El periodista Eduardo Aliverti tuvo la gentileza de
citar este blog y transcribir párrafos de la nota “Mínimo no imponible y algo
más” en su columna de opinión del 17 de mayo en su programa “Marca de radio”que se emite por AM 910 Radio “La Red” de 10 a 13
horas. Como es habitual el mismo fue publicado en Página 12 del lunes 19 de
mayo. Compartimos con Uds. la versión escrita y la sonora, en la extraordinaria
voz y lectura del reconocido periodista.
Puntos de partida
Por
Eduardo Aliverti
Los avatares de la
economía les ganan espacio mediático a los de la política, como siempre sucede
cuando la segunda tiene poco que decirle a la primera. O cuando quien dice,
desde la política, es antes el Gobierno que la oposición. O cuando es mejor que
lo que dice la oposición no trascienda en demasía, porque queda más cerca del
papelón que de otra cosa.
En el escenario
estrictamente político sobresalió una foto del gobernador bonaerense con el
cordobés, con caras sonrientes. No hay ingenuidad respecto de las
especulaciones que despierta una imagen de ese tipo, del mismo modo en que el
Episcopado no debe hacerse el desentendido acerca de algunas frases despiadadas
de los documentos que emite. Las interpretaciones de lo que uno hace y dice, y
mucho más en política, son en contexto y subtexto, no en el romanticismo de
pretender que habrá lecturas amplias. Si Scioli y De la Sota se fotografían
juntos habrá de inferirse y propagandizarse, inevitablemente, que quisieron
decir algo. El bonaerense, sobre todo. Está en campaña presidencial. Scioli
lanza, refuerza, que su aptitud es la unidad y no la confrontación. Está bien,
es su armado. Y el cordobés, que jamás pudo mover el amperímetro por fuera de su
provincia ni se presume que pueda hacerlo (cabe recordar que llegó a hablar del
“cordobesismo” como meta de construcción masiva...), aprovecha para ganar un
recuadro en los medios de alcance nacional; lo cual no tenía desde que, en
diciembre último, se le sublevó su policía. De ahí a colegir que muchos ojos
políticos miran a De la Sota, como pudo leerse en un titular periodístico, vaya
si hay diferencia. No es noticia: suena a intento de operación mediática o a
que no hay algo mejor para despertar interés desde una columna de actualidad
política. No lo hay porque Fauna es un mamarracho donde se persiste en un todos
contra todos en que la suma viene dando resta, y porque a Sergio Massa, quien
hasta hoy es una exitosa construcción mediática de territorio recortado,
empieza a acabársele la batería de estar a favor de la felicidad. Para las
primarias y las presidenciales del año que viene falta tan mucho como poco, aun
con la pausa que impondrá el Mundial, y los tiempos coyunturales se agotan. Más
temprano que tarde será acá o allá, con éstos o aquéllos, para el oficialismo y
para la oposición. En el palo K, es si se continúa firme o modosito (la opinión
del firmante, ya expresada en numerosas oportunidades, es que, de no ser firme,
no es). Pero en el espectro opositor no llegan a definir, ni tan sólo, con
quién o quiénes podrían erigir una opción efectiva, específica, superadora de
las declamaciones contra la corruptela kirchnerista. En la línea explícitamente
gorila, la única figura con carisma y penetración mediática, Elisa Carrió,
insiste con destruir todo lo que construye. Macri sube en todas las encuestas,
pero no le alcanza para una proyección presidencialista. A Massa tampoco, por
fuera de la publicidad mediática. Y el reciente congreso nacional del PJ, o del
pejotismo como mito intimidante, terminó en una argamasa demostrativa de que el
kirchnerismo, por ahora, se los fumó a todos. No es por convicción ideológica
que gobernadores, intendentes y punteros terminaron ahí, en lo listado por el
círculo chico de Cristina y Zannini sino porque afuera de ahí, en esa ancha
avenida peronista y empezando por Massa, nadie asegura mejores perspectivas que
lo que hay. La pregunta consiste en lo siguiente, según lo ve el periodista:
¿es de ahí para abajo o de ahí para arriba donde debe centrarse cómo seguir?
A todo esto, el
jueves se produjo un hecho que hace años, muchos, no se veía. Clarín se vio en
la obligación de un titular central, de portada, que semántica y
profesionalmente se denomina objetivado. Se remitió a consignar que aumentaba
el monto del salario familiar y de la AUH. Esta ascenderá desde junio a casi
650 pesos mensuales, que significa alrededor de 3 millones y medio de pibes
siendo que, por familia, el promedio es de dos hijos. La cadena nacional en que
la Presidenta hizo el anuncio tuvo un rating casi inédito, de 20 puntos en la
sumatoria de todos los canales de aire. El medio y grupo comunicacional más
imponente no tuvo manera de evitar que su titular, bajada y cuerpo central de
la noticia fueran ésos, en esencia: que el Gobierno sigue poniendo plata por
abajo, contra todas las experiencias de resultado ya conocido, dramáticas, que
consistieron en sacar de abajo para poner en un alto que derramaría, y nunca
derramó, hacia los sectores postergados.
Dos fallos
judiciales, uno relativo al acuerdo gubernamental con Irán sobre el atentado a
la AMIA y el otro sobre una de las causas que involucran al vicepresidente
Boudou, vinieron a salvarles las papas al periodismo militante anti K cuando ya
no daba para más la monserga del mínimo no imponible, que fue el tema fuerte de
comienzos de semana. El periodista y contador Hugo Presman
(www.presmanhugo.blogspot.com) se refirió al tema con didáctica precisión, más
algún detalle realmente asombroso. “Las deducciones en el Impuesto a las
Ganancias tuvieron dos aumentos en el año 2013. Uno en marzo y otro en agosto.
La particularidad de este último es que estableció que toda persona en relación
de dependencia cuyo sueldo bruto, al 31 de agosto de 2013, sea igual o inferior
a 15 mil pesos, no está alcanzada por la retención de Impuesto a las Ganancias,
sin importar que sea soltero o casado. Teniendo en cuenta que el grueso de los
asalariados tiene un sueldo promedio de entre 6 y 12 mil pesos, los alcanzados
por el Impuesto a las Ganancias varían, según las siempre dificultosas
estadísticas de nuestro país, entre el 5 y el 8 por ciento, una cifra
considerablemente menor que la del trabajo informalizado, que ronda el 35 por
ciento. Sin embargo, y aunque resulte un despropósito, el mínimo no imponible
preocupa mucho más, o tiene más prensa, que los que permanecen en negro. Pero
el análisis está incompleto si no se aclara que el 31 de agosto constituye una
foto que congela la imagen. Es decir, que toda persona que posteriormente haya
tenido aumentos que lleven su remuneración a superar los 15 mil pesos sigue
exceptuada de las retenciones de Ganancias. Eso amplía en forma considerable
los trabajadores no alcanzados. Al mismo tiempo origina una flagrante
inequidad, que no se encuentra incluida en ninguno de los trabajos de los
analistas económicos y políticos ni en los reclamos sindicales. Una persona que
ingresó a una empresa en cualquier mes posterior a agosto de 2013 y gane más de
15 mil pesos queda sujeta a retención del mencionado impuesto. De esa forma,
entre dos personas con la misma remuneración actual, por ejemplo de 20 mil
pesos, pero con fechas de ingreso diferentes (una anterior y otra posterior al
meridiano del 31 de agosto del 2013), la primera estará exceptuada y la otra
quedará sujeta al pago del Impuesto a las Ganancias”. Como bien agrega Presman,
esto es fruto de la infinidad de parches que tiene un sistema de impuestos
regresivo al que el kirchnerismo no se decidió –ni decide– a echar mano. Y como
también añade, “la AFIP es una contumaz generadora de resoluciones que en algún
momento llegaron a dos por día, muchas de ellas contradictorias entre los
motivos que las originan y su texto dispositivo. Y otras que modifican
resoluciones anteriores que, a su vez, ya habían sido rectificadas
parcialmente. Todo ello constituye una selva jurídica, que termina siendo un
laberinto inexpugnable donde transitan expuestos inspectores y contribuyentes”.
Algún carácter
aparentemente técnico de estas observaciones no va en perjuicio de su profunda
raigambre política porque, al cabo, se trata de cómo las decisiones que se
adoptan perjudican o benefician a las grandes mayorías. La de los impuestos es
una cuestión árida, a nadie le gusta pagarlos y muchos opinantes tocan de oído,
pero en cualquier caso es cierto que estamos hablando nada menos que de cómo se
redistribuyen los ingresos del Estado. Justamente por eso, debería llamar la
atención que tanto reclamante sindical y liberal –términos sinónimos, muchas
veces– priorice exigencias como la de subir el mínimo no imponible, que afecta
a un porcentaje ínfimo de los trabajadores. Y eso habla, y mucho, de cuántos y
cuáles son los trabajadores que les interesan a quienes afirman representarlos
a todos. Ni los informalizados ni los laburantes con salarios bajos o no
alcanzados por el Impuesto a las Ganancias son la preocupación de los analistas
y colegas que dicen alarmarse por el impacto de la inflación en el poder
adquisitivo. Tampoco es esa franja ampliamente mayoritaria de trabajadores lo que
les quita el sueño a personajes como Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, que el
miércoles pasado convocaron a una marcha que fue incapaz de llenar Plaza de
Mayo apenas en su mitad. ¿Podría haber aspirado a más un llamamiento sin
oradores, sin consignas –sin míseros afiches, siquiera– que refiriesen la
incidencia de las grandes corporaciones empresarias en el proceso
inflacionario? ¿Cómo habría sido posible que tuvieran convocatoria un
sindicalista que hasta ayer nomás juramentaba adhesión al kirchnerismo y otro
que supo marcar como utopía que se dejase de robar al menos por dos años? Esto
último no pretende ser (solamente) un chascarrillo contra gentes a las que es
fácil entrarles, como el ex camionero y el ex gastronómico, sino un apunte
remanido acerca de la falta de estatura con que se abordan algunos asuntos de
cómo se reparte la torta.
Una vez más, que
es vez ya cansadora pero imprescindible, habrá de decirse que el modo de
hacerlo mejor es a partir de lo logrado. Nunca antes de ahí.
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