El 24 de
octubre se subió a EL TREN, uno de los secretarios generales de la CGT, Juan
Carlos Schmid. Un viaje hacia lo profundo del mundo sindical. Los
posicionamientos de la CGT ante la dificilísima situación económica. ¿Por qué
se ha levantado el paro? ¿Se han resignado a una pérdida importante del poder
adquisitivo de los salarios? ¿Por qué no se ha elaborado un programa de diez
puntos para presentarlo y exigirle al gobierno? ¿Cómo caracteriza al gobierno
de Mauricio Macri? Sus críticas a Hugo Yasky. La influencia del Papa. Su
afirmación categórica que nunca integraría el Frente Ciudadano. Su ruptura
definitiva con Cristina Fernández. Apenas algunos de los temas tratados en
treinta minutos de inusitada intensidad ¿Se van a quedar sin saber? Los vemos
subiéndose a ocupar sus respectivos asientos en el vagón asignado. Partimos
El
TREN, UNA VOZ DIFERENTE PARA ESCUCHAR, REFLEXIONAR Y DISCUTIR
UN PROGRAMA
QUE NO TE LA DEBE, QUE SÓLO CIERRA, CON TODOS SUS OYENTES
ADENTRO
30 octubre 2016
29 octubre 2016
28 octubre 2016
NÉSTOR KIRCHNER
Esta nota fue escrita a la tarde del 27 de octubre del
2010, inmerso en la conmoción que me produjo la muerte de Néstor Kirchner.
Acudí a ella, después de seis años, con el temor de haber dicho cosas
de las que ahora me llevaran a arrepentirme.
Confirmo todos y cada uno de los conceptos entonces escritos
Murió un luchador. El hombre que recuperó
el valor de la palabra política. El que la rescató como instrumento insuperable
para transformar la sociedad. El que decidió
rescatar la dignidad nacional rematada en la segunda década infame. El que
asumió la presidencia con apenas el 22% de los votos y con el país sumido en
las consecuencias pavorosas de la peor crisis de su historia. El que negoció la deuda externa con una quita
que la sociedad en sus sectores mayoritarios consideraba imposible. El que
recuperó una economía arrasada. El que rompió con las supervisiones periódicas
del FMI y denostó sus indicaciones que desde 1956 aprisionaban al país y lo conducían al
suicidio. El que se enfrentó con diferentes corporaciones, como prerrequisito
para diseñar otro país. El que acudió para que accedieran a la jubilación los
desamparados de las AFJP y del neoliberalismo. El que siguiendo el legado de los próceres de
la independencia tuvo
un proyecto latinoamaericano, coronado con la
presidencia de la UNASUR. El que le dijo no al ALCA cuando visitó el país el
presidente George Bush. El que le abrió las puertas de la Casa Rosada a las
organizaciones sociales y a los organismos de derechos humanos. El que
consiguió que la economía se subordinara a la política. El que recuperó el peso
de la clase obrera devolviendo parte de la legislación laboral arrasada, las
convenciones colectivas, las paritarias. El que trató de ponerle un freno al
mercado recuperando parte del poder del Estado. El que continúo con el
juzgamiento de los horrores del pasado, después de conseguir que se anularan
las leyes de obediencia debida y punto final. El que auspició y concretó una Suprema Corte
impecable. El que dispuso como política de estado no reprimir la protesta
social. El que no temió enfrentarse a la Iglesia retardataría
ni a las tapas de Clarín.
Murió un militante. Con la carga de
grandeza que la palabra implica y que fue devaluada tantas veces desde la antipolítica. Que
ocupó un lugar por momentos desproporcionado en la presidencia de su mujer con
la que constituyeron una sociedad política, denostada por la oposición, los
sectores económicos y el periodismo hegemónico con su prédica canallesca: esos
que hablaban del matrimonio presidencial, el jefe de la jefa de estado o el ex
presidente en ejercicio de la presidencia. Murió
un militante. El que acompañó solidariamente a Cristina Fernández en los
hitos de su presidencia: la resolución 125 que enfrentó al gobierno con las
patronales del campo, la estatización de Aerolíneas y de las AFJP, la
asignación por hijo, el matrimonio igualitario, la ley de medios audiovisuales
y Papel Prensa que lo enfrentó con los grupos mediáticos mayoritarios.
Murió Néstor Kirchner, al que puede aplicarse
aquella frase de John William Cooke: “Sólo ganan
batallas los que están en ellas”
El
presidente que volvió a ilusionar a muchos jóvenes que no eran seducidos por la
política y que cumplió en gran medida su promesa inicial: “No dejare mis
convicciones en la puerta de la casa de gobierno”
Murió un hombre que consagró su vida a
la política con una enorme pasión. Incluso algunos de los puntos negros de su
vida como su vocación y hasta gula hacia la riqueza lo hizo como
instrumento para la carrera política. Forman parte de su pasivo, la intención
de maquillar con heroicidad etapas de un pasado que carecían de esos atributos,
manejos poco claros como los famosos fondos de Santa Cruz, algunas franjas de
corrupción en su gobierno, la tendencia a imponer antes que a persuadir.
Fanático
de Racing, con fuertes dosis de arbitrariedad, los hechos notables que consumó
y sus discursos desafiantes y certeros dividieron a una sociedad argentina con
apoyos populares y
con odios viscerales. Muchas de las páginas escritas por el denominado
periodismo “independiente” y
hechos y declaraciones de una oposición con reminiscencias del
primer centenario y del menemismo, pueden inscribirse en una antología de las
páginas que compitan con las más miserables de la historia argentina. La
alegría encubierta o manifiesta de los sectores económicos y de sus
voceros políticos y periodísticos en los dos accidentes cardíacos anteriores,
recordaron los brindis indignos que se hicieron en ocasión de la muerte de
Evita.
El
kirchnerismo (denominando de esa forma el período
2003-2011) fue en muchos aspectos una ruptura importante con la década
del noventa que le costó sufrir una obstrucción empedernida de los sectores
afectados, y en otros aspectos un continuismo por el cual padecía las críticas
de una izquierda y centroizquierda, que al no percibir las diferencias con lo
que se dejaba atrás, terminó siendo funcional a los que sangran por las
heridas.
Los gobiernos de Néstor Kirchner y de
Cristina Fernández, con sus más y con sus menos, son los mejores que ha
conocido el país, junto con los de Yrigoyen y Perón
en el siglo XX y XXI. Fue en ese sentido también, el más peronista de los
gobiernos que usaron esa denominación. Los que no lo reconocieron desde sus
propias filas como tales, son aquellos que nunca dejaron de ser menemistas, esa
excrecencia del justicialismo. Los que no se equivocaron fueron los que siempre
se opusieron a los gobiernos populares, los que invocan sus defectos
pero lo atacan por sus virtudes.
Murió Néstor Kirchner. Con sus dosis de
omnipotencia que lo llevaron a minimizar su segunda crisis cardíaca, que no
tenía la gravedad que los buitres le atribuían, pero que necesitaba un período
de tranquilidad que el ex presidente desechó con una vocación política suicida.
Murió Néstor Kirchner, cuando solo tenía 60 años en un luminoso día de primavera, feriado por
el censo, cuya realización fue cuestionada por sectores de la oposición y de
medios capaces de exteriorizar sin pudores sus miserias más profundas.
Su
muerte abre un interrogante sobre la sostenibilidad de los avances concretados.
Los déficits en la construcción política organizativa, una de sus limitaciones,
incrementa la magnitud de la incertidumbre. Afortunadamente se encuentra en el
ejercicio de la Presidencia de la Nación un cuadro político de envergadura que
deberá remontar la soledad personal y el vacío de tamaña ausencia.
Ya
se puede observar y escuchar que aquellos que lo combatieron hasta la
descalificación extrema, encuentran en el Kirchner muerto las virtudes que le
negaron cuando era el actor vivo excluyente.
Tal
vez convenga adecuar ligeramente las líneas que Rodolfo Walsh escribió en la
portada del diario Noticias por la muerte de Perón, bajo el título DOLOR: “El ex
presidente Néstor Kirchner, figura central de la política argentina de la última
década, murió hoy
a las 9,15 horas. En la conciencia de
millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más
allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un político
excepcional.”
27-10-2010Siete años de vértigo y pasión Por Mario Wainfeld
Los imponderables, lo inesperado, el azar, la “fortuna” como expresaba
Maquiavelo signaron la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia. Fue una
carambola dichosa de la historia, pudo ocurrir de otro modo.
La ecuación se invirtió en el prematuro y abrupto fallecimiento, que hoy
se recuerda. Constituyó un golpe tremendo, la privación de un líder que tenía
mucho para ofrecer. La desdicha se agravó con la partida del presidente
venezolano Hugo Chávez. Los impactos en la política nacional y regional fueron
y son rotundos.
A la suerte, dicen con razón, hay que ayudarla. Kirchner lo hizo desde
el primer momento, concibiendo el golpe de fortuna como una gran oportunidad.
Cuando recaló en la Casa Rosada no lo conocía la mayoría de los argentinos,
incluyendo muchas personas que lo habían votado, en procura del mal menor.
En mayo de 2003 Lula da Silva llevaba cinco meses como presidente de
Brasil. Ambos se recelaban, pensaban que el otro era demasiado reformista o
tibio o no confiable o todo junto. Kirchner apenas conocía a Chávez y pensaba
que la sociedad venezolana se asemejaba más a la Argentina de 1955 y no a la
del siglo XXI. Demasiado antagonismo de clases, un esquema productivo muy
primario. Por si hace falta aclarar: creía que era un estadio a evitar y no a
imitar.
Evo Morales, Tabaré Vázquez y Rafael Correa no eran, aún, presidentes
estables de Bolivia, Uruguay y Ecuador. Kirchner y Lula, en su primera acción
regional conjunta enviaron una misión a Bolivia para lubricar la salida del
poder del cipayo y sanguinario presidente Gonzalo Sánchez de Losada y
posibilitar elecciones libres en las que Evo ganaría por primera vez. Luego,
Argentina y Brasil, con los dos mandatarios ya nombrados y la continuidad de
sus sucesoras Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff
defendieron la estabilidad en Bolivia, reaccionando de conjunto contra
tentativas golpistas. Correa recibió apoyos similares, en dos ocasiones ante un
conato de golpe de Estado policial y una agresión armada de Colombia.
- - -
La política económica y social del primer kirchnerismo
promovió millones de puestos de trabajo, redujo la pobreza y la indigencia,
amplió la cobertura jubilatoria.
En la despedida a Kirchner, seis años ha, cientos de miles o millones de
personas que no lo conocían ni se prendaron de él velozmente lo lloraron y
homenajearon.
Todos los presidentes de América del Sur (comprendiendo a los de derecha
como el colombiano Juan Manuel Santos) lo honraron y, rara avis, también lo
lloraron.
Lo que hizo Kirchner en ese ínterin fue aprender, persistir en sus
principios e ideas fuerza, reacomodándolas a las circunstancias.
El hombre había viajado al exterior mucho menos que casi cualquier otro
argentino de clase media o alta. La política internacional, se le antojaba, era
un perdedero de tiempo entre diplomáticos de carrera frívolos o protocolares.
No le atraían las tratativas con intendentes del Conurbano, un pantano de
roscas o reuniones también distractivas.
Prestamente, captó que “todo era política”, funcional (si se hacía bien)
al objetivo de ampliar el poder del estado, de construir autonomía nacional.
Amplió la agenda, se capacitó en la gestión, sin renegar del juego que mejor
jugaba y más le gustaba: las medidas laborales y sociales, la economía política
de un gobierno nacional y popular.
Intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz…este cronista le
escuchó reconocer con franqueza que desconocía la pobreza del NOA y el NEA, tan
diferente a la de su Patagonia. La percibió en campaña y luego en “n” viajes y
visitas.
No paraba nunca, se despertaba al alba, leía los diarios de pe a pa, llamaba sus ministros en horarios madrugadores (para
ellos) novedosos. Trabajaba 24 x24, generaba emulación por el ejemplo y porque
lo transmitía cotidianamente.
- - -
Se acusa a Kirchner de haber aplicado el teorema de Raúl Baglini al revés. Extraño cargo, desde ya. Los dirigentes,
teorizó el agudo y posibilista legislador radical, van corriéndose a derecha a
medida que se acercan al poder. Kirchner, se indignan muchos de sus
adversarios, hizo lo contrario. Se le imputa haber defendido con más
consistencia los derechos humanos en su momento nacional o haberse implicado
con ampliaciones de derechos (matrimonio igualitario, por nombrar una
restallante) que menoscababa antes. Hay dos reparos evidentes, pongámosle
previos. Uno, que en competencia comunal o provincial es imposible hacer tanto
como en la nacional.
Dos, que es inexacto. Kirchner siempre sostuvo su empatía política y
emocional con las víctimas del terrorismo de estado. Y con el tiempo se
conocieron pronunciamientos suyos sobre la igualdad de géneros y la tolerancia,
anteriores al 25 de mayo de 2003. Uno, muy repetido en la ahora denostada
televisión oficial, fue un reportaje con el periodista Juan Castro.
Esas observaciones, empero, no van al núcleo. Kirchner refutó de hecho el
teorema de Baglini: en la cima del poder fue más
progresista, más abierto a la diversidad, y a nuevos derechos cuando el manual
de los presidentes predicaba lo contrario. A este cronista se le debe escapar
algo porque en su escala de valores se trata de una virtud.
- - -
Los razonamientos contra fácticos son imprescindibles e incorroborables. Propongamos uno, sencillo: una reseña
sintética e incompleta de lo que no hubiera pasado si Carlos Reutemann hubiera aceptado ser candidato en 2003 y hubiera
ganado.
Hubiera dejado intactas las leyes de la impunidad sin reabrir jamás los
juicios por crímenes de lesa humanidad. Tales eran la prédica y los pactos
anudados entre el ex presidente Eduardo Duhalde, el radicalismo y la Corte
Suprema menemista.
Esta habría quedado a salvo del juicio político masivo. Por ahí, alguno
de sus impresentables miembros podría haber renunciado. Jamás los hubieran
relevado dos juezas y tampoco un magistrado de los quilates de Raúl Eugenio Zaffaroni.
El canje de deuda era ineludible pero la capacidad de tensar la cuerda
de Kirchner jamás habría sido alcanzada por Lole Reutemann.
Las jubilaciones ampliadas a quienes no cumplieron con los aportes o las
de las amas de casa estaban a años luz del ideario del pejotismo
tradicional.
Un patrón de estancia jamás hubiera tutelado a los peones de campo. Ni
reconocido derechos a las empleadas de casas particulares, caramba.
Desafiar al presidente norteamericano George W. Bush en la Cumbre de Mar
del Plata contradecía la lógica del centro derecha peronista.
Y eso solo para empezar, sin mencionar los cambios institucionales
profundos consagrados por ley durante las presidencias de Cristina Fernández de
Kirchner.
- - -
El presidente hiper quinético
era un tipo emocional, que buscaba el afecto de las personas de a pie. Se
zambullía (literalmente) entre ellas, se emocionaba visiblemente. No es novedad
porque el peronismo provoca adhesiones racionales y genera pasiones. Quienes no
las comparten tienen severas dificultades para entenderlas, ni qué decir
admitirlas.
Kirchner comenzó a recibir pruebas de la pasión popular tras largo
andar. Primero fueron los jóvenes, luego personas del común.
No pudo participar a pleno en un acto convocado por La Cámpora en el Luna Park donde el afecto se hacía oleada.
Pero claro que lo percibió.
Se fue como siempre anduvo, a toda velocidad. Poco tiempo antes había
jurado como titular de Unasur en Campana y salió carpiendo al Congreso para
buscar voto a voto la aprobación de la ley de Matrimonio Igualitario. Una
síntesis de sus aciertos, su vocación, el modo en que puso el cuerpo.
Quienes lo despidieron y lo lloraron le reconocieron legitimidad por lo
hecho, lo construido, las reformas, los avances. Desconocido al asumir, le
dijeron adiós como a Perón y Evita. Se lo había ganado a pulso.
Por eso, básicamente, la derecha argentina lo quiere reducir a una
parodia, una caricatura intentando evitar la discusión política y negar la
historia.27 octubre 2016
LA CIENCIA ARGENTINA EN PELIGRO
Declaración de científicos argentinos residentes en el exterior ante el
recorte presupuestario en CyT proyectado para 2017
DECLARACIÓN EN APOYO A LA MOVILIZACIÓN AL CONGRESO DE LA NACIÓN,
CONVOCADA PARA EL DÍA 27/10/2016
Los abajo firmantes somos científicos Argentinos radicados en el exterior. Ante el recorte presupuestario proyectado en ciencia y tecnología para el año 2017, queremos sumar nuestra voz de apoyo a los reclamos por la continuidad de las políticas de crecimiento y expansión del sector.
Los abajo firmantes somos científicos Argentinos radicados en el exterior. Ante el recorte presupuestario proyectado en ciencia y tecnología para el año 2017, queremos sumar nuestra voz de apoyo a los reclamos por la continuidad de las políticas de crecimiento y expansión del sector.
Algunos de nosotros emigramos hace ya muchos años,
perseguidos por razones ideológicas o simplemente en busca de oportunidades que
no lográbamos encontrar en Argentina. Otros, lo hicimos durante la última
década, en condiciones muchísimo más favorables, buscando experiencias nuevas,
formaciones diferentes, pero no por la falta de un sistema científico que nos
albergara.
La situación actual es sumamente delicada. Una
disminución en la inversión en ciencia y tecnología afectaría gravemente las
bases de un sistema científico competitivo; alterando no sólo la cantidad de
puestos de trabajo y formación de su personal, sino también la financiación
disponible para llevar adelante actuales y futuros proyectos de investigación.
Como recursos humanos formados en Argentina nos sentimos parte del sistema, y
aspiramos a que exista una estructura que permita a los investigadores
argentinos residentes en el exterior, reinsertarse eventualmente como
trabajadores de la ciencia en nuestro país. Entendemos que esta nueva realidad
nacional, y del sistema científico y tecnológico en particular, nos cerraría
las puertas y cambiaría radicalmente nuestras perspectivas.
Creemos firmemente que nuestras instituciones
democráticas son capaces de enfrentar esta situación que se plantea adversa,
garantizando la continuidad de un proceso que nunca será exitoso si no se
transforma en una verdadera política de Estado.
Grupo Ciencia y Técnica
Argentina (CyTA)
Investigación y Desarrollo para la Inclusión
Investigación y Desarrollo para la Inclusión
Miembros: Adrián
Paenza; Alberto Kornblihtt; Ana Franchi; Andrea Gamarnik; Andrés Kreiner;
Carolina Mera; Daniel Filmus; Diego Hurtado; Diego Tatian; Dora Barrancos;
Eduardo Dvorkin; Federico Robledo; Felix Requejo; Graciela Morgade; Hugo Aimar;
Jorge Aliaga; Jorge Geffner; José Paruelo; Juan Pablo Paz; Luis Alberto
Quevedo; Marcelo Ruiz; Mirta Susana Iriondo; Osvaldo Uchitel; Pablo Nuñez;
Raquel Chan; Roberto Salvarezza; Rolando González-José; Sandra Carli
LA OPINIÓN DE ADRIAN PAENZA
Publicado en “Pagina 12” 23-10-2016
Dos episodios
Por Adrián Paenza
Todos los años, alrededor de la segunda
semana de septiembre, los primeros mandatarios de todos los países del mundo se
encuentran en la “capital del mundo”: New York. Yo iba caminando apurado con un
programador norteamericano (Kevin Bryson) para no llegar tarde a una
representación teatral a la que estábamos invitados. El verano llamaba a que
hubiera más gente paseando que la que uno encuentra habitualmente cuando camina
por la quinta avenida y en un momento determinado, en forma totalmente
inesperada, vi a Ginés González García caminando hacia mí. Lo había conocido
hacía poco, cuando Duhalde estaba aún a cargo de la presidencia, especialmente
porque en tanto que Ministro de Salud había sido uno de los defensores más
importantes de la ley en favor de los medicamentos genéricos. Kirchner lo había
ratificado a Ginés y su participación directa para que se sancionara la ley
había despertado en mí una corriente de simpatía.
Ginés, con su cuerpo imponente y
voluminoso (al menos en ese momento), me abrazó y me dijo: “¿qué hacés acá?” Le
expliqué que estaba llegando tarde al teatro y que deberíamos posponer
cualquier charla hasta otro momento. Pero él no me quería dejar ir. Me tomó de
los hombros y me hizo dar vuelta mientras me decía: “Mirá quién está allí”. Y
“allí”, significaba una comitiva de argentinos que rodeaban al presidente de la
nación que venía, justamente, de la asamblea de las Naciones Unidas. Cuando me
disponía a caminar hacia él para saludarlo, me sorprendió que fuera él quien
inició su camino hacia mí, detalle que nunca me voy a olvidar. Entre quienes lo
rodeaban, estaban Marcelo Stubrin y José Octavio Bordón. Kirchner se acercó y
me dijo: “Venite con nosotros. Estamos yendo al consulado. Queda acá a la
vuelta”.
Le dije que no podía y Kirchner
insistió: “¿Le vas a decir que no al presidente de la nación?” Y sí. Le tuve
que decir que no. Más allá de que estaba vestido en vaqueros y zapatillas,
había gente que me esperaba y le dije: “Néstor, si yo voy, va a haber 500
personas. Yo me voy a quedar contra una pared, charlando con alguien que no me
interesa y a vos te voy a ver desde lejos”. “De acuerdo”, me concedió. “¿Cuándo
volvés al país? Necesito pedirte algo”.
Y así fue. Un par de meses después, me
encuentro en un lugar al que no fui muchas veces, posiblemente cinco: la
oficina del presidente en la Casa Rosada. De la parte del diálogo que voy a
reproducir acá, hay un solo testigo vivo: Miguel Núñez. En ese momento Miguel
era el “vocero presidencial” o “jefe de prensa”... no sé, algo así. Yo le había
traído un libro que había escrito Juan Enríquez, y le dije que debería
invitarlo al país para conversar con él para hablar sobre el futuro. Me escuchó
interesado pero él tenía otro objetivo. Teníamos poco tiempo y su pedido fue
muy concreto: “Necesito que elijas diez, quince, veinte –como mucho–
científicos argentinos. Elegí los más representativos. Quiero hablar con ellos.
No los invites acá, quiero hacer una reunión privada, en donde el objetivo es
que hablen ellos. Yo los quiero escuchar a ellos... quiero aprender. No puede
ser que estemos siempre hablando de los sueldos y del presupuesto. Yo me voy a
ocupar de que eso no suceda más. Quiero incorporarlos a la mesa grande del
país, adonde se toman las decisiones. Hablando de lo que vos me proponías sobre
Juan Enríquez, quiero que ellos formen parte de quienes piensen el país en el
que queremos vivir. Otra cosa: ¿cómo puede ser que los becarios del CONICET
cobren 800 pesos? Es una barbaridad. Tenemos que hacer algo al respecto”.
Segundo episodio
Cuatro años más tarde, el encuentro no
fue casual, sino programado. En lugar de Néstor fue Daniel Filmus, por entonces
ministro de educación, quien me pidió que organizara una reunión con algunos de
los científicos argentinos que estaban trabajando en la costa este de los Estados
Unidos. Aprovechando la visita de los dos Kirchner (Cristina y Néstor) a la
asamblea de las Naciones Unidas, el objetivo de Filmus era que Cristina
(entonces solo candidata aunque casi seguro ganadora en las elecciones del mes
siguiente), tuviera interacción con ellos, los escuchara y se “educara” en lo
que terminaría siendo la incorporación de un nuevo ministerio del gabinete
nacional: el ministerio de ciencia, tecnología e innovación productiva. Fue
también ese día en el que la entonces candidata conoció a quien es el actual
ministro del área.
La decisión de los dos Kirchner fue
siempre muy clara para mí. La ciencia tendría un lugar privilegiado y, muy en
particular, los científicos argentinos, los proyectos argentinos, la tecnología
argentina. Los dos estuvieron siempre decididos a que ese quiebre fuera no solo
nominal sino que hicieron lo necesario para producirlo o ejecutarlo: inyectar
dinero.
No hace falta ser un historiador con
experiencia para entender que los doce años de kirchnerismo no llevaron al país
a la panacea en donde todo se produce en el país, en donde no necesitamos más
importaciones y en donde todo el mundo vive esa suerte de Argentina Año Verde
de la que se hablaba hace 30 años. No, claro que no. Pero también está
clarísimo que las políticas públicas apuntaron en la dirección que los dos
presidentes querían.
Ahora, todo cambió. Hoy, los
científicos repatriados están preocupados porque tomaron decisiones de vida que
no saben si serán sustentables. Hoy, quienes tienen proyectos a mediano y largo
plazo, no saben si los van a poder terminar. Hoy, los protagonistas del
proyecto de país que incluía, entre otros, satélites argentinos, aceleradores,
robots, semillas, medicamentos, vacunas... no saben qué es lo que va a suceder
con ellos.
Y ese es el punto crítico de esta nota.
El problema es que a este modelo de país no le hace falta la ciencia o, mejor
dicho, no le hace falta la ciencia argentina, porque está pensando en comprar
afuera, en alquilar los servicios que podríamos ofrecer nosotros, en la
supuesta libre competencia en donde –inexorablemente– perdemos por goleada, en
el endeudamiento en lugar de la inversión en el país.
Hacer política es establecer una tabla
de prioridades. La cantidad de dinero no es infinita. No es posible atender
todas las necesidades de todos. Pero decidir en dónde se pone el acento implica
apuntar a lo nacional o lo importado, a lo propio o a lo ajeno, a la defensa de
todos o a la de algunos pocos, a que “pobres hubo siempre”, a que “para qué
queremos tantas universidades”, el Conicet es inviable, a decir que llevarían
el porcentaje del PBI dedicado a Ciencia y Técnica al 1,5 por ciento pero ante
la primera oportunidad que tienen, reducirlo respecto del que hubo ¡el año
pasado!
Y lo que es mucho peor, es que nadie se
haga cargo. El poder ejecutivo tiene todo el derecho de enviar su proyecto de
presupuesto para que sea debatido en el Congreso. Ganó las elecciones y así
funciona la democracia. Pero lo que resulta entre gracioso y patético, es
tratar de engañarnos haciéndonos creer que no hacen lo que sí hacen. ¿Por qué
no enfrentar a la población y decirle con todas las letras que en el proyecto
de país que tienen, la ciencia argentina sobra? Porque no lo pueden hacer,
porque no se atreven a hacerlo. Pero el rey está desnudo y cada vez está más
claro.
Y una última cosa: en nuestro país, no
hay ningún segmento que esté más organizado y más preparado que los estudiantes
de todos los niveles y la comunidad científica para defender el terreno ganado.
Tenemos una historia y una tradición en defender la educación pública, laica y
obligatoria, y esa es una línea que no van a poder mover.
Mientras tanto, mientras el presupuesto
se debate en el Congreso, el ministro del área y el presidente del Conicet
están en Europa. Interesante forma de ponerse al frente de la defensa de lo que
tanto nos costó construir. Nosotros, en cambio, estaremos todos reunidos el
próximo jueves 27, a las 4 de la tarde, justamente enfrente del mismo Congreso
para recordarles a quienes deciden que el país no puede permitirse el lujo de
ir hacia atrás. Ni un científico menos, ni un proyecto menos. Más becarios, más
presupuesto... ¿Uno y medio por ciento dijo?