Triste historia la de Carlos, enfrentó la vida con
valor y con preguntas; lamentablemente, sin respuestas. Vivió con el dolor de
la ausencia y la bronca de la frustración. Vaya este sentido homenaje de Diana
Malamud para Nueva Sión.
Por Diana Malamud *
Conocí a Carlos después del
atentado contra la sede de la AMIA/DAIA (1994). No recuerdo en que
circunstancia ocurrió, seguramente en alguno de nuestros primeros actos.
Carlos se acercó a
los familiares de las víctimas de AMIA porque se sentía, creo yo, solo y
perdido. Él ya era un hombre grande, grande y dolido. No sólo debía hacerse
cargo de sobrellevar su tristeza por la pérdida de su hija, sino que tenía una
nieta de que debían, junto con su esposa, hacerse cargo. Solo como estaba
caminaba las calles y oficinas en busca de explicaciones, en busca de justicia.
Siempre con esa voz ronca y siempre de traje y corbata, enojado, abrumado,
desolado.
Su lucha siempre fue en mucha
soledad. Según me contó una vez, a él le habían pedido que no sea querellante
en la causa, que eso traería problemas. Igualmente no bajó los brazos, siguió
reclamando y reclamando.
Estoy convencida que los actos de los 17 de marzo se realizaban sólo porque Carlos insistía. Si había alguna palabra de protesta en ese lugar, era porque Carlos insistía.
Triste historia la de Carlos, enfrentó la vida con valor y con preguntas; lamentablemente, sin respuestas. Vivió con el dolor de la ausencia y la bronca de la frustración.
Murió sin la paz que debiera brindar la justicia, pero con la honra de haber transitado el camino del reclamo y de la búsqueda de un mundo un poco mejor.
Creo que durante muchos años fui al acto de la Embajada principalmente para darle un abrazo a Carlos. El próximo 17 de marzo, en la calle Arroyo va a haber un nuevo lugar vacío. Ojalá su voz se reproduzca en otros.
Estoy convencida que los actos de los 17 de marzo se realizaban sólo porque Carlos insistía. Si había alguna palabra de protesta en ese lugar, era porque Carlos insistía.
Triste historia la de Carlos, enfrentó la vida con valor y con preguntas; lamentablemente, sin respuestas. Vivió con el dolor de la ausencia y la bronca de la frustración.
Murió sin la paz que debiera brindar la justicia, pero con la honra de haber transitado el camino del reclamo y de la búsqueda de un mundo un poco mejor.
Creo que durante muchos años fui al acto de la Embajada principalmente para darle un abrazo a Carlos. El próximo 17 de marzo, en la calle Arroyo va a haber un nuevo lugar vacío. Ojalá su voz se reproduzca en otros.
*
Integrante de Memoria Activa.
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