CLARÍN, 23 DE MARZO DEL
2018
Mayra Arena posteó un texto en Facebook sobre los obstáculos para salir
adelante desde la marginalidad
“Lo escribí a pedido de mi hermana. Somos dos laburantes full time y las
dos estudiamos. Estábamos frustradas de lo que es laburar, laburar, laburar y
nunca ver un mango. Las dos tenemos laburos de hacer el día. Yo soy depiladora
y ella hace limpieza. Me dice ‘vos tendrías que escribir algo
explicando lo difícil que es salir de esto’. Había que explicar por qué
nuestra madre no nos ayuda, sino que nosotros la ayudamos a ella. Me di cuenta
que sino lo explicaba, no se iba a entender por qué ella siempre va a necesitar
ayuda y nosotros, a pesar de ser pobres, podemos hacer algo para dársela”.
Así nació el texto que Mayra Arena (25) publicó en su Facebook hace doce
días y que alteró su rutina diaria. Además de ocuparse de su hijo de 11 años
que empezó la escuela, atender a sus clientas y estar alerta a otros empleos
que podrían ayudarla a vivir un poco mejor, no deja de visitar radios, atender
a otras por teléfono y hasta recibir pedidos insólitos de productores de
televisión. “Nunca me lo imaginé, pero tengo claro que esto dura unos días y
después vuelve todo a la normalidad” le dice a Clarín, en medio de
la vorágine que la llevó de 300 a más de 14.000 seguidores en
su muro, donde suele escribir sobre cuestiones sociales. Y todo a partir de un
personal ensayo sobre pobreza y marginalidad, basado en su dura historia de
vida.
Esa que comenzó en un hogar pobre, junto a una madre adolescente con
problemas debido a la subalimentación, un padre ausente y que ha logrado
sobrellevar gracias a esfuerzo, tenacidad y suerte.
“Con mi hermana tuvimos suerte. Vecinos que nos ayudaron, que nos
invitaron a jugar y la suerte de que, aún cuando dependíamos del comedor del
barrio para alimentarnos, eso no nos afectó cognitivamente. Y fuimos caraduras
a la hora de salir a pedir y que alguien nos diera. Pero no está bueno
quedar librado a la suerte. Estaría un poco más tranquila de saber que las
pibas que están como yo, con un pibe al hombro y sin la posibilidad de ver una
salida, tengan un conjunto de elementos que les garanticen el acceso a una
salud de calidad, la educación o al trabajo”, reflexiona desde su propia
experiencia de vivir siempre en la pobreza, con períodos de descenso a la
marginalidad.
“Hay que hablar con esos términos, porque no hay otros para definirnos.
Nuestra mamá tuvo problemas desde que nacimos, muchos embarazos que le
afectaron el calcio y la dentadura. Todo lleva a que no pueda aspirar a muchos
trabajos y su forma de vida sea la marginalidad. A mi hermana y mí eso no nos
afectó y por eso digo que tuvimos mucha suerte”, reconoce Mayra que a los 14,
cuando quedó embarazada, debió dejar la escuela 22 para criar a su hijo.
Pese a que quería seguir estudiando, en Adultos, no la aceptaban por la
edad. “A los 16 mentí, dije que tenia 19 y conseguí un trabajo que me ayudó
bastante, con un ingreso fijo. Cuando sos pobre, no te imaginás lo que
significa poder llenar una alacena, o una heladera. A mí, eso de salir con
bolsas de un supermercado, nunca lo viví”. Antes y aun después, chocó con la
dificultad para encontrar un empleo duradero.
“La frase ‘acá no labura el que no quiere’ solo la
puede decir alguien a quien nunca le faltó trabajo o que tuvo algún
contacto para trabajar. No tiene la menor idea de lo que es salir a patear,
tirar curriculums y que no te llame nadie. Los que vivimos al costado de la
sociedad, no tenemos conocidos en ningún lado para que nos recomienden”, remarca.
Cuenta la vez que después de tres días seguidos con lluvia, salió en
bicicleta de su barrio y se sumó a una larga cola para entrar a trabajar en una
pizzería en la que, entre decenas de chicas prolijas e impecables, sobresalía
por su ropa empapada y los pantalones y zapatos llenos de barro. “Era un
cachivache, un asco” reconoce.
O cuando se ilusionó con la convocatoria a una segunda entrevista y tras
las preguntas sobre cómo era tener un hijo a los 14 años y vivir tan lejos,
llegó la remanida ‘te vamos a llamar’. Frase impiadosa que anticipa un llamado
que nunca llega. “No me dieron la oportunidad de demostrarles que soy una
mina repuntual y responsable. Y así, te van quedando los peores trabajos
que no te ayudan para salir adelante. Apenas podés poner algo en la alacena,
pero no te sacan del lugar donde estás. Mucho menos progresar. Son changuitas
que vas teniendo y que no te dan ni experiencia ni referencias para
presentar", acota.
“El laburo duro empieza cuando te concientizas de que sos pobre y querés
salir”. En su texto sostiene que estar en la marginalidad es creer que se puede
trabajar y soñar con tener algo. “Pero si no tenés nadie que te lo da, no podés
pagar ni cubrir tus necesidades, no salís. Con creer no podés pagar las
cuentas y darle de comer a tu hijo. Muchos creen que se trata de eso, de
pintarse la cara color esperanza y listo. Pero hay un montón de factores
externos que te pueden empujar a la marginalidad", dice y apunta a las
políticas económicas de largo plazo.
“Desde que nacemos, los pobres estamos
ligados al Estado y a la política. Nacemos en un hospital público, vamos a la
escuela pública, que depende del presupuesto que tenga y al ser grandes,
dependemos de como esté la economía y todo el tiempo de medidas políticas”.
Mayra dice que quiere una clase media que “no prejuzgue tanto y dé más
trabajo” y entre los mensajes que está recibiendo, rescata los de
aquellas familias de mejor posición que dicen ahora tener una mirada diferente
sobre los chicos que piden en la calle, a partir de su texto. También los de
familias pobres que se sienten identificadas con esta joven que a los 21 años,
rindió todas las materias que le faltaban para terminar el secundario y comenzó
a estudiar Ciencias Políticas. Ahora está haciendo materias de tercer y cuarto en
la carrera con la que aspira a “hablar de temas como la pobreza y la
marginalidad no tanto desde lo académico sino a partir de una mirada más
personal”.
Bahía Blanca. Corresponsal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario