12 noviembre 2009

UN GIRO EN LA HISTORIA

A 20 años de la caída del Muro de Berlín


Las ilusiones alumbraban el inicio de la década de los sesenta.

La revolución hacía pie en Cuba y Argelia.

Se iniciaba la lucha por la independencia en los países africanos.

El continente negro proyectaba dos figuras paradigmáticas: Patrice Lumumba y Nelson Mandela.

La lucha por los derechos civiles de sus hermanos norteamericanos, con sus gigantescas movilizaciones, catapultaría al notable Martín Luther King y su histórico discurso en Washington “Tengo un sueño “.

Un mundo distinto parecía posible.
Pero las esperanzas se tropezaron contra ciento sesenta y cinco kilómetros de cemento armado, que cortaban ciento noventa y dos calles.

Era domingo. El almanaque señalaba el 13 de agosto de 1961.

Dos millones y medio de alemanes habían desertado del Este hasta entonces. ¿Por que había que separar la Revolución del capitalismo? El stalinismo había desnaturalizado el socialismo hasta convertirlo en una caricatura. El desarrollo productivo que convirtió a la URSS en la segunda potencia mundial, no se traducía en la vida cotidiana. Los cohetes surcaban el espacio, pero los televisores no podían usarse más de dos horas continuadas porque se quemaban. Los burócratas constituían una casta privilegiada que conformaban la nomenclatura.

La libertad había sucumbido aplastada por un oprobioso autoritarismo. Sobrevivían algunas conquistas que redimían tibiamente las viejas banderas socialistas: educación, salud, trabajo y en menor medida vivienda. Las restricciones a la movilidad y a la libertad de expresión eran profundas. Los gulags, la versión rusa de los campos de concentración, se erigieron como un monumento a la ignominia.

En el tercer mundo se encendían luces que se apagaban detrás del Muro.

Los Beatles le ponían música a las esperanzas.

El desarrollo increíble de los medios de comunicación perforaría los cuatro metros de altura de la barrera de cemento.

La competencia de la guerra de las galaxias que emprendió el troglodita Ronald Reagan, devastaría la economía rusa. Contaría con un aliado fundamental: el Papa Juan Pablo II

Gorbachov emprendió las reformas (perestroika) y la transparencia (glasnot).

La Unión de Repúblicas Socialistas empezó a desmembrarse.(1) Se desmoronaba insólitamente. El 10 de septiembre Hungría abrió su frontera con Austria y permitió el paso de unos diez mil alemanes. El 7 de octubre, al cumplirse los cuarenta años de la existencia de la República Democrática Alemana( RDA) Gorbachov sostuvo que cada país del bloque socialista podía adoptar sus propias decisiones. Erich Honecker, jefe de Estado de Alemania Oriental, como Luis XVI o el zar Nicolás II, cada uno en su momento histórico ignoraron lo que estaba sucediendo, pensaron que ese presente que ellos apreciaban garantizaba un futuro inconmovible. Al primero, un mes después le cayó el Muro encima, al segundo la guillotina le separo la cabeza vacía de su cuerpo y al tercero la revolución de octubre lo apresó y más tarde lo fusiló con toda su familia.

El jueves 9 de Noviembre de 1989, los berlineses se subieron al Muro y lo destruyeron a pico y martillo con una rapidez que escapó a las previsiones de Gorbachov, Kohl, Bush y Thatcher.

La escena parecía arrancada de una película de ciencia-ficción. Familias separadas se reencontrarían después de veintiocho años. El tiempo trascurrido marcaría distancias difíciles de superar. Los alemanes orientales y los otros pueblos que vivieron la experiencia del socialismo stalinista, pronto descubrieron que el capitalismo neoliberal real no era igual al que se asomaba por las pantallas de televisión. Tienen que vivir una encrucijada complicada, en la que se dan cita la destrucción de los beneficios del régimen anterior con las taras y ventajas del nuevo sistema.

El 3 de octubre de 1990 se produjo la reunificación alemana.

Cada alemán del antiguo estado Occidental, habrá pagado en promedio, como subsidios a un alemán del ex estado comunista, treinta mil euros en el año 2010.

Algunos historiadores, como Eric Hobswan, sostienen que el XX fue un siglo corto que empezó en 1914 y terminó ese jueves 9 de noviembre de 1989. Los diez años siguientes ya correspondieron al siglo XXI. Ese del discurso único, del fin de la historia y de las ideologías, del capitalismo salvaje, del post modernismo, del desmantelamiento del Estado de bienestar. Las sociedades desarrolladas después de sepultar el Muro, se caracterizaron por acentuar la desigualdad. Y es un devenir lógico. De un lado del Muro estaban los que en aras de la justicia sacrificaban la libertad y del otro los que en aras de la libertad de mercado inmolaban la justicia. Como sostiene el escritor Osvaldo Bayer, la igualdad solo se puede conseguir en libertad.

Ganó el capitalismo y en el interior de cada sociedad volvieron a levantarse las piedras del Muro de Berlín. Son las rejas, las alarmas, la policía privada, que separa a los incluidos de los excluidos. A los sobre explotados de los desocupados. A esos muros que convierten a las sociedades en una constelación de ghettos. O aquellos que son mucho más que simbólicos como el extenso que separa a Méjico de EE.UU, para ejemplificar con uno, más de una docena de ellos.

A esos muros les tiene que llegar un 9 de noviembre, si se deja en libertad la justicia social sepultada bajo las piedras del Muro de Berlín. Hoy suena tan improbable como aquel jueves que cambió la historia. Esa que no está determinada en ningún lado y que escribimos cada día. Esa a la que hay que seducir con paciencia y persistencia para alejarla de las pesadillas que imaginaron los ilusos del “fin de la historia”. Esa que es violada diariamente en la brutalidad inconmensurable de los intereses incontenibles del capitalismo salvaje. Una historia tejida con el terror y el miedo, con las piedras que cayeron y con los muros que se levantaron. Como sostiene el escritor y ensayista José Pablo Feinmann: “Si el socialismo es la dictadura del proletariado, la democracia es la dictadura de la burguesía”

Hay otra historia, de la cual puede percibirse sus primeros pasos. En América Latina, se encienden luces que entibian sueños y fuegos que marcan caminos alternativos.

(1)Si será increíble lo sucedido, que a casi dos años de la caída de Muro, el 6 de noviembre de 1991, el presidente ruso Boris Yeltsin prohibió el Partido Comunista en Rusia

9-11-09

Publicado por Hugo Presman

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