Hugo Presman realiza un balance crítico
sobre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y las posibilidades del
kirchnerismo-peronismo de disputar poder. Las expectativas favorables del
macrismo están atadas a la superación de la complicada situación económica. “Si
las expectativas se derrumban, la vulnerabilidad del gobierno emprenderá un
descenso vertiginoso.” afirma Presman.
Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
Los méritos de los gobiernos
kirchneristas, así como sus limitaciones, insuficiencias y errores, los
he señalado cuando se producían. Apoyé las medidas fundamentales tomadas,
y mi evaluación positiva del kirchnerismo no necesita, para afirmarla,
hacerle fotoshop a sus debilidades y miserias. Este
posicionamiento es similar con todos los gobiernos nacionales y populares que
se han dado en el país y en América Latina.
Considero importante reflexionar
crudamente en un momento donde el gobierno actual no sólo ha desmontado en apenas siete
meses una parte importante de los avances de más de una década, sino que
también ha agravado los problemas heredados. Al mismo tiempo es importante
encontrar una explicación de la base de sustentación social que mantiene el
macrismo después de adoptar el menú de medidas impopulares más concentrado
desde 1983.
Si bien la ofensiva sobre los déficits
de kirchnerismo tiene por objetivo real desmantelar sus avances, es cierto también que todo indica que
hubo en muchas áreas un manejo desaprensivo de los fondos públicos, para lo
cual fue imprescindible conscientemente desmantelar organismos de control y
archivar sin tomar en cuenta aquellos informes de los que sobrevivieron y
alertaron sobre situaciones irregulares. Si bien la corrupción es el caballito
histórico y habitual del establishment, precisamente enarbolado por aquellos
que están especializados en quedarse con el país, eso no puede ocultar
obscenos casos de corrupción y en algunos casos la criminal actitud de comprar
mal o pagar por obras inconclusas o que no se concretaron. Estas situaciones
son “fuego amigo” y resultan mucho más desmoralizadoras que las que
provienen de la vereda de enfrente que son perfectamente esperables y
previsibles.
El tándem Néstor Kirchner - Cristina
Fernández era complementario. Néstor hacía la política concreta, la
imprescindible detrás de los cortinados, y Cristina explicaba con su capacidad
oratoria y su formación política las realizaciones y objetivos. Eso quedó
trunco con la muerte del ex presidente. Una buena situación económica sumada a
su papel de viuda y la fortaleza para afrontar esa pérdida, se combinaron para
alcanzar los extraordinarios resultados electorales del 2011 y la insólita
diferencia numérica con todas las variantes opositoras. A partir de ahí se
exteriorizaron patéticamente los grandes déficits que en materia de
construcción política tenía la presidente. La sintonía fina propuesta y que era
imprescindible, quedó trunca, apenas iniciada, en los andenes de la tragedia de
Once . Y lo que no se propuso, ir por ejemplo por la estatización del comercio
exterior y la reforma impositiva, imprescindible para seguir avanzando, nunca
estuvo en agenda. Hay momentos que a un gobierno le empiezan a pasar facturas
por las cosas que hace bien y se le empieza a complicar la gobernabilidad por
lo que no hace, porque el panorama económico se ensombrece. Es
como andar en bicicleta: si se deja de pedalear se pierde el equilibrio. Además el gobierno se enamoró de sus
propios éxitos y no comprendió que una vez incorporados por el pueblo, se
originan nuevas demandas. Gobernar tiene en algunos aspectos las
características de la limpieza de una casa: cuando parece concluida la tarea
hay que volver a empezar porque en algún sector se ha vuelto a ensuciar. En el 2003 la demanda era conseguir
trabajo; en el 2009, ya conseguido ese objetivo y con los sueldos actualizados,
pasó a ser prioridad viajar bien. El gobierno reiteraba como una letanía los
5.000.000 de puestos de trabajos y los beneficiarios le reclamaban viajar como
seres humanos, demanda ésta que era considerada secundaria en el 2003.
Además el gobierno en los últimos años
empezó a insistir sobre un inventario de lo conseguido y poco, muy poco de lo
que había que conquistar.
Para seguir avanzando además desde
aquél pico del 55% de votos, había que consolidar un 80% de esa base
de sustentación; pero se siguió el camino contrario por lo que el apoyo se fue
desgranando, empezando por un error recíproco con representantes del movimiento
obrero. Se avanzó en la ampliación de derechos, sin un correlato en la
modificación de la estructura económica que debía sostenerlos. Cristina
Fernández se fue cerrando y terminó hablándole fundamentalmente a la
fuerza propia más dura. La forma de relacionarse del
kirchnerismo con la dirigencia propia se basó mucho más en el ejercicio del
temor que en el de la persuasión. En “El príncipe”, Maquiavelo
sostiene que el que ejerce el poder debe ser más temido que amado. Sobre
gobernadores e intendentes el kirchnerismo exageró el consejo de Maquiavelo y
hoy “los atemorizados” le pasan una frondosa factura
Mientras Néstor Kirchner tenía las
relaciones que son imprescindibles en la política como el contacto cara a cara,
la foto con un intendente, el asado con gobernadores, Cristina los hacía venir
a Buenos Aires sin anticiparles los temas, los hacía escuchar el discurso que
emitía por la Cadena Nacional donde definía el rumbo o inauguraba obras que no
siempre se concluían, y terminado el acto se levantaba y se iba. Cuando se
conformaban las listas a diputados y senadores, o cuando eligió a la mayor
parte de sus ministros, se exhibió como una más que mediocre seleccionadora de
recursos humanos.Todo esto resulta difícil de explicar en un cuadro político
de envergadura, en una oradora muy destacada, en una analista política de
jerarquía. Hay una contradicción manifiesta entre las condiciones para
aspectos sustanciales de la política y las insuficiencias en los principios
elementales de construcción política.
En sus últimas apariciones públicas,
Cristina muestra una amplitud de la que careció en sus gobiernos. Sin embargo
resulta paradojal y contradictorio que su flexibilidad actual la lleva a dejar
abierta la puerta hasta a Sergio Massa pero cuando se trata de abarcar a los
trabajadores sindicalizados le sigue pasando facturas y críticas. No hay
movimiento nacional y popular viable si no tiene a los trabajadores adentro.
Para recrear una construcción al margen de las existentes, se debe contar con
cuadros formados en la firmeza ideológica pero con amplitud táctica y con una
conducción estratégica en el lugar imprescindible del escenario político
y dispuesto a asumir todos los avatares de un camino sinuoso.
En la naturaleza como en la política,
todo espacio que se deja es ocupado por otro.
El resultado de las elecciones del 25
de octubre del año pasado contuvo dos equívocos: los que ganaron no esperaban
resultar victoriosos y los que perdieron se sorprendieron de resultar
derrotados.
Tal vez por eso el gobierno muestra
improvisación en la implementación de sus medidas mayoritariamente
antipopulares y los derrotados se muestran desorientados en un papel no
previsto.
Por otro lado, y con un alto
grado de simplificación, tal vez pueda afirmarse que mientras Néstor Kirchner
era fundamentalmente peronista a cuyos principios les había agregado por
convicción o conveniencia, poco importa, algunas aristas progresistas, y
Cristina adhiere fundamentalmente al progresismo al que le agrega aristas
peronistas.
Las limitaciones de Cristina Fernandez
en la construcción política se vuelven mucho más visibles cuando ya no cuenta
con los elementos materiales de disciplinamiento. Es visible su liderazgo como sus
limitaciones en la conducción. Renunciar a la conducción por
cansancio, acoso judicial o por todo junto, deja el terreno abonado para una
dispersión de las fuerzas propias y facilita el aislamiento propiciado por
otros sectores del mismo campo. En las últimas semanas la ex presidente parece
haber adoptado una actitud más activa, al tiempo que las encuestas la dan bien
posicionada ante la posibilidad de concurrir el año próximo como candidata a
senadora por la Provincia de Buenos Aires. En materia de acercamiento al
movimiento obrero sindicalizado, parece haber emprendido un viraje positivo ya
que estuvo, en un gesto simbólico muy significativo, en el velorio de Raimundo
Ongaro y trascendió un encuentro con el ascendente dirigente sindical de los
bancarios, el radical Sergio Palazzo.
Sobre las grietas del campo nacional y
popular, sobre su desconcierto y oportunismo, el macrismo construye su
fortaleza desproporcionada al desquicio consumado. La forma unitaria de gobierno deja a
las provincias a merced de la coparticipación nacional y a los municipios
dependientes de la nacional y la provincial, sin cuyos aportes las provincias y
los municipios son ingobernables. Hay una explicación pragmática sobre ciertas
conductas de gobernadores y senadores que representan a sus provincias pero hay
sobreactuaciones indignas. Sobre ese tembladeral, sólo un agudizamiento de las
condiciones económicas por la aplicación de un plan inviable por el
oficialismo, conducirá al fino olfato que tienen muchos políticos
justicialistas a su regreso al redil opositor. Cuando perciben “olor a muerto”,
su colaboracionismo actual cesará en las puertas del cementerio.
El macrismo ha logrado identificar al
kirchnerismo como un grupo de delincuentes que se apropió del Estado para
direccionar los fondos públicos a bolsillos privados de funcionarios
oficialistas. El ajuste lo proponen como una consecuencia del robo y de las
políticas erróneas del populismo, y la disyuntiva que plantean es ese pasado o
el futuro que lo corporizan en su gobierno, una vez que puedan dejar
atrás “la pesada herencia”.
Mientras que las expectativas
favorables superen a una complicadísima situación económica, el macrismo
conservará su fortaleza aunque la misma recorra un itinerario decreciente. Pero si las expectativas se
derrumban, la vulnerabilidad del gobierno emprenderá un descenso vertiginoso.
La batalla electoral del 2017 es
decisiva. Una oposición fragmentada en una elección de tercios le puede dar al
gobierno un triunfo estrecho pero la suficiente fortaleza para ir por la
desarticulación de lo que le reste por entonces. Basta recordar que
habiendo ganado las elecciones presidenciales por una diferencia mínima
ha emprendido una restauración conservadora de la envergadura ya conocida.
Subestimar los fines estratégicos del
proyecto macrista ya originó una derrota electoral y la desorientación que
ha producido su escalada intensísima.
La conformación de una oposición
electoral unificada parece imprescindible para parar en las urnas un proyecto
cuyo objetivo último es desbalancear definitivamente el empate histórico entre
dos modelos. Esa oposición así planteada sólo sirve para herir de muerte dicho
propósito pero no es una alternativa de gobierno, que sólo tiene posibilidades
si se agrupa alrededor de un programa mínimo y no meramente oponiéndose a lo
existente.
Bien apunta el sociólogo Ricardo Rouvier:
“la nueva mayoría apunta a conformarse como un reducto interpelador sin anclaje
popular, sin capacidad de diálogo, entonces va a ser muy difícil. En ese camino
no se puede despreciar a las CGT, o al PJ; o sea, al peronismo que ellas
representan. Tampoco se puede desechar a la clase media típica (hoy fuertemente
afectada por las políticas económicas), base social del kirchnerismo, porque
su presencia es necesaria para conformar una alianza social
mayoritaria… el kirchnerismo debe ir por el no kirchnerismo si
quiere constituirse en una mayoría. Tiene varios obstáculos por delante; en
primer lugar, la propia dinámica de embudo que hizo que se vaya achicando cada
vez más dejando fuera a muchos por una dirección intemperante. El kirchnerismo
ve al peronismo del PJ, a la CGT, a Massa dentro del “sistema”. Entonces ¿se
supone que el kirchnerismo va a romper el sistema? No, no lo va a romper;
denuncia sus fallas pero lo usa; utiliza las herramientas que provee la
Constitución liberal. Lo rompe, solamente, desde el imaginario que suscita
desde el lenguaje, pero lo mantiene desde la pragmática.” (Construir
mayorías, Ricardo Rouvier, artículo publicado en La Tecl@ Eñe: http://www.lateclaene.com/ricardorouvier--c9vk)
La paradoja es que el
justicialismo con su conformación actual, sin el kirchnerismo, parece el
complemento adecuado para CAMBIEMOS, y el kirchnerismo sin el justicialismo no
tiene posibilidades electorales ciertas en una elección presidencial. A su
vez, el camino de la unidad está atravesado por rencores, egos, facturas
pendientes y el éxito relativo de la campaña demonizadora que realiza el
gobierno acerca del kirchnerismo.
El viejo e incumplido apotegma
peronista de primero la patria, luego el movimiento y por último los hombres,
no puede ser archivado porque cuando los hombres se enfrascan en
sus miserias, el movimiento se detiene y la patria se subasta.
Mucho antes, el escritor
francés Gustave Flaubert lo dijo bellamente: “No son las perlas las
que hacen el collar, es el hilo.”
En la generación y consistencia de
ese hilo está buena parte del secreto para descifrar como será el futuro.
Buenos Aires, 15 de agosto de 2016
*Periodista
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