Llegamos a
este 17 de septiembre del 2025, en busca de los brazos y abrazos compañeros.
Llegamos desde el Gran Buenos Aires. Llegamos desde todas las provincias.
Llegamos desde esta ciudad hermosa y contradictoria. Llegamos con la mirada
esperanzada, con las lágrimas enjugadas, con las horas pobladas de trámites
inadmisibles, con la crueldad soportada de un gobierno dispuesto a celebrar la
perversidad como una cucarda a exhibir, y como si ello no fuera suficiente
ejercicio de la degradación, lo continúa en el bullying entre sonrisas
celebratorias.
Llegamos.
Con los pies cansados, pero con la esperanza intacta. Llegamos. Sintiendo en lo
más profundo que la victoria más que en el triunfo, siempre aleatorio, está en
la lucha. Y de lucha sabemos, aunque desde lejos, a veces, parece languidecer.
Llegamos con el brazo levantado y el canto y las consignas escapándose por la
garganta. Llegamos, en este miércoles primaveral para que los viejos locos de
la Plaza de los Dos Congresos estén menos solos. Para que la vejez no sea un
castigo sino una celebración de lo recorrido y lo que quede por recorrer. Para
que los comedores reciban la alimentación que se le retacean, después de haber
cerrado la mitad invocando una auditoría que la Ministra de Capital Humano
Sandra Pettovello reconoció ahora que nunca hizo. Porque es ya una certeza que
a todos los funcionarios de este gobierno le extrajeron los sentimientos y le
reemplazaron los glóbulos blancos y rojos por desprecios y mentiras. Llegamos
por los que murieron privados de sus remedios oncológicos y para intentar torcerle
el capricho mortuorio a un gobierno amputado de sensibilidad. Llegamos porque
somos ciudadanos y no súbditos y no queremos ni podemos ser huérfanos de
Patria. Llegamos después de celebrar una goleada histórica en la Provincia de
Buenos Aires por casi 14 puntos y que dejó al gobierno desconcertado y sin
respuestas. Llegamos para acompañar a nuestros hijos del secundario que quieren
seguir teniendo una Universidad Pública de calidad y gratuita; a los jóvenes
universitarios que quieren estudiar recibirse y trabajar en este, nuestro país,
con una historia que cuando se la conoce no puede dejar de amarse. Llegamos
para acompañar a los médicos, enfermeras, personal administrativo y de servicio
del Hospital Garrahan, un lugar de excelencia y de amor, un canto a la vida,
donde a lo imposible se lo derrota cotidianamente. Hay dos pancartas, escritas
desde el corazón y las vísceras, que son más expresivas que todo lo que puede
escribirse: una llevada por una madre con una leyenda: “Dios está en
todas partes, pero atiende en Buenos Aires y te salva la vida de un hijo en el
Garrahan.” Otra de un nene levantando un cartel que dice; “Cuando
era bebé me salvó la vida el Garrahan; cuando sea grande me va a salvar la
Universidad Pública.” Síntesis perfecta de la mejor Argentina que Milei
se propone destruir en nombre de sus mandantes, el poder económico nacional y
extranjero.
Llegamos.
Con los científicos del Conicet, desfinanciados al extremo, saboteados en sus
investigaciones, denostados por funcionarios ignorantes, sabiendo que sin
ciencia no hay futuro.
Llegamos
con los discapacitados y sus familiares hacia los cuales el gobierno ha
demostrado cuánto goce le produce la crueldad.
Llegamos
con los obreros y dirigentes combativos que están convencidos que si no se
lucha contra la política criminal de este gobierno, terminaremos siendo
intrusos en nuestra propia tierra.
Llegamos
con los desocupados, con los que mañana tendrán que salir a buscar un trabajo
que es uno de los peores trabajos; con los que creyeron y se desilusionaron;
con quiénes impulsados por la bronca, se equivocaron creyendo en una motosierra
que pasa irracionalmente dejando a su paso dolor y lágrimas.
Llegamos.
Porque como decía el rabino norteamericano Abraham Joshua Heschel, que
acompañaba a Martin Luther King en sus caminatas por los derechos civiles de
los negros: “En esta larga marcha los que oraban eran mis pies”
Llegamos
con actrices y actores jaqueados en el cine y en el teatro, por una política
cultural que los desprecia, con los familiares de los centros de contención y
rehabilitación que están siendo cerrados por el gobierno y que brindaban apoyo
psicológico y emocional para personas con adicciones,
Llegamos
con los organismos de derechos humanos que siempre están.
Llegamos
con algunos empresarios que han cerrado o están por cerrar.
Llegamos
por la salud pública y que Milei no pueda cumplir con lo que realmente piensa:
“Cada argentino tiene que tener el sistema de salud que pueda pagar.”
Llegamos a
esta Plaza para gritarles a nuestros representantes que los votamos para que
nos defiendan y no para que nos traicionen.
Nos vamos
contentos por lo que logramos, pero no eufóricos porque es apenas un mojón en
una larguísima lucha. Porque juntos el dolor se socializa y la posibilidad de
triunfo parece más cercana
Nos vamos
sabiendo que el presidente no entendió lo que está pasando, aislado política y
personalmente.
Nos vamos
recordando que hace 49 años, a unos chicos los mataron por luchar por el boleto
estudiantil, pero como están incorporados a nuestra mejor historia “los lápices
siguen escribiendo”. En nombre de los ausentes también estuvimos llegando.
Nos vamos,
mientras leemos una pancarta levantada por una mujer de más de seis décadas que
dice “Cómo no te voy a defender Universidad Pública, si hiciste realidad mis
sueños”, sabiendo que Milei proyecta en la oposición lo que piensa realizar
él. Citó al general y estratega chino Sun Tzu, que vivió posiblemente
quinientos años antes de Cristo, y que habría dicho (aunque no esté probada la
frase): “Prender fuego al país con tal de reinar sobre sus cenizas”. Un
Presidente con una discapacidad preocupante para entender lo que sucede como
consecuencia de sus políticas representadas emblemáticamente en la motosierra,
que se apronta a celebrar “sus éxitos” en el Movistar Arena en octubre, con la
presentación de un libro de su autoría para auto elogiar su gobierno con el
título “La construcción del milagro”.
Un
Presidente que parece haber inspirado premonitoriamente la frase del tango que
dice: “Se cuidan los zapatos, andando de rodillas.”
No vamos
para seguir llegando. Para volver y seguir luchando, porque como reflexionaba
el filósofo francés Henri Bergson, “el
futuro no es lo que va a venir, sino lo que nosotros vamos a hacer.”
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