Se
han cumplido 9 meses del gobierno del Frente de Todos.
Cuando Alberto
Fernández asumió la presidencia el 10 de diciembre del 2019, la mayoría de los argentinos
era consciente que se enfrentaba con una situación social y económica dramática
y una deuda externa impagable. Todo eso era fácilmente verificable y el
dramatismo nublaba los ojos. En los primeros tres meses el gobierno se abocó
fundamentalmente a instrumentar recursos para paliar el hambre y negociar la
enorme deuda externa.
Sobre ese
escenario no apareció uno sino una bandada de cisnes negros. La estrategia para
luchar contra la pandemia fue la cuarentena, con dos objetivos: prolongar en el tiempo el momento culminante
del avance del virus y fortificar la enorme debilidad del sistema sanitario.
Se
optó correctamente por privilegiar la salud sobre la economía
con el pleno convencimiento que de tomar el camino inverso, se llega al mismo
resultado: paralización económica pero con un número enorme de muertos.
La adopción de una
cuarentena temprana fue un gran acierto y con el transcurrir del tiempo fue
cuestionada por la oposición más visceral que denuesta la grieta mientras la
practica con entusiasmo y enfervorizadamente. El periodista Jorge Halperín lo
definió acertadamente: “Hay que
estar en contra, porque cuidarse es peronista”. Es posible que en el mismo
sentido, dentro de cuarenta años, un nieto que le pregunte a un abuelo gorila,
como fue aquello de la pandemia y la cuarentena, el adulto mayor le responda:
“Fue el tiempo que el peronismo nos mantuvo preso en nuestros domicilios”
La
instrumentación de la cuarentena en cuanto a su extensión para luego seguir
denominándola así fue un error, por cuando la misma en forma estricta fue de
alrededor de un mes pero hace muchas semanas que se reduce a ciertas
restricciones de movilidad y la imposibilidad de desarrollar algunas
actividades masivas.
Y lo más grave: la
educación está justificadamente paralizada.
El presidente
tropieza con el lenguaje. Afirma que no hay cuarentena al tiempo que
sistemáticamente la prolonga. Es increíble que ningún asesor se lo haga notar
mientras que los epígonos de la oposición se hacen un festín con la
contradicción.
SOCIEDAD
COMPLEJA
La
Argentina tiene una clase dominante pero no dirigente, con
una posición ideológica que es un disparo en sus propios pies, que apoya a
quien lo perjudica y se opone a quienes la beneficia. Una clase media que en
sus franjas mayoritarias es víctima de la educación sarmientina de civilización
y barbarie, en la que la civilización es el poder económico y lo extranjero, y la barbarie es todo aquello que tenga olor
popular. La penetración de la cultura disolvente del neoliberalismo difundida
por los medios dominantes, también ha alienado algunas franjas minoritarias de
la clase media baja y algunos sectores asalariados de mejores ingresos. Se
puede observar ahí un discurso donde se enaltece la meritocracia, se hace un
culto del individualismo, una exaltación de la salvación individual, un
lenguaje con frases como “yo me rompo el lomo y otros cobran planes”, “son
todos vagos”, “no hay que dar pescado, sino enseñar a pescar”, “a mí nadie me
dio nada”, “si no trabajo no como”, “no me interesa la política”, “todos los
políticos son ladrones”. Sólo un muestrario reducido de algunas de las
muletillas que pueden escucharse o leerse a diario. Por supuesto que se debe
reconocer el mérito en una sociedad, pero a partir de tomar conciencia que la
desigualdad establece muy diferentes puntos de partida. En términos
futbolísticos: si un equipo poderoso de 11 jugadores se enfrenta a uno amateur
de 4 jugadores, el triunfo del primero no podría considerarse un ejemplo de
meritocracia.
Estamos
en una sociedad en la que se exterioriza una moderación notoria y
el surgimiento llamativo de núcleos de ultra derecha, aún reducidos y con
inserción juvenil, que denuestan al estado como una asociación expropiadora y a
los políticos como los causantes de todos los males. Están al acecho que la
economía estalle y que queden afuera de un reclamo “que se vayan todos”
Todo ello
enmarcado en una lucha entre dos modelos que conviven conflictivamente sin
poder imponerse el uno sobre el otro. Equilibrio inestable, avances medianos y
retrocesos grandes, movimientos contradictorios, que han llevado a la Argentina
a vivir algunas cortas primaveras y larguísimos inviernos.
AVANCES
Y RETROCESOS DEL GOBIERNO
Con un estado muy
debilitado se afrontó una crisis monumental, acercando alimentos a 11 millones
de personas, pagando la mitad de los sueldos a miles y miles de empresas.
Haber
evitado estallidos sociales en medio de una pandemia demoledora y que el sistema
sanitario todavía resista con el doble de los infectados que tuvieron países
desarrollados y en los cuales implosionó el sistema de salud, no deja de ser
una proeza. El arreglo con los fondos de inversión y de la deuda local en
dólares forma parte de los activos. Eso da un desahogo financiero de cuatro
años, una quita en materia de intereses muy importante, al reducirse los mismos
a menos de la mitad. Aunque queda la negociación de la deuda con el FMI, que
será larga y difícil, porque el Fondo, más allá de la violación de sus
estatutos para financiar la fracasada elección de Macri, es básicamente siempre
el mismo. Toda ilusión diferente entra en el campo de una imaginación
afiebrada.
El pasivo, a su
vez, está en que en el momento creciente de infectados y muertos el gobierno
aparece ausente, falta una comunicación clara, no se envían mensajes
persuasivos. En horario central de la radio y la televisión la comunicación
directa es imprescindible. Esto brilla por su ausencia. Incluso la comunicación
de la prolongación de las restricciones en un momento álgido, termina haciéndolo una locutora, a nivel del
gobierno nacional.
Ha habido
fracasos de una impericia mayúscula como el caso Vicentin, improvisado, hecho
en frío sin haber abonado el camino con la explicación de los actos
delincuenciales de la empresa y un retroceso en chancletas con una
argumentación presidencial aún más ingenua que la instrumentación: “Pensé que todos iban a salir
a festejar y me acusaron de cosas horribles”
Otro punto del pasivo: la tardanza de la llegada al Congreso del
proyecto del impuesto a la riqueza, inconcebible en medio de la pandemia, con
una escasez superlativa de recursos. En un terreno abonado por los medios
dominantes con la convicción que la reforma judicial es para lograr la
impunidad de Cristina Fernández, designar una comisión integrada por el abogado
de la vicepresidenta Carlos Beraldi, es no entender que sobre el tema, más del
90 por ciento de la población se informa con títulos o zócalos. Es claro que un
razonamiento lineal confirma lo predicado sobre el terreno trabajado y moviliza
a sectores a oponerse activamente. Es otro error que aleja al electorado
moderado.
No ayuda, un gabinete donde la mayoría de los ministros parecen
escondidos en sus oficinas, y donde como sucedía con Cristina Fernández, el
presidente parece dispuesto a oscurecerlos en su actuación y reemplazarlos
cuando deberían ser los expositores y defensores de lo que debe comunicarse.
En términos futbolísticos, el gobierno tiene una sólida defensa en la
lucha contra la pandemia porque la amplió y la fortificó, pero que se vuelve
muy mediocre para contener a los adversarios políticos, un medio campo al que
le faltan jugadores que lo transiten, y una delantera con poca hambre de gol. Como
en cualquier táctica ofensiva, hay que desbordar por los costados y tener
delanteros que definan. Es cierto que la cancha parece un terreno bombardeado,
que la hinchada adversaria no tiene reglas, que insulta y obstruye, que el
periodismo que se autocalifica de profesional e independiente es furiosamente
militante y hace periodismo de guerra, que no reconoce ningún acierto y que ve
en esos aciertos, errores, y que los errores los exageran o directamente los
fabrican. Además, hay que agregar que el tribunal de penas lo tiene la
oposición y que los jueces, a los que el periodismo del establishment denomina
independiente, falla sistemáticamente en contra.
UNA ALIANZA DE GOBIERNO ORIGINAL Y DIFICULTOSA
El Frente de Todos tiene la particularidad de englobar la diáspora del
Justicialismo producida a partir del 2013, y desprendimientos individuales y
colectivos desde el 2008.
Una gran jugada estratégica de Cristina Fernández, sorpresiva porque no
es su mejor virtud, dio lugar a una formula inédita en la vicepresidenta con
votos postuló a un presidente sin caudal electoral. Sobre esa particularidad,
la prensa militante del periodismo de guerra machaca día a día. Hasta pueden
asegurar que Cristina intenta hacerle un golpe a Alberto Fernández. Pero más
allá de las miserias de un periodismo cloacal, de un establishment ciego, es
indudable que existen muchas veces enfoques diferentes, hasta a veces opuestos,
entre los tres referentes principales, de los cuales el capital mayoritario lo
tiene Cristina Fernández. Es importante que nunca lleguen a una situación de
ruptura. Si en algún momento empalidece el amor, es fundamental que los
mantenga unidos el espanto de lo que significa una oposición brutal, bárbara,
que reserva un destino colonial para el país. Una ruptura representaría el fin
del principio.
Para que el oficialismo pueda imponerse en el 2021
y 2023, es imprescindible que mantenga unida la fuerza propia con medidas
transformadoras y conservar la moderación en las formas para seducir a ese 30%
fluctuante, capaz de votar alternativamente por proyectos antagónicos, pero que
en un porcentaje del 40 al 50% de esa ciudadanía voluble es necesario para
ganar las elecciones.
CONSIDERACIONES SOBRE LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS
Aun sabiendo que Horacio Rodriguez Larreta es Mauricio Macri, aunque
intenta disimularlo como un macrista asintomático, tiene virtudes muy
superiores al ex presidente: gran capacidad de trabajo, expositor aceptable,
experiencia política. Fue un acierto el trabajo mancomunado a lo largo de la
mayor parte de estos 7 meses de la pandemia de Fernández, Larreta y Kicillof.
Los ultras del kichnerismo y del macrismo mostraron su disconformidad. A
Fernández porque hacia crecer al posible candidato presidencial de la oposición
para el 2023. A Larreta por ser amigable con un gobierno al que sus halcones
decidieron enfrentar despiadadamente. Si los intereses electorales están por encima
de la magnitud trágica de una pandemia, con el macabro escrutinio diario de
muertos e infectados, es que la política se degrada y ha perdido su
capacidad de administrar y solucionar los conflictos. Estuvo muy bien
hasta hace unas semanas, más allá de ir discrepando sobre el grado de cierre y
apertura de las actividades, hasta que se produjo la fractura. Y los errores
fueron de Alberto Fernández.
Sitiada la quinta presidencial de Olivos por un motín policial, la
reunión con intendentes y referentes oficiales tenía que haberse remitido
exclusivamente al motín policial y una intimación a que regresen a sus
destinos. El presidente le dedicó pocos minutos a esta cuestión y pasó al tema
de la redistribución de la coparticipación entre Capital y Provincia por el
exceso de recursos dado cuando se transfirió la Policía Federal a la ciudad. La
medida es justa y debió ser explicada por separado. La forma muy poco política
que se le comunicó a Larreta a escasos minutos de inicio del acto unificó el
frente opositor y lo dejó al Jefe de Gobierno en el papel de víctima.
En cambio el acto por el lanzamiento de un plan de seguridad realizado
72 horas antes, prometiendo gendarmes, equipamiento policial y 12 cárceles a
construir debió ir acompañada por el aumento de sueldos a los policías
bonaerense. Eso se les dio, tardíamente, pero como resultado de un motín de
enorme gravedad institucional.
El gobierno parece el actor de una vieja broma de estudiantes
secundarios acerca del lenguaje: todo junto se escribe por separado y separado
se escribe todo junto.
En la seguridad debió hacer el anuncio todo junto y lo hizo por separado
En el acto de Olivos, debió separar dos temas disimiles, y lo hizo todo
junto.
En la búsqueda del 30% del electorado fluctuante, cuando se hace el
balance, el ganador fue Horacio Rodríguez Larreta, quien al día siguiente hizo
un discurso tocando todos los ítems que atraen al electorado a conquistar: diálogo,
consenso, no responder a agresiones, superar diferencias, seguir trabajando en
conjunto, unir a los argentinos. Días después reforzó el discurso: “No voy a
contestar con la misma moneda, no voy a hacer una disputa personal, no voy a
hacer un conflicto personal. No voy a cambiar mis convicciones por decisiones
como estas que considero erradas e inapropiadas.”
Muy significativo fue el silencio de las entidades empresariales ante el
motín policial continuado por una oposición a la que le costó pronunciarse.
Representación económica y partidos opositores mudos hasta que
finalmente algunos de los políticos del espacio lo advirtieron y salieron de su
silencio. Mauricio Macri y Patricia Bullrich con su mudez, apoyaron
implícitamente a los amotinados. La carta de Mauricio Macri publicada en La
Nación, volvió a verificar su primitivismo político, la escualidez de su
pensamiento y la tendenciosa omisión de la pandemia y del alzamiento policial.
En ese escenario, la alianza del poder económico, medios dominantes y
oposición, reitero, el ex presidente Eduardo Duhalde se ha sumado oportunamente
en defensa y como vocero encubierto del multimedio Clarín, principal afectado
del oportuno y muy positivo DNU sobre las TELCO (telefonía y comunicaciones).
El ex gobernador no está desenganchado de la realidad: está enganchado en un
proyecto erosionante. Al avance opositor le da cobertura “popular” las
concentraciones y cacerolazos que les ha permitido “ganar la calle” con
diferente intensidad, todas lejos de las grandes movilizaciones históricas,
aprovechando que el gobierno está enclaustrado por una pandemia cuyas
consecuencias debe administrar y superar.
Aun así, el editorialista de Clarín Pablo Vaca, el 7 de septiembre
reconoce que si bien el apoyo al presidente ha bajado unos cuantos puntos (en
su mejor momento, al inicio de la cuarentena tuvo un 84%) a pesar de todo tiene
una aprobación de un 53%.
Párrafo aparte de este mini conflicto entre Capital y Provincia de
Buenos Aires, fue omitido en todos los análisis que hasta la federalización de
la Ciudad de Buenos Aires en 1880, la provincia constituida por lo que hoy es
CABA y Provincia, se negó a nacionalizar la aduana y el puerto de Buenos Aires
y ese es el origen de seis décadas de guerra civil.
NUEVE
MESES: UN PARTO
El gobierno llega,
al cumplirse un tiempo similar a un parto, sin haber tenido ya no una luna de
miel, ni siquiera la noche de bodas. El
panorama económico es un desfiladero difícil de atravesar: reservas en caída,
derrumbe estrepitoso del PBI, pobreza camino al 50%, desocupación de dos
dígitos, un dólar incontrolable, sectores enteros sin actividad por la
pandemia, disminución significativa de la recaudación impositiva e incremento
enorme de los egresos para paliar la crisis, emisión enorme por la misma razón,
inflación entre 2 y 3% mensual con todo congelado. Un presidente que no se
siente cómodo en el conflicto, pero que si fuera cirujano debería hacer
seguramente dos cosas: acudir al método quirúrgico de la cesárea mientras
contiene a la familia de la parturienta. Las medidas deben adoptarse en los
tiempos que un parto se concreta. El peligro que corre la vida del bebé es
responsabilidad del médico.
La pandemia y sus
efectos devastadores sanitarios y económicos lleva a que el escenario sea
único, sin precedentes. Nadie está a salvo en un terremoto o en un tsunami.
Ningún gobierno tiene garantizada la gobernabilidad. El futuro no ofrece
certezas. Tomar conciencia de un tiempo histórico diferente es el horizonte
donde deben insertarse las medidas para atravesar el desfiladero. Nadie puede internarse
profundamente en el mar, correr riesgos y salir sin mojarse. Más aún cuando el
bañero, en este caso, no está para ayudar sino para dificultar la salida. Su
objetivo es poner obstáculos cada vez más altos. Así juegan la oposición, el
poder económico y los medios.
Ojalá que sea
cierto que la oscuridad más profunda es la que precede al amanecer.
18-09-2020
Publicado en la Tecla
Ñ y Diario Registrado