El gobierno que hizo de las metáforas
pedestres una de las formas de sus explicaciones pueriles, no denominó
catástrofe a su derrota en las PASO. El presidente descontrolado mostró su
verdadera personalidad prolijamente disimulada por horas y horas de coaching.
Dejarlo a Mauricio Macri balbucear espontáneamente es exponerlo desnudo. Ese
prolijo adiestramiento de presunto cambio de personalidad sólo puede mantenerse
con discursos leídos con teleprompter. Los que lo conocen mucho más de cerca
como el periodista Federico Olivera especializado en el panorama empresario del
diario oficialista “La Nación”, escribió el 8 de junio: “Macri es más parecido
a Bolsonaro de lo que quisieran sus asesores. No sólo en su visión de la
economía sino hasta en cuestiones de estilo personal: quienes lo tratan
coinciden en que, por ejemplo, no frecuenta la corrección política cuando habla
en confianza”. Se deduce que Macri es en realidad un Bolsonaro reprimido y
enmascarado por sus asesores publicitarios.
La derrota abrió una verdadera caja
de Pandora. Recriminaciones, pases de factura, intentos de golpes de puño. El
partido de los buenos modales impostados quedó crudamente expuesto. La big
data, la impresionante maquinaria tecnológica, la granja de trolls, la
estrategia considerada imbatible de Marcos Peña, los consejos precisos y
ganadores de Jaime Duran Barba, naufragaron ante una realidad que bien puede
ser considerada un parte de guerra autoinfligido y buscado como objetivo; un
proyecto refundador inviable, un
fundamentalismo de una estupidez económica superlativa que más temprano que
tarde iba a recibir el castigo que aún es pequeño en relación con el inmenso
daño que han producido.
Resultaba difícil de comprender que
la ex Cambiemos transformada en “Juntos por el Cambio” luego de la
incorporación del garrochero Miguel Angel Pichetto, las encuestas la colocaran cerca
electoralmente de un peronismo unido. Perdidosos por diferencias apreciables en
todas las elecciones provinciales anticipadas, imposibilitados de seguir con
los timbreos porque eras insultados; con actos o inauguraciones carentes de
gente y con infinidad de vallas para evitar sonoros repudios, las encuestas se
empecinaban en alinearse con la propaganda oficial que proponía una
Disneylandia inexistente.
Un congreso de politólogos a los que
se les planteara un país ficticio con los números reales de cuatro años del
gobierno de Mauricio Macri, hubiera llegado a la conclusión unánime que estaba
absolutamente impedido de alcanzar un triunfo electoral.
Un político, Julio Bárbaro, que votó
en el 2015 a Macri escribió: “Durán Barba explicaba que con
técnicas modernas se les podía robar la comida y convencer de que los voten. El
experimento parece haber fallado.” Algunos hasta creyeron y consideraron una genialidad el
perro Balcarce sentado en el sillón presidencial: era la nueva política.
Enrolado en ese esquema, algunos analistas supusieron que Alberto Fernández
discurría por los mismos senderos con la presencia de su perro Dylan.
Afortunadamente todo parece ser un malentendido y sólo es una anécdota mínima,
lugar del que nunca debió haber salido.
Como la Argentina es un país rico en
originalidades, se alentaba la posibilidad de una derrota estrecha en primera
vuelta y reversible en el balotaje. La economía con todos los números en rojo y
sostenida hasta las elecciones con el pulmotor del FMI y el apoyo fundamental
de Donald Trump, se presumía que se garantizaba la posibilidad de reelección con
un dólar estabilizado, una inflación en baja desde guarismos estratosféricos y
la implementación de una serie de medidas que desprecian como populistas pero
que ya las habían aplicado exitosamente unos meses y por un período brevísimo
antes de las elecciones en el 2017. Sumergidos en una fiesta de globos
amarillos en donde el pueblo no estaba invitado, la realidad irrumpió en forma
de primarias. Resulta paradojal e irónico que ni siquiera hubo que esperar a
las elecciones nacionales del 27 de octubre para que el edificio propagandístico
se derrumbara, en unas elecciones primarias, que en cualquier lugar del mundo
permiten dirimir los candidatos de las distintas fuerzas y que aquí obró como
un gigantesco plebiscito. Un balazo de cañón con un revólver de cebitas.
La situación imprevisible desde el
cronograma electoral, arroja un candidato aún no elegido electoralmente pero
que prácticamente en forma casi unánime se lo considera virtual presidente; y como
contrapartida, un presidente constitucional en ejercicio totalmente derrotado, abre
un enorme interrogante a cómo se llega al lejanísimo 27 de octubre,
precisamente el día en que se cumple el noveno aniversario del fallecimiento de
Néstor Kirchner.
La originalidad no es sólo del
oficialismo, porque la oposición conformada por un peronismo unido que hasta
hace unos meses resultaba muy improbable, tiene la particularidad de una
candidata a vicepresidente, la que tiene la mayor cantidad de votos, que se
ubicó ahí y que postuló a un candidato a presidente sin caudal propio. La hábil
articulación de alianzas realizada por Alberto Fernández y el triunfo en las
primarias establece una mayor paridad de fuerzas en la formula ganadora, aunque
la larga serie de disputas entre presidentes con votos y vicepresidentes decorativos
en nuestro país abre un signo de interrogación.
Pero hoy no cabe duda de que los
votos y popularidad de Cristina Fernández que ideó la estrategia, sumada a la
capacidad articuladora de Alberto Fernández, derrumbaron el edificio que hace
dos años creía que estas elecciones lo catapultaban a Macri a gobernar hasta el
2023.
Es
un triunfo extraordinario teniendo en contra el establishment nacional e
internacional, al presidente de los EE.UU, a todos los presidentes de derecha
latinoamericanos y a los principales medios nacionales e internacionales.
DESPUÉS
DE LA DERROTA CATASTRÓFICA
Dólar
descontrolado; pérdida preocupante de reservas; continuación de la fuga de
capitales; un liliputiense y muy tardío intento de poner dinero en los bolsillos
famélicos de los ciudadanos que rompe nuevamente un acuerdo con el FMI, cuya continuidad es una
de las variables de la que depende Mauricio Macri; una pulverización de sus apoyos económicos,
que saltan de vereda sin dejar de simpatizar con el macrismo, ponen una enorme
incertidumbre si el gobierno podrá arribar a
uno de los escasísimos motivos
por lo que podría ser recordado este nefasto período: la entrega del mando
presidencial después de 91 años, de un gobierno no peronista a otro, en este
caso peronista.
Mientras
tanto se asiste a un obsceno salto de empresarios y periodistas, enfervorizados
militantes del PRO, a pedir un waiver , similar al que el gobierno le pedirá al
FMI sin el cual su suerte está sellada.
Alberto Fernández vive su mejor hora encabezando una alianza
que sufrirá fuertes tensiones apenas se inicie su gobierno. Es conveniente
que las diferentes expectativas de los distintos sectores apronten sus aparatos
digestivos para una ingesta de batracios. La situación es de tal gravedad que
avances y concesiones estarán a la orden del día. Desmantelar las leliqs
calzadas con los plazos fijos reemplazados con un bono a 30 años es considerado
en un informe interno de un banco mayorista como el CITI. Una de las medidas
imprescindibles y disruptivas que de adoptarse provocarán una conmoción. Es
fundamental para terminar con tasas incompatibles con cualquier proyecto
productivo.
Todo indica que el gobierno se encamina en octubre a una
catástrofe electoral de proporciones significativamente ampliadas. Sus dos
cartas de mejoramiento de imagen están fuera de control: dólar e inflación. Los
intendentes oficialistas y los dubitativos pasarán, probablemente, para cuidar
sus territorios a la oposición. En los dos distritos donde ganó “Juntos por el
Cambio” (Córdoba y Capital Federal) las diferencias se achicarán e incluso en
la capital puede perder. En ese caso el naufragio será completo.
Todos los candidatos de “Juntos por el Cambio” harán campañas
sustrayendo la imagen de Macri. Es un merecido y penoso final. El padre de
Mauricio conocía bien sus limitaciones que ahora quedan expuestas para la
mayoría de los argentinos, que vieron un imprudente que estuvo dispuesto a
castigar el resultado electoral permitiendo que el dólar se escapara desde el
inicio ordenando la inacción del Banco Central. Parece haberse inspirado tal
vez en el protagonista de su libro preferido “El manantial” de Ayn Rand, un
arquitecto capaz de incendiar su principal obra con todos los obreros adentro.
La economista Marina Dal Poggetto se pregunta en una nota en
La Nación del 19 de agosto ¿ Un gobierno estratega o irresponsable?, y se contesta:
“….estratega no era, todavía hay tiempo para no ser irresponsable.”
Enfrente de este proyecto hay una reivindicación de los
aspectos más rescatables de la política: el contacto cara a cara, la omisión de
coaching, un discurso propio sin teleprompter, donde predominan las ideas en
lugar de la descalificación excluyente.
Se abre un estrecho camino con la montaña de un lado y el
precipicio del otro. Los ciudadanos lo han rechazado mayoritariamente y los
mercados para los que cuales gobernó, empiezan a darles la espalda.
El conductor nos ha
dicho : “Si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos”
Durante 4 años nos hizo enormes daños, muchos, que
necesitarán décadas para su reparación. Ahora que está irritado, enojado, con
la cancha inclinada en contra, la duda es cómo se llega al 27 de octubre y en
qué estado.
18-08-2019
*PUBLICADO EN LA TECLA
Ñ