De memoria: a 10 años de la muerte de Jorge
Enea Spilimbergo
RECUERDOS*
El
viejo Renault Gordini avanza camino a Tucumán sufriendo las consecuencias del
exceso de carga. En el asiento del conductor va Horacio Cesarini y al lado con
su prominente panza la expresión obrera del partido, uno de los fundadores de
la UOM, Fernando Carpio. Lleva entre sus piernas una damajuana de vino. Atrás,
apretados, Jorge Enea Spilimbergo, Eduardo Fosatti y el autor de estos
recuerdos. Es 1968. Gobierno de Onganía. Creo que el motivo era un Congreso del
Partido Socialista de la Izquierda Nacional ( PSIN). Eduardo y yo ingresamos al
partido un año antes, seducidos por el discurso que en la Facultad de Ciencias
Económicas levantaba un militante todo terreno llamado Alejandro Balmaceda.
Habíamos participado de una Asamblea Universitaria realizada en la
clandestinidad del aquella dictablanda. De ahí surgió la invitación a
integrarnos a las filas de la izquierda nacional. Las huestes universitarias
habían quedado desiertas después de la ruptura encabezada por Jorge Raventos.
En principio nuestra responsable era Ana Lía Payró, pero luego se produjo una
nueva escisión ( Ernesto Laclau, Blas Alberti, Ana María Caruso), y llevó a que
la responsabilidad de todo el frente universitario quedara a cargo de Spili, como era conocido
familiarmente Spilimbergo.
El
Renault Gordini avanzaba con las dificultades típicas de sus carencias en un
viaje de alrededor de 1.200 kilómetros. Pero a los jóvenes universitarios de 23
años, con todo por aprender, la conversación con Spili era un curso elevado de
historia y análisis político. Era diciembre y el calor apretaba en esos
automóviles de los sesenta en que el aire acondicionado ni siquiera era
imaginado.
En
Tucumán las deliberaciones eran interminables en una casa antigua en la que
para acceder al baño había que arremangarse los pantalones porque estaba
virtualmente inundado. A la noche dormíamos en sillones teniendo como techo las
estrellas. Cuando concluyó el encuentro, seguimos viaje hacia Salta, sin la
compañía de Carpio, donde para compensar las penurias pasadas paramos en un
buen hotel, desde el cual se podía observar toda la ciudad capital. Conservo
vivo el recuerdo de los chapuzones en la piscina del Flamingo y Spili divertido
como un chico.
Ahora
que se me ocurre hacer algunos cálculos, llego a la sorprendente conclusión que
Spili sólo tenía entonces cuarenta años, pero su pronunciada calvicie y la
diferente mirada y distancia que los jóvenes de entonces teníamos sobre las
personas con las cuales nos separaba una
diferencia de edad estimada como significativa, nos hacía considerarlos como
personas mayores. El trato recíproco siempre era de usted y a nadie se le
hubiera ocurrido insinuar un tuteo. Pero sigamos con el viaje. En Salta nos
encontramos con un referente peronista Armando Caro y lo hicimos en un lugar
referencial de la oligarquía salteña, el Club 20 de Febrero.
Al
volver a Buenos Aires, los encuentros con Spili se intensificaron y
concurríamos semanalmente a su departamento de Catalinas para discutir y
delinear la política universitaria del partido. Al año siguiente, y con el
influjo del Cordobazo, la agrupación partidaria AUN ( Agrupación Universitaria
Nacional) llego a la co-conducción de la FUA.
Es
preciso señalar que con Spili era posible
mantener relaciones de una
calidez diferente a la mayor distancia y frialdad que establecía el
colorado Ramos.
La campaña electoral de 1973, fue una experiencia maravillosa. Los
encuentros con Spili se intensificaron.
Con la clásica improvisación que nos caracterizaba, uno era convocado para
hablar o participar de mesas redondas sin saber cuál era el tema. Recuerdo una
en Luz y Fuerza, que cuando llego me informan que es sobre el petróleo y el
Caso Mattei. Entre los convocados estaba Facundo Suárez y Santiago Diaz Ortiz,
que en esas elecciones fue elegido diputado. Afortunadamente había visto la
película y pude improvisar sobre el tema. O en otra ocasión que había que
concurrir a una mesa redonda en La Plata para lo cual sólo contaba con una
dirección. Cuando llegué era el Consejo Profesional de Ciencias Económicas y
participaba un representante por cada partido político que se presentaba a
elecciones.
Posiblemente
haya sido ese año, (cuando le había entregado
a Spilimbergo un trabajo sobre evasión impositiva) que me
invitó, después de tomar un café, a cenar en un restaurant de la calle
Sarmiento en el que era habitué Rodolfo Puiggrós con el infaltable pingüino
conteniendo el vino indispensable. El
atractivo que significaba una conversación extensa me llevó a no decirle que
era mi cumpleaños y que mi novia de entonces y mi compañera después me estaba
esperando en mi departamento de soltero. Spili me señaló varios defectos del
artículo al que defendí con un entusiasmo juvenil y la cena se fue prolongando.
Cuando finalmente llegué a mi departamento, Elsa me había preparado una
suculenta cena con una pequeña nota que aún increpa a mi conciencia: “ Querido, te estuve esperando para que
cenemos juntos, pero dada la hora me tengo que ir”.
El debate sobre el feminismo nos colocó en veredas internas diferentes.
Luego en la virulenta confrontación interna sobre el partido quedé del lado de
Ramos. Abelardo era diferente a Jorge Enea. Reitero, con él había mucha
distancia y no siempre parecía escuchar al otro. Ramos era un orador brillante
y un escritor talentoso. Pero para las relaciones personales, Spili tenía una
calidez que no exhibía el colorado. Otros compañeros pueden tener otras miradas,
pero este recuerdo a diez años de la muerte de Spili, es lo que me ha quedado
en la memoria.
Más
adelante me alejé del FIP, permaneciendo siempre ligado a la izquierda
nacional, y conservé una relación muy afectiva con el autor de “La cuestión
nacional en Marx”.´
Allá
por 1980, lo acompañe a un encuentro con Rogelio Frigerio, esas reuniones que
se realizaban para cambiar figuritas,
analizar la realidad y dilucidar cuanto faltaba para terminar con ese
régimen oprobioso.
En
plena guerra de Malvinas, me invito a dar una charla en su sede partidaria, la
del PIN ( ya se había producido su ruptura con Ramos) cuyo título resumía mi
posicionamiento en el conflicto: “Luchar
en las islas, recuperar el continente”.
El
autor de “Juan B Justo y el socialismo cipayo”, defensor entusiasta de la
recuperación de las islas escribió al respecto, lo que hoy tiene una absoluta actualidad en
relación a la contienda con los fondos buitres: “La moral de los esclavos
consiste en decir que no hay confrontación posible con los poderosos, porque
son poderosos. Pero la moral de la revolución consiste en saber que los
poderosos serán derrotados, porque son opresores y porque se destruyen las
condiciones de su propio poder, si actuamos en el sentido de la historia”
En
el libro citado, define a los autodefinidos socialistas, con la actualidad que
las intervenciones de Hermes Binner le dan: “Marxistas en la
fraseología, los socialistas fundadores adoctrinados por el doctor Justo nunca
dejaron de ser auténticos liberales en el peor sentido de la palabra”
Algunas otras definiciones:
Sobre
el nacionalismo oligárquico: “El nacionalismo de las clases
oligárquicas se manifiesta en la Argentina desde las primeras décadas del
siglo, no para emprender una cruzada contra el imperialismo, sino como
respuesta al incipiente movimiento de la clase trabajadora”
Sobre el peronismo: “De ahí que el peronismo para cumplir
las tareas históricas de una burguesía nacional que se negaba a ser, y militaba
contra sí misma, tuviera que apelar a una vasta movilización de las masas,
efectuando al proletariado sustanciales concesiones económicas, sindicales y
políticas. Esto confirió al gobierno de Perón un singular carácter
bonapartista: para llevar a cabo la política de la burguesía nacional y
resistir la formidable presión del imperialismo, tuvo que apoyarse en las masas
obreras de la ciudad y del campo, en la pequeña burguesía pobre y en los
sectores populares del interior pre- capitalista. Pero todo bonapartismo, por
indirecto que sea su contenido de clase, no lo pierde sin embargo, y el de
Perón fue, para decirlo en una fórmula, un bonapartismo nacional - burgués con
base obrera y popular”.
Sobre la ideología: “Pero aunque esto nos enajene
“eternamente” la bendición papal, confesemos que las ideologías condensan y
expresan no una razón abstracta, sin tiempo y espacio, sino fuerzas históricas
vivas. La ideología marxista no
“inventa” la lucha de clases, por el contrario, la lucha de clases genera la
ideología marxista, como expresión autoconsciente del proletariado
revolucionario”
Hacia
1982, me encomendó algunas intervenciones en las Juventudes políticas. Cada
tanto hablábamos por teléfono o nos encontrábamos en alguna manifestación.
La
muerte se llevó a Ramos una década antes que a Spili. Con dolor, éste lo
recuerda al momento de su fallecimiento: “A pocos días de anunciar la
disolución del Movimiento Patriótico de Liberación ( MPL) para ingresar al
Partido Justicialista de Carlos Menem ha fallecido Jorge Abelardo Ramos. Los
fundamentos de aquella decisión están contenidos en un documento del MPL, que
lleva su firma, y en los extensos reportajes que le dedicaron “Clarín”, “Ámbito
Financiero” y otros órganos. Esta notoria publicidad contrasta con el
ininterrumpido silencio de prensa que rodeó su figura durante las décadas de
actuación pública. ¿ Así que, finalmente, Ramos existía? ¿ Así que su
existencia se hizo explícita cuando puso fin, oficialmente, a su pertenencia a
la Izquierda Nacional ( que ya había consumado, de hecho, mucho tiempo antes)?
¿Así que su previo modo de existir había sido la inexistencia para el sistema
de los medios de comunicación masivo y de las diversas fábricas del prestigio
oficial? La perversidad de ese sistema de incomunicación al servicio del Poder,
vuelve a quedar de manifiesto. Sólo
cuando Ramos se reconcilia oficialmente con el Poder, éste lo acoge en su caja
de resonancia. Pero preferimos recordarlo en aquellas décadas que merecía la
conspiración del silencio. Ramos fue
un promotor protagónico de la Izquierda Nacional. Algunos, desde una
disidencia poco ecuánime, le negaron originalidad y lo ciñeron a un papel de
“vulgarizador” de ideas ajenas. Los orígenes, dijeron, debían buscarse en
Liborio Justo ( lo que es un disparate) o en Aurelio Narvaja, un abogado
santafesino inspirador, en 1945, del grupo editor del periódico trotskista
“Frente Obrero”…….Por de pronto enriqueció con aportes propios lo recibido,
bastando recordar su juvenil “América Latina, un País”, de 1950, que es un
esfuerzo, sin duda inmaduro, por entroncar el pensamiento de izquierda nacional
con la tradición federalista que recorre nuestras antiguas luchas populares,
acudiendo a veces acríticamente, a las principales fuentes disponibles, las del
nacionalismo rosista. Hasta entonces, la izquierda manejaba los tópicos del
unitarismo rivadaviano- mitrista, presa de la antinomia “civilización- barbarie” ( que “marxistizaba”
como capitalismo progresista- feudalismo retrógrado)”
Y
en el extenso artículo de despedida de una pareja política de notable
influencia intelectual reflexiona: “Es cierto que….. Ramos cancela su ciclo
político mucho antes de su desaparición física. El reciente ingreso al partido
de Menem es como el paso por el Registro Civil de una pareja con hijos grandes.
Hace rato que las heridas que traen
los disensos políticos (por aquello de que no hay peor astilla que la
del mismo palo), si alguna vez
existieron, han cicatrizado. Nos esforzamos, "sine ira et sine
studio", en comprender el porqué de esa paulatina y luego
acelerada abjuración.”
acelerada abjuración.”
Honorio
Díaz en su biografía de Spilimbergo, resume en una frase algunas de las
características fundamentales del ensayista cuando dice: “Entretenía
contando y esclarecía explicando. De cuestiones
aparentemente nimias, extraía fructíferas conclusiones. Enseñaba sin
proponérselo y convencía sin discutir.”
En otra síntesis precisa habla de: “La pluma punzante de Ramos y la sobriedad
teórica de Spilimbergo”
En sus ojos celestes se reflejaban sus estados de ánimo: podían ser
cordiales o reflejar su ira.
Han pasado muchos años, una década desde la muerte de Spili. Casi toda la
vieja guardia de la izquierda nacional ha muerto. Pero esta poderosa corriente
del pensamiento está presente en muchos importantes cuadros, cuya enumeración
sería larga y además sujeta a omisiones. También otros se han desviado a
posiciones incompatibles con la historia. Spili, con su sabiduría alentaría a
los primeros a continuar en la lucha y seguramente después de ironizar
críticamente sobre los segundos no los condenaría definitivamente al infierno.
Spili conciliaba en sus últimos años la dureza con la flexibilidad.
Afortunadamente pudo avizorar el cambio que se estaba produciendo en el país y
en la balcanizada patria latinoamericana.
Spili vive más allá de su muerte. Muchas veces hay que recurrir a sus
libros, a sus escritos, para iluminar el presente. No ha muerto cuando
recreamos su pensamiento en las actuales circunstancias. Y porque nadie muere definitivamente mientras
vive en la memoria de los que lo recuerdan.
· Publicado en la revista “Política” del mes de septiembre
No hay comentarios:
Publicar un comentario