LA PARITARIA ARMADA
Una historia tenebrosa que comenzó en Córdoba;
provincia rica en historias deslumbrantes y en hechos nefastos. Tierra de la
Reforma Universitaria y el Cordobazo; de la Revolución Fusiladora y del
Navarrazo. Ahí donde Luciano Benjamín Menéndez regenteó el mayor campo de
concentración de la región llamado La Perla. Ahí donde se refugió el Nabo
Barreiro, torturador serial requerido por la Justicia, disparando la página
carapintada de la Semana Santa de 1987.
Ahora es el escenario que inició la paritaria armada.
Policías acuartelados que dejaron zonas liberadas y alentaron los saqueos.
Comerciantes indefensos que ante la ausencia del Estado decidieron armarse y
defenderse. Un gobernador que primero subestima, se ausenta, vuelve y capitula.
Acepta el pliego de condiciones de los amotinados, cierra el capítulo
provisoriamente en su territorio y abre una paritaria armada en buena parte del
resto del país. En el medio, protagoniza una comedia de enredos con el gobierno
nacional con el fondo de un drama. Ineptitud superlativa del pequeñísimo José
Manuel de la Sota y algunas actitudes mezquinas del gobierno nacional.
Policías eufóricos que se abrazan entre ellos y sus
compañeras, mientras miles de cordobeses intentan recuperar lo que queda
después de los saqueos.
En Tucumán, en su capital, después de hechos
similares, quince mil tucumanos se concentraron para repudiar el comportamiento
policial. Iban a ser reprimidos y se interpuso la gendarmería.
Una crónica del periodista Rubén Elsinger, refleja lo que se vivió y cómo se instigó: “Otros grupos de motoqueros encapuchados y autos sospechosos merodeaban supermercados y depósitos mayoristas en diferentes barrios. Cuentan que en Villa 9 de Julio, al noreste de la ciudad, dos policías de civil de la Brigada de Investigaciones les hicieron señas de que se acercaran a los adolescentes que participaban de una reunión de un programa de recuperación de adictos. Un par de chicos fue a hablar y cuando volvieron, contaron: “Dicen los ‘ratis’ (por los policías) que está liberado el híper del Acceso Norte”. Se referían a uno de los locales que la firma Hipermercados Libertad tiene en esa zona. Minutos después había un grupo acechando ese local. Otros testigos hablan de la participación directa en los mismos saqueos de policías, así como de integrantes de la barra brava del Club Atlético Tucumán. Los ataques eran resistidos con armas de fuego y palos por los dueños de los negocios, sus empleados improvisados como custodios, vigiladores privados y algunos policías. Cuando los atacantes superaban a los defensores y se iniciaba el saqueo, se sumaban entonces muchas otras personas que se habían mantenido a la espera.”
Es posible que lo que el político Luis Juez denominó
con precisión “La paritaria de la 9
milímetro”, haya producido una ruptura muy fuerte entre los sectores de
la población que tenían una mirada benévola de los uniformados y la policía que
los desprotegió. De manera que están dadas las condiciones, como único fruto
positivo del alzamiento policial, para producir un replanteo profundo del
funcionamiento de las policías provinciales. Es ahora o tal vez nunca o mucho más tarde.
DIFERENTES INTERPRETACIONES
Es posible que la sociedad argentina que ha padecido crisis dolorosas profundas (dictaduras diversas; proscripciones; bandas parapoliciales apañadas desde el estado; terrorismo de estado; derrota militar; hiperinflación; deflación; crisis económicas agudas; saqueos; traición y defraudación de la voluntad popular; congelamiento de depósitos; indexaciones; desagios; pobreza insultante; desempleos record; clubes de trueques; multiplicidad de monedas; devaluaciones impresionantes y revaluaciones absurdas; corrupción), para citar algunas pesadillas todas ellas en pocas décadas, haya emergido de una forma que posiblemente resulte difícil de aprehender con los parámetros de las décadas de los cuarenta hasta parte de los setenta. Todo ello, en el contexto de un capitalismo planetario cada vez más inhumano y feroz, que se fue acentuando desde la caída del Muro de Berlín, reduciendo significativamente el estado de bienestar o extinguiéndolo, reconstruyendo muros en el interior de cada una de las sociedades para proteger a los favorecidos de una desigualdad social creciente, con lo que el entretejido social se ha desgarrado o roto. Todos los esfuerzos y avances conseguidos en la última década en nuestro país han resultado insuficientes para reparar lo que se destruyó en forma profunda. Así se puede asistir a vecinos que roban a sus vecinos, de los cuales resultan ser clientes antes y después de los saqueos. Situación similar a la que viven habitantes de las villas, en su inmensa mayoría trabajadores, que deben pagarle peajes a un número pequeño de delincuentes enquistados allí.
Un cambio de valores naturalizado: lo del otro está
sujeto a apropiación sin remordimiento alguno. Valores que conforman el sostén
de una sociedad organizada Y si eso en otras épocas y en ciertas
propuestas políticas era una forma de redistribución coercitiva del ingreso
dentro de un proyecto de cambio social, hoy es mero pillaje individual. La
socióloga Maristella Svampa lo describe con precisión: “Hace unos días,
revisando testimonios recogidos de lo sucedido en Córdoba, leí que ante el
reproche de un periodista que decía a una persona “estás robando”, en el
momento que se llevaba una mesa de un negocio saqueado, la respuesta del hombre
fue: “No lo robo. Me lo llevo.”
Es cierto también que diferentes gobiernos de todos
los signos ideológicos han impulsado el enriquecimiento impune de funcionarios
que no pueden justificar ya no su patrimonio total sino el que declaran, lejos
del alcance de la justicia, lo que termina creando un clima vicioso del todo
vale.
Sobre las zonas liberadas y la incitación policial al
saqueo, hay un escenario sobre el cual también es imprescindible reflexionar.
La socióloga Alejandra Ciuffolini, refiriéndose a los sucesos de Córdoba
expresó: “Nuestro trabajo
de investigación sobre luchas sociales nos permite un análisis en el que los
hechos recientes se inscriben en una historia más larga de conflictos y
necesidades en los sectores populares. Cabe reseñar la dinámica excluyente y
segregadora de la mayor política de vivienda en la última década, como el
programa “Mi casa, mi vida”, que ha desplazado a los bordes de la ciudad a
buena parte de los sectores populares que habitaban en villas y asentamientos.
Incluso relocalizó en un mismo barrio a poblaciones con enemistades históricas,
cuyo resultado ha sido la configuración de espacios inhabitables por la
violencia imperante. Tenemos además una práctica de seguridad, que se asienta
en el abusivo Código de Faltas como herramienta de control de la vía pública,
delimitando espacios de circulación y vida de los pobres; leyes como la de
narco-menudeo y contra la trata, que con sus figuras escasamente tipificadas
intensifican la persecución y el hostigamiento hacia los sectores populares. Hay que sumar la inaccesibilidad a
cuestiones tan básicas como la tierra y la vivienda, por el encarecimiento del
suelo y por claras políticas de desarrollo urbano que privilegian los
emprendimientos privados. De fondo también aparece el deterioro financiero
de la provincia de Córdoba, que impacta en el diseño de programas y políticas
sociales, y especialmente en materia de empleo. Estas cuestiones, entre otras, han generado un profundo malestar en las
barriadas populares, especialmente en los jóvenes…Y en relación con los
saqueos, cabría precisar que comenzaron en barrios cuyos habitantes son
en buena parte policías retirados o en actividad, por ejemplo barrio SEP,
lo que casi no deja dudas de la conexión entre los primeros saqueos y el mismo
conflicto policial…. No comparto la
idea de desborde social, y sí creo que se han generado espacios de
violencia, cuyo devenir es siempre incontrolable…. La rabia social no sólo es
de los sectores populares, también está en las clases medias y altas, y ése es
el otro lado de la rabia. Si algo hay de llamativo en estos días es la furia de
esos sectores. El modo violento con
que jóvenes y adultos se lanzaron a la “caza” de aquellos que van en moto de a dos, son morochos y portan
gorra: es la peligrosa ideología construida alrededor del “negro de mierda”,
que es exactamente aquella que está en nuestras calles desde hace más de una
década, dispuesta como paradigma de inseguridad.
A su vez,
Maristella Svampa reflexiona: “Es que
los saqueos involucran también comportamientos colectivos primarios desde los
sectores medios y acomodados, quienes en nombre de la autodefensa territorial y
de la propiedad privada, responden de modo descarnado, mostrando lo peor de sí
mismos: racismo, clasismo, en fin, un rosario de discriminaciones y violencias…
Lo sucedido en
Córdoba constituye un punto de inflexión, tal como lo ilustra un episodio en el
barrio Nueva Córdoba contra jóvenes por “portación de rostro” que atravesaban
el territorio amenazado. Diciembre de 2013 no reenvía a 1989 ni tampoco es una
reedición del 2001. Estos saqueos de 2013 se parecen más a lo ocurrido
exactamente hace un año en Bariloche, la ciudad turística más emblemática
de la Patagonia y a la vez, paradigma de la fractura socio-espacial. Claro que
no era la primera vez que Bariloche, verdadera “ciudad- country”, nos
sorprendía con imágenes extremas. Ya lo había hecho en 2010, cuando la policía
asesinó a tres adolescentes y hubo fuertes manifestaciones de xenofobia y
racismo por parte de los comerciantes del Bajo, en apoyo de la policía del
gatillo fácil.”
DEMOCRATIZAR LA
POLICÍA
Es bueno recurrir a los que saben. León Arslanián que fue dos veces el promotor del mayor avance y depuración de la bonaerense sostiene: “Yo creo que pudimos demostrar que era posible llevar adelante una reforma, un programa coherente, sin necesidad de pactar nada con las fuerzas de seguridad. Los gobiernos no tienen que pactar nada, pero nuestra reforma, después de la asunción del gobernador (Daniel) Scioli y su ministro de Seguridad (Carlos Stornelli), fue destruida en sus principales aspectos. En 2009, ya fuera del gobierno, llegamos a un acuerdo para avanzar hacia una seguridad democrática, con participación de organizaciones de derechos humanos, especialistas y referentes de diferentes fuerzas políticas. Y lo primero que se planteó es que las fuerzas policiales dejen de estar gobernadas por sí mismas. El que las debe conducir y disciplinar es el poder político. Eso no ocurrió porque se decidió pactar con las policías. La seguridad es un resorte de los gobiernos y no se puede negociar…… Debo aclarar que cuando hablamos de sindicalización policial no estamos hablando del derecho de huelga. La sindicalización no significa que los policías tengan los mismos derechos que un trabajador portuario, pero sí que tengan una representación genuina, que pueda sentarse a negociar con los gobiernos temas tales como los salarios, las condiciones laborales. Y que puedan discutir los modos de organizaciones de las fuerzas de seguridad; no puedo decir que son medievales, pero sí que son napoleónicos en la mayoría de las provincias argentinas….. La policía no puede tener derecho de huelga, porque está obligada a preservar derechos superiores, como son el derecho a la vida y a los bienes de la sociedad a la que debe proteger. Los intereses y el bienestar del colectivo social están por encima de los intereses corporativos de las fuerzas policiales y de seguridad. Los policías tienen derecho a participar, a través de representantes legítimos de la tropa, en mesas de trabajo sobre salarios, condiciones de trabajo y de salubridad, tratamiento adecuado de enfermedades profesionales, prestaciones médicas garantizadas, derecho a la vivienda, estabilidad en el lugar de trabajo……Acá hay que hacer la reforma policial o hacer la reforma policial, no queda ningún otro camino.
Marcelo Saín, otro
experto, creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria afirma: “Ha habido un fuerte malestar
laboral en las policías. Lo que quedó demostrado a partir de esta crisis es que
estas policías conviven fuertemente con bolsones de trabajadores pobres, que a
sí mismos no se consideran trabajadores. Y que además no lo son desde el punto
de vista jurídico, porque no portan ningún derecho laboral. Eso tiene que ver
con la configuración de estas fuerzas fuertemente militarizadas y estructuradas
sobre la base de la sumisión al superior. Esto eclosionó. Una de las
manifestaciones más fuertes de esta situación de crisis es una suerte de
licuación de la estructura de mando tradicional, que ya no es administrable por
las cúpulas con el reglamento militarizado en la mano. Uno de los fenómenos que
hemos visto en estos días es que no ha habido clandestinidad en la demanda. Es
un fenómeno que yo no lo asimilaría a ningún otro tipo de hecho de
desestabilización por parte de fuerzas policiales. El segundo aspecto es la
existencia de estructuras de conducción policial profundamente anacrónicas y
con muy escasa capacidad de gestión de la crisis. Y en esto hay que destacar la
ausencia total de estructuras de gestión política. A punto tal es la acefalía y la defección política en las provincias
–existan o no ministerios de seguridad–, que en ninguna se vislumbró capacidad
política de gestión de la información y de la conflictividad. Eso obligó a
que los propios gobernadores de manera directa intercedieran ante la crisis,
incluso en algunos casos estableciendo diálogos y negociaciones con los propios
sectores que establecieron los reclamos. Le pasó a un gobierno como el de De la
Sota, que le concedió a la policía todo el poder, al punto de llevar como Ministro de Seguridad a Alejo Paredes,
vinculado con la oficialidad de la dictadura militar….. La principal responsabilidad es el desmanejo político de
la policía. Esta policía no es resultado del espíritu santo. Es la policía de
esta política. Acá hubo 20 años de un
acuerdo tácito por el cual los gobiernos delegaron el poder de la gestión de la
seguridad pública a las policías y éstas gestionaron la problemática criminal,
en algunos casos incluso participando en el crimen. Este doble pacto es
lo que se empieza a agrietar. A través del desmanejo de las organizaciones
policiales se agrieta el pacto político policial, y a través del crecimiento
del crimen más complejo y organizado y su autonomía respecto de la regulación
estatal -como hemos visto en los problemas con el narcotráfico en la provincia
de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba-, se empieza a quebrar el pacto
policial-criminal. Es simultáneo, forma parte de lo mismo. Y ahora, cuando se
quiebra ese doble pacto, no hay resto político para enfrentar el tema, porque
al darle el gobierno de la seguridad a la policía, nunca se construyó capacidad
de gestión política. El gran desafío no es tanto el proceso de reforma
policial, esa es una segunda etapa; lo más importante es construir capacidad de
gestión política…. Ese debe ser un punto de llegada, la conversión del empleo
policial en un trabajo. Hay un abordaje esquizofrénico del Estado y de la
política con relación a los policías. No
podemos tener policías con doble empleo. Tiene que haber un nivel
salarial que imponga la exclusividad. Si no, no hay profesionalismo y desempeño
eficaz de las tareas. Las condiciones
materiales de trabajo hay que revertirlas. Y hay que permitir a futuro
el derecho a la agremiación y a la negociación colectiva, no así el derecho a
huelga. La sindicalización tiene que ser pensada en el marco de un cambio mucho
más integral en la policía.”
UN COMENTARIO SOBRE LA CONMEMORACIÓN DE LOS 30 AÑOS
La explicación gubernamental sobre que el grupo de sediciosos no debían
empañar la fiesta que implicaba 30 años de democracia, ni que había que ceder
levantando la misma me parece correcta.
Pero a partir de ahí, hay algunas puntualizaciones. Se podía haber
realizado sólo el acto en el interior de la casa de gobierno. La otra es haber
seguido como se hizo, pero haciendo referencia a través de los artistas
populares como León Gieco, entre otros,
de lo que estaba ocurriendo. Era una contradicción muy fuerte que se
cantara ese himno planetario que es “Sólo le pido a Dios”, donde se dice: “Sólo le pido a Dios/que el dolor no me sea indiferente,/
que la reseca muerte no me encuentre/ vacío y solo sin haber hecho lo
suficiente.” El haber hecho silencio, fue un gesto sonoro estridente, mezcla de
desagradable y desaprobable.
Una tercera alternativa era
explicar claramente la situación y luego invitar a todos los artistas
convocados a interpretar una sola
canción y luego desmovilizarse con la gente convocada intentando hacer propio
el dolor de los argentinos muertos y de los saqueados.
Además se sumó la presencia
en primera fila de figuras alejadas de los derechos humanos como Moria Casán y
el inoportuno baile de la presidenta, torna entendible el gusto amargo que dejó
en muchos, incluso kirchneristas o simpatizante con el gobierno, esos aspectos de la conmemoración.
Es una herencia menemista
que atraviesa a la sociedad y por lo tanto a prácticamente todos los referentes
políticos, el fulgor de mezclarse con figuras artísticas o meramente del
espectáculo.
Cuánto más hubiera aportado a la conmemoración haber invitado y sentado en
primera fila a los miembros sobrevivientes de la CONADEP o a los jueces vivos
que juzgaron a las tres primeras juntas militares.
Un gobierno que ha hecho notables avances en materia de derechos humanos
queda mucho más expuesto cuando escamotea en medio de los festejos, la
sensibilidad para enmarcarlos en la dramática realidad que miles y miles de
argentinos estaban viviendo junto a un
número de muertos que finalmente alcanzó la enorme cifra de quince.
LA
PARITARIA ARMADA
La crisis protagonizada por las fuerzas policiales,
su ruptura con sectores importantes de la población, abona el terreno para
hacer la cirugía que la democracia ha demorado en encarar.
Las escenas de ciudadanos armados reemplazando al
Estado, tardarán en disiparse. La ruptura entre estratos sociales enfrentados,
el recuerdo del miedo padecido es una herida en la memoria colectiva.
Situaciones como las vividas, más que destituyentes
como se insiste en algunos casos en denominar, se acercan a la calificación de
erosionantes. Un ejemplo boxístico permite ejemplificar. El recordado boxeador
Carlos Monzón, no se imponía con un solo y definitivo golpe, sino con un
persistente y sostenido trabajo de demolición.
Los gobernadores, en otro contexto histórico,
repitiendo sin decirlo “Felices Pascuas,
la casa está en orden”, implican el posible nacimiento del Partido
Policial, de no tomarse las medidas imprescindibles.
Y finalmente a diferencia de cuando la pronunció Alfonsín, no
puede afirmarse la continuación de la frase que en aquella ocasión fue cierta:
“Y no hay sangre en la Argentina.”
18-12-2013
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