02 julio 2024

El más grande, el más premiado, el mejor

 

Praga. Allí afirmó que está reescribiendo la teoría económica, por lo que le podrían dar el Nobel. Los megalómanos siempre hallan razones que justifican su excepcionalidad. 

Gustavo González - Perfil 30.06.2024

Javier Milei es un presidente único.

Es el primero que intenta poner a prueba en un país el modelo anarcocapitalista de la Escuela Austríaca. El primero que hizo campaña prometiendo “el mayor ajuste de la historia” y que hoy se jacta de llevarlo a cabo. El primero que dice cumplir una misión emanada de Dios, con el que se comunica a través de un perro fallecido. Es el primer jefe de Estado que confiesa ser un “topo” dentro de ese Estado con la intención de destruirlo. Es el primero que se anima a celebrar en público hechos que están penalizados por la normativa legal vigente, como la evasión impositiva, las posiciones monopólicas y la ya dicha destrucción del Estado.

Extraordinario. En estos meses, Milei ratificó lo distinto que es a todo lo que alguna vez conocimos.
Fue el candidato que más insultó a sus adversarios y hoy es el Presidente que más descalifica a quienes no piensan como él. Desde la dictadura, no hubo otro que haya tratado al Congreso de “nido de ratas” ni con adjetivos similares. Es cierto que sus inéditas agresiones a los representantes legislativos de la sociedad son las mismas que le dedica a la mayoría de los periodistas, pero en este caso no es tan original: hubo otros que ya lo hicieron antes.
 
Todo lo extraordinario que se observa en él (como sinónimo de lo nunca visto), coincide con lo extraordinario que él se percibe (como sinónimo de genialidad y grandeza). De ahí que cada vez que habla recurra a hipérboles, en donde él aparece como la máxima expresión humana de alguna cualidad excepcional.
 
Lo que en la psicología del poder se asocia con conductas megalomaníacas de ciertos liderazgos, en el caso argentino se alimenta del reciente apoyo electoral obtenido por Milei y de la adhesión que despierta en los sectores internacionales libertarios.  
Tras regresar de su primera gira por España, afirmó que se había convertido en “el máximo exponente de la libertad a nivel mundial (semanas atrás decía que era uno de los dos máximos exponentes) … yo estoy en otra liga… todos los empresarios más importantes del mundo, todos, quieren hablar conmigo”. Además, advirtió que su grandeza “irrita a los políticos argentinos porque demuestra la insignificancia y lo berreta que son… liliputienses en términos de coeficiente intelectual… cucarachas”.

Megalómano. Megalomanía viene del griego y significa, literalmente, una gran locura o gran furia. Se la considera un trastorno vinculado con delirios de poder y de grandeza.
Desde la psicología se la explica como una regresión a la natural megalomanía infantil o un mecanismo de defensa para enfrentar traumas del pasado. Pero no está tan claro qué tan anormal o peligrosa resulta ser. Seguramente será una cuestión de grados.
 
A veces la megalomanía esconde rasgos narcisistas, una psicopatía más relacionada con el complejo de inferioridad. Los especialistas explican que los megalómanos son prepotentes porque se sienten únicos y superiores a los demás, mientras que la prepotencia de los narcisistas es una coraza para esconder una frágil autoestima.
 
Los líderes megalomaníacos siempre encontrarán en la realidad razones que justifiquen su excepcionalidad. No importa que sean explicaciones debatibles o erradas: para ellos siempre serán pruebas de su infalibilidad. No se trata de una táctica de posicionamiento político. Creen de verdad en lo que dicen y en su singularidad.

Javier Milei está extasiado con la cantidad de condecoraciones y homenajes que recibe. En el último viaje terminó llorando frente a un retrato gigante que lo mostraba a él de cuerpo entero.
Ya recibió ocho galardones, a razón de uno cada 25 días. Más allá de lo relevantes que cada uno de ellos pueda ser, representan para él otro reconocimiento a su excepcionalidad: es el presidente más premiado de la historia.

Multipremiado. Hasta ahora, acumuló las siguientes condecoraciones: “Visitante ilustre” de la provincia de Corrientes, “Huésped distinguido” de Bukele, “Orden de la Libertad” de Ucrania; “Embajador Internacional de la Luz” de la sinagoga The Shul de Chabad Lubavitch, “Premio Instituto Juan de Mariana” (por el nombre de un teólogo del siglo XVI), “Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid” de parte de la alcaldesa Isabel Díaz Ayuso, “Medalla Hayek” en Alemania (de la sociedad que lleva ese nombre) y “Premio del Instituto Liberal de Praga”.

Con esta última distinción hubo una pequeña polémica porque las autoridades del instituto simplemente desmintieron que le hayan otorgado ese premio. El director de esa asociación, Martin Pánek, aclaró que el premio se lo dieron exdirectivos de la entidad y afirmó que un instituto liberal no premia a quien está en contra del consumo libre de drogas, del aborto y de las manifestaciones públicas de protesta.

Como sea, Milei se llevó un diploma. Y, de continuar a este ritmo de acumulación de premios, al final de su mandato habrá recibido más de sesenta. Un récord.

De todos los premios que podría conquistar a lo largo de su gestión, el más apreciado sería el Nobel de Economía. Esta semana anticipó que está trabajando para ello.
 
Lo anunció así: “Estamos reescribiendo gran parte de la teoría económica para poder derivar optimalidad de Pareto, tanto estático como intertemporal, teniendo funciones de producción no convexas. Si nos termina de salir bien, probablemente me den el Nobel de Economía.”
Ya en enero de este año, el libertario español Jesús Huerta de Soto lo había propuesto para esa distinción. Un pedido al que en mayo se sumó el excandidato presidencial por el peronismo Daniel Scioli.
 
Sin duda, el Nobel le agregaría a la cantidad de premios que este hombre puede seguir recibiendo, un reconocimiento consagratorio. En cualquier caso, antes de otorgarlo, los académicos suecos tendrán que decodificar y corroborar la teoría de Milei para “derivar optimalidad de Pareto, tanto estático como intertemporal, teniendo funciones de producción no convexas”.
 
La excepcionalidad argentina. Otro motivo para avalar la grandeza de Milei es lo que esta semana consiguió en el Congreso con apenas 38 diputados y siete senadores. Se aprobó una ley Bases que incluyó 234 artículos, más el paquete fiscal. Con tan poco Poder Legislativo, el Gobierno además logra continuar con la aplicación del mega-DNU sin que la mayoría opositora decida frenarlo.
 
Puede que a su favor juegue una oposición desorientada, pero eso no deja de ser un mérito suyo. En cualquier caso, la fuerza de voluntad que demuestra él solo “domando al nido de ratas”, alimenta la megalomanía de origen.
 
El resultado es el Milei que, tras el éxito legislativo, le concedió un nuevo reportaje a LN+: “Hemos pasado la reforma estructural más grande de la historia. La ley Bases es un hito histórico y monumental, es cinco veces más grande que la reforma que hizo Menem, que hasta ahora era la más grande de la historia argentina. Si a eso le sumamos que el DNU está vigente, significa que la Argentina acaba de poner en marcha ochocientas disposiciones de desregulación económica. Argentina, en términos de libertad económica, va a escalar noventa puestos y comienza a parecerse a países como Alemania, Francia e Italia. Esto nos pone en un sendero de crecimiento a niveles de poder cuadruplicar nuestro PBI per cápita.”
 
Lo más grande de la historia, lo monumental, lo cinco veces más grande de lo que ya era muy grande, un hito histórico, el mayor de todos, el máximo exponente mundial, el que más viajó, el más premiado, el enviado de Dios, el que está en otra liga, con el que todos los empresarios del mundo quieren hablar. Y frente al cual, los demás son insignificantes, berretas, liliputienses y cucarachas.
 
Sí, Milei es excepcional.

Casi tanto como la Argentina.

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