El gobierno hace un ejercicio diario
de la simulación. Una de sus banderas ha sido disminuir la pobreza. Sin embargo,
ha decidido incrementar el deterioro de los salarios, haberes jubilatorios y la
Asignación Universal por Hijo. A todos los sectores de ingresos fijos los
afecta el proceso inflacionario, los tarifazos disimulados entre las PASO y las
elecciones de octubre por su fraccionamiento en cuotas que se acumulan, a los
que se agregan los nuevos incrementos de tarifas, con sueldos desactualizados y
que quedan a muchos meses de las nuevas paritarias. En nombre de que todos
cedan un poco, se propone cambiar el cálculo de ajuste de las jubilaciones y de
la AUH por lo cual los sectores de menores ingresos habrán de contribuir con
cien mil millones de pesos que van a perder anualmente, un importe equivalente
a lo que los sectores poderosos fueron beneficiados al principio de su mandato
cada año, eliminando retenciones. Los simuladores sostienen que es una forma
equilibrada de contribuir en el esfuerzo. En este extraño mecanismo de equidad,
los sojeros tienen la promesa que en el 2018 se disminuirán las retenciones en
otro 6%, situación que se debería repetir todos los años hasta llegar al cero.
Los simuladores levantan la bandera
que han venido a unir a los argentinos, construir un puente sobre la grieta
cuyo origen atribuyen al kirchnerismo. Desde el mismo momento de la asunción
han emprendido una cruzada antikirchnerista hasta convertir el sustantivo en un
adjetivo descalificativo. Los simuladores hicieron de la polarización una
metodología mientras enarbolan un discurso de diálogo y consenso.
Los simuladores aumentan el déficit
fiscal, mientras proclaman que lo bajan. Hasta en Clarín puede leerse que es el
más alto desde la época de Alfonsín. Afirman que disminuyen la inflación,
aunque omiten que lo hacen con relación a la que ellos mismos incrementaron y
vuelven aproximadamente a la que recibieron.
Como no recibieron un país en crisis,
como le sucedió en democracia a Ricardo Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la
Rúa, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner,
los simuladores que son muy creativos afirmaron que evitaron una crisis futura
que nos conducía a ser Venezuela. Ahora en un lugar acogedor, como la Bolsa de
Comercio, el Presidente Mauricio Macri sostuvo que “Recibimos un país al borde
del 2001”
Los simuladores sostienen que todos
los demás son el pasado y que ellos son el futuro. Al pasado lo ignoran, o
intentan ignorarlos y por eso en los billetes sustituyen por animales a las
figuras históricas. Tienen parentesco ideológico con los vencedores de las
guerras civiles, con la Argentina del Centenario, con los intereses económicos
que alentaron y promovieron todos los golpes militares, y en democracia en el
menemismo. Pero prefieren decir que no tienen historia, sólo un poco más de
doce años de existencia, y son el futuro. Mejor dicho: los simuladores se
autoproclaman que son la corporización del futuro. Una síntesis conformada por
la inexistencia de pasado y solo y exclusivamente por un mañana promisorio
donde se accederá a una felicidad generalizada. Una sociedad de emprendedores,
jugando exitosamente en la cancha del mercado, escondiendo a los derrotados que
no se prepararon.
Un relato de libro de autoayuda. Es
una simulación brillante, una actuación impecable. Mientras la mayor parte del
electorado crea que siempre estará por delante un venturoso segundo semestre,
los simuladores tienen un hándicap electoral decisivo. Un acto fallido de María
Eugenia Vidal reveló la verdadera trama: “Cambiamos futuro por pasado”. Otro
fallido histórico memorable, el del dirigente peronista Deolindo Felipe Bittel
en 1983, se hizo realidad en 1989: “Entre la liberación y la dependencia,
nosotros optamos por la dependencia”
Ese futuro maravilloso diseñado por
Alejandro Rozichner y Jaime Durán Barba, expuesto con notable dureza facial por
el simulador máximo y sus principales espadas como Marcos Peña y Horacio
Rodríguez Larreta, con el certificado IRAM de moralidad expedida por la fiscal
republicana Elisa Carrió, permite disimular que en el presente se vende el
patrimonio estatal para hacerlo más eficiente y rico, empezando por las usinas
termoeléctricas; se moderniza el país reduciendo el presupuesto en Ciencias y
Tecnología; se trasladan a los privados los satélites administrados por el Estado
y fabricados por la inteligencia nacional; se suprime la entrega de
computadoras a los colegios; se desfinancian planes como el FINES para ayudar a
los que no pudieron a terminar el secundario;
se atacan como superfluas e
innecesarias a las universidades del conurbano, donde familias asisten como en
un sueño hasta hace poco irrealizable a los primeros egresados, esos mismos a los que les hubiera resultado
imposible afrontar una carrera sin esas universidades cercanas.
Los simuladores proponen una reforma
laboral en donde se retrocede mucho más de 70 años. En este mundo de
emprendedores, los trabajadores pasan a ser tan previsores que mientras
trabajan se van forjando su propia indemnización. Aportan gratuitamente sus
horas extras y quedan a disposición del empleador para lo que gusten mandar. La
vieja bandera de las 8 horas de trabajo diario se hiberna en beneficio de la
competitividad. A los empresarios se les bajan las indemnizaciones a pagar, las
contribuciones patronales, y el impuesto a las ganancias. Anteriormente ya
redujeron un impuesto progresivo como el de bienes personales hasta llevarlas a
una tributación insignificante.
Los simuladores son tan generosos con
los poderosos que permiten que los exportadores puedan no ingresar nunca las
divisas de sus exportaciones.
En una muestra excelsa de simulación,
el periodista Ignacio Zuleta en Clarín del 6 de noviembre, afirma que Mauricio
Macri le dijo al enviado del Papa, su canciller/ cardenal Paul Gallagher: “Todos los esfuerzos de mi gobierno están
dirigidos a recuperar excluidos y a reparar las relaciones de la ética con la
economía” Seguramente la materia simulación la cursó en las cloacas de
Morón, en los contrabandos desde el Uruguay, en la estatización de la deuda
privada del grupo Macri, en los negociados de la obra pública, en actuar como
garrapata del Estado en la patria contratista y en la eximia pureza de las
empresas off- shore.
Los grandes diarios que apoyan
incondicionalmente a los simuladores sostienen que ahora se ve al verdadero
Macri. Una confesión a contrario sensu, que sincera que durante casi dos años
hubo una poderosísima simulación.
Los simuladores sostienen la
independencia de la justicia porque ahora como dice Marcos Peña no hay
privilegios para nadie. Es una simulación interesante porque están o estuvieron
excluidos de ser detenidos, denunciados o imputados que podían entorpecer el
accionar de la justicia como Mauricio Macri, Gabriela Michetti, Juan José
Aranguren, Gustavo Arribas, Luis Caputo, Luis Etchevehere, Federico Sturzzenegger,
Patricia Bullrich, Mario Quintana, Luis Caputo y siguen los nombres.
Los simuladores incineran los códigos de
procedimiento mientras se hacen gárgaras de republicanismo, al punto que hasta
el periodista estrella de La Nación Carlos Pagni escribió: “Son prisiones preventivas
sostenidas con alambre. Lo curioso es que con este criterio deberían ir presos
muchos funcionarios actuales.”
Los simuladores sostienen
que luchan contra las mafias. La gobernadora de la Provincia de Buenos Aires
vive en una base militar presuntamente por los peligros que implica su
confrontación con poderosos intereses. Es más potente la imagen que la magnitud
de su contienda.
Los simuladores luchan
contra la mafia de La Salada, de los abogados laboralistas, de algunos
sindicalistas como el llamado Omar “El Caballo Suárez”, pero defienden y
elogian la del difunto Gerónimo “Momo” Venegas, donde su hija denuncia a los
testaferros de su padre que se apropiaron de una fortuna injustificable. Sólo
son mafias las que no son amigas o aquellas organizaciones que no se
arrodillan.
Los simuladores luchan
contra presuntas mafias con métodos mafiosos. A la procuradora general de la
Nación Alejandra Gils Carbó, le forzaron su renuncia presionando jueces, uno de
los cuales declaró la inconstitucionalidad de la ley que establecía un sistema
de remoción similar a los miembros de la Corte Suprema. Luego en consonancia
con el diario Clarín, uno de sus columnistas publicó el teléfono de su hija
para que recibiera centenares de mensajes insultantes. Los simuladores
sostienen que esto es republicano y hace a la independencia del poder judicial. Elimina unidades especializadas desde
la de lavado de activos a la de violencia contra las mujeres; desde la narco
criminalidad a las políticas de género.
Luego en la complicidad
con peronistas genuflexos proyectan modificar la Procuración, otorgándole al
Poder Ejecutivo una fuerte injerencia en su estructura y en las fiscalías
nacionales.
La extorsión se hace
incluso por televisión por una contumaz apretadora, la doctora Elisa Carrió,
fiscal moral de la República, cuyos rasgos de frivolidad no afectan las
simpatías porteñas que despierta, quien sostuvo que el discurso de Mauricio
Macri en el CCK, era equivalente al de Alfonsín en Parque Norte. Le respondió
el radical Ricardo Gil Lavedra quien afirmó: “la comparación entre Macri y Alfonsín es una torpeza vil o, al menos,
una burrada del 80 por ciento".
Irritada, Carrió le contestó: "La próxima vez
que hablen les voy a decir todos los negocios con el poder que hicieron",
"¿Por qué no hablás ahora?", le preguntó el periodista de La Nación.
"Porque no tengo ganas, porque estoy curándome, cuando esté divina tipo
Susana Giménez lo voy a decir"
Los simuladores manifiestan ser
independientes de presiones externas cuando no cumplen las exigencias de los
organismos internacionales de derechos humanos, pero se someten servilmente a
las mafias de las corporaciones financieras, del grupo Clarín, del Fondo
Monetario, y de los grupos económicos locales.
Los simuladores abren la economía en un
mundo que la cierra.
Los simuladores se refieren con
indisimulable orgullo que incorporaron la Argentina al mundo. Expresión
engañosa porque según la calificadora de riesgo Standard& Poor’s, nuestro país está entre los cinco países más
vulnerables financieramente, junto a Turquía ,
Pakistán, Egipto y Qatar, lejos del tan ansiado primer mundo.
A los simuladores, más allá de sus
trucos, los números no le cierran. Tienen déficits gemelos y lo que ahorran en
subsidios se les va en el pago de intereses.
Los simuladores ocupan el primer lugar
mundial en endeudamiento de un país gracias a los beneficios de “la pesada
herencia recibida” y luego tienen que realizar los ajustes que le piden los
acreedores para hacer frente los intereses. Sin rubor el Presidente
Mauricio Macri dice impertérrito: ¿“Que
madre o padre puede dejar a sus hijos deudas y problemas?”
Es el mismo
presidente que declara: “ Yo le he prometido a la gente de mi país que siempre
les voy a decir la verdad”
Los simuladores son fuertes con los
débiles, y débiles con los fuertes.
Los simuladores sostienen que luchan
contra la corrupción, sólo con la ajena y ocultando con los medios dominantes
la propia que la Justicia Federal ampara. El economista Aldo Ferrer sostenía: “Hay gobiernos con hechos
de corrupción y hay gobiernos corruptos en su esencia. Estos ultimos son los
que les sacan a los trabajadores para darle a los ricos.”
Los simuladores que no manejan las
calles crean situaciones de violencia con infiltrados, para disuadir mediante
el miedo para que no concurran los que quieren expresarse. Detienen arbitrariamente
a los que no participaron de la violencia, los procesan y los embargan por
cifras millonarias. O persiguen a un adolescente que twitteó una canción de
cancha que menciona al presidente.
Los simuladores practican un odio
exacerbado que va desde la detención de Milagro Sala y la destrucción de las
piletas que las utilizaban los que nunca habían podido acceder a ellas y los
talleres que daban trabajo, hasta el cambio de nombre de las represas en Santa
Cruz. El columnista del diario Clarín escribió el 3 de noviembre: “Después del
resultado de las urnas el 22 de octubre, de los globos y de las canciones pop
en Costa Salguero hubo una noticia que se celebró a los gritos en la Casa
Rosada. Fue el decreto del último
miércoles restituyéndoles el nombre original a las dos enormes represas
hidroeléctricas que deben construirse en Santa Cruz, que volvieron a llamarse
La Barrancosa y Cóndor Cliff. Y se puso fin a todas las comunicaciones
burocráticas que por iniciativa fundacional de Cristina, las denominaban como
Jorge Cepernic y Néstor Kirchner. Los ministros explican la decisión con una
media sonrisa y la frase de moda. Ese es el verdadero Macri….”Ya
se baraja que el Centro Cultural Kirchner pase a llamarse René Favaloro, se
supone que no es a propuesta de Horacio Rodríguez Larreta que codirigía el PAMI
cuando el cirujano se suicidó entre otros motivos,
posiblemente por la sumas que le adeudaban con mucho retraso.
No
es de descartar que los simuladores decidan ascender al Comodoro Py a Brigadier
General.
Los simuladores han ganado y mientras
la simulación no se deteriore la Argentina seguirá siendo reconfigurada.
09-11-2017
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