Uno
diferencia fundamental entre la Argentina y Brasil, Chile y Uruguay es que aún
no se ha dirimido la superioridad definitiva entre dos proyectos de país en
pugna. Cuando un gobierno popular avanza en ese sentido, los que expresan otro
proyecto de país intentan disimular la confrontación histórica con el lenguaje
de olvidar el pasado, suprimir el espejo retrovisor, superar las diferencias,
mirar el futuro, unirse y sólo buscar las coincidencias.
Un
discurso donde la realidad subyacente queda envuelta en un mar de falsedades.
Gobernar
sin conflicto y confrontación es suponer que uno puede ascender en una escalera
que carece de escalones, que es el equivalente a la peregrina teoría que se
puede gobernar sin afectar a nadie o en su versión más bizarra con el
consentimiento y aprobación de los afectados.
El
ensayista Alejandro Horowicz sostiene al respecto: “La simplota confianza en
que “la buena voluntad” y el “gesto amable” navegan por encima del conflicto
social; más aún, el conflicto mismo sólo sería un malentendido al que un
diálogo razonable podría poner fin, y esto sucedería por responsabilidad
personal de “los políticos”…..es obviar que gobernar no puede ser otra cosa que
satisfacer intereses en conflicto; y que toda política por su naturaleza,
termina por reducirse en última instancia a defender o atacar intereses de
clase.”
A su vez Jorge Lanata, el
multipremiado periodista en la entrega de
los premios Martín Fierro, un elemental divulgador histórico, no
entiende que lo que él denomina grieta no la ha provocado el gobierno sino que
éste sólo la pone en evidencia. Expresó: “Hay una división irreconciliable en
la Argentina que es lo que yo llamo grieta, que es lo peor que nos pasa. Va a
trascender al actual gobierno, porque la grieta ya no es política, tiene que
ver con como vemos el mundo”
En
la Argentina, a diferencia de los países mencionados, el poder económico no
tiene partidos de derecha explícita que le garantice su acceso al gobierno. La
única vez que en democracia, gobierno y poder económico nacional e
internacional encontraron un punto de encuentro total fue en las presidencias
de Carlos Menem, a continuación que el riojano se olvidara y desmintiera a sus
promesas electorales.
Sobre
la democracia, el ex muy buen periodista y cada vez más mediocre político
Rodolfo Terragno, se explayó en forma sorprendente en su medio preferido, el diario Clarín del
21 de julio: “ Un gobierno, si es elegido libremente, tiene legitimidad de
origen; pero si no tiene oposición es antidemocrático aunque no lo quiera: la
hegemonía deriva siempre en autoritarismo” Según el dirigente radical el
partido mayoritario además de gobernar debería preocuparse por alentar el nacimiento de una oposición
para no ser tildado de antidemocrático. Es una proposición tan sorprendente
como aquella que descalifica a los gobiernos populistas como democráticos por
su origen pero no por su funcionamiento.
El
ensayista italiano Lucio Colleti sostenía: “La democracia burguesa, la
democracia liberal, es el poder de la minoría contra la mayoría, de la parte
contra el todo, de los pocos contra el pueblo”. Bajo
un escenario democrático de origen, los pocos disuelven el triunfo en las urnas
y terminan imponiendo el poder de la minoría sobre las mayorías.
En
la Argentina, el poder económico que no tiene votos, jaqueó a los gobiernos
populares a través de la irrupción de las Fuerzas Armadas. En
1930, 1955, 1966 y 1976 un modelo de país, con gobiernos dispares de distinta
intensidad de transformación o
conservación de lo transformado fue expulsado. Por eso afirma correctamente el
ensayista Alejandro Horowicz: “En la Argentina, la historia de la ilegalidad
hasta ahora, es la historia de la contra revolución”.
Luego de la dictadura establishment- militar, el
juzgamiento de las tres primeras juntas durante el gobierno de Raúl Alfonsín,
el desbaratamiento de los alzamientos durante el gobierno de Menem, sacó a las
fuerzas armadas del escenario. Fueron reemplazadas por la prensa dominante, que
alentó las corridas cambiarias, la fuga de capitales del poder económico y el
generalmente infundado descontento de las clases medias.
Por eso el joven y talentoso periodista Martín
Rodríguez ha escrito: “La
clase media es el hecho maldito del país peronista”
El argumento basado en algunos
hechos reales y otros maliciosamente falsos es la corrupción, que hace pie en el moralismo de las clases
medias, en los últimos años fogoneado principalmente por Jorge Lanata a quien el
Doctor en Filosofía Tomás Borovinsky califica como “ el paco de las clases
medias” y cuyo éxito concreto es haber
resucitado a Elisa Carrió para las PASO del 11 de agosto.
A su
vez sobre el moralismo de las clases medias, el ensayista de la izquierda nacional
Jorge Enea Spilimbergo escribió hace cerca de sesenta años: “No hay político
“democrático” ni usufructuario en general del 16 de septiembre que no presente
al gobierno caído como una banda de facinerosos que logró mantenerse diez años
en el poder, gracias a la ignorancia de los más y al silencio impuesto sobre
las minorías “ilustradas”…..¿Y cómo la oligarquía, la venal y corrupta
oligarquía, se erige en custodio de la austeridad republicana y en censora
atrabiliaria de sus enemigos, los gobiernos populares?.....El tema del
moralismo en la política argentina es parte de la táctica oligárquica de
dividir el frente del pueblo, aislando a sus sectores más revolucionarios y consecuentes: el proletariado y las masas
pobres del interior, de la pequeña burguesía urbana y rural”.
León
Trotzky sostenía lúcidamente que “cuándo un pequeño burgués habla de moral hay
que echar mano al bolsillo, porque la cartera está en peligro”
La
relación entre el discurso insustancial de Sergio Massa y el periodismo de
“denuncia” de Jorge Lanata está analizado con profundidad por el periodista
Martín Rodríguez: “Monólogo en uno y silencio del otro se articulan. La cristalización mutua
que resultan tiene dos claves: lo que Lanata quiere decir es que no hay moral
en la política, lo que el gestionalismo quiere decir es que no hay ideología en
la política. Lanata parado en el lugar del que el progresismo partió para
abrazar al kirchnerismo, no dice “esto podría hacerse sin conflicto”, sino esto
podría hacerse sin robar…No ataca la
épica por la épica misma, sino por la moral”.
En la misma sintonía, el
periodista Bruno Bimbi en su artículo “El honestismo y los ladrones” se
pregunta “Imaginemos un funcionario honesto, no importa si presidente,
ministro, diputado o juez ¿Alcanzaría su honestidad para hacer del país, la
provincia o la ciudad donde ejerce su función un lugar mejor para vivir?” Y se
responde: “Decir que si sería como pensar que basta una buena ortografía para hacer literatura. La política es la
lucha (en democracia pacífica) entre diferentes visiones de mundo, entre diferentes
proyectos de futuro colectivo, y no apenas un mecanismo para seleccionar
administradores incorruptibles, que debería ser apenas un prerrequisito, aunque
sabemos que, en la práctica nunca lo fue. Si no, elegiríamos a los gobernantes
por concurso público, analizando su curriculum, investigando sus antecedentes y
tomándoles examen, y no votando”
Más adelante sostiene: “A mí me molesta más la corrupción del
kirchnerismo que a cualquier antikirchnerista. Porque cuando un funcionario de
este gobierno roba, pone en riesgo muchas políticas que defiendo y muchas
conquistas que no quiero perder. Podemos decir: le hace el juego a la derecha.
Y porque no quiero que, en nombre de principios en los que creo, un chanta se
llene los bolsillos….”
La
municipalización de la política es otro rasgo distintivo de las próximas
elecciones. Si la política es sólo gestión a ideológica, es como si una cirugía
fuera meramente el bisturí sin el
cerebro que lo moviliza y el brazo que lo mueve.
Un editorialista tan
moderado como Jorge Fontevecchia tituló su comentario en Perfil del 14 de
julio: “Liga alumbrado, barrido y limpieza”
Irónicamente
Horowitz escribió: “Desde que el debate sobre la cosa pública no supone
definiciones estratégicas, ni programas para llevar adelante, sino marketing y
gestión, lo más parecido a un intendente termina siendo otro intendente, y
todos tratan de satisfacer a los vecinos; los viejos socialistas denominaban
jocosamente "política municipal" a la gestión, para diferenciarla de
la política en serio…….Y obviamente no conozco a mucha gente que pueda
apasionarse leyendo un digesto municipal, y muchísimo menos creer que la
renovación de la política –más allá de lo que se entienda por tal cosa– puede
surgir de discutir el asfaltado de las calles de tierra.”
La
oposición se junta, se amontona, alrededor de la consigna: “Hay que frenar al
kirchnerismo” y levantan mayoritariamente la bandera del honestismo.
Como
dijo Francisco de Narváez: “Aquí no importa quién viene sino quién se tiene que
ir en el 2015.”
No lo hacen fundamentalmente por los errores y
limitaciones del gobierno sino por lo que hizo bien. Sobre esa oposición Bruno
Bimbi escribió: “Carente ….de un discurso convincente sobre cualquier cosa,
disponibles para defender intereses del mejor postor, juegan al honestismo. ….De Narváez hablando de la corrupción
kirchnerista es como Carlos Monzón
denunciando violencia de género”
Por
eso quienes proponen “la nueva política” intentan en realidad hacerle un
maquillaje para retornar al pre kirchnerismo.
El
gobierno tiene la enorme ventaja de las concreciones realizadas y el contrapeso
de los 10 años transcurridos. Pero a diferencia de la oposición puede decir,
aunque sea parcialmente, como decía William Shakespeare: “Somos lo que hacemos, no lo que
decimos y menos lo que creemos que
somos.”
06-08-2013
Todos los
derechos reservados. Hugo Presman. Para
publicar citar fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario