complicidad, 21 años más tarde, de la Iglesia con los terroristas de estado
bendiciendo las armas y confortando a los que arrojaban prisioneros vivos al
Río de la Plata.
Se atacó
además el Ministerio de Obras Públicas, la residencia presidencial conocido
como Palacio Unzúe y donde hoy se levanta la biblioteca nacional, el Ministerio
de Hacienda, la Plaza de Mayo, el Ministerio de Guerra, la CGT, el edificio de
la Policía Federal, Ezeiza.
Bombas que
caían sobre trolebuses colmados de civiles. Bombas que estallaban sobre la Casa
de Gobierno donde había más de cuatrocientos civiles que por razones ignoradas
no fueron evacuados.
Perón se
había refugiado en los sótanos del Ministerio de Guerra. Los marinos y comandos
civiles que debían tomar la casa de gobierno encontraron enconada resistencia
en civiles peronistas armados. En el Bajo, se libró una larga y feroz batalla. Transitoriamente los sublevados tomaron
Radio Mitre. Su proclama, entre otras cosas decía: “El tirano ha muerto.
Nuestra Patria desde hoy es libre. Dios sea loado. Compatriotas: en estos
momentos, las fuerzas de la liberación económica, democrática y republicana ya
han terminado con el tirano. La aviación de la Patria al servicio de la
libertad ha destruido su refugio y el tirano ha muerto” Hacia las 15 horas el Ministerio de la
Marina estaba rodeada de civiles leales armados. El Ministro Olivieri y
sus dos ayudantes, Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga querían rendirse al Ejército y le temían a los civiles que rodeaban el
edificio. En las negociaciones
participó el General Juan José Valle y el mayor Pablo Vicente. Cuando la
tarde moría, treinta y dos aviones y 122 aviadores de la Marina y la Fuerza
Aérea descendían en Montevideo en una patética fuga. Gargiulo se suicidaba.
Las primeras cifras provisorias
arrojaban 229 muertos y 797 heridos. Las cifras definitivas nunca se
conocieron. La magnitud de los hechos permite deducir que la cifra de muertos
debe ser considerablemente mayor.
A las 17 horas habló Perón donde
acusó a la Marina de Guerra como la culpable de la cantidad de muertos y
heridos. Dijo textualmente: “Pero lo más indignante es que hayan tirado a
mansalva contra el pueblo como si su rabia no se descargase sobre nosotros, los
soldados que tenemos la obligación de pelear, sino sobre los humildes
ciudadanos que poblaban las calles de nuestra
ciudad. Es indudable que pasarán
los tiempos, pero la Historia no perdonará jamás semejante sacrilegio”
La noche oscura se iluminó con las
iglesias incendiadas. La Curia
Metropolitana y a los templos vecinos de San Ignacio, San Francisco, Santo
Domingo, San Juan y La Piedad.
Tulio Halperín Donghi, un historiador académico muy
considerado y emblema actual de una
historia escrita desde los vencedores, le dedica mucho más espacio a la quema
de las iglesias que al bombardeo.
Perón dirigió un nuevo discurso a la medianoche que entre
otras cosas decía: “Es indiscutible qué toda acción se ha dirigido sobre mi
persona, lo que me llena de satisfacción. Porque lamento mucho más lo que ha
ocurrido al pueblo que lo que podría ocurrirme a mí.” Y luego trató de
despegarse del incendio de las Iglesias: “El gobierno nacional deplora y
condena enérgicamente los desmanes que en la víspera cometieron elementos
comunistas en diversos sitios de la ciudad......Y repudia estos desmanes en los
cuales no se ha respetado siquiera el recinto de los templos religiosos.”
CONSECUENCIAS
POLÍTICAS
El 16 de
junio significó un triunfo militar y una derrota política. El crimen de lesa
humanidad que significó los bombardeos sobre Buenos Aires fue contrarrestado
exitosamente por la oposición con la propagandización de la quema de los templos.
Perón primero llamó a la conciliación
y abrió parcialmente las radios a la oposición. Efectuó una profunda
reorganización ministerial que incluía entre otros a Raúl Apold y Ángel Borlenghi. Este último sindicado como
promotor del conflicto con la Iglesia. El primero una prenda de paz hacia la oposición.
Se suspendió por 180 días la
convocatoria para la reforma constitucional en la que se trataría la separación
del Estado y la Iglesia.
El 15 de julio anuncia la finalización de la revolución peronista y la
apertura de la etapa constitucional del gobierno. Textualmente afirmó: “ Yo
dejo de ser el jefe de una revolución para pasar a ser el presidente de todos
los argentinos, amigos o adversarios”
Ofrece a las autoridades religiosas
financiar la reconstrucción de los templos, propuesta que es rechazada.
Estos gestos aumentaron la soberbia
de la oposición por lo cual Perón da un brusco giro que incluye su renuncia, el
retiro de la misma y el famoso discurso del 5 por 1, pronunciado dieciséis días
ante del golpe del 16 de septiembre.
Los civiles armados habían
impresionado desfavorablemente al ejército que parcialmente, en un principio,
se sumaría al golpe de septiembre.
La violencia irracional de los
complotados de junio jugaría a su favor tres meses después. Para el ensayista
Alejandro Horowicz: “ Lo de junio fue
un ataque pensado como una explícita advertencia de hasta dónde estaban
dispuestos a llegar si Perón no renunciaba”
En una
carta que el Che le dirige a su madre a pocos días de ocurridos estos hechos
criminales, reproducido en el libro de Cichero mencionado le dice: “... es impresionante que la gente llore porque
le quemaron su iglesia dominguera, pero le parece la cosa más natural del mundo
que revienten la cantidad de “negros” que reventaron. No te olvides que muchos
de ellos fueron a morir por un ideal......y que cada “ negro” tenía su familia
que mantener, y que los tipos que dejan en la calle a la familia del negro son
los mismos que se van al Uruguay a darse golpes en el pecho por la hazaña de
machos”
LAS BOMBAS SIGUIERON
CAYENDO
Durante muchos de los años de los sesenta junios siguientes, las bombas que cayeron sobre Buenos Aires siguieron precipitándose sobre todo el país. Son las mismas bombas de junio las que perpetraron los abominables fusilamientos de José León Suárez, el cadáver errante de Evita, la noche de los bastones largos, los fusilamientos de Trelew, el terrorismo de Estado. En el Plan Prebisch de la Revolución Fusiladora está el embrión de los planes de Álvaro Alsogaray, Federico Pinedo, Adalbert Krieger Vasena, Celestino Rodrigo, Alfredo Martínez de Hoz, Roberto Alemann, Juan Vital Sorouille, Domingo Cavallo, José Luis Machinea, de Ricardo López Murphy, de Domingo Cavallo nuevamente.
En los aviones de la Marina y la Aeronáutica de junio de
1955 con toda la cobertura civil de la Unión Democrática, están los antecesores
de otros aviones clonados que arrojaron personas vivas al mar y al Río de la
Plata.
En los aviones de la Marina Naval que
bombardearon Plaza de Mayo despreciando la vida de sus compatriotas se podían visualizar
los campos de concentración de dos
décadas más tarde de la cual la ESMA, el Auschwitz argentino, es el emblema del
horror de los años de plomo.
Están las
bombas presentes en el desmantelamiento
del Estado, en la distribución regresiva del ingreso que con el
peronismo llegó a que los asalariados
pasaran de participar del 50% del Ingreso Nacional al 16% del 2001l. Aquellas bombas llevaban en su interior, los
cincuenta y cinco chicos diarios que se morían
por causas evitables cuando amanecía el
siglo XXI. Estaban implícitos en los veinte millones de argentinos que sobraban
en el plan de la dictadura establishment militar que instrumentó Martínez de
Hoz. Los sectores concentrados de la economía, los dueños del mercado
siempre tienen a mano las bombas concretas que caen de los aviones, los seres
humanos arrojados como bombas, o los planes económicos de ajuste, las políticas
neoliberales perpetradas y arrojadas desde prolijas oficinas por pulcros
funcionarios recibidos en Chicago o
Harvard.
Las bombas de aquella oscura y
neblinosa mañana de junio, aquellos muertos de la histórica Plaza, eran un
anticipo de lo que se venía.
Los transeúntes, los estudiantes, el
oficinista que salía a comer un sándwich, la novia que iba en busca a su
compañero, la familia que venía a presenciar el desfile, el taxista, cayeron
bajo las bombas criminales.
La niebla de junio engendraba la
noche y niebla de la dictadura criminal de 1976.
Preanunciaba
desde la heroica resistencia Peronista del “ Luche y Vuelve” escrito con carbón
en las paredes a la gesta civil de las
Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en los años de plomo.
Son numerosos los actores criminales
de aquella jornada y la de septiembre qué participaron posteriormente desde
distintos lugares en los hechos criminales de las cinco décadas siguientes.
Todo eso lo sintetizó con notable precisión un cómplice de
aquellos acontecimientos: “Se acabó la leche de la clemencia”. Cuando se
proscribió la clemencia y se entronizaron
las políticas liberales empezó a
desaparecer la leche para la infancia, las industrias, el trabajo, el Estado de
Bienestar.
En junio de 1955, comenzó el largo invierno argentino que tuvo pocas y
reconfortantes primaveras. Esas primaveras a las que hay que consolidar para que sean permanentes y
que no nos bombardeen con las bombas de la injusticia.
16-06-2015
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