Los analistas políticos en la interpretación del escenario contemporáneo y los historiadores con la perspectiva que da el tiempo, intentan encontrar el hilo de Ariadna de los hechos que analizan. Sin embargo, el azar juega un papel que muchas veces no entra dentro de la disección de los acontecimientos. Sería ridícula una interpretación del presente o del pasado tomando como eje central la imprevisión; pero una vez encontrado ese hilo de Ariadna que da un cierto orden al desorden de la realidad, entra el azar, en un pequeño porcentaje, por la puerta de servicio de la realidad y de la historia.
Tomemos algunos de los hechos de nuestro pasado reciente que han tenido al ex presidente Eduardo Duhalde como protagonista; en 1987, Antonio Cafiero lo reemplazó del primer lugar de la lista de diputados por la Provincia de Buenos Aires que le había prometido, dándole ese lugar a Ítalo Argentino Luder. Eso llevó a que se alejara de la Renovación Peronista y terminara acercándose a Carlos Menem con quien integró la fórmula presidencial que derrotó en la interna de 1988 a la fórmula Cafiero – De la Sota, pasándole la factura de su desplazamiento al ministro más joven del primer gobierno peronista. Un probable error de Cafiero, o el azar, lo llevó a recorrer el camino que lo catapultó a la Vicepresidencia de la Nación. A pedido de Carlos Menem y luego de asegurarse el Fondo de Reparación Histórico Bonaerense que le garantizaba dos millones de dólares diarios, se postuló a la gobernación de Buenos Aires, dejando vacante la vicepresidencia. Su gobernación fue muy cuestionable y fue reelegido después de un manejo espurio de compras de votos a Aldo Rico y su gente, para modificar la Constitución Provincial que habilitara su continuidad en el cargo. Desde ahí tomó distancia del modelo de la convertibilidad y se postuló a Presidente de la Nación siendo derrotado por la fórmula de la Alianza. El principal obstáculo que tuvo fueron las zancadillas que desde la Presidencia le perpetró Carlos Menem. La fidelidad a los hechos lleva a no olvidar que Duhalde sostenía la necesidad de salir de un modelo que apoyó con entusiasmo y que consideraba agotado.
En los acontecimientos que culminaron en las decisivas jornadas del 19 y 20 de diciembre y que produjo el desplazamiento de Fernando de la Rúa se le imputa participación decisiva. Hernán López Echagüe en su último libro “El regreso del Otro La reaparición política de Eduardo Duhalde en la pelea política argentina” escribió en la página 161: “Durante el acto de lanzamiento de una corriente interna del peronismo de la provincia que comparte con Juan José Álvarez, Alberto Ballestrini y Julio Alak, Ruckauf pierde la compostura y se pone a vociferar: “¡Es hora de prepararse para tomar el poder, el peronismo se pone en marcha para agarrar el gobierno! ¡Se vienen épocas de profunda convulsión en la Argentina, el gobierno debe ser reemplazado por otro peronista! Recuerda Luis D`Elía: “Un día me tocó vivir un episodio muy fuerte con esto de los saqueos en el 2001. Varios años después, el día que proclamaron a Cristina senadora, se hace una comida en la gobernación de La Plata, en una sala en donde está la mesa más grande que he visto en toda mi vida. Una mesa enorme, como de treinta metros. A mí me tocó estar al lado de Julio Alak, que era intendente de La Plata, y Julio me dijo: “En esta mesa, acá, Duhalde me dijo que había que destituir a De la Rúa. Al lado mío estaba Emilio Pérsico y en frente lo tenía a Felipe Solá, que también escucharon. En la Matanza estuvo todo armado. El Negro Tucho, conocido puntero duhaldista, andaba con un coche viejo, barrio por barrio, creando una sensación de caos”. Luego de las semanas en que se sucedieron en el sillón presidencial cinco políticos peronistas, Duhalde llegó a la Presidencia. Era su segunda venganza. Reemplazaba al presidente electo que lo había derrotado en las elecciones de 1999. El país había estallado y De la Rúa era expelido por haber respetado la única promesa que cumplió, convertida en un dogma y que contaba con la adhesión mayoritaria: “Conmigo, un peso seguirá siendo igual a un dólar”
Más allá de las distintas evaluaciones que se pueden realizar sobre la gestión presidencial de Duhalde, es indudable que salió con un reconocimiento hacia su figura muy superior al que tenía cuando entró.
Como demostración del reciclaje justicialista, Juan José Álvarez, Alberto Ballestrini, Julio Alak, Emilio Pérsico, Felipe Solá, son o han sido funcionarios kirchneristas.
EL AZAR EN LA HISTORIA
He relatado como un posible error de Antonio Cafiero haber ubicado a Duhalde en el campo que lo llevaría a la Vicepresidencia y luego a la Gobernación Bonaerense. En medio de la peor crisis económica de la historia argentina, en abril del 2002, Eduardo Duhalde tuvo que reemplazar a su primer Ministro de Economía Jorge Remes Lenicov quien ya había consumado la pesificación asimétrica. Y tuvo que buscar reemplazante. Entre los nombres que barajó se encontraban fundamentalmente Roberto Lavagna y Guillermo Calvo. Su sola enunciación revela la poca claridad que en la materia tenía Duhalde. El primero es un economista heterodoxo que había sido funcionario en los gobiernos de Perón y Alfonsín. El segundo es un conocido funcionario de organismos internacionales. El primero tenía que llegar de Bruselas donde representaba a la Argentina ante el Mercado Común Europeo. El segundo desde EE.UU. Un problema con los aviones le permitió llegar primero a Lavagna y ser designado ministro. El azar salvó a Duhalde y benefició a Lavagna. Una historia contrafáctica con Guillermo Calvo de Ministro de Economía es imposible. Pero no es aventurado suponer que muy otro hubiera sido el curso posterior y la salida de la crisis diferente y mucho más prolongada, con la alta probabilidad que el funcionario después de aplicar la farmacopea extraída de los estantes de la ortodoxia neoliberal, corriera una expulsión tan traumática como la de Domingo Cavallo
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En medio de aquellos días dramáticos, ha quedado sepultado en el olvido que como medida desesperada, se hizo traer una réplica de la Virgen de Luján a la Casa Rosada. Hoy Duhalde se presenta como un piloto de tormentas, aunque los más insidiosos lo califican de bombero piromaníaco.
Otro momento en que el azar jugó un papel fundamental fue cuando Duhalde buscó un candidato con posibilidades de enfrentar con éxito a Carlos Menem en las elecciones de abril del 2003. El riojano se había convertido en el enemigo a vencer de Duhalde, con lo cual conseguiría concretar su venganza número tres, hacia quien le había puesto infinidad de palos en su pretensión de acceder a la presidencia por vía electoral en 1999.
Buscó primero a De la Sota, quien se había convertido en fundamentalista menemista cuando el declive del de Anillaco era muy evidente. Como no subía en las encuestas tentó para candidato presidencial a Carlos Reutemann, un consumado producto menemista. El eterno dilema hamletiano de ser o no ser que envuelve al santafesino lo bajó de la carrera presidencial al ver algo que nunca pudo explicar. Lo que llama la atención es que un político veterano y hábil como Duhalde pretendiera derrotar a Menem a través de dos postulantes menemistas. Y ahí apareció por descarte o por azar Néstor Kirchner, y la historia transitó por otros rumbos. Caminos diferentes que arrojaron a la banquina a quien ayudó en forma decisiva a que el santacruceño llegara a la presidencia. Hoy Duhalde se ha propuesto concretar su cuarta venganza hacia la viuda del que lo arrumbó a un costado del camino, y la que a su vez lo estigmatizó con el mote de padrino. Tal vez si hubiera cumplido su promesa de jubilarse, la historia recogería su trayectoria con una mirada más benévola.
El intento actual de hacer menemismo sin Menem, con la probabilidad cierta de candidatear en su lugar a Macri como el Menem rubio del siglo XXI, es volver a entrar a un laberinto que transitamos y padecimos, sin el hilo de Ariadna.
Einstein decía que “Dios no juega a los dados con el Universo.” Es posible que tampoco lo haga en nuestro país. Pero los dados, el azar, escriben muchas veces un pie de página de nuestra historia.
9-01-2011
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