El martes 10 de octubre el fútbol
argentino se juega una partida trascendente; y puede entrar al Mundial de Rusia
por la puerta de servicio o sumar un estruendoso fracaso a una historia rica en
éxitos y generadora del 30 % de los 10 jugadores más importantes de las últimas
siete décadas. Un periodismo cultor de una meritocracia a ultranza, donde sólo
sirve ser primero, ha llevado a descalificar como fracasos un segundo puesto en
un campeonato mundial y dos segundos puestos en la Copa América. Ahora bien: si
no se clasifica en
un campeonato de todos contra todos, con 18 partidos a lo largo de más de un
año, ello constituye un fracaso enorme. Un torneo clasificatorio de estas
características se ideo para que Brasil, Argentina y Uruguay estén presentes en
todos los mundiales.
Ahora se ha conformado un escenario
donde la desorganización ha renacido, de la misma forma que aquella que condujo
a los grandes fracasos del fútbol argentino.
El Mundial de Suecia, al que
Argentina accedió fácilmente eliminando a Bolivia y Chile, implicó el retorno a
esas lides de las que se había abstenido de concurrir antes (los mundiales de
Brasil de 1950 y Suiza de 1954), con la excusa de la guerra y por el
posicionamiento peronista de abstenerse de participar con interpretaciones poco
convincentes.
La Revolución Fusiladora
que actuaba como espejo invertido del peronismo, decidió que la Argentina
participara del Mundial de Suecia de 1958. Las eliminatorias se realizaron bajo
el gobierno de Aramburu y el Mundial en la presidencia de Arturo
Frondizi. La derrota por 3 a 1 en
el debut contra Alemania, campeón del mundo de 1954 y la estrepitosa contra
Checoslovaquia por 6 a 1 provocó una reacción popular que cuestionó a los
jugadores, al técnico Guillermo Stábile y al presidente de la AFA Héctor
Colombo. Lo ocurrido fue el fin o la postergación de las carreras de muchos de
ellos, especialmente Amadeo Carrizo, el jugador que inventó el puesto de
arquero a quien le costó mucho tiempo volver al primer plano. El principal
afectado fue River que llegó a integrar con nueve
jugadores titulares de su plantel, los partidos de la
eliminatorias con Chile y Bolivia jugados en la Argentina. Ello tuvo
como consecuencia que durante 18 años el equipo de la banda no volviera a ganar
un campeonato.
Liberti y Armando, presidentes de
Ríver y Boca inauguraron el autodenominado fútbol espectáculo donde todo
jugador extranjero era incorporado como una receta mágica. Se vivieron épocas
de una confusión notable como en la política resultó el menemismo y ahora el
macrismo.
Cuatro años después todo seguía
igual. En el mundial de Chile bajo la conducción técnica del italianizado Juan
Carlos Lorenzo, no se pasó de la primera fase. En Inglaterra en 1966 se fue con
la misma improvisación y en un trámite previo donde la selección perdió con los
jugadores de una fábrica y con serias discrepancias entre el técnico y los jugadores
lo que llevó a que viajara el interventor de la AFA Valentín Suárez, a
solucionar los entuertos. En la Argentina se iniciaba la dictadura
establishment militar autodenominada “Revolución Argentina”.
En 1970 fuimos eliminados por la
mejor selección de Perú de toda su historia en un torneo cortito como era
entonces de tres países a lo que a los dos mencionados participó Bolivia.
En 1974 Holanda nos propinó una
goleada histórica, una selección que como el Brasil de 1970 marcó un antes y un
después en este deporte. El último partido con Alemania Oriental, el seleccionado
jugó con el brazalete de luto por la muerte de Perón, y debutó en el arco un
arquero excepcional: Ubaldo Matildo Fillol.
Con Cesar Menotti se inició una etapa
histórica enmarcada por dos hitos históricos: la selección fue la prioridad y
se superó el trauma nacido en el fracaso de la selección en Suecia de colgarse
del travesaño cuando se enfrentaba a los seleccionados europeos.
En 1982, con una selección superior a
la de 1978, no estuvo a la altura de las expectativas, y fue eliminada en la
segunda fase, mientras la Argentina capitulaba en la guerra de Malvinas.
En 1986, con fuertes
cuestionamientos, la selección conducida por Bilardo y con un Maradona sublime
se coronó por segunda vez Campeón del Mundo.
En 1990, con la misma conducción y la
intuición extraordinaria de Sergio Goycochea en los penales se consiguió un
subcampeonato.
En 1994, con grandes posibilidades,
la efedrina de Maradona nos condujo a una profunda decepción.
En 1998, con Pasarella se tuvo un
resultado discreto.
La gran desilusión fue en el 2002: el
equipo de Bielsa obtuvo el único triunfo de la selección en Ecuador y se
clasificó en las eliminatorias cuatro fechas antes de concluir el torneo
preclasificatorio. En el mundial quedó eliminada en la primera fase.
En 2006, 2010 y 2014, Alemania nos
dejó en el camino en distintas etapas, siendo la más avanzada la del 2014 en
donde se jugó la final.
EL ECUADOR NO ES UN
MERIDIANO
Con todas las críticas que merecía la
gestión de Humberto Grondona, hubo un manejo meritorio de la selección que
desapareció con su muerte. Seleccionados juveniles a la deriva y tres
directores técnicos en la fase clasificatoria.
La
diferencia fundamental entre Maradona y Messi, al margen de ser dos jugadores
excepcionales, es que Maradona potenciaba a los que jugaban con él, y Messi por
razones difíciles de explicar, produce una disminución de buenos jugadores que
lo acompañan pero que delegan en él todas las responsabilidades.
El director técnico Jorge Sampaoli, más que drones, debería recurrir a la mística y las
palabras del extraordinario capitán de la Selección Uruguaya, campeona del
mundial de Brasil de 1950, el inolvidable negro-jefe, artífice principal de la
mayor hazaña futbolística de los mundiales. Dirigente gremial, Obdulio Varela
fue el propulsor de la huelga de los jugadores uruguayos de 1948. Lustrabotas,
casi analfabeto, cuando salió a la cancha en el Maracaná, contra la opinión de
los dirigentes que se conformaban con una derrota de 4 a 0, le dijo a sus
compañeros: “No
miren para arriba, el partido se juega abajo. Se gana con los huevos en la
punta de los botines”. Como acota el periodista Ezequiel Fernández Moores:
“Pero sabía que los partidos no se ganaban sólo con los huevos, ni Negros
Jefes. Ni con hinchas y estadios. Llámese Maracaná o Wembley. O Bombonera.”
Que recuerden lo que decía este
uruguayo fuera de serie: “Mi patria es el pueblo que sufre”. O en la misma
línea de las frases profundas de Maradona: “Nunca conocí a nadie que coma
puchero de fama”.
Por todo ello, Ecuador no es sólo un
meridiano. Es la plataforma para entrar a Rusia aunque
sea por la puerta trasera.
Estimado Hugo, cuando Maradona jugó en Barcelona no potenció a ningún compañero. Messi llevó a una potencia económica pero todavía no futbolística al primer lugar en el fútbol. Maradona no. Su argumento que el Diego hizo goleador a Bartolo Álvarez en Argentinos no tiene correspondencia con Messi porque nunca jugó en el Bicho. No lo sabemos. Los podemos comparar en Barcelona, ahí jugaron los dos.
ResponderEliminarDaniel