Dicen que el general recordó este domingo lo que muchas veces advirtió: “Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento.” Se comenta que Néstor escuchó las agresiones del Presidente, sonrió y comentó: “Qué te pasha Milei…¿estás nervioso?”
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El gobierno de Javier Milei construido sobre estafas múltiples donde la mentira adquiere dimensiones colosales, podría decirse, imitando el lenguaje grandilocuente del presidente, es la mayor de la historia. Al término de 20 meses, la economía está en recesión, el consumo cae mes a mes, las empresas cerradas superan las de la pandemia, el superávit fiscal es un pase de magia truculento, el Estado se endeuda criminalmente para sostener un dólar ficticio e intentar ganar una elección de medio termino, las tasas de interés vuelan, las familias se endeudan, la situación financiera es una bomba de la que solo se desconoce la fecha del estallido, el default asoma en el horizonte, mientras la devaluación inexorable tiene como aspiración gubernamental de máxima concretarla después de las elecciones nacionales de octubre.
Sobre ese escenario detona el karinagate. El gobierno despide al denunciante, con más de ochenta ingresos entre Olivos y Casa de Gobierno, y ampara a los denunciados. El Presidente tan rápido para insultar a cualquiera que no coincida con sus dogmas y prejuicios, se muestra insólitamente recatado, prudente en el caso de Spagnuolo como había sucedido con sus cómplices del caso Libra. Incluso, más allá de sus amenazas, no denunció judicialmente a Spagnuolo. La primera semana intentó negociar, persuadir que se retracte, ofrecerle abogados. Agotadas estas etapas se espera no irritarlo para que no se presente como colaborador arrepentido que podría hacer estallar al gobierno. Mientras tanto los teléfonos del abogado denunciador han sido invalidados como fuente de información.
El clima en la Casa Rosada es tenso. El columnista de La Nación Jorge Liotti lo describe: “Si la revelación de los audios de Diego Spagnuolo había dejado al gobierno en estado de shock en los primeros días, la posterior reconstrucción de los hechos que hicieron varios actores le dio paso a una fase más profunda: la de quiebre interno, el desbarranque espiritual….Hay jornadas en la que parece que todo va a estallar por los aires porque no hay un actor ordenador. Porque más allá de la estrategia de la negación pública a la que se aferró el discurso oficial, había funcionarios que sabían que el extitular de la Agencia de Discapacidad (Andis) venía comentando sus penurias con el esquema de contratación de la droguería Suizo Argentina, y otros tantos estaban enterados de la existencia de los audios. Durante meses se incubó debajo de la mesa presidencial la bomba que ahora terminó de estallar sin que se activara ningún mecanismo preventivo, una falencia que la gestión libertaria viene exhibiendo con una extraña vocación por la reincidencia. En un período de tiempo que va desde el fin del verano hasta las primeras semanas de otoño, Spagnuolo mantuvo una serie de charlas reservadas en las que al menos a tres personas distintas del Gobierno les comentó el esquema de coimas que supuestamente regía en su dependencia. A una de ellas le dijo: “Se están llevando 800.000 dólares en mi cara”, a lo que el funcionario que lo escuchaba, en claro conocimiento de la situación, le respondió: “No, se están llevando dos palos”.
La droguería Suizo Argentina de la familia Kovalivker pasó de tener contratos con el Estado Nacional en todo el 2024 de $3898 millones incrementándose a $108.299 millones sólo hasta agosto de este año. Hay distintos ministerios involucrados, organismos como el PAMI y los nombres de Karina y los Menem se repiten. La actitud de la empresa es de absoluta falta de colaboración con la justicia a pesar que el Código de Ética de la Compañía como lo reveló el periodista Sebastian Lacunza dice: “Suizo Argentina mantiene una política de tolerancia cero con respecto a los actos de soborno y corrupción… no sólo porque es nuestro deber legal hacerlo, sino también porque apoyamos el compromiso que asumimos para llevar a cabo nuestro negocio con ética y honestamente”,
La agudeza e ironía popular se ha apropiado del 3% con destino a Karina y ha pasado a integrar el lenguaje callejero y la calificación de coimera es una adjetivación que la involucra desde que su hermano apareció en el escenario público con proyección política. A su vez, Diego Spagnuolo no es un héroe sino un cómplice con un trato brutal hacia los discapacitados, al frente de un cargo para el cual carecía de capacidad y que llegó por ser amigo y abogado de Milei. Trató a los discapacitados, en el Boletín Oficial, de idiota, débil mental, imbécil, y retardado, sosteniendo, por otra parte, que eran las familias las que debería hacerse cargo de los discapacitados y no el Estado. Nunca comprendió porque un discapacitado podía tener “el privilegio” de no pagar peaje o tener libre estacionamiento. Un funcionario digno de este gobierno que se regodea en la crueldad. Capaz de contar con un diputado como Agustín Romo, jefe de la bancada por la Libertad Avanza de la Provincia de Buenos Aires, que ante el insólito rechazo del juez del reclamo del niño Ian Moche, con autismo, de que bajara un tweet presidencial que le asignaba una adscripción política partidaria, retuiteo a un descerebrado libertario: “‘La tenés adentro, autista boludo, y tu vieja también’”. El funcionario paraoficial Daniel Parisini, el impresentable Gordo Dan, abrazado y elogiado por el Presidente, que conduce el programa “La Misa” en la Plataforma Digital Carajo de la que es socio y donde concurren frecuentemente el Presidente y todo su equipo económico, ante el voto del aliado y amigo de Milei, el senador Luis Juez, contra el veto de Milei, twitteo con “la elegancia” que lo caracteriza: “Luis Juez acabó dentro de una mujer que no era su esposa y tuvo una hija. No se hizo cargo de la nena hasta que la justicia lo obligó. Y ahora la usa para hacer política poniéndole palos en la rueda al plan para sacar de la miseria de los argentinos del Presidente Milei”. Luis Juez tiene una hija con parálisis cerebral
Aunque se ha escrito y se seguirá escribiendo para interpretar como una buena parte del pueblo argentino decidió votar por una alternativa suicida, con personajes que parecen del Medioevo, cabe la reflexión de Lucas Romero, director de Synopsis Consultores, publicada en el diario El Cronista: “Por más enojados que estemos con el piloto del avión, a ninguno de los pasajeros de la aeronave en su sano juicio se le podría ocurrir sacar al piloto de la cabina y poner allí a un pasajero que sin ser piloto nos diga que cree que puede pilotar el avión.”
Además, si ese piloto tiene como referente a sujetos como Murray Rothbard, a quien suscribe sin beneficio de inventario en textos como este: “En una sociedad libre ningún ser humano tiene la obligación legal de hacer nada por otro, ya que esto violaría sus derechos. Un padre no debería tener ninguna obligación legal de alimentar, vestir ni educar a sus hijos, ya que esta le quitaría al padre sus derechos….Los padres deberían tener el derecho legal de no alimentar a sus hijos, es decir, dejarlos morir……Si un padre es dueño de su propio hijo – con la responsabilidad de no agresión y la libertad del niño de escapar- entonces también puede transferir esa propiedad a otra persona. Darlo en adopción, o vender los derechos del niño, en un contrato voluntario” (La ética de la libertad) citado por Carlos Rozansky en su libro “De Hitler a Milei”
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¿Dónde está el piloto de este gobierno?
Lucas Romero
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El piloto. Javier Milei afronta el desafío político, además de controlar la economía. | captura video
Richard Neustadt, uno de los politólogos que más estudiaron la presidencia de los Estados Unidos y que retrató buena parte de esa sabiduría en su gran obra Presidential Power, uno de los libros más influyentes sobre liderazgo político, solía decir que nos gusta pensar al presidente como el hombre que toma decisiones, pero la mayoría de las decisiones que toma no son exclusivamente suyas, sino el producto de su poder para persuadir a los demás para tomarlas.
Siguiendo esa línea, uno podría decir que el liderazgo presidencial no depende tanto de las ideas del Presidente, sino de su capacidad para tomar decisiones, ya que la única forma de que las ideas produzcan los cambios deseados, es que estas se transformen en decisiones colectivas. Allí radica la razón de ser del liderazgo presidencial.
Los regímenes presidencialistas son por naturaleza regímenes en donde el liderazgo suele concentrarse más en una persona que en un conjunto de individuos (el partido o la coalición de gobierno). El presidente es quien define el rumbo del gobierno, y para ello requiere disponer una serie de habilidades y destrezas que son sumamente necesarias.
El liderazgo presidencial no viene dado con el cargo. Si bien se puede desarrollar, es necesario que haya cierta materia prima insoslayable para desarrollarlo. Pero, por sobre todas las cosas, es un liderazgo que se debe desear tener, porque, como dice aquel viejo refrán, más hace el que quiere que el que puede.
Pero hay otra particularidad del liderazgo presidencial, y es que es un liderazgo mediante el cual se ejerce un rol político. No hay liderazgo presidencial si no se asume que se ejecutará un rol político. Es decir, una tarea que consistirá en convencer a una mayoría de tomar una decisión, que es precisamente la tarea que desarrolla todo político.
¿Se puede tener liderazgo presidencial si no se desea asumir un rol político? La respuesta es: no. No es posible ser presidente y al mismo tiempo no querer ser un político, porque la naturaleza de ese cargo es esencialmente política. No se es presidente para demostrar que se tienen ideas, se es presidente para producir decisiones colectivas que se crean necesarias para resolver los problemas de la gente. Si lo que se busca es reconocimiento intelectual o premios, el ámbito para buscarlo es otro.
Dicho todo eso, uno podría preguntarse: ¿hay en Javier Milei un liderazgo presidencial? ¿Quiere Milei producir decisiones colectivas o simplemente quiere que le den la razón? ¿Quiere Milei ser un político o simplemente quiere seguir siendo un economista? ¿Quiere Milei persuadir a los demás de lo que piensa, o solo reclama que los demás piensen como él? Todas estas preguntas son centrales para entender la naturaleza de este proceso político, porque si las respuestas son negativas, entonces estamos en un problema, porque el liderazgo presidencial es necesario y es indelegable.
Algunos podrían sostener que estas dudas carecen de fundamento. Sin embargo, si uno repasa el discurso que dio Javier Milei ante las Naciones Unidas el año pasado –primera vez que el Presidente se dirigía al mundo en ese ámbito tan especial–, él allí se presentó diciendo con convicción: “Yo no soy político, soy economista”. ¿Puede realmente sostener eso alguien que se postuló para ocupar el cargo político más relevante del país?
Es cierto, en un contexto en el que la sociedad argentina viene expresando un profundo enojo hacia la clase política, resulta comprensible que Milei, por estrategia, prefiera no ponerse ese sayo. Pero también es cierto que, en la práctica, ese sayo no puede quitárselo. No solo es un político, sino que, desde el comienzo de su gestión, iba a necesitar de la mejor práctica política para intentar resolver el desafío que más lo desvela: el económico.
Este ciclo nos ha dado sobradas muestras de que este es un gobierno que carece de praxis política, es decir, de capacidad de llevar adelante el conjunto de acciones necesarias para producir decisiones. Esa carencia no debería sorprender, Javier Milei llegó al poder con dos diputados, sin ninguna experiencia ejecutiva en la administración de la cosa pública y sin un equipo de personas y profesionales que tengan experiencia en administrar el Estado.
Pero tampoco debe sorprender que parte de esa mala praxis haya obedecido a la ausencia de un liderazgo que ordene, coordine y haga funcionar al equipo de gobierno. El propio Milei suele decir que no le interesa la política, y la realidad parece confirmar esa falta de interés en involucrarse en una parte esencial de su acción de gobierno.
¿Cómo se entiende que habiendo Milei definido un esquema de funcionamiento tan simple y sencillo, reducido a tres personas (triángulo de hierro), ese miniequipo haya quedado envuelto en peleas intestinas que provocaron tanto daño al Gobierno? ¿Se puede manejar un equipo de cientos de personas si no se puede manejar un equipo de dos personas que controle todo lo demás? Estos interrogantes llevan a uno a hacerse una pregunta: ¿dónde está el piloto?
De todos los candidatos a presidentes de 2023, Milei era el único que al desafío económico le iba a agregar un desafío político. Porque era el único que iba a quedar muy lejos de garantizar condiciones mínimas de gobernabilidad para tomar decisiones. Esa dificultad quedaba agravada por el hecho de que se trataba de un presidente sin experiencia política.
Por más enojados que estemos con el piloto del avión, a ninguno de los pasajeros de la aeronave en su sano juicio se le podría ocurrir sacar al piloto de la cabina y poner allí a un pasajero que sin ser piloto nos diga que cree que puede pilotar el avión.
Uno podría confiar en que Milei tenga las soluciones a los problemas de los argentinos, pero no será posible confiar si este presidente nos dice que no quiere ser un político; si no termina de asumir el rol político que conlleva ser presidente; y si no demuestra que tiene el liderazgo presidencial que se necesita para conducir esta nave que es el Estado nacional.
**Esta columna se publicó en El Cronista. PERFIL la publica con autorización del autor.
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