En un mundo donde hombre y poder son
sinónimos, el grito de las mujeres no se escuchó. Incluso los hombres
explotados por el poder económico, reproducían, reproducen, la explotación que
padecen en sus trabajos, en el interior de sus hogares.
La religión venía en apoyo del
prejuicio de considerarlas siempre menos que los hombres. En el año 585, en el
tercer concilio de Nicea, discutieron si la mujer tenía o no alma. En la Edad
Media, los teólogos, por supuesto todos hombres, discutían si las mujeres eran seres
humanos. Aun hoy los judíos ortodoxos caminan delante de su mujer, que no
pueden darle la mano a otro hombre. En el relato bíblico la mujer surge de la
costilla del hombre, iniciando desde el origen la sumisión y la dependencia.
En la famosa democracia de Atenas,
cinco siglos antes de Cristo, las mujeres estaban excluidas.
Un emblema del feminismo, Simón de
Beauvoir, afirmó: “Le cortan sus alas y luego la culpan de no saber volar”
La Revolución Francesa no extendió
sus históricas banderas, de libertad, igualdad y fraternidad a las mujeres.
Recordamos la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, pero no el cerco y
toma del Palacio de Versalles por 7000 mujeres el 5 de octubre de ese año,
exigiendo medidas urgentes por la falta de pan, cuyo precio implicaba el 80%
del presupuesto familiar. El rey prometió abastecer de pan a París y aceptar
las decisiones de la Asamblea Nacional firmando la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano. Fue una mujer, Olympe de Gouges, que
escribió en 1791, “La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la
Ciudadana” , por lo cual fue conducida a la guillotina un 3 de noviembre de
1793. Pudo decir entonces: “La mujer que tiene el derecho de subir al cadalso, también debe tener
el derecho a subir a la tribuna”.
Todavía resuenan los ecos asordinados
de aquel alarido de 129 trabajadoras, costureras industriales
que murieron quemadas, un 8 de marzo de 1908 en la fábrica Cotton Textile
Fáctory en Nueva York. El dueño de la fábrica las había encerrado para que no
participaran de la huelga decretada el 5 de marzo por un grupo de mujeres que
reclamaban igualdad salarial, disminución de la jornada laboral a 10 horas y un
tiempo para poder dar de mamar a sus hijos. Nueve años después, mujeres rusas
participando del día internacional de la mujer trabajadora, instituido en 1910,
en Copenhague, dieron el puntapié inicial de la Revolución Rusa de octubre de
1917.
Rosa Park, un 1 de diciembre de 1955,
no se levantó de un asiento para blancos
en un colectivo divido por la discriminación racial y dio origen a la
lucha de los negros por sus derechos civiles en EE.UU.
Durante siglos y siglos el grito de
las mujeres fue silenciado. Los Códigos la asimilaban a un incapaz o menor de
edad, muchas fueron condenadas a la hoguera por brujerías, millones condenadas
a las tareas del hogar que no se consideraba trabajo.
En nuestro país, las mujeres tuvieron
un papel fundamental en las guerras de la Independencia, desde Juana Azurduy a
Macacha Guemes, pasando por María Remedios del Valle, la Madre de la Patria que
luchó con Belgrano en el ejército del Norte. Juana y María, lo dieron todo, la
primera cuatro de sus cinco hijos, la segunda sus dos hijos, y sus compañeros,
todos muertos en combate. Con la
ingratitud que padecen la mayoría de los héroes y heroínas, murieron en la
extrema pobreza.
Contemporáneamente, las madres y
abuelas de Plaza de Mayo son hitos fundamentales de resistencia y dignidad.
En la Argentina, recién pudieron
votar en 1951, cuando el proyecto de Evita se hizo ley el 9 de septiembre de
1947, y accedieron a la patria potestad compartida en 1985 y al matrimonio
igualitario en julio de 2010, el primer país en América Latina
La lucha de cientos y cientos de
militantes feministas ha abonado el terreno para ir por la legalización del
aborto. La marea verde que es asumida por pibas del primario y del secundario,
por jóvenes de todas las edades, ensancha el camino. “Somos las nietas de las
brujas que no pudieron quemar” es una bandera que demuestra que la lucha no
tiene marcha atrás. A esas muchachas les resultará hoy inexplicable que hasta
mediados de la década del sesenta, la virginidad de la mujer era socialmente
muy valorado y un valor el llegar en esa condición al matrimonio.
Las consignas feministas no tienen
nada que envidiarle a las del Mayo Francés: “Mi vida tiene valor, mi cuerpo no
tiene precio”; “Yo elijo como me visto y con quien me desvisto”
Y sin embargo queda mucho territorio
para alcanzar la igualdad. La brecha salarial es de alrededor del 29%. Apenas
dirigen el 4% de las Cámaras Empresariales, el 3% de los sindicatos y el 40 %
de las mujeres que trabajó fuera de su casa nunca realizó aportes
previsionales. La principal ocupación que hoy tienen las mujeres es el servicio
doméstico ( 21,5% de las asalariadas), la actividad con mayor precarización y
menores sueldos.
En cambio es notable el avance de las
mujeres en las carreras universitarias, en la ciencia y en oficios o trabajos
que hasta hace unas décadas eran inalcanzables.
Cada vez más mujeres comprenden que
los derechos solo se obtienen a través de las luchas. Ya lo dijo Rosa
Luxemburgo: “Quien no se mueve, no
siente las cadenas”
El mundo será indudablemente
diferente cuando la mitad del cielo alcance la igualdad.
El grito que tardó más de veinte
siglos en hacerse oír, llegó para quedarse
El politólogo italiano Norberto
Bobbio considera a la revolución de las mujeres “la única revolución exitosa de
nuestro tiempo” .
Sus consecuencias están en la vida
cotidiana. Muchas mujeres toman la iniciativa en el trabajo, en la casa y en la
cama. La respuesta machista es el aumento de los femicidios. En Méjico 3000
mujeres asesinadas en el 2019. En la Argentina una mujer muerta cada 23 horas
en lo que va del 2020. El femicida es inmune a la consigna: “Ni una menos”
La convocatoria mundial a un paro de mujeres para el día siguiente al 8 de marzo tiene en Argentina entre otras banderas: “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” Y la explicación: “Paramos porque sabemos que no hay deuda pública y externa que no se traduzca en deuda doméstica y el ajuste para todes. Paramos porque sabemos que las violencias económicas son el engranaje imprescindible de las violencias machistas”
Muchos hombres hemos empezado un
fatigoso y difícil proceso de deconstrucción cultural.
Mientras las mujeres feministas, más
allá de algunos fundamentalismos de todos los movimientos de ruptura, amplían
su prédica conforme a una frase de Simone de Beauvoir: “Uno no nace mujer, se
hace mujer”
El grito que tardó más de veinte
siglos en escucharse, hoy resuena cada año con más fuerza.
08-03-2020
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Publicado en la Tecla Ñ
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