02 septiembre 2025

¿Dónde está el piloto de este gobierno?

 

                                                                          Lucas Romero

                                                                       Jueves 28-08-2025

El piloto. Javier Milei afronta el desafío político, además de controlar la economía. | captura video

Richard Neustadt, uno de los politólogos que más estudiaron la presidencia de los Estados Unidos y que retrató buena parte de esa sabiduría en su gran obra Presidential Power, uno de los libros más influyentes sobre liderazgo político, solía decir que nos gusta pensar al presidente como el hombre que toma decisiones, pero la mayoría de las decisiones que toma no son exclusivamente suyas, sino el producto de su poder para persuadir a los demás para tomarlas.

Siguiendo esa línea, uno podría decir que el liderazgo presidencial no depende tanto de las ideas del Presidente, sino de su capacidad para tomar decisiones, ya que la única forma de que las ideas produzcan los cambios deseados, es que estas se transformen en decisiones colectivas. Allí radica la razón de ser del liderazgo presidencial.

Los regímenes presidencialistas son por naturaleza regímenes en donde el liderazgo suele concentrarse más en una persona que en un conjunto de individuos (el partido o la coalición de gobierno). El presidente es quien define el rumbo del gobierno, y para ello requiere disponer una serie de habilidades y destrezas que son sumamente necesarias.

El liderazgo presidencial no viene dado con el cargo. Si bien se puede desarrollar, es necesario que haya cierta materia prima insoslayable para desarrollarlo. Pero, por sobre todas las cosas, es un liderazgo que se debe desear tener, porque, como dice aquel viejo refrán, más hace el que quiere que el que puede.

Pero hay otra particularidad del liderazgo presidencial, y es que es un liderazgo mediante el cual se ejerce un rol político. No hay liderazgo presidencial si no se asume que se ejecutará un rol político. Es decir, una tarea que consistirá en convencer a una mayoría de tomar una decisión, que es precisamente la tarea que desarrolla todo político.

¿Se puede tener liderazgo presidencial si no se desea asumir un rol político? La respuesta es: no. No es posible ser presidente y al mismo tiempo no querer ser un político, porque la naturaleza de ese cargo es esencialmente política. No se es presidente para demostrar que se tienen ideas, se es presidente para producir decisiones colectivas que se crean necesarias para resolver los problemas de la gente. Si lo que se busca es reconocimiento intelectual o premios, el ámbito para buscarlo es otro.

Dicho todo eso, uno podría preguntarse: ¿hay en Javier Milei un liderazgo presidencial? ¿Quiere Milei producir decisiones colectivas o simplemente quiere que le den la razón? ¿Quiere Milei ser un político o simplemente quiere seguir siendo un economista? ¿Quiere Milei persuadir a los demás de lo que piensa, o solo reclama que los demás piensen como él? Todas estas preguntas son centrales para entender la naturaleza de este proceso político, porque si las respuestas son negativas, entonces estamos en un problema, porque el liderazgo presidencial es necesario y es indelegable.

Algunos podrían sostener que estas dudas carecen de fundamento. Sin embargo, si uno repasa el discurso que dio Javier Milei ante las Naciones Unidas el año pasado –primera vez que el Presidente se dirigía al mundo en ese ámbito tan especial–, él allí se presentó diciendo con convicción: “Yo no soy político, soy economista”. ¿Puede realmente sostener eso alguien que se postuló para ocupar el cargo político más relevante del país?

Es cierto, en un contexto en el que la sociedad argentina viene expresando un profundo enojo hacia la clase política, resulta comprensible que Milei, por estrategia, prefiera no ponerse ese sayo. Pero también es cierto que, en la práctica, ese sayo no puede quitárselo. No solo es un político, sino que, desde el comienzo de su gestión, iba a necesitar de la mejor práctica política para intentar resolver el desafío que más lo desvela: el económico.

Este ciclo nos ha dado sobradas muestras de que este es un gobierno que carece de praxis política, es decir, de capacidad de llevar adelante el conjunto de acciones necesarias para producir decisiones. Esa carencia no debería sorprender, Javier Milei llegó al poder con dos diputados, sin ninguna experiencia ejecutiva en la administración de la cosa pública y sin un equipo de personas y profesionales que tengan experiencia en administrar el Estado.

Pero tampoco debe sorprender que parte de esa mala praxis haya obedecido a la ausencia de un liderazgo que ordene, coordine y haga funcionar al equipo de gobierno. El propio Milei suele decir que no le interesa la política, y la realidad parece confirmar esa falta de interés en involucrarse en una parte esencial de su acción de gobierno.

¿Cómo se entiende que habiendo Milei definido un esquema de funcionamiento tan simple y sencillo, reducido a tres personas (triángulo de hierro), ese miniequipo haya quedado envuelto en peleas intestinas que provocaron tanto daño al Gobierno? ¿Se puede manejar un equipo de cientos de personas si no se puede manejar un equipo de dos personas que controle todo lo demás? Estos interrogantes llevan a uno a hacerse una pregunta: ¿dónde está el piloto?

De todos los candidatos a presidentes de 2023, Milei era el único que al desafío económico le iba a agregar un desafío político. Porque era el único que iba a quedar muy lejos de garantizar condiciones mínimas de gobernabilidad para tomar decisiones. Esa dificultad quedaba agravada por el hecho de que se trataba de un presidente sin experiencia política.

Por más enojados que estemos con el piloto del avión, a ninguno de los pasajeros de la aeronave en su sano juicio se le podría ocurrir sacar al piloto de la cabina y poner allí a un pasajero que sin ser piloto nos diga que cree que puede pilotar el avión.

Uno podría confiar en que Milei tenga las soluciones a los problemas de los argentinos, pero no será posible confiar si este presidente nos dice que no quiere ser un político; si no termina de asumir el rol político que conlleva ser presidente; y si no demuestra que tiene el liderazgo presidencial que se necesita para conducir esta nave que es el Estado nacional.

*Director de Synopsis Consultores.

**Esta columna se publicó en El Cronista. PERFIL la publica con autorización del autor.


01 septiembre 2025

El problema

 

Jorge Fontevecchia
30-08-2025
FOTO OFICIAL
Con banda presidencial, Javier Milei en el sillón de Rivadavia. | presidencia Siempre pensé que no se alcanza a saber bien lo que no se ama.

Es el corazón el que decide a qué temas dedicará el cerebro la energía de pensar.
Y quien no ama la política y –peor aún– odia al Estado no es el adecuado para el cargo político más importante, que es presidir un país.

Este es el problema irreductible de Javier Milei: no puede y no sabe porque no quiere ser lo que debe ser un presidente: un político. Una persona con capacidad de convencer y llegar a acuerdos para que se instrumenten las decisiones necesarias para avanzar en alguna dirección.

Nuevamente la etimología nos dice mucho: acordar deriva de cordis, corazón en latín, es unir corazones, querer al otro (querer algo del otro).

Dice el refrán: “Hace más quien quiere que quien puede”. Entonces, ¿qué quiere Milei?

En una de las mejores columnas del año, que publicó el jueves en el diario El Cronista (y republicamos hoy en PERFIL con expresa recomendación de lectura completa), el director de la consultora Synopsis, Lucas Romero, escribió lo siguiente: “¿Quiere Milei producir decisiones colectivas o simplemente quiere que le den la razón? ¿Quiere Milei ser un político o simplemente quiere seguir siendo un economista? (...) No se es presidente para demostrar que se tienen ideas, se es presidente para producir decisiones colectivas que se crean necesarias para resolver los problemas. Si lo que se busca es reconocimiento intelectual o premios, el ámbito para buscarlos es otro”.

No es necesario ni conveniente esperar a convencer a todos ni acordar con casi todos (lo que es imposible) sino con la cantidad necesaria para que se puedan ejecutar las decisiones que precisan consensos.

¿la decisión de Milei de confrontar y enemistarse con todos demuestra que no quiere ser político, o sea presidente. Que usa la presidencia como herramienta para otros fines personales.

El problema no es que las ideas del presidente sean malas, muchas de las cuales lo son. El problema de Milei no es su doctrina además de que en parte lo sea.

El problema es anterior a sus ideas o doctrina, el problema de Milei es existencial. ¿Cuál es el ser-para-sí de Javier Milei? Ser un profeta que cambie la cultura argentina por décadas no es el propósito de un presidente.

Cuando habla de la Argentina potencia de 2045, huye hacia un futuro incomprobable de un presente impracticable. Y evidencia su predilección por el mundo de las razones teóricas cuando la función de un presidente es el mundo de las razones prácticas.

El problema de Milei, antes que ideológico, es metodológico y antes que metodológico es psicológico. No hubiese aprobado un test laboral para el cargo para el que se presentó. Carece de la inteligencia emocional necesaria que requiere la función.

Escribió también Lucas Romero: “Este ciclo nos ha dado sobradas muestras de que este es un gobierno que carece de praxis política, es decir, de capacidad de llevar adelante el conjunto de acciones necesarias para producir decisiones. Esa carencia no debería sorprender, Javier Milei llegó al poder con dos diputados, sin ninguna experiencia ejecutiva en la administración de la cosa pública y sin un equipo de personas y profesionales que tengan experiencia en administrar el Estado. (...) De todos los candidatos a presidentes de 2023, Milei era el único que al desafío económico le iba a agregar un desafío político. Porque era el único que iba a quedar muy lejos de garantizar condiciones mínimas de gobernabilidad para tomar decisiones. Esa dificultad quedaba agravada por el hecho de que se trataba de un presidente sin experiencia política. (...)Por más enojados que estemos con el piloto del avión, a ninguno de los pasajeros de la aeronave en su sano juicio se le podría ocurrir sacar al piloto de la cabina y poner allí a un pasajero que sin ser piloto nos dijera que cree que puede pilotar el avión”.

“Sano juicio”. Ya se escribió lo suficiente sobre cómo la pandemia afectó el juicio de una parte significativa de la población. Y sobre cómo pudo haber empatizado esa afección de la sociedad con la afección del propio Milei.

Lo que ahora se precisa son copilotos que colaboren para aterrizar el avión sin estrellarse.
Las elecciones del domingo próximo en la provincia de Buenos Aires funcionarán como una especie de primera vuelta y las nacionales de octubre, como un balotaje. La sociedad tiene la posibilidad de confirmar o reformular la autonomía del piloto. No solo el rumbo y el destino, también el modo de conducir, con o sin turbulencias adicionales, consensualista o divisionista, aplacando la intranquilidad innata de nuestro conductor.

Conducir y conducta comparten su misma raíz lingüística referida a guiar, a dirigir (dirección). Cuando el problema es la conducta de quien conduce, el rumbo y el destino pasan a segundo plano.

En psicología, la neurosis de destino se asocia a la compulsión al fracaso, a la repetición de conductas inapropiadas para los fines y autoimpuestas inconscientemente como una forma de autocastigo.

Siempre somos responsables de nuestras elecciones. Siempre podemos hacer otras elecciones. No estamos determinados al autoboicot y continuar perpetuando la decadencia.

La democracia no pone a salvo de elecciones erradas a los votantes pero la democracia permite corregirlas de manera pacífica. Nosotros, los ciudadanos, somos los actores.

Milei retroalimenta la crisis de representación que creó a Milei. El no puede superarla porque es parte de ella. Pero como decía el papa Francisco, no hay que personalizar los conflictos y cosificar los vínculos sino cosificar los conflictos y personalizar los vínculos. El problema Milei fuimos nosotros con nuestras elecciones y si no lo solucionamos con nuestro voto el problema Milei volveremos a ser nosotros.