POR PABLO MELICCHIO
Llego a la casa de mis padres con las
bolsas del mercado, necesidades que tenían y algún que otro deseo que me
manifestaron en la videollamada en la que intentaban entrar los dos, haciendo
tontos malabares. Toco el timbre y sale papá, una vez más. Abre la puerta,
titubea, una vez más. Codo donde antes hubo beso y abrazo sostenido. Dejo las
bolsas en la cocina y saludo a mamá desde lejos, como un vecino. Me pongo
alcohol en gel. Quiero quitarme el barbijo, para besarlos, para que las
palabras con las que lleno el vacío de este tiempo impensado no se ahoguen con
el vapor de mi angustia. “¿Conseguiste los chinchulines?”, me pregunta mamá
desde el sillón que la contiene de los achaques de la vida. “Sí, vieja, te
traje los mejores chinchus del oeste”, le respondo. Papá sigue de pie,
incómodo. En la tevé, un documental de pesca, una de nuestras pasiones
compartidas. “Ya iremos a pescar, viejo”, le digo, y el barbijo me asfixia.
Están en la etapa de la vida que hoy se dice que es la zona de riesgo. Desde
hace tres meses mamá no sale más allá de la puerta de calle; y papá, solo a
sacar la basura y darle arranque al auto que sigue allí afuera, como un perro
obediente. Cruzamos dos o tres palabras, dos o tres preguntas, dos o tres
silencios. Todo lo que podemos decir remite al maldito coronavirus que dividió
nuestras vidas en dos. En el pasado quedó la cercanía afectiva, el asado
familiar y el truco. Hoy todo es distancia, mandados y besos por celular. Me
vuelvo a poner alcohol en gel, como un tic nervioso. Mamá sigue sentada en su
sillón. Sobre la mesa, la lapicera y las palabras cruzadas con casilleros en
blanco, con vacíos entre palabras, como entre nosotros. Papá va hasta el
fondito, pasa por detrás de la mesa, lejos, regresa con una planta de albahaca
y la deja en la puerta, cerca de la salida. “Tiene raíz, podés plantarla”, me
dice. Me bajo un poco el barbijo, para respirar, para oler la albahaca por
encima del alcohol en gel, para oler el hogar de mis padres. El pescador de la
tevé levanta una carpa y la devuelve al rio. Papá mira melancólico. Estamos
frente a la pantalla, frente a ese rio virtual en el que ayer estábamos
pescando los dos. Mamá pregunta por sus nietos, mis hijos. “Qué ganas de
verlos”, dice, y baja la mirada. Le digo que falta poco, y levanta la mirada.
Pueblo con palabras el casillero vacío de su desesperanza. “Laven todo”, indico
señalando las bolsas, como si fuera el padre de ellos. Cuidarlos como me
cuidaron, así es la vida. La incomodidad de papá ahora es mía. “Maldita
pandemia”, pienso una vez más. Cada día que pasa es un día menos, ya se sabe,
pero ahora estamos cercados por el virus que amenaza con la posibilidad de que
cada día sea el final. Me ahoga la incomodidad de la distancia sin abrazos ni
besos, de tapa bocas y de tapa sonrisas, del asqueroso olor a gel y lavandina.
Siento ganas de quedarme, pero me tengo que ir, soy el que viene de la calle,
el representante de la pandemia. “Bueno, me voy”. ¿Acaso diez minutos fueron
demasiado? ¿Qué toqué? ¿Debería haberme quedado en la calle, dejarles las
bolsas y salir corriendo? Recojo la albahaca. Mamá se levanta del sillón.
Llegan los dos hasta la puerta. Yo ya estoy en la calle. Ni codito ni un
carajo. Retrocedo. Calculo un metro y medio, me bajo el barbijo y les digo:
“Los amo, viejos. Cuídense”. Antes de subir al auto los contemplo y siguen
allí, parados en la puerta de calle, juntos, como hace más de cincuenta años.
“Pasaron por tantas cosas los viejos, que de esta van a zafar también”, pienso,
deseo, mientras manejo inundado de olor a albahaca.
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Publicado
en Diario Registrado
Pablo Melicchio es Licenciado en psicología (UBA), psicoanalista y
escritor. Especialista en niños y adolescentes. Ciudadano Ilustre de Morón.
Trabajó en cárceles de adolescentes y en instituciones de salud mental. Fue
docente en la UBA e investigador para UCA. Ha publicado "Letra en la
sombra", "Las voces de abajo", "GPS para orientarnos por el
mundo adolescente", "El arte nos puede salvar" y "Terapia
breve; relatos para pensar (y no tanto)", entre otros libros. Brinda charlas
y conferencias en distintas instituciones. Es consultado en diversos medios
televisivos, radiales y gráficos.
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