La democracia tiene muchas heridas, documentos sin levantar, hipotecas vencidas.
Una de las más dolorosas es la de un desaparecido en democracia.
Un desaparecido por la dictadura establishment-militar que después de crueles torturas pasó a la categoría de sobreviviente.
Un albañil que construyó el testimonio principal que llevó a la cárcel de por vida al vesánico Miguel Echecolatz.
Un testigo valiente. Un hombre que se jugó para que haya justicia para aquellos que no sobrevivieron y con los que convivió en las mazmorras de la dictadura.
Jorge Julio López. Cinco años de ausencia.
Un gobierno que hace de los derechos humanos una legítima bandera, parece no haber echado el resto para saber qué pasó con López.
Es inadmisible que se haya evaporado. Que no esté, como en los años de noche y niebla, ni vivo ni muerto. Teniendo el gobierno el poder del Estado, aún con sus grandes limitaciones, debe encontrar una explicación que lleve a sus autores.
Jorge Julio López.
Un lustro de ausencia inadmisible.
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