El 3 de febrero del 2018, Alberto
Rodríguez Saá expresó que no estaba escrito como certeza un triunfo del
oficialismo, con el slogan: “Hay 2019”.
Parecían entonces actuales, las
palabras que Andres Rivera pone en boca de Juan José Castelli, el mejor orador
de la Revolución de Mayo, en su libro “La revolución es un sueño eterno”: “Si
ves al futuro, dile que no venga”
Un poco más de 14 meses después,
Cristina Fernández ha propuesto la fórmula Fernández-Fernández, en una decisión
que cambia el tablero político: la expresidenta es la política que tiene la
mayor cantidad de votos y Alberto Fernández es un dirigente político de
trayectoria fluctuante, hábil negociador, muy buen declarante, que hace de la
moderación y la reflexión virtudes fundamentales; que siempre apareció más como
un sólido y eficaz ministro, que como un candidato a presidente. Es autor de
una frase certera, precisa, que anticipó su regreso al kirchnerismo después de
haber pasado por experiencias frustradas con Sergio Massa y Florencio Randazzo,
que jugaron a debilitar al kirchnerismo: “
Con Cristina no alcanza y sin ella no se puede”
A su vez Cristina Fernández, después
de haber transitado por todas las estaciones de una carrera política que
incluyó dos veces la presidencia de la Nación y nuevamente la senaduría actual,
ha sufrido cuatro años de denostación extrema y casi una docena de
procesamientos judiciales; ello frente a un país que atraviesa una crisis con
perspectivas de salida más difícil que la del 2001, más serios problemas
familiares como la gravedad de la salud de su hija. Su figura divide visceralmente a la sociedad
argentina, tanto por sus éxitos y como también por sus errores. Si bien en los
últimos meses ha roto largamente el techo que se le asignaba y algunas
encuestas la daban como ganadora en las elecciones de octubre, con singular
agudeza comprendió que la fuerza electoral consolidada podía alcanzar para
triunfar pero no necesariamente para gobernar. La magnitud de la tarea a partir
del 10 de diciembre es ciclópea.
Con un país dividido en tres tercios,
su núcleo duro lo conservará a prueba de candidato, pero la posibilidad de
seducir a parte del tercio fluctuante, sin el cual no se gana, será la tarea de
Alberto Fernández. Eso junto a la empresa de alinear a los gobernadores peronistas
con rasgos conservadores, que son disputados por el peronismo amigable de
Alternativa Federal.
INCERTIDUMBRES
DE UNA JUGADA ESTRATÉGICA AUDAZ
Cristina Fernández es un muy buen
cuadro político, una oradora notable y una política capaz de tomar medidas
audaces y dispuesta a soportar las consecuencias. No se ha caracterizado por
ser una constructora política ni una buena seleccionadora de colaboradores. Sin
esperar el diario del lunes, puede decirse que en este caso parece haber hecho
una jugada que amalgama un intento muy interesante de construcción política y
el futuro develará si el elegido para ser candidato a presidente ha sido el
adecuado.
Alberto Fernández
ha pasado por muy diferentes espacios políticos, ha sido uno de los fundadores
del kirchnerismo y uno de sus críticos más duros de Cristina Fernandez a partir
de su alejamiento el 23 de julio del 2008. Ha llegado a decir: “Fue un mal gobierno donde
es difícil encontrar algo
ponderable, ... “Del segundo mandato de Cristina a mí me cuesta muchísimo encontrar un elemento valioso”.
Sin embargo en
esos cuatro años, entre otros hechos positivos, se dispuso la expropiación del
51% de las acciones de Repsol YPF, se creó el plan PRO.CRE.AR., se
promulgó la Ley de Identidad de
Género, se implementó el plan Ahora 12, se envió al Congreso un
proyecto de ley de movilidad para las asignaciones, se lanzó al espacio
el ARSAT 1, paso importante para lograr la "soberanía
espacial".
Es cierto que fue un
gobierno de logros inferiores a los del primer mandato, entre otros motivos por
haber desintegrado su alianza política, por claros síntomas de agotamiento del
modelo y por padecer como tantos otros gobiernos, la restricción externa. Pero
la aseveración de Alberto Fernández es de una generalidad que la descalifica.
La moderación es un
rasgo importante para acumular masa crítica, siempre que no se la transforme en
una conciliación inmovilizadora, que sería un camino para convertirse en lo que
hoy es la Alternativa Federal, el peronismo perdonable. Como bien sostiene el antropólogo Alejandro
Grimson en su nota en la revista digital Anfibia: “La unidad pos-grieta no
podrá ser pensada como un lugar de armonía, con todos de acuerdo ni con el mito
del Pacto de la Moncloa. La unidad requiere que el proyecto político ordene la
articulación de heterogeneidades”
La grieta hay que
achicarla evitando ampliarla verborrágicamente o con gestos evitables y por lo
tanto innecesarios, pero no como consecuencia de las transformaciones
inevitables que necesita el país. El kirchnerismo no inventó la grieta aunque
la utilizó con una intensidad considerablemente menor que el macrismo, pero la
misma viene por lo menos desde el 25 de mayo de 1810 y expresa dos concepciones
diferentes del país que vive en un empate y que se traduce en una interminable
danza de marchas y contramarchas.
Hay otra incógnita
difícil de pronosticar. La historia de la relación de la dupla elegida ha sido
casi siempre conflictiva. Ya la usa como advertencia, convocando al miedo un
oficialismo desconcertado y la oposición benevolente con el oficialismo. Eso no
implica que no sea una duda que sólo revelará la práctica inserta en el futuro.
Siempre es el candidato a presidente el que influye sobre la designación del
vicepresidente, que es elegido para ampliar los votos de aquel. Ahora la que
tiene no menos del 95% de los votos es la postulante a vicepresidente, pero el
que tendrá eventualmente la banda y la lapicera, en el caso de triunfar, es el que posee hoy
el 5% de los votos.
Son riesgos que hay
que dejar atrás, porque la catástrofe macrista lo amerita. El autor de esta
nota votará por esta fórmula sin dejar de mantener como siempre, una vez
aclarado desde qué lugar hablo y en qué vereda me ubico, mantener el bisturí
crítico, siempre considerando que lo posible dentro de lo deseable está
determinado por la relación de fuerzas.
Antes que el
gobierno, reaccionaron los editorialistas de los medios cómplices. Jorge Fernández Díaz, que por momentos está a
la derecha de su empleador “La Nación”, con un antiperonismo rancio de 1955
tituló: “Un nuevo Scioli para Cristina”. Joaquín Morales Solá escribió: “Una
decisión cargada de extrañezas”. En Clarín, Ricardo Roa se preguntó: “Alberto
¿Garantía de qué?”. Perfil, desde su “periodismo impuro” consignó en la tapa
del domingo: “Alberto Fernández de Kirchner”. Mauricio Macri intentó una
respuesta desde el casette inspirado en Jaime Duran Barba y Marcos Peña:
“Volver al pasado sería autodestruirnos”
Algunos se remiten al
abrazo de Perón con Balbín en 1973. Ese abrazo, siempre interpreté, tenía
objetivos diferentes: para Perón era ampliar a más de un 70% su base de apoyo
para las transformaciones a implementar y para Balbín controlar que el
peronismo no despliegue sus aspectos más revolucionarios que para buena parte
del radicalismo son los más revulsivos. Es
importante que Alberto Fernández no cumpla hoy el papel con las intenciones que
Balbín desplegó entonces, eso que hoy espera buena parte del establishment, al
que el único peronismo medianamente potable es el del menemismo ayer o de
Urtubey y similares, hoy.
Alberto Fernández, si
llega a presidente, cosa muy probable aunque nada está aún definido, deberá
moderar, negociar, para reducir o acotar las irritaciones y broncas de los intereses a afectar, sin lo
cual no hay proyecto viable. Sigue vigente aquella afirmación de Perón: “para hacer una tortilla hay que romper
los huevos.”
Pidiendo disculpas
por ser auto referencial, en los primeros días de marzo, en una nota titulada
“Camino de Cornisa” escribí: “Una versión moderada y
timorata es altamente probable que se desbarranque en el camino de cornisa. Una
versión excesivamente radicalizada, sin cintura política, es posible que se
estrelle con el murallón enfrente del abismo. Es necesario una conducción audaz
con cintura política.”
Ojalá la fórmula
Fernández-Fernández lo logre. En ese deseo están involucrados millones de
argentinos, al que un plan despiadado, una pesadilla, los despojó del presente
y les cerró las puertas del futuro. Una
esperanza está despegando. Como dijo Néstor Kirchner el 25-05-2003: “Hoy vengo a proponerles un sueño”
Ese sueño es para la gente y no para los mercados. Cuando un sueño se concreta
deja de ser por lo tanto sueño y es realidad. Un país justo, libre y soberano
es posible, por más difícil que sea. Estamos
en la puerta de la sala de embarque. Un sueño está despegando. El viaje no
estará exento de turbulencias.
22-05-2019
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Publicado
en la Tecla Ñ
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