El 10 de diciembre se cumplirán cuarenta años del retorno a la democracia. No puede dejar de recordarse con cierta nostalgia aquel espléndido día de primavera, que como decía una publicidad de la juventud radical: “No era una salida electoral, era una entrada a la vida”
Podemos remontarnos una década más atrás, un maravilloso 25 de mayo de 1973, cuando la idea de Revolución daba vuelta alrededor de la Pirámide de Mayo y en un helicóptero se alejaban los últimos continuadores del golpe de Onganía, que tributo de los tiempos, se auto denominó hipócritamente como “Revolución Argentina”. Se iban y la multitud cantaba enfervorizada “Se van, se van, y nunca volverán”. Volvieron tres años después, para perpetrar la mayor tragedia de la historia argentina, instigados por una clase dominante pero no dirigente, que 18 años antes bombardeó a su pueblo en esa Plaza donde los argentinos escribimos la mejor y la peor historia.
Casi cuarenta años después de aquel 10 de diciembre de 1983, la democracia vive su hora de mayor desorientación. Indudablemente no era cierta la afirmación de Raúl Ricardo Alfonsín que en ella y con ella “se come, se educa y se cura”. Una falacia que confundía el escenario, la arquitectura y calidad del teatro con la calidad de la obra. La democracia es sólo la cancha, la mejor cancha, para que los jugadores desplieguen sus virtudes y no puedan disimular los defectos. Y en estos casi cuarenta años, partiendo de una democracia de la derrota, la doble derrota que primero infringió la dictadura establishment – militar contra el pueblo argentino y luego la militar enarbolando una causa nacional justa. En estos casi cuarenta años salieron a la cancha equipos positivos como los dos primeros años del gobierno de Alfonsín y los 12 años de kirchnerismo. Y otros que nos llenaron el arco con goles en contra como el de Carlos Menem y Mauricio Macri, o como el de Alberto Fernández, que más allá de padecer la versión moderna de las plagas de Egipto, decidió procrastinar el presente y con ello se le precipitó el futuro de la peor manera. La enorme crisis actual puede explicarse porque la capacidad de daño que para el pueblo argentino tienen los malos equipos, que simultáneamente son exitosos en función de sus verdaderos objetivos, no pueden ser suficientemente reparados por los equipos que en su camiseta y en su accionar llevan la denominación nacional y popular.
Cuando se cumplen casi cuarenta años de democracia, la realidad nos increpa con cifras de desigualdad, de exclusión y de pobreza e indigencia, imposibles de imaginar desde las expectativas de 1973 y 1983.
El presente duele mucho, pero el futuro es aún mucho más amenazador que el presente al punto que puede hacerse realidad la frase que Alejandro Dumas puso en boca de uno de sus mosqueteros: “Que felices fuimos el tiempo en que éramos tan desgraciados”.
Un gobierno que desde agosto del 2022 se desplaza al borde del abismo, una oposición cerril dispuesta y convencida que ha llegado la hora largamente esperada de enterrar al peronismo y conseguir lo que se busca infructuosamente desde 1955, y la presencia novedosa de dinosaurios que son tan estrafalarios e increíbles como enormemente peligrosos.
EL FRENTE DE TODOS
Una coalición sin precedentes armada para derrotar a la catástrofe macrista, pero que conseguido su objetivo exteriorizó que no tenía programa de gobierno. En un país presidencialista, el capital político inmensamente mayoritario lo tuvo y lo tiene la vicepresidente a la que la Constitución le otorga un papel secundario. Un presidente que nunca pudo pegar el salto de operador político a presidente, que fue precisamente el operador del tercer referente Sergio Massa, poseedor éste de un capital político importante en el 2013 y 2015, y que fue fundamental en sendas derrotas del kirchnerismo, pero que se fue angostando superlativamente y en esa condición permaneció en un segundo plano en la coalición, hasta que la crisis semi terminal se precipitó.
El gobierno de Alberto Fernández transitó desde su origen el síndrome de ser un subordinado, un títere de Cristina Fernández. Nunca lo fue y de ahí, a partir de haber transitado los primeros meses de la pandemia, los permanentes cruces y descalificaciones recíprocas. Cristina efectuó puntualizaciones en general acertadas que más que cambiar el rumbo desplazó funcionarios designados por el Presidente y éste para demostrar que ejercía una presidencia real y no delegada solía obviar los cambios sugeridos, al tiempo que evitaba toda medida de confrontación con el poder económico. Una cosa era llegar a ciertos acuerdos y avanzar en transformaciones imprescindibles y muy otra administrar la moderación extrema. La paradoja es que la ex presidenta lo había designado al actual Presidente, en la convicción que ella eventualmente podía ganar las elecciones pero no gobernar; y que había que llegar a cierto armisticio formal con el poder económico y mediático para conformar una especie de acuerdo social, para lo cual consideró que era la persona indicada en función de su buena relación con el establishment económico, judicial y mediático, más allá de todas las críticas, muchas falaces e insidiosas que le formuló Alberto Fernandez a lo largo de una década, y el haber sido el operador contra ella de Sergio Massa y de Florencio Randazzo.
En toda la presidencia de Alberto Fernández hubo ministerios loteados y sumidos en la inoperancia; los cruces descalificatorios a cielo abierto entre los referentes bajaron hacia los funcionarios integrantes de las segundas y terceras líneas, mientras el programa económico quedaba atado a y supervisado por el Fondo Monetario Internacional. Extraño presidente ha sido Alberto Fernández: capaz de esterilizar en el tiempo y en el archivo sugerencias de quien lo designó, pero imposibilitado de remover a un Subsecretario de Energía como Federico Basualdo, que respondía a Cristina, y que se le oponía. El de soportar impávido los agravios del Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires ante el silencio del gobernador Axel Kicillof. El de ser criticado por su Ministro del Interior Wado de Pedro.
La falta de controles o la complicidad de funcionarios llevó al despilfarro del superávit comercial de más de cuarenta mil millones de dólares, que hoy faltan desesperadamente, en medio de una inflación creciente y galopante, con una distribución regresiva de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, todo lo cual constituyó un menú explosivo que tuvo su primera exteriorización clara en las legislativas del 2021 donde el oficialismo perdió algo más de cuatro millones de votos. Se pateó la deuda externa impagable heredada del macrismo, para dejarla, con alguna reducción, en la misma situación a partir del 2025. Se incrementó la deuda en pesos a niveles explosivos, mientras se dio la insólita situación que muchos trabajadores formalizados están por debajo de la línea de pobreza. En este mapa, se hunde en agujeros negros , hechos positivos del gobierno como el tratamiento de la pandemia, con algunos errores propios de enfrentar un problema desconocido, la exitosa obtención de vacunas y la notable campaña de vacunación, el sostenimiento de la actividad privada en la etapa más álgida del corona virus, la recuperación económica posterior, los años de crecimiento del PBI, el sostenido incremento de la actividad industrial, la disminución de la desocupación, las obras públicas, la construcción de viviendas, aspectos de la política exterior vinculada a los históricos intereses latinoamericanos.
Cuando las reservas quedaron en niveles exiguos y el Fondo escalaba en sus exigencias, Cristina y Máximo que denostaban los ajustes de Guzmán, se abrazaron a Sergio Massa como real Primer Ministro y apoyaron la política de Guzmán al cuadrado.
Ni el más imaginativo de los escritores hubiera concretado una trama semejante: de “Volver para ser mejores” a pedir desesperadamente “La hora, referí”. Un gobierno con un presidente formal, pero que conserva la lapicera que se negó en usar para las transformaciones, una vicepresidenta encerrada y debilitada consecuencia de su propia estrategia, que desplazó funcionarios profundizando la política que denostaba, y Sergio Massa, un arribista que le había infringido una durísima derrota al kirchnerismo en el 2013 y posibilitado el triunfo de Cambiemos y facilitador de su gobierno los dos primeros años, como gerente con amplios poderes muy bien visto por el establishment económico.
Un gobierno sobre el cual puede caer el castigo de un descontento profundo, sin recursos, apremiado por el Fondo, con pérdida importante del poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, con una corrida cambiaria, y una oposición que necesita que la situación implosione para aplicar su plan restaurador. Lo que fue el extremo clima de violencia política diaria con su recuento de muertos en 1975 para allanar el camino al 24 de marzo de1976 y las dos hiperinflaciones para posibilitar la política económica de Carlos Menem.
En la necesidad de llegar a la entrega del gobierno el 10 de diciembre, existe la amenaza real que el gobierno entregue las nuevas joyas de la abuela (Litio, Vaca Muerta), que la oposición si triunfa lo hará sin el menor pudor, porque es parte central de su ideología. Como bien escribió el economista Ricardo Aronskind: “Lo engañoso y ambiguo del panorama actual es que formalmente gobierna el Frente de Todos, de extracción peronista, votado por una mayoría popular clara, y con un mandato de producción y redistribución de la riqueza. La población cree que el gobierno tiene poder para empujar la realidad en el sentido que desea, y por lo tanto es el gobierno el responsable último por lo que ocurre a la gente de a pie. Pero cuando se observa el panorama económico-social, el nivel de vida y las condiciones materiales que afectan a la mitad de la población de menores ingresos, la realidad asemeja mucho a lo que los sectores más conservadores y retrógrados pretende que ocurra en el país. La imagen que surge está mucho más cerca de los logros de un modelo “neoliberal”, que de un modelo “nacional y popular”
Somos pasajeros de una pesadilla.
Juntos por el Cambio se ha sacado la careta que cuando se denominaba Cambiemos exponía en su discurso. No existe la división de halcones (Macri-Bullrich-Vidal- Ritondo) y palomas (Rodriguez Larreta-Acuña-Santilli) En el discurso y los hechos son más halcones o menos halcones. Las palomas desaparecieron desde la aparición y crecimiento de Javier Milei. A todos los une la idea que es la gran oportunidad para derrotar y enterrar al peronismo. El gran mérito de Mauricio Macri es que a pesar de sus precariedades personales ha logrado unificar al antiperonismo; y montado en ese éxito indudable, creó un partido que en 4 años le permitió llegar a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; y en 12, a la Presidencia de la Nación. Y luego de la derrota del 2019, permaneció unido. Ya pesar de las enormes tensiones, la guerra interna sin cuartel, difícilmente se fracture porque tienen la convicción que el que gane la interna es el futuro presidente/presidenta del país. Y para arrinconar al país por tiempo indeterminado, el haber reintroducido al FMI, es su segundo éxito superlativo
El programa de “Juntos por el Cambio”, es volver a la Argentina anterior a 1943, para lo cual piensan utilizar toda la represión posible. En la democracia colonizada del 2023, tienen allanado el camino: poderes económico local e internacional y judicial, absolutamente favorables, y los medios de comunicación más poderosos, totalmente alineados. La implosión posible y además provocada camino a octubre, ayudaría a sus propósitos. Si eso no sucede, la capacidad de resistencia de amplios sectores del pueblo argentino se acrecentará.
Lo que hay que preguntarse es qué ha pasado en la sociedad argentina para que la derecha oculta en el 2015 y la ultraderecha orgullosa actual, puedan hacer pie y crecer, esta última en forma ostensible.
Hay un triunfo cultural del neoliberalismo de la dictadura establishment- militar para acá, con el impulso que le dieron Menem y Macri y la evidente disconformidad sobre la política y los políticos. La política porque no resuelve problemas fundamentales; y los políticos porque suelen distanciarse de sus representados y en lugar de cambiar la situación de vida de los que los eligen, cambian la propia. No es sólo un problema argentino. Lo dice un político de la derecha uruguaya, Julio Maria Sanguinetti: “La democracia está en serios problemas; hay un gran desencanto con la política” Clarín 16-4-2023
Hay una ineficacia que atraviesa a la dirigencia. Por ejemplo: Los cortes de luz del mes de enero, con lo que significa en una gran ciudad, encontró tanto al gobierno nacional como el de la ciudad (este último publicitando siempre su gestión, atribuyéndose ser un extraordinario gestionador) incapaces de enviar generadores ni camiones con agua. En la ciudad más rica, las escuelas carecen en muchísimos casos de “avances tecnológicos” tales como ventiladores; y en una extravagancia, la existencia de los aires acondicionados; todo ello quedó al desnudo en un mes de marzo de temperaturas extremas. Es increíble que en la Provincia de Buenos Aires el transporte público en determinados horarios tenga frecuencias absolutamente arbitrarias que son un insulto para los usuarios, ante la pasividad del contralor del Estado. Si las cosas más elementales no pueden ser solucionadas, la bronca arremete contra la política y busca atajos que son un suicidio colectivo.
Javier Milei es un tsunami que crece y que no encuentra techo. Acunado en las empresas, crecido en los medios donde el grito rinde mucho más que la reflexión, sus insultos, sus descalificaciones brutales, su aspecto estrafalario, canalizó la bronca hacia la política y los políticos, a los que engloba bajo la caracterización de casta. Con mucha inserción en los varones jóvenes, donde la concepción de libertad abstracta que levanta la Libertad Avanza, caló hondo en función de todas las limitaciones que la cuarentena les infringió, como si la causa no fuera el virus sino el gobierno.
Sus seguidores que atraviesa edades y clases sociales, no los seduce Milei por ser un militante de la Escuela Austríaca de Economía y un plagiador concreto de sus referentes, sino como instrumento para manifestar un descontento que alcanza el nivel de bronca. Adhieren al concepto de casta en el 2023 como tal vez sus padres gritaban “que se vayan todos en el 2001”. La diferencia es que entonces la salida parecía estar en el centro izquierda y ahora en la extrema derecha.
Junto con el plan semi dinamita que propone Mauricio Macri o motosierra de Milei, viene la reivindicación del Terrorismo de Estado. Tímidamente en el primero, ostensiblemente en el segundo. Somos pasajeros de una pesadilla, casi a cuarenta años de recuperación de la democracia.
La frustración para la mayoría de la población que significaron los dos últimos gobiernos, llevó a que Macri no pudo ser reelegido y Alberto Fernandez no se presentará como candidato por la inviabilidad de su candidatura, y sobre ese escenario de frustración, la bronca se identifica y canaliza a través de Milei, con propuestas que entran en el terreno del desvarío. El periodista Diego Genoud lo ha sintetizado en forma precisa en su columna de Política on Line del 15-04-2023: “Entre el enojo con la dirigencia y el malestar generalizado, la sociedad argentina puede tentarse y comprar otro salvavidas de plomo.”
Dos datos, no se necesitan más, explican la frustración y la respuesta equivocada que muchos encuentran entrando por la puerta Milei. La distribución regresiva del ingreso: 51,8% para los trabajadores al finalizar el gobierno de Cristina Fernández al 46,1% al terminar el gobierno de Mauricio Macri. Se recuperó hasta la pandemia a un 48% y ha descendido a menos de un 43% en el gobierno de Alberto Fernández. El consumo de carne per cápita: en 2010 alcanzaba a los 63 kilos, en el 2015; se redujo a 59 kg, en el 2019 a 50 kg y en el 2022 a 47 kg. Hoy debe estar varios kilos menos.
La crisis además es tan dramática porque el peronismo está superado y su pasividad es la exteriorización de su falta de propuestas. La sociedad ha cambiado y le habla en muchos casos a otra sociedad que ya no existe. Hay cierta pereza intelectual y se trata de ajustar la cabeza al sombrero. Por ejemplo, sobre el trabajo precarizado de los delivery, Mayra Arena ya citada, que camina el conurbano, nos dice en el reportaje citado: “Auto explotándose incluso. Hablo mucho con los repartidores de Rappi y ninguno habla como una víctima. Son muy emprendedores, obviamente cansados de laburar, pero todos reconocen que si le metés esfuerzo, sacás un buen sueldo. Es un error hablarles a los no registrados como víctimas, y no percibirlos como lo que son, ciudadanos trabajadores que han quedado afuera de los que eran los beneficios de un trabajador registrado. A esos trabajadores no podés enamorarlos a través del Estado. Por eso es que no se romantiza tanto la pobreza, se romantiza el Estado con eso de “el Estado te salva”.
Si esto es así, habrá que cambiar el discurso que permita llegar a ese nuevo trabajador y seducirlos a partir de su actual estado de conciencia.
El peronismo superado, desorientado y sin respuestas. Cristina Fernández arrinconada judicialmente, a través de la sentencia de un juicio amañado, dubitativa entre romper su promesa de no ser candidata y digitar un candidato, mientras permanece abrazada a Sergio Massa, exteriorización clara de haber transitado tácticas equivocadas.
La oposición dispuesta a dinamitar todo aquello que convirtió a la sociedad argentina, por una época prolongada, en la más igualitaria y rica de América Latina. Si parece que no es Castelli sino a nosotros que Andres Rivera puso en boca del mejor orador de la gesta de Mayo en “La revolución es un sueño eterno”: “Si ves al futuro, dile que no venga”
El poder económico le toma examen a los candidatos a presidente en el CICyP ( Consejo Interamericano de Comercio y Produccion) y en el Llao-Llao, empresarios cuya ceguera política es inversamente proporcional a su capacidad para hacer excelentes negocios en los que el fin justifica los medios, algunos de ellos se afincan en el Uruguay porque el populismo le produce nauseas, y sus excedentes lo radican en paraísos fiscales mientras dan lecciones de patriotismo y moral
Somos pasajeros de una pesadilla. Donde increíblemente se puede ganar una elección proponiendo amputar derechos, mientras los manotazos de ahogado de una dirigencia superada por la crisis pueden terminar rifando nuevos recursos naturales; y el FMI y EE. UU, en buena medida dos caras de la misma moneda, uno nos pone la soga y el otro nos arrodilla para intensificar el saqueo. Se vuelve, como en el 2001, a la alternativa devaluación o dolarización, o en el colmo de la colonización a “la banca off-shore”
Estamos en horas decisivas como pasajeros de una pesadilla. ¿Estaremos a tiempo de evitar una humorada del escritor metafísico Macedonio Fernández, padre de las ironías de Borges?: “Fue un desastre tan completo, que hasta los sobrevivientes perecieron”
25-04-2023
*Publicado en La Tecl@ Eñe, Diario Registrado, Portal de Radio R770