Por Alberto Mazor
Al menos veinte palestinos, entre ellos nueve niños, murieron este lunes en la Franja de Gaza en plena escalada de violencia con Israel, en un bombardeo de la Fuerza Aérea en represalia por el lanzamiento de cohetes con dirección a Jerusalén y más de 160 misiles hacia Sderot, Ashkelón y comunidades cercanas a la franja.
Tzáhal confirmó los bombardeos a modo de respuesta en la franja y varios ataques selectivos contra terroristas y objetivos de Hamás, aunque no pudo asegurar que todos los fallecidos fueran por estos ataques.
Las protestas palestinas en Jerusalén fueron creciendo en las últimas semanas hasta alcanzar este lunes su máximo punto de ebullición. El epicentro es el Monte del Templo, en la Ciudad Vieja, que dejaron este lunes por la mañana 300 palestinos lesionados y heridos en Jerusalén.
Es difícil establecer un origen específico a las últimas revueltas puesto que hay varios vectores que confluyen, como el intento de desposesión de sus casas de decenas de refugiados palestinos en el barrio de Sheij Yarrah, o la prohibición de socializar en las gradas de la puerta de Damasco en las noches de Ramadán.
A todo esto, se añade la proverbial pasividad del presidente palestino Mahmud Abbás, quien permite, con tímidas y esporádicas protestas, que la fisonomía de los territorios ocupados vaya cambiando día a día y hora a hora a favor de los colonos judíos, que crearon una situación prácticamente irreversible.
La guinda del pastel hay que buscarla en Occidente, en Estados Unidos y Europa, que llevan décadas colaborando estrechamente con Israel de manera directa e indirecta. Los mandatarios europeos, con Emmanuel Macrón y Ángela Merkel a la cabeza, permiten sistemáticamente todos los excesos que cometen los colonos judíos siguiendo instrucciones de su gobierno.
Causa estupor que ahora Washington y Bruselas pidan "contención" y sentido común cuando son quienes tienen más responsabilidad en lo que está ocurriendo en Jerusalén, precisamente por no aplicar sentido común. Su inacción permanente permite que se deteriore el conflicto mientras ellos no mueven un dedo para terminar con la ocupación y la desposesión de miles de personas.
Decenas de miles de palestinos participaron en las protestas de las últimas semanas, no solo en Jerusalén, Cisjordania y Gaza, sino también del interior de Israel. Aunque la policía bloqueó en las autopistas la circulación de autobuses cargados de árabes procedentes de la Galilea, cientos de ellos consiguieron eludir los controles y llegar a Jerusalén.
En las protestas se escucharon consignas a favor de Hamás. Los manifestantes piden a Hamás que bombardee Tel Aviv y denuncian la quietud del presidente Abbás.
Los mismos mandatarios occidentales que sin ningún remordimiento califican a Hamás de organización terrorista por combatir la ocupación, no quieren hacer nada ante el confinamiento de los palestinos a reductos cada vez más pequeños mientras en torno a sus ciudades y pueblos crecen los asentamientos de judíos de un radicalismo extremo.
Para complicar más las cosas, los judíos celebraron este lunes el Día de Jerusalén con el "baile de las banderas" y marchas vibrantes que pretendían recorrer la ciudad para confluir en el recinto amurallado y en el Muro de los Lamentos, junto a la Explanada de las Mezquitas, donde en la antigüedad estuvo el Templo judío, un espectáculo de enorme agresividad que pone la piel de gallina a cualquier observador, y mucho más a los palestinos.
La mayor parte de los judíos que inundan Jerusalén en esta jornada son jóvenes o niños cuidadosamente enardecidos por las autoridades desde la más tierna infancia con una educación ultranacionalista y mesiánica, que ignoran los principios morales básicos y los derechos más elementales de los demás y que tienen a todos los palestinos por enemigos y terroristas.
En la mañana del lunes Netanyahu ordeno cancelar estas marchas lo que los manifestantes palestinos interpretaron como un triunfo propio, pero a primera hora de la tarde las autoridades, a la vista del peligro que correrían los jóvenes pasando por la puerta de Damasco y el barrio musulmán, decidieron cambiar el itinerario sin renunciar a la concentración final en el Muro de los Lamentos.
Los palestinos también consideraron un triunfo que el Tribunal Supremo de Israel aplazó durante un mes una vista sobre las viviendas palestinas de Sheij Yarrah que se tienen que desalojar para que se establezcan en ellas colonos judíos.
Al cinismo de los mandatarios occidentales, algunos de los cuales incluso osaron pedir a Israel moderación en los pasos que está dando, Netanyahu respondió afirmando que su intención es seguir construyendo para los colonos en Jerusalén.
Varios diputados del Partido Sionista Religioso, un partido racista aliado de Bibi, celebraron un encuentro en el barrio de Sheij Yarrah, excitando más los ánimos. Hamás y las demás facciones de Gaza, por su parte, lanzaron un ultimátum exigiendo a Netanyahu que evacúe a las fuerzas israelíes de la Explanada de las Mezquitas y de Sheij Yarrah.
El ultimátum expiró a las 6 de la tarde. Un minuto después, la radio hebrea anunció que terroristas de Gaza estaban disparando cohetes contra Jerusalén y otras localidades.
Así están las cosas a día de hoy y lo que queda por ver es si estas protestas continuarán después del fin de Ramadán y la fiesta de Aid al-Fitr que se celebra esta semana. Son protestas espontáneas, que no fueron organizadas por nadie, ni mucho menos por el presidente Abbás, quien se cuida mucho de molestar a Israel en lo más mínimo.
La naturaleza de las protestas sorprendió a todos. En primer lugar, a los propios palestinos, puesto que hacía años que no ocurría algo similar. También a los israelíes, gobernados por un ejecutivo en funciones, y que llevan décadas expandiendo su presencia en Cisjordania y Jerusalén Este sin ninguna oposición desde la segunda intifada que se inició en septiembre de 2000. Y por su puesto a los occidentales, que solo buscan calma.
- Periodista argentino radicado en Israel hace unos 45 años
Gracias Hugo por compartir y difundir.
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