26 febrero 2017

EL GOBIERNO TROPIEZA Y RESBALA


La invocación a la herencia recibida le permitió al gobierno desplazarse a lo largo de sus primeros quince meses con un hándicap que amortiguó una numerosa artillería de medidas antipopulares. Enarbolando una crisis no detectada por la población, tomó medidas que potenciaron la recesión, la desocupación, la inflación, la desindustrialización, el déficit fiscal,  el endeudamiento y la pobreza. Formidable contraste con el relato de  Macri-Durán Barba: “su llegada a la Casa Rosada permitió al país salir de una severa crisis económica y lograr una estabilidad que augura años de crecimiento.”

Para combatir una catástrofe anunciada produjeron una real y concreta.
Acá no hay errores, sino torpezas en la aplicación de un plan refundacional de la Argentina que viene a desempatar una paridad, fundamentalmente entre dos modelos. En los primeros quince meses se produjo una distribución regresiva del ingreso de los sectores populares y medios hacia los concentrados de la economía. Más que un ajuste superlativo al estilo neoliberal clásico se usó, contra uno de sus dogmas, el incremento del gasto público para atravesar los dos primeros años y con el espantapájaros del populismo y el denuesto al kirchnerismo intentar ganar las elecciones legislativas de medio término ante una oposición entre cómplice y desorientada y una dirigencia sindical de una apatía alarmante. La mezcla de devaluación, ajuste, endeudamiento y apertura de la economía es una fórmula explosiva de notable poder destructivo. El creciente rechazo es porque se va corriendo el telón de la pesada herencia y se exterioriza con claridad el rostro de lo que encarna el macrismo y sus consecuencias calamitosas. Además el relato construido con técnicas publicitarias y libros de autoayuda se derrite ante la realidad. En nombre de la verdad, mienten descaradamente. Invocando un futuro ilusorio se apropian del presente. Se asumen sin pasado cuando su pasado referencial es la Argentina del Centenario.
Si el kirchnerismo falsificaba los números, el macrismo los aproxima a la realidad y luego los interpreta en el sentido contrario a lo que expresan. Ven brotes verdes donde sólo hay frutos marchitos. El gobierno ve cercanos oasis donde sólo hay desiertos.  Debe quedar claro: lo marchitado no es un daño colateral sino un objetivo prioritario. Así el Presidente les anuncia a los jubilados que mejoraron sus haberes en el último año en un 10% cuando los números oficiales demuestran que por el contrario ese porcentaje fue de caída en igual lapso.
La denominada reparación histórica es en numerosos casos una abdicación de derechos, recibiendo en los retroactivos un 24% de lo que les correspondería y en el haber mensual un 65%.
Pueden afirmar que cae la desocupación cuando las empresas cierran por centenares y por miles y las suspensiones están a la orden del día.
Los funcionarios del gobierno mienten descaradamente mientras impertérritos afirman que reivindican la verdad. Enarbolan la honestidad desde la presunción que un rico no roba, mientras se apropian de los negocios más rentables. Como “La Argentina SOCMA” la calificó el escritor Jorge Asís. Abren varios frentes como en privado, afirmó socarronamente Esteban Bullrich: “el gremio docente se focaliza en resistir una iniciativa mientras avanzamos en todas las demás. Cuando se dan cuenta que alguna ya se implementó, van detrás de esa y avanzás en todas las restantes.” 
El remanido argumento de la mala comunicación oculta que no hay buenas noticias para dar.
A falta de ellas se miente sobre mejoras inexistentes.
Actúan sibilina e hipócritamente: en las tarifas retrocedieron en público y reforzaron el avance sigilosamente.
Es una derecha brutal en un envase deliberadamente vendedor. Para llegar al objetivo refundacional y no tener los habituales conflictos de fin de año negociaron hábilmente con las organizaciones sociales. Con cintura política sacaron en absoluta minoría la mayoría de las leyes, con la complicidad de un Partido Justicialista desorientado y un Frente Renovador que es hasta ahora, la segunda marca del macrismo. 
Avanzan como una aplanadora, con el objetivo de obtener resultados irreversibles. En muchos aspectos parecen principiantes pero no debe subestimarse a un partido que en 14 años entró triunfalmente a la Rosada, recolectó referentes peronistas, concretó una alianza con el radicalismo al cual subordinó y es el primer partido de derecha que llega al gobierno democráticamente.   
Todo ello no debe ocultar  que lo que se presentan como errores son algunas torpezas, cuando no sondeos para concretar sus propósitos. No hay un “errorismo de estado” sino el equivalente  que los árbitros de fútbol permisivos sintetizan en el  “siga, siga”, traducido políticamente como  “sí pasa, pasa”.  Reconocer como errores los que son avances fallidos  por el momento, les rinde. Su reiteración a nivel de abuso entra en contradicción con la aseveración  del mejor equipo de los últimos cincuenta años. La modestia impostada no disimula la ineptitud. Hasta los periodistas oficialistas y amigos se incomodan y perturban. Marcelo Longobardi habló de un gobierno jardín de infantes dirigido por tres maestras jardineras”;  Fernando González en Clarin tituló: “Gobierno de CEOS, gobierno de pasantes”.  Joaquín Morales Solá tituló: “Un gobierno que agotó el margen de errores”. Todos ellos llaman errores lo que perjudica el objetivo de fondo que es la refundación conservadora del país. No son las terribles consecuencias lo que les preocupa sino que no se alcancen las metas que comparten y regrese el insoportable populismo.
Macri ha tupacamarizado sus 23 ministerios. Cada ministro es representante y tiene intereses en el área que regentea. Todo ello se traduce en un grotesco donde no necesariamente el nombre del Ministerio responde a su contenido: el Ministro de Producción es en la práctica el representante de los importadores; el de Trabajo es el delegado de los empresarios; el de Comunicaciones es como si figurara en la plantilla de empleados de Clarín; el  de Ciencias y Tecnología se sacó la careta y es un intérprete de los intereses privados en el Estado; el Ministro de Comercio tiene intereses en el mercado supermercadista  y así siguiendo….  
No se debe caer en la ingenuidad de suponer que hay que convencer al gobierno de cambiar el rumbo. El objetivo final implica  la desindustrialización porque debilita hasta a la anemia al actor social que dio origen al peronismo y termina con los conflictos sociales de las crisis recurrentes del sector externo. Sólo quedarán las industrias eficientes internacionalmente, vinculadas al sector agro-exportador. Todo lo demás se importará y cuando no alcancen las  divisas del sector exportador se restringirán las importaciones sin mayores costos sociales. Se achicará el Estado al mínimo por lo que hay que desprenderse de Aerolíneas Argentinas, la jubilación estatal, Aguas Argentinas; se privatizará Ciencia y Tecnología, e incluso las consideradas funciones básicas pueden tercerizarse total o parcialmente. Seguirán los subsidios sólo para los que no lo necesitan, en un derrame intenso de abajo hacia arriba. La reforma impositiva se deja en manos de los ultraliberales de FIEL.
Todo ello enmarcado en una política exterior subordinada y genuflexa.
Para aplicar integralmente la segunda parte del plan colonial  es condición imprescindible que el gobierno gane las elecciones de medio término y luego habrá que exportar los millones de argentinos excedentes.
Los destrozos y víctimas son de una envergadura importante que teóricamente alejarían la posibilidad de un triunfo oficialista en octubre. Pero para que la bronca se canalice electoralmente tiene que haber alternativas que aún están lejos de visualizarse. La dispersión ajena es por el momento la carta esperanzadora del oficialismo.              
Es el capitalismo en su forma más brutal y descarnada. Por ello los despidos son sin anestesia, la desocupación se usa para esterilizar cualquier reclamo y la flexibilización laboral se aplica de facto. Hay un clima de época para que el capital actúe sin freno ni límites.
A medida que se recortan sus derechos, al trabajador sólo lo dejan con sus obligaciones y su sueldo que se deteriora. Y todo eso es una panacea al lado de la infinita crueldad de la desocupación.
No es que no entiendan, sino que creen realmente que exportar cuero e importar zapatos es una panacea, cuando en realidad equivale a caminar descalzos.
Se podría adaptar la famosa carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar, al contexto democrático con falencias en el que desenvuelve su accionar el primer gobierno de derecha que ganó legítimamente en las urnas: “Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son destrucciones planificadas  y lo que omiten son calamidades" 
 Hay momentos que en este gigantesco retroceso parece cobrar vigor la aseveración de Lucio Colletti, el teórico marxista italiano: “La democracia burguesa, la democracia liberal, es el poder de la minoría contra la mayoría, de la parte contra el  todo, de los pocos contra el pueblo”
A su vez  Martin Luther King decía: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda.” 
Para restablecer el optimismo, nada mejor que recurrir a un clásico como Shakespeare: “La oscuridad más profunda es la que precede al amanecer.” 
23-02-2017
 

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