La
invocación a la herencia recibida le permitió al gobierno desplazarse a lo
largo de sus primeros quince meses con un hándicap que amortiguó una numerosa
artillería de medidas antipopulares. Enarbolando una crisis no detectada por la
población, tomó medidas que potenciaron la recesión, la desocupación, la
inflación, la desindustrialización, el déficit fiscal, el endeudamiento y la pobreza. Formidable contraste
con el relato de Macri-Durán Barba: “su
llegada a la Casa Rosada permitió al país salir de una severa crisis económica
y lograr una estabilidad que augura años de crecimiento.”
Para
combatir una catástrofe anunciada produjeron una real y concreta.
Acá
no hay errores, sino torpezas en la aplicación de un plan refundacional de la
Argentina que viene a desempatar una paridad, fundamentalmente entre dos
modelos. En los primeros quince meses se produjo una distribución regresiva del
ingreso de los sectores populares y medios hacia los concentrados de la
economía. Más que un ajuste superlativo al estilo neoliberal clásico se usó,
contra uno de sus dogmas, el incremento del gasto público para atravesar los
dos primeros años y con el espantapájaros del populismo y el denuesto al
kirchnerismo intentar ganar las elecciones legislativas de medio término ante
una oposición entre cómplice y desorientada y una dirigencia sindical de una
apatía alarmante. La mezcla de devaluación, ajuste, endeudamiento y apertura de
la economía es una fórmula explosiva de notable poder destructivo. El creciente
rechazo es porque se va corriendo el telón de la pesada herencia y se
exterioriza con claridad el rostro de lo que encarna el macrismo y sus
consecuencias calamitosas. Además el relato construido con técnicas
publicitarias y libros de autoayuda se derrite ante la realidad. En nombre de
la verdad, mienten descaradamente. Invocando un futuro ilusorio se apropian del
presente. Se asumen sin pasado cuando su pasado referencial es la Argentina del
Centenario.
Si
el kirchnerismo falsificaba los números, el macrismo los aproxima a la realidad
y luego los interpreta en el sentido contrario a lo que expresan. Ven brotes
verdes donde sólo hay frutos marchitos. El gobierno ve cercanos oasis donde
sólo hay desiertos. Debe quedar claro: lo marchitado no es un daño colateral sino un
objetivo prioritario. Así el Presidente les anuncia a los jubilados que
mejoraron sus haberes en el último año en un 10% cuando los números oficiales
demuestran que por el contrario ese porcentaje fue de caída en igual lapso.
La
denominada reparación histórica es en numerosos casos una abdicación de
derechos, recibiendo en los retroactivos un 24% de lo que les correspondería y
en el haber mensual un 65%.
Pueden
afirmar que cae la desocupación cuando las empresas cierran por centenares y
por miles y las suspensiones están a la orden del día.
Los
funcionarios del gobierno mienten descaradamente mientras impertérritos afirman
que reivindican la verdad. Enarbolan la honestidad desde la presunción que un
rico no roba, mientras se apropian de los negocios más rentables. Como “La
Argentina SOCMA” la calificó el escritor Jorge Asís. Abren varios frentes como
en privado, afirmó socarronamente Esteban Bullrich: “el gremio docente se
focaliza en resistir una iniciativa mientras avanzamos en todas las demás.
Cuando se dan cuenta que alguna ya se implementó, van detrás de esa y avanzás
en todas las restantes.”
El
remanido argumento de la mala comunicación oculta que no hay buenas noticias
para dar.
A
falta de ellas se miente sobre mejoras inexistentes.
Actúan
sibilina e hipócritamente: en las tarifas retrocedieron en público y reforzaron
el avance sigilosamente.
Es
una derecha brutal en un envase deliberadamente vendedor. Para llegar al
objetivo refundacional y no tener los habituales conflictos de fin de año
negociaron hábilmente con las organizaciones sociales. Con cintura política
sacaron en absoluta minoría la mayoría de las leyes, con la complicidad de un
Partido Justicialista desorientado y un Frente Renovador que es hasta ahora, la
segunda marca del macrismo.
Avanzan
como una aplanadora, con el objetivo de obtener resultados irreversibles. En muchos aspectos parecen principiantes
pero no debe subestimarse a un partido que en 14 años entró triunfalmente a la
Rosada, recolectó referentes peronistas, concretó una alianza con el
radicalismo al cual subordinó y es el primer partido de derecha que llega al
gobierno democráticamente.
Todo
ello no debe ocultar que lo que se
presentan como errores son algunas torpezas, cuando no sondeos para concretar
sus propósitos. No hay un “errorismo de estado” sino el equivalente que los árbitros de fútbol permisivos
sintetizan en el “siga, siga”, traducido
políticamente como “sí pasa, pasa”. Reconocer como errores los que son avances
fallidos por el momento, les rinde. Su
reiteración a nivel de abuso entra en contradicción con la aseveración del mejor equipo de los últimos cincuenta
años. La modestia impostada no disimula la ineptitud. Hasta los periodistas
oficialistas y amigos se incomodan y perturban. Marcelo Longobardi habló de un
gobierno jardín de infantes dirigido por tres maestras jardineras”; Fernando González en Clarin tituló: “Gobierno
de CEOS, gobierno de pasantes”. Joaquín
Morales Solá tituló: “Un gobierno que agotó el margen de errores”. Todos ellos
llaman errores lo que perjudica el objetivo de fondo que es la refundación
conservadora del país. No son las
terribles consecuencias lo que les preocupa sino que no se alcancen las metas
que comparten y regrese el insoportable populismo.
Macri
ha tupacamarizado sus 23 ministerios. Cada ministro es representante y tiene
intereses en el área que regentea. Todo ello se traduce en un grotesco donde no
necesariamente el nombre del Ministerio responde a su contenido: el Ministro de
Producción es en la práctica el representante de los importadores; el de
Trabajo es el delegado de los empresarios; el de Comunicaciones es como si
figurara en la plantilla de empleados de Clarín; el de Ciencias y Tecnología se sacó la careta y
es un intérprete de los intereses privados en el Estado; el Ministro de
Comercio tiene intereses en el mercado supermercadista y así siguiendo….
No
se debe caer en la ingenuidad de suponer que hay que convencer al gobierno de
cambiar el rumbo. El objetivo final implica la desindustrialización porque debilita hasta
a la anemia al actor social que dio origen al peronismo y termina con los
conflictos sociales de las crisis recurrentes del sector externo. Sólo quedarán
las industrias eficientes internacionalmente, vinculadas al sector
agro-exportador. Todo lo demás se importará y cuando no alcancen las divisas del sector exportador se restringirán
las importaciones sin mayores costos sociales. Se achicará el Estado al mínimo
por lo que hay que desprenderse de Aerolíneas Argentinas, la jubilación
estatal, Aguas Argentinas; se privatizará Ciencia y Tecnología, e incluso las
consideradas funciones básicas pueden tercerizarse total o parcialmente.
Seguirán los subsidios sólo para los que no lo necesitan, en un derrame intenso
de abajo hacia arriba. La reforma impositiva se deja en manos de los ultraliberales
de FIEL.
Todo
ello enmarcado en una política exterior subordinada y genuflexa.
Para
aplicar integralmente la segunda parte del plan colonial es condición imprescindible que el gobierno
gane las elecciones de medio término y luego habrá que exportar los millones de
argentinos excedentes.
Los destrozos y víctimas
son de una envergadura importante que teóricamente alejarían la posibilidad de
un triunfo oficialista en octubre. Pero para que la bronca se canalice
electoralmente tiene que haber alternativas que aún están lejos de
visualizarse. La dispersión ajena es por el momento la carta esperanzadora del
oficialismo.
Es
el capitalismo en su forma más brutal y descarnada. Por ello los despidos son
sin anestesia, la desocupación se usa para esterilizar cualquier reclamo y la
flexibilización laboral se aplica de facto. Hay un clima de época para que el capital
actúe sin freno ni límites.
A
medida que se recortan sus derechos, al trabajador sólo lo dejan con sus
obligaciones y su sueldo que se deteriora. Y todo eso es una panacea al lado de
la infinita crueldad de la desocupación.
No es que no entiendan, sino
que creen realmente que exportar cuero e importar zapatos es una panacea,
cuando en realidad equivale a caminar descalzos.
Se
podría adaptar la famosa carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar, al contexto
democrático con falencias en el que desenvuelve su accionar el primer gobierno
de derecha que ganó legítimamente en las urnas: “Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los
que reconocen como errores son destrucciones planificadas y lo que omiten son calamidades"
Hay
momentos que en este gigantesco retroceso parece cobrar vigor la aseveración de
Lucio Colletti, el teórico marxista italiano: “La democracia burguesa, la
democracia liberal, es el poder de la minoría contra la mayoría, de la parte
contra el todo, de los pocos contra el
pueblo”
A
su vez Martin Luther King decía: “Nada
en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez
concienzuda.”
Para
restablecer el optimismo, nada mejor que recurrir a un clásico como
Shakespeare: “La oscuridad más profunda es la que precede al amanecer.”
23-02-2017
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