La historia de esta noche, hace 2020 años, nació en un establo. Nació en la soledad de una pobreza evidente. En medio de las rígidas medidas impuestas por el imperio romano. En la versión bíblica Dios mandaba a su hijo a la tierra. Era un milagro.
2020 años después el planeta se siente acorralado por una pandemia. El milagro ahora no se espera que lo haga Dios. Ni que Jesús resucite. Todas las esperanzas están en la ciencia, que no es nada más que el saber humano milenario acumulado. El virus ha producido millones de soledades como las María y José en ese establo de Belen. Por eso en el arbolito de Navidad, hoy habrá deseos intangibles: personalmente colocare los miles de abrazos que no di, los millones de besos impedidos, lo cientos de encuentros deseados e imposibilitados. Hay un lugar vacío que ocuparán las vacunas que llegan. Las que en algún mes nos alejara de la pesadilla de la pandemia.
Estará también colocado el tiempo irrecuperable, la angustia y el miedo. Estará en lo alto, ahí en lo más alto del árbol la esperanza. Y estarán muchos agradecimientos: a todos los que componen el personal sanitario que hoy en sus lugares de trabajo o en sus casas levantarán sus copas por un 2021 mejor. Y también estará el recuerdo por los que se fueron luchando para que el virus no les arrebate la vida a sus pacientes.
En un lugar del árbol estará un inmenso gracias a los científicos cuyo enorme trabajo queda encerrado en las paredes de sus laboratorios, hasta que se abren las puertas y nos mejoran la vida. En el otro lado del árbol están los que emprendieron el camino sin regreso. Son unos cuantos, que se fueron pero dejaron aquí los recuerdos que enhebraron sus vidas con las nuestras. Cuando llegue las 12 de la noche saldré a la noche despejada e inmensa del cielo de Marcos Paz y como su fuera un niño que todavía cree en los Reyes Magos y piensa por un momento que es cierto que los que se van se convierten en estrellas, entre todas buscaré una donde está alguien querido con la que compartimos la nochebuena del año pasado y que se fue cuando el año transitaba sus primeros días.
Después haremos un chin chin deseando, haciendo votos, por un mejor nuevo año. Dejaré por unos minutos mi apreciación de la realidad que le hace zancadillas a mis deseos, y como decían mis ancestros diremos Lejaim que significa por la vida.
Es por ella, por la vida, que vale la pena luchar. Y por la que vale el esfuerzo hacer el programa de hoy, por los que nos están escuchando acompañados, por los que están solos, por los que se subirán a El tren otros días.
Habrá un recuerdo para todos Uds. con el nombre de algunos a los que conocemos radialmente como Oscar de Chacarita, Angela de Piñeyro, Alberto de Olivos, Julio de Colegiales, Alejandro de Constitución, Pablo de Lanus, Eduardo del Barrio Copello y otros simplemente por los nombres: Edgardo, Liliana, Carla, Silvia, Miguel, Adriana, Chachi, Cesar, como tantos otros, uno por uno que en conjunto constituye lo que se denomina audiencia.
Para los que no llaman pero todos los días a las 20 se encuentran con nosotros, un saludo y muchas gracias.
El arbolito está repleto de pedidos, de esperanzas, de ilusiones, de ausencias y de prevenciones.
La Navidad está con nosotros. Un país con millones de José y María. Con cifras sociales de terror y con un escenario económico impactante. Vamos camino a un nuevo año con un gobierno que ha hecho muchas cosas bien y con errores justificados e injustificables. El que nos conducirá por las expectativas y barreras del 2021. En este tren deberíamos estar todo. Bueno, todos es imposible, alcanza con la inmensa mayoría. Recuperando a los que se quedaron en la vía y mejorando la calidad de vida de los que están subidos.
Tarea ciclópea.
Habrá que concretarla. Basta con mirar hazañas gigantescas que jalonan nuestra historia.
Como ha dicho el ex vicepresidente de Bolivia Alvaro García Linera : “Luchar, vencer, caer, levantarse y volver a luchar”
O más atrás EL CHE: “No se vive celebrando victorias sino superando derrotas”
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