25 noviembre 2020

MARADONA*

 

“El barrilete cósmico” también era mortal. A pesar de todas las gambetas que le hizo a la muerte, ella siempre sale triunfando. En 60 años vivió varias vidas. En Villa Fiorito dibujó los primeros driblings para ganarle a un destino de pobreza. En una de sus frases imborrables, fruto de una notable inteligencia natural, ironizaba que nació en un barrio privado: privado de gas, privado de luz, privado de cloacas. Que su madre, para que ellos comieran, evitaba hacerlo aduciendo siempre que tenía dolor de estómago a la hora del almuerzo. Nunca se olvidó de dónde venía. Eso lo hizo tan grande como querible. De los Cebollitas a Argentinos Juniors donde lo sacó Subcampeón jugando con 10 más. Campeón en el Mundial Juvenil de Japón, en un seleccionado extraordinario que nos obligaba a poner el despertador para ver exhibiciones notables. Su paso por el Boca campeón, su pase al Barcelona donde no logró consolidarse y su llegada al Nápoles donde se convirtió en Santo, al punto que algún fanático escribió en el cementerio: “No saben lo que se perdieron de no verlo.” Fue el reivindicador de la Italia pobre contra el norte poderoso. Brilló en el Mundial de Méjico como el más grande de toda la historia. Su famoso gol a los ingleses tiene el arte del Moisés de Miguel Ángel, la belleza de un cuadro de Van Gogh, la imaginación de una novela de García Márquez. Desde su podio futbolístico intentó crear un sindicato de jugadores. Se enfrentó a la FIFA, uno de los poderes mundiales. Siempre sin dejar de ser el Pelusa de Villa Fiorito como lo había hecho con Mauricio Macri cuando presidía Boca. Pontífice del fútbol, se enfrentó al Vaticano criticando sus riquezas. Llevaba la camiseta del seleccionado argentino marcada en la piel. Por eso jugó el mundial de Italia, con un tobillo tan inflamado que ningún otro ser humano lo hubiera hecho posible y en una jugada tal vez tan grande como la de Méjico entre tres brasileños habilitó a Caniggia para que concretara un gol inolvidable y así eliminarlos del Mundial.

Cantaba el himno con un fervor patriótico y puteaba a los irrespetuosos. El hombre más conocido del planeta se desplazaba prisionero de su fama. Es imposible a los simples seres humanos imaginarse lo que significaba ser Maradona. Sobrellevar ese peso inconcebible para un simple mortal, lo condujo a las adicciones, contra las cuales luchó hasta su muerte. En un homenaje en la cancha de Boca soltó otra de sus frases imborrables: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Políticamente, como no podía ser de otra forma, fue peronista apoyando presidentes contradictorios del movimiento popular más longevo de América Latina.

Estuvo en uno de los hechos más bizarros y con proyección histórica como fue la Anticumbre contra el ALCA en Mar del Plata.

Amigo de Fidel Castro, (los dos murieron un 25 de noviembre), de Hugo Chávez, de Evo Morales, admirador del Che y de Eva Perón, sostenedor entusiasta de Néstor Kirchner, Cristina Fernández y de Alberto Fernández, el negrito de Villa Fiorito se granjeó también el desprecio eterno de aquellos cuyo odio de clase supera a sus amores futbolísticos.

Una vez le preguntaron al Negro Fontanarrosa qué pensaba de la vida de Maradona, y dijo:....”la verdad que no me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía....” El escritor Eduardo Galeano escribió: “Fue adorado no solo por sus prodigiosos malabarismos sino porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”

Su vida privada fue desmesurada como todo en su vida. Cometió injusticias, y no se privó de hacerse unos cuantos goles en contra. Nada de ello, incluso la forma penosa que transitó sus últimos meses, empalidecerá su grandeza. Sus hazañas se transmitirán de generación en generación. “¿De qué planeta viniste?” se preguntaba Victor Hugo en su relato famoso. Vino del más hermoso planeta del sistema solar y de un país donde nacemos con la pelota en los pies. En donde, la inmensa mayoría, soñamos alguna vez con ser Maradona.

Su nombre, simplemente Diego, que está  asociado a las más grande alegrías colectivas provoca a su muerte, una de las mayores congojas mundiales que se recuerde.

Dios, que no existe, una fake news eterna, se lo llevó para reforzar el seleccionado celestial. Posiblemente celoso porque ni él hubiera podido hacer los goles del Pelusa de Villa Fiorito.  

25-11-2020 *Publicado en La Revista Tecla Ñ y el Diario Registrado






1 comentario:

  1. Excelente. Una síntesis hermosa del ser Maradona. Gracias entonces, saludos de un Maradoniano.

    ResponderEliminar