EL MACRISMO ES MARXISTA*
Uno de los grandes humoristas fue Groucho Marx.
Exquisito exponente del humor judío estaba basado en frases certeras e
ingeniosas, sacándole lustre y música a las palabras
En nuestro país, la revista Barcelona
se caracteriza por su humor vitriólico, su desparpajo, su ironía despiadada.
Sin embargo, encuentra desde hace tres años una competencia desleal en los
actos y declaraciones del gobierno. Bajo la denominación CAMBIEMOS, un
indudable acierto publicitario, su mejor definición acerca de su propuesta la
proporcionó un acto fallido de la actual gobernadora de la Provincia de Buenos
Aires María Eugenia Vidal cuando eufórica afirmó: “Cambiamos futuro por
pasado”. La coalición electoral tiene la conducción del PRO, la mano de obra
del radicalismo que disfruta de su condición de servidumbre genuflexa y la
pretendida supervisión moral de la autoproclamada fiscal de la República, la primera
actriz Elisa Carrió. Lo paradójico es que la histriónica diputada, acompañada
de una veintena de seguidores, ejerce un poder mucho más potente que el
centenario partido radical, con una fiscalización absolutamente sesgada, donde
el vaciamiento y el endeudamiento del país no entran en sus preocupaciones.
Carrió se burló de los radicales, de los cuales proviene, cuando afirmó en un
acto en Entre Ríos que “los manejo desde afuera, y ese es su castigo por
misóginos”. Y agregó: “Los
radicales harán lo que Macri y yo digamos ¿no es así Benedetti?” le preguntó al
diputado nacional entrerriano de la UCR que integraba el auditorio. Raro
en una mujer hablando de misoginia cuando no vacila en meterse con la vida
privada de otra mujer, en su lucha en el barro contra el ex presidente de la
Corte Suprema Ricardo Lorenzetti.
El
acuerdo Macri-Carrió, tiene la particularidad que el empresario necesitaba
purificar un pasado ético poco defendible por lo cual buscó tener una cobertura
moralista de teflón para presentarse en el presente como un cruzado
anticorrupción. Carrió es la encargada de jugar ese
papel, de volver potable a un presidente que no podría pasar ningún examen,
como lo sabía la chaqueña cuando lo calificaba de contrabandista y gestionando
lo denostaba como un estúpido. Para Carrió significó haber resucitado del menos
del 2% de los votos en las presidenciales del 2011, a superar levemente el 50%
del electorado de la Capital que la eligió diputada en las legislativas del
2017. Más allá de los chisporroteos entre ellos, la ruptura sería un daño
grande para ambos. El poder de Carrió no
deriva fundamentalmente de los votos, sino de La Embajada y de ser la espada
política de Clarín, como Jorge Lanata que fue y sigue siendo ahora con menor
eficacia, el espadachín periodístico del poderoso multimedio. No por mera
casualidad, Carrió y Lanata son amigos.
El irónico escritor Jorge Asís afirma
que el triunfo de Cambiemos estuvo basado en la CCC (no la Corriente Clasista y
Combativa) sino Córdoba, Clarín y Carrió.
Clarín, con la firma del periodista
Santiago Fioriti, el 7 de octubre relata: “Sus encuentros cara a cara nunca son
fáciles. Alguna vez Macri apuró a su
aliada, que buscaba condicionarlo: “Yo soy el presidente”; ella le respondió:
“Pero yo soy Carrió”. Riña entre dos protagonistas que integran la
misma escudería. Remake con distintos actores de la anécdota entre Menem y
Magnetto, donde el mandamás de Clarín calificó a la presidencia como un puesto
menor, ante la suposición del riojano que “el contador”, principal gestionador
del multimedio, aspiraba a su puesto.
En medio de la ofensiva de Carrió
contra el Ministro de Justicia Germán Garavano -al que pretende llevarlo a
juicio político y a quien previamente le pidió su renuncia-, al tiempo que
precediendo en un acto a Macri, aseguró: “Voy a amigarme con el presidente
cuando me lo saque a Garavano”; luego retrocedió diciendo que era una broma, y
volvió a desmentirse a sí misma el día siguiente continuando su ofensiva.
Realizó el ataque más desestabilizador que desde sus propias filas se le haya
hecho al Macri: “Perdí la confianza en el presidente, en lo que se refiere a la
lucha contra la corrupción. Lo quiero mucho al presidente, lo quiero más de lo
que debería. Siempre dije
que el presidente está entre la línea de Angelici y la línea Carrió. Y va a
tener que elegir, y tiene tiempo para elegir. Pero sabe que elige o cae.”
Ante este desplante, los ministros
salieron a defender al presidente, colocando en él y no en Carrió, la vara alta
de la anticorrupción. Barcelona no se lo hubiera imaginado, pero se pudo leer: “Desde el minuto uno Macri ha luchado
contra la impunidad y la corrupción” (Finocchiaro) “Macri es el principal motor
de la lucha contra la corrupción y la persona que más ha hecho por la
trasparencia en nuestro país” (Carolina Stanley)
Siguiendo un razonamiento similar se
podría afirmar: “El odontólogo Barreda debe ser reconocido como un adalid del
feminismo”; “El marino Acosta que fue el mandamás de la ESMA, debería ser
designado como Secretario de Derechos Humanos”; “Jack el destripador, realizó
aportes invalorables al avance de la cirugía”
Groucho Marx escribió: “El secreto de
la vida es la honestidad y el trato justo. Si puedes fingir eso, lo tiene
hecho”
Todo esto mientras se hace apología
del trabajo en equipo, y en realidad parece una escenificación del dúo
Pimpinela, con múltiples conflictos (Bullrich-Stanley; Dujovne -Iguacel; Vidal
y Larreta versus Macri-Peña, entre tantas otras). En el Poder Judicial se pudo
observar en otra versión del dúo Pimpinela en la Suprema Corte, de
interpretación exitosa a cargo de los supremos
Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, que buscaron un momento tan propicio
como una reunión de jueces del G-20. Un adelantado en este aspecto fue el ex
presidente del Banco Central Luis Caputo que renunció a su cargo en el mismo
momento que su gran amigo, el presidente de la Nación, enarbolaba la bandera de
la previsibilidad, mientras pasaba la gorra en EE.UU.
El Secretario de Energía Javier
Iguacel que actúa como escribano que recoge y ejecuta las exigencias de las
empresas energéticas, en la línea operativa del “si pasa, pasa”, convalidó un
pago retroactivo del gas a cargo de los usuarios financiado a tasas usurarias.
El presidente lo reafirmó como único camino. Ante el rechazo generalizado y la
reacción de los radicales, que desmintieron por una vez no estar en estado
cataléptico, el ejecutivo retrocedió. Nuevamente recurrieron al increíble
argumento de la capacidad de reconocer errores, el recurso más transitado por
el mejor equipo de los últimos 50 años, como si hubieran llegado al gobierno
para hacer una residencia de práctica y aprendizaje.
Y pensar que Iguacel reemplazó al
increíble Aranguren que no confiaba en el gobierno del que formaba parte para
repatriar su patrimonio en el exterior. No
se conoce un intérprete más certero que hizo realidad la humorada a Groucho
Marx: “No me gustaría pertenecer a un club que me tenga a mí de socio”.
Lo que siempre tuvieron en claro es
para quién gobiernan, lo que se destaca de manera contundente en el caso del
gas: el intento de transferir veinte mil millones de pesos de los usuarios a
las empresas. Nada menos que un 17 de octubre, como un elefante en un bazar
Mauricio Macri afirmó en la inauguración de un parque eólico: “Cada uno tiene
que cobrar lo que corresponde. Nadie puede pretender más de lo que vale su
trabajo, porque eso deja a cientos de miles de argentinos sin trabajo” Un
mensaje desnudo e impúdico: para las empresas energéticas “Hay que pagar lo que
vale” Traducido: hay que pagar más. Para los trabajadores: “No pueden cobrar
más de lo que vale su trabajo” Traducido: tienen que cobrar menos
El mismo día que el presidente
declara: “Nadie se puede creer por arriba de la ley….” la vicepresidenta
Gabriela Michetti, para salvar las formas, firmó en lugar del presidente un
decreto para dar por cerrada la investigación administrativa sobre la
condonación de la millonaria deuda del grupo Macri en perjuicio del Estado. La
mentira es un componente predominante del ADN PRO. Groucho Marx escribió: “No me importa mentir,
si con ello saco algo”
Es un gobierno que violenta la ley de la
gravedad económica: importa deuda y exporta ahorros; que distribuye en sentido
inverso a lo que lo hace el populismo, es decir de abajo hacia arriba; y que
considera que los derechos de los pobres son privilegios y los privilegios de
los poderosos son derechos. El resultado
son los números en rojo en todos los ítems de la economía, con algunos guarismos
notables: la mayor inflación desde la crisis del 2001 (en el 2002 fue del 41%)
y un endeudamiento sideral.
La ensayista, filósofa y politóloga
belga, Chantal Mouffe, en el prólogo del libro de Edgardo Mocca “El antagonismo
argentino” caracterizó al macrismo de la siguiente forma: “…El macrismo se
presenta como la “nueva política”, como portador de la misión histórica de
refundar la cultura política argentina. Pretende establecer un nuevo orden
hegemónico liderado por los sectores oligárquicos y basados sobre la exclusión
y la resignación de los sectores populares. Negando la existencia de una
confrontación entre proyectos antagónicos, el macrismo reduce lo que representó
el kirchnerismo a una estrategia discursiva para dividir a los argentinos y
asegurar la permanencia de un régimen corrupto. Para deslegitimar a sus
oponentes presenta a todos los que no aceptan su proyecto neoliberal como
fuerzas reacias al progreso y a la realización del interés general”
La imagen de los protagonistas es
penosa: Macri con su humor futbolístico que no causa gracia, sus tropezones
verbales, su genuflexión ante el poder nacional e internacional; Michetti con su verba de jerigonza y su papa
adquirida en la Recoleta (aunque nació y se crió en Laprida); Dujovne como muñeco de la
ventrílocua Lagarde; Patricia Bullrich actual que no se puede reconocer en el
espejo de su juventud; Marcos Peña siempre peleándose con la realidad en nombre
de la verdad, mientras enhebra un collar de mentiras; el rabino Bergman vestido
de árbol y recitando frases de autoayuda en modo capicúa. Humoristas
involuntarios de una revolución de la alegría que riega de dolor y penas al
país.
Si embargo, el relato macrista
desafía una humorada de Groucho Marx: ¿“A quien va a Ud. a creer, ¿a mi o a sus
propios ojos?”
Si la situación la ejemplificamos
mediante los géneros teatrales, lo que para el gobierno es una comedia rosa,
con final feliz, los espectadores la padecen en términos de drama, mientras se
acentúan las medidas que concluyen en un final de tragedia. Los analistas
políticos críticos lo visualizan como un grotesco mixturado con un sainete,
pero observado desde un dron, es un refinado teatro del absurdo. Si se lo
analiza en versión psicoanalítica tenemos un presidente maltratado por su padre
al que intenta probarle que no es el boludo que su progenitor descalificaba y
emprende un camino para probarlo: su tránsito por la presidencia de Boca y la
jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, con éxitos en gran parte
debido a Carlos Bianchi y a Horacio Rodriguez Larreta; y al llegar a la Presidencia de la Nación, su
padre, al que le hizo un juicio por insania, es reemplazado en el maltrato por
Elisa Carrió y sus exabruptos, y Cristine Lagarde, a la que le acaba de
instalar una oficina del Fondo Monetario Internacional en el mismísimo Banco Central
en otra excelsa escena de coloniaje.
Una historia circular con el título
de Síndrome de Estocolmo, mientras por abajo los millones de víctimas se
sienten interpretados por el tango de Enrique Santos Discépolo, “Yira- Yira” en
la parte que puede aplicarse al gobierno cuando dice: “Verás que todo es
mentira”
De no creer.
Macri es marxista, de Groucho Marx
Barcelona sufre de una dura
competencia desleal.
Publicado en la Tecla Ñ
15-10-2018