SE
FUE UN IMPRESCINDIBLE
Estaba hecho de la misma materia prima de Mónica Carranza y Margarita Barrientos. Pero a diferencia de esas dos mujeres extraordinarias tenía un fuerte posicionamiento político. Alberto Morlachetti era un imprescindible, aunque la frase esté gastada y el cementerio aloje a muchos de ellos. Todo su recorrido terrenal puede estar sintetizado en aquella frase de la canción de Eladia Blazquez: “porque no es lo mismo que vivir/ honrar la vida” Agradezco precisamente al valor supremo que es la vida, las largas charlas telefónicas con la que Alberto tuvo la gentileza de dispensarme. Sus dos viajes en nuestro programa El Tren, realizados en vivo y en directo, un hecho infrecuente porque no solía acudir a las radios, sino que cuando accedía a ser reporteado, lo hacía telefónicamente. En homenaje a Morlachetti reproduzco textualmente una nota escrita hace 11 años, el 27 de abril del 2004
LA TERNURA COMO PASAPORTE A LA VIDA
El mate en su mano izquierda se enfría mientras desgrana su historia. Su
rostro duro y varonil, se enternece cuando Luján, una nena con una sonrisa
enorme le ofrece una golosina. Es Alberto Morlachetti, un cordobés nacido en un
campo de la provincia mediterránea. La pobreza los transportó junto con sus
padres y hermanos al Gran Buenos Aires. Cambió los aires serranos por las
cercanías del riachuelo, en esa Avellaneda peronista visceralmente dividida
entre los seguidores de Racing y los hinchas de Independiente. Su madre murió
al poco tiempo y su padre los abandonó, aunque Alberto piadosamente dice
simplemente: “Tomó otro camino”. Con su hermano vendió diarios y se sumergió en
cuanto trabajo le acercara la comida. Vivieron en piezas donde un baño era
compartido por cincuenta personas. Su madre le dejó un legado que orientó su
vida: “ Cuando tomes una mano,
siempre tomá la mano de un pobre , y pase lo que pase tenés que estudiar”.
Mientras trabajaba en Editorial Codex, aprovechaba para leer. Se fogueó en la
calle, jugaba al ajedrez, y con sólo 17 años, hablaba de Hegel y Kant, de Santo
Tomás y Calvino. Se casó a los 22 años, tiene un sólo hijo biológico Alejandro,
que es abogado y asesor de la Organización Mundial de la Salud. A los treinta,
se recibió de sociólogo. Con tristeza recuerda: “ Del barrio nuestro habremos
sido dos los que pudimos estudiar”.
Siguió Sociología para “ tratar de entender la pobreza y la riqueza. La Argentina es el quinto exportador de cereales del mundo y
tributamos cincuenta y cinco niños a
la muerte por día. Necesitaba
entender esas muertes diarias de
niños menores de cinco años.” En
1974 construyó la “ Casa de los Niños”
con un crédito del Banco Credicoop, el cual garantizó con la hipoteca de su
casa y con la cesión del terreno de la firma Llauró. La escasez de recursos
obligó que la construcción tardara nueve años. Hoy esa casa se llena con la
alegría de 130 chicos de 3 a 13 años que pueden permanecer allí de 8 a 18
horas, contando con consultorios odontológicos y de pediatría. En 1982 crea el Hogar Pelota de Trapo
que empezó siendo una cancha de fútbol en terrenos del ferrocarril. Hoy viven
treinta y cinco chicos rescatados del abandono, o derivados de los juzgados. En 1986 funda el Hogar Juan Salvador Gaviota en uno de cuyos
cuartos vive, acompañado por 19 jóvenes perseguidos por la ley, escapados de la
calle y la soledad. Preocupado por generar ingresos y darle trabajo y futuro a
“sus pibes”, creó en 1987 la Escuela
Talleres Gráficos Manchita, con
la ayuda de una firma sueca donde trabajan catorce jóvenes e incorporan
conocimientos de escuela primaria y secundaria mediante pedagogías no
convencionales. El mismo criterio es el que lo orienta a la construcción de una Escuela Panadería Panipan donde trabajan veinte jóvenes.
Su
antigua casa, es actualmente el Jardín Maternal Pulguitas, donde concurren a
abrazarse con la vida veintiséis niños que provienen de familias de extrema
pobreza cuyas edades oscilan entre los cuarenta y cinco días y los tres años.
En un sola ocasión, sus obras cruzaron los límites de Avellaneda, y fue para
abrir en Florencio Várela, la Granja Azul, con la ayuda de la Fundación
Kellog’s , donde veintidós jóvenes trabajan cultivando verduras y hortalizas y
fabricando dulces. Alberto habla desde el conocimiento universitario y del
aprendizaje que significa tratar diariamente con los derrotados de una sociedad
arrasada por un neoliberalismo sin cerebro ni corazón. “La sociedad debería tender a proteger al niño, pero esta sociedad, por
el contrario se protege del niño.
Las políticas de la infancia, son institutos, servicio penitenciario, clínicas
psiquiátricas, son todas represivas. No hay políticas protectoras de la
infancia, como si las infancias pobres fueran infancias superfluas. Estos
chicos están destinados a habitar el país de ningún lugar, de los sin derechos. ¿ Como pudo haber arraigado en la gente la idea de que detrás de cada
chico de la calle hay un mafioso? Hay
que entenderlo, detrás de cada chico
de la calle hay un desocupado. Hay infancia, si mamá y papá tienen trabajo. Si no la infancia no existe. Ser chico no es una
etapa inferior de la vida. Es una
etapa plena, como ser adulto. ¿ Como hago para lograr que un
chico no sea violento si le amputo los insumos básicos de la crianza humana, si
no guardo su primer diente, su primer cuaderno, su primera fotografía? ¿ Cual
es el delito que cometieron los 55 chicos que se murieron hoy de
hambre”?. El apasionamiento de Alberto termina enfriando el agua en el mate
que se desplaza de una mano a otra. Pero el calor y la pasión están en su lucha
diaria, en esa voz que traduce sentimientos, dolores, impotencias y esperanzas.
“ Hay mucha gente que dice que esto no
alcanza, que es un universo acotado, que hay que cambiar todo. Yo digo que
es cierto, pero el que no es capaz de amar al que tiene al lado, no es capaz de
amar una abstracción. Yo llego a la infancia a través de Rocío, de
Ezequiel, de Zapallito, de Luján. Pero si soy capaz de enlazar mi sueño, con el
sueño de esta esquina, y si junto mi sueño con el de Luisito Farinello, y con
el del padre Cajade, voy a tener un sueño muy grande y quizás alcance para
construir un mundo mucho más humano”. Haber adoptado esta forma de vida, le
costó la ruptura matrimonial a Alberto Morlachetti. Tal vez hay más humedad en
sus ojos cuando recuerda: “Nos separamos cuando yo decidí venir a vivir con los
pibes. Esta es una vida difícil. El concepto general de familia es un modelo
tradicional, que yo acepto, pero esto también es una familia”. Las dificultades
superan largamente la imaginación más febril. “ Las mamás vienen a dejar sus
hijos acá para que puedan tener comida y cama. Se desprenden de sus hijos como
actos de generosidad. Hubo dos cosas que me costó muchísimo entender: la venta
de droga y la prostitución infantil. La venta de drogas para mí era de una
incomprensión absoluta, algo abominable. Un chico destruyendo a otro chico. Lo
mismo la prostitución infantil - un tema que uno mira con horror - el chico lo
vive como un trabajo. Me costó mucho convivir y entender esa realidad. Pero hoy compruebo que mis mejores pibes
vienen de los lugares más oscuros de
la condición humana”. En ese rostro varonil como tallado en piedra, la
emoción lo ablanda cuando reflexiona: “ Tantos pibes han pasado por mi vida,
que yo no sé si todos los abrazos que di fueron suficientes” De lo que está
seguro es cuando comparte un alfajor con un chico recién llegado a los hogares
“se produce un milagro en estos pequeños que ven la ternura como algo ridículo.
La única certeza que tiene el pequeño o
el joven es que en el futuro va a
estar peor. Yo le meto futuro, le digo que vale la pena”. Muchos hombres
recuperados a la sociedad, que han pasado por la excepcional obra del sociólogo
Alberto Morlachetti, encontraron en su
ternura un pasaporte a la vida
SE
FUE UN IMPRESCINDIBLE
Es
cierto que después de 11 años, la situación es considerablemente mejor que lo denunciado
entonces.
Que
no existen esas cifras mortuorias de un pasado reciente que es una pesadilla y
una acusación recordarlo. Pero que todavía queden casos de muerte por hambre,
nos obliga a mantener presente aquella categórica definición de Alberto: “El
hambre es un crimen”
Propulsor
de la asignación universal por hijo, de la obra y Agencia Pelota de Trapo que
tomó su nombre de la famosa película de Armando Bó, porque en principio se reunían en la misma
canchita donde se filmó, de frases cortantes y certeras como: “ La pobreza es
una imposición que le pone a los pobres una pistola en la cabeza”, Morlachetti decía con simpleza y con una
sincera modestia: “Yo no
descubrí el huevo duro ni el agua tibia” Sus
seguidores y compañeros, comunicaron su deceso con este texto: “Ha
muerto Alberto Morlachetti, fundador de la obra Pelota de Trapo y
del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Decir ha muerto implica apenas
la ausencia de cuerpo. Alberto testó a favor de los niños y de los jóvenes
de los arrabales del mundo toda su fortuna: un generoso ramo de
ideas libertarias, la belleza como insumo básico para el desarrollo, una
utopía donde los niños sean curados con salivilla de estrellas, como le
gustaba a él parafrasearle a Federico ( por García Lorca”. Y la inmensa
ternura con la que venceremos.”
La continuación de su gigantesca
obra es la herencia que debe ser asumida y continuada para hacer menos dolorosa
la ausencia de un verdadero imprescindible.
Me imagino a Eladia Blazquez
recibiendo a Alberto y cantando: “Merecer la vida, no es callar y consentir/ tantas injusticias
repetidas..../ porque no es lo mismo que vivir
honrar la vida”
honrar la vida”
22-04-2015
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