Es el mejor relator en
la historia del continente, capaz de mejorar cualquier partido con sus
ocurrencias ingeniosas, sus metáforas divertidas, sus imágenes que le agregan magia
a la magia de la radio. Hombre de apuestas fuertes se jugó por Carlos Bilardo,
muchos meses antes del mundial de
Méjico, cuando la selección no despertaba el menor optimismo, lo que lo llevó a
un enfrentamiento con la sección deportiva del diario Clarín, visceralmente
Menotista. No fue una confrontación liviana, por la importancia que el
suplemento deportivo tenía para el diario, donde jugó un papel importante en los años de plomo
cuando se asoció a la dictadura, canjeando negocios como Papel Prensa a cambio
de silencio y entretenimiento ante los horrores que se perpetraban.
Toda la gira previa al
Mundial preanunciaba que se iba hacia una catástrofe. Incluso la clasificación
se consiguió por un atrevimiento de Daniel Pasarella a pocos minutos del final,
que permitió a Ricardo Gareca a hacer el gol del empate, evitando que Perú nos
eliminara nuevamente como en 1969. Maradona había sido neutralizado totalmente
por un ignoto jugador de apellido Reyna. Pero una vez en el torneo, un
“barrilete cósmico” magníficamente acompañado, cristalizó el milagro que
potenció a Víctor Hugo y dejó malparado a los mentores fundamentalistas del
suplemento deportivo del diario emblema de la clase media.
Fue el denunciador más
constante y permanente del diario que se convirtiera en un multimedio
hegemónico ante el cual claudicaron dictaduras y gobiernos democráticos, que le
concedieron porciones crecientes de poder con la supina ilusión que calmarían
su gula insaciable. Víctor Hugo y por entonces Jorge Lanata marcaron claramente
cómo se iba desplegando el monstruo.
En su programa “La
radio” por Continental cuando la década del noventa amanecía, se opuso a las
privatizaciones menemistas. El clima de la época y los intereses de la empresa
favorable a las políticas económicas neoliberales, terminaron levantando un
programa que había alcanzado un amplio reconocimiento. Pero quedó como un mojón
que se cristalizó en libro “Un grito en el desierto”, título acorde a la
soledad que rodeaba a los que iban en contra de la corriente mayoritaria.
Su condición de
uruguayo donde el peronismo tiene muy mala prensa y su conocimiento directo del
movimiento popular más longevo del continente en su versión menemista,
conservadora y entreguista, sirvió para consolidar sus prejuicios que empezaron
a ser demolidos cuando el kirchnerismo coincidió con su lucha hasta entonces
aislada contra Clarín y luego con la reversión de privatizaciones y la sanción
de leyes de avanzada como el matrimonio igualitario.
Todo eso le permitió
revisar sus prejuicios acerca del peronismo y revalorizar su trascendencia
histórica
En el 2001, en una de
las mañanas de su programa “Desayuno”, desafió al negocio del cable al que
Mauricio Macri le entregó la exclusividad de la final Boca-Real de Madrid,
colocando un televisor en un costado del set televisivo, en el que se podían
apreciar algunas jugadas y los goles.
Pasaron 14 años. Desde
el territorio militantemente opositor al gobierno de Radio Continental, el
periodista uruguayo libra su batalla diaria, personal, intensa, inclaudicable,
contra “el lado Magnetto de la vida”. A eso le sumó posteriormente la televisión y más recientemente sus libros:
“Audiencia con el diablo” y “Mentime que me gusta”. .
Argumentador
habilísimo, polemista temible, capaz de dejar desairado a su contendiente aún
en los casos en que sus argumentos carezcan del grosor necesario, se fue
transformando en una voz favorable al gobierno, con la mayor audiencia, en una radio
mayoritaria y visceralmente opositora.
Su ubicación es fruto
de sus convicciones y no consecuencia de los rumores insidiosos que hacen
circular sus enemigos. Uno de sus
críticos más empedernidos, el empresario periodístico Luis Majul, que ha publicado
una serie de libros en su colección Margen Izquierdo, tituló una biografía de
Víctor Hugo escrita por un periodista de La Nación Pablo Sirvén, como “El
converso”. En cambio el dedicado a Jorge Lanata escrito por Majul lleva por
título simplemente “Lanata”. En este extraño manejo del lenguaje, “converso”
resulta ser el que ha sido generalmente coherente en su trayectoria; y
“periodista íntegro” termina siendo el que se alquiló al multimedios que
denunció, sobreactuando incluso la línea editorial de su contratante. Es una de
las tantas paradojas de los que hipócritamente se autocalifican como
“periodistas independientes”
Morales fue crítico
del kirchnerismo en los primeros años, mientras éste tuvo una sociedad de
conveniencia con Clarín. Cuando ese acuerdo se rompió, y ya durante el gobierno
de Cristina Fernández cuando se alentó la ley de medios, aunque desconfió de la
misma en un principio, su ubicación en la vereda del gobierno empezó a ser
firme. Pero previamente, el conflicto del gobierno con las patronales del
campo, por la Resolución 125, lo encontraron ubicado en la posición equivocada
en un momento álgido. Sin embargo en una emisora que tiene como slogan “la
radio que escucha el campo argentino”, facilitó que en su programa estuviera
una voz crítica a la mesa de enlace: Orlando Barone, por entonces, ácido,
irónico, ingenioso y profundo.
En ese conflicto
Víctor Hugo no alcanzó a dimensionar que lo que se discutía no era un
incremento de las retenciones, como fue en un principio, sino una feroz lucha
por el poder.
Víctor Hugo cuyo nombre desplazó al apellido, sigue jugando fuerte y en la
mayoría de las veces acierta como cuando desde el primer momento dedujo que la
muerte del fiscal Alberto Nisman era un suicidio, hipótesis que cada vez
resulta más probable, más allá de los sesgamientos con intenciones
opositoras, que en la mayoría de los
casos constituyen chicanas para obstaculizar dilucidar la verdad.
Como todo protagonista público hay puntualizaciones críticas que se le
pueden formular: cierto envaramiento, algunas exageraciones verbales como la
tendencia a usar los superlativos en sus elogios, algunas reminiscencias de su uruguayismo como
la expresión “a las órdenes”, el incurrir a veces, en cierta candidez política
en su defensa de algunos aspectos cuestionables del gobierno, son señalamientos menores en el desarrollo de una lucha
intensa, extremadamente desigual cuya
virulencia y el estar en la primera línea de fuego estrecha al máximo el
lugar para posicionamientos intermedios.
Ante el allanamiento a
la casa de Víctor Hugo, al igual que éste en la contienda con los gauchócratas,
muchos periodistas no comprendieron que
lo que está en juego no es la violación de un derecho de propiedad sino una
venganza a un periodista emblemático para producir un temor generalizado.
Como apunta el
periodista Carlos Barragán en su nota en “Tiempo Argentino” del 19 de julio:
“Quieren que Víctor Hugo pague su desobediencia como una especie de principio
del fin de este período.”
Los que analizan el hecho
como una transgresión a las
disposiciones legales, no alcanzan a evaluar que ante una flagrante injusticia,
la violación de la misma, aunque penalizada, es un grito en el desierto que
implica un hito en la larga marcha hacia situaciones más justas. Es lo que hizo
Rosa Parks en 1954, no aceptando las leyes de segregación en los colectivos en
el estado racista de Alabama, y dando el puntapié inicial a la larga marcha de
Luther King en la lucha por los derechos civiles de los negros.
Está claro que Rosa violó
la legislación vigente. Lo mismo sucedió con los piqueteros en los primeros años del siglo XXI
en la Argentina, donde se terminó privilegiando el derecho a la vida sobre el
derecho a la libre circulación, que llevó al kirchnerismo a postular y practicar
la no judicialización de la protesta social.
Quienes analizan conflictos sociales profundos a través de los artículos
de un código, nunca entenderán aquellas sabias palabras del premio Nobel de la
Paz, Desmond Tutú: "Si eres neutral en situaciones de injusticia, elegiste estar con
el opresor. Si un elefante pone su pie sobre la cola del ratón y tú dices que
eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad."
El fallo de la Suprema Corte obligándolo a pagar ahora más de tres
millones de pesos es el precio que le obligan a pagar por su desobediencia a la
injusticia.
Víctor Hugo, un hombre de una enorme generosidad, que impulsa fuertemente a
los artistas, solidario siempre con los trabajadores en conflicto poniendo
decididamente el cuerpo, lo ha comprendido cabalmente; aunque las balas del
desprestigio disparadas desde sus enemigos siempre pican cerca, como lo
describía en algunos de sus relatos de fútbol cuando la pelota pasaba cerca,
acariciando un palo del arco; o aquella otra muy usada en los primeros tiempos
de sus trasmisiones: “No quieran saber, no le pregunten a nadie”. Ahora se la
puede aplicar en sentido contrario: es
interesante saber la forma que un periodista va contra la línea editorial del
medio que lo contrata, un hecho absolutamente excepcional, al punto de ser único, y conocer la dureza, pero también la satisfacción de
librar luchas inmensamente desparejas manteniendo firmemente las banderas
enarboladas.
18-09-2015
Excelente.
ResponderEliminarCon permiso, Hugo:
ResponderEliminar«muchos meses antes del mundial de Méjico»
"México" deriva del idioma náhuatl y su significado es anterior a la llegada del hombre blanco; no tengo claro cómo es la historia, pero sí que tiene un valor simbólico e histórico que vuelve importante la grafía con "x" y no con "j", como estábamos acostumbrados; méxico significa mucho; méjico carece de significado, de historia y de patria (o por lo menos es lo que aprendí de amigos mexicanos que me hicieron reparar en esto una y otra vez hasta que me convencieron).
Un abrazo,
Esther
Muchas gracias.Lo tomaré en cuenta
ResponderEliminarHugo Presman
Como siempre, desde México apreciando, como en este caso, tus notas, además de tus programas de radio y suculentas charlas en un bar cuya ubicación desconozco.
ResponderEliminarUn abrazo
MUCHAS GRACIAS. EL BAR ESTÁ EN PLENO VILLA CRESPO: LUIS MARÍA DRAGO Y JULIÁN ÁLVAREZ
ResponderEliminarSaludos
Hugo Presman