01 marzo 2012

LENGUAJE COLONIZADO

El lenguaje no es aséptico. Si no se analiza la penetración del poder en los términos con los que hablamos, es posible que a través de él, en forma subrepticia,  se diga lo contrario de lo que se argumenta. Así los que se proclaman cruzados federalistas hablan de la Capital y el Interior, en lugar de la Capital y las Provincias. La expresión tradicional es una mirada portuaria del centro hacia la periferia. El triunfo ideológico neoliberal, redujo la potente expresión pueblo a la pasteurizada de gente. El macrismo ha triunfado en la batalla cultural al incorporar la expresión vecinos que atraviesa el lenguaje de políticos de todas las extracciones, a una categoría política. Reduce al ciudadano a una especie de integrante de un consorcio. Los medios hegemónicos en el conflicto de la Resolución 125 hablaban de  “campo”, denominación geográfica intencionalmente bucólica para ocultar la real, potente y certera de “patronales agrarias”.  Todo problema de tránsito se reduce a la expresión “caos” con la que pierde significación la dimensión real del problema. El “equilibrio fiscal” se redujo a la denominación “caja”. La “crispación” fue un latiguillo que periodísticamente intentaba descalificar el discurso presidencial, ocultando que los más crispados eran los que adjetivaban de esa forma. “Matrimonio presidencial” fue durante mucho tiempo  la forma que los presuntos republicanos descalificaban a Cristina Fernández, desconociendo que el Poder Ejecutivo no se comparte porque es unipersonal. Incluso algún periodista inflamado de “crispación” calificó a Néstor Kirchner del “jefe de la jefa de estado”. Muerto el ex presidente, la presidenta pasó rápidamente, a ser un personaje desbordantemente “hegemónico” con decisiones inconsultas.
Los neoliberales usan la expresión “populismo” como una descalificación y “libre mercado” como un paraíso a alcanzar.
El domingo 26 de febrero  la penetración  colonial atravesó el lenguaje del ensayista  Ernesto Laclau y del periodista Horacio Verbitsky. El primero afirmó en el diario Tiempo Argentino: “Como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha dicho, la invasión a Malvinas, el intento de recuperación de 1982, fue un manotazo de ahogado de un régimen militar que se estaba desintegrado, con motivaciones non sanctas. El fervor popular es otra cosa, porque las Malvinas son una reivindicación histórica en la Argentina, y la gente respondió en este sentido, pero ambos aspectos deben ser diferenciados.” A su vez, en su columna dominguera, el autor de “Robo para la corona” escribió: “Salvo error u omisión, las corrientes leninistas, trotskistas y maoístas apoyaron la invasión con entusiasmo.” Ambos escritores deberían saber que nadie invade lo que le pertenece, sino que lo que hace es recuperar aquello de lo que ha sido despojado. A Ernesto Laclau, con varias décadas residiendo en Londres y a Horacio Verbitsky, de un teclado vitriólico, hay que recordarles aquella antigua caracterización del escritor Franz Fanon, nacido en Martinica, que “el opresor deja sin lenguaje al oprimido y cuando éste asume el lenguaje de aquél, el ciclo de la esclavitud se ha completado.”

29-02-2012

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