“LA NACIÓN” CONTRA LA NACIÓN
4 de enero la “Tribuna de Doctrina” cumplió 144 años de absoluta coherencia: siempre del lado del poder económico; siempre en contra de los intereses populares. Al decir de Homero Manzi, su fundador, Bartolomé Mitre, fue “el único de los héroes de la historia oficial que dejó un guardaespaldas para custodiar su memoria y su obra”. En la guerra de la Triple Alianza, cuyos ejércitos comandó, exterminó a dos tercios de la población paraguaya. “Antes del inicio de la guerra su población era de 1.300.000 personas. Al final del conflicto, sólo sobrevivían unas 200.000 personas. De éstas, únicamente 28.000 eran hombres, la mayoría de las cuales eran niños, ancianos y extranjeros. Del poderoso ejército paraguayo de 100.000 soldados, en los últimos días sólo quedaban cuatrocientos.”
El
Paraguay era el estado más desarrollado del siglo XIX en América del Sur,
basado en un férreo proteccionismo. Infalible para errar en los pronósticos, esperaba llegar a Asunción en
tres meses. La guerra duró más de cuatro años.
Representante
de la burguesía comercial del puerto de Buenos Aires, se alió a la del puerto
de Montevideo y a la corte portuguesa del Brasil, para demoler al “mal
ejemplo”, siendo funcional a los intereses británicos. Pésimo militar, hasta
llegó a perder un desfile. Cuando Lucio Mansilla se enteró que Mitre estaba
traduciendo “La Divina Comedia”, haciendo uso de su ácida ironía exclamó: ¡Está
bien. Hay que joderlos a los gringos!”
Su
política hacia las provincias fue de exterminio. Sus coroneles Arredondo,
Paunero, Riva, Sandes, Irrazabal, por su
brutalidad vesánica, fueron los antecesores de Astiz, Acosta, Azic, Donda, Pernías, Rádice, Ricardo Cavallo y
compañía. El objetivo era destruir las artesanías del norte argentino para
facilitar la introducción de la producción industrial británica que distribuían
sus socios y mandantes, los comerciantes importadores.
Fue el
escriba de la historia oficial. Inteligente, concibió la falsificación de la
historia como una política de la historia. De esa forma allanaba el camino para
las políticas futuras surgidas de la matriz “civilización y barbarie”.
De esa
perspectiva se nutre la historia del diario La Nación. Opuesto a todos los
gobiernos populares, alentó y defendió casi todos los golpes de estado. Fue
gestora, cómplice y beneficiaria del
terrorismo de estado, lo que no le impide enarbolar un discurso republicano y
pretendidamente democrático. En
democracia, alienta la reconciliación con los asesinos seriales. En múltiples
editoriales, defiende las atrocidades perpetradas. Así el 28 de
marzo de 1982 identificaba al terrorismo de Estado con los momentos
fundacionales de la patria: “De ninguna
manera está en juego la revisión de la guerra contra la subversión (...) por la
misma causa que tampoco lo está el de nuestras guerras de la Independencia, ya
que sus victorias –ayer como hoy– son la causa de que la Nación viva”.
Defiende a capa y espada a los
instigadores del golpe que perpetró el terrorismo de estado. El periodista
Adrián Ventura, empleado y operador de La Nación y Clarín, habiendo sido como
abogado asalariado del grupo Yabrán, fue el encargado de defender al magnate
azucarero con notas en la que puede leerse: “En la causa nunca se encontró prueba de que Blaquier y Lemos hayan
consentido esa maniobra ni tampoco que hubieran facilitado algunas de las más
de 100 camionetas que estaban a disposición de su personal. Incluso la
Gendarmería informó oficialmente que no tenía registro de haber usado aquellas
camionetas. Pero el Gobierno y la Secretaría de Derechos Humanos vieron la posibilidad de hilvanar otra
puntada más en la teoría oficial
de que el golpe del 76 tuvo apoyo civil. Ayer, Jorge Valerga Aráoz, ex
integrante de la Cámara Federal porteña que condenó en 1985 a la junta militar
y defensor de Blaquier, afirmó que "el fiscal Pablo Pelazzo no es
independiente y debe ser separado".
Cuando murió José Alfredo
Martínez de Hoz, el diario y el poder económico le rindieron tributo, incluidos
sus columnistas Carlos Pagni y Mariano Grondona, que hicieron presentes sus
pésames. Igual que Blaquier envió sus condolencias:
Con su hipocresía proverbial,
su prédica reconciliatoria tropieza siempre con su odio ancestral. En su
editorial autocelebratorio de su cumpleaños número 144, califica a los
gobiernos populares como facciones políticas oportunistas -de
las que son prototipo las amebas del populismo. Como se aprecia, se trata del lenguaje conciliador que llevó a Bartolomé
Mitre a fusilar prisioneros. El párrafo completo consigna: “Por
él se continúa la voluntad del fundador de que LA NACION fuera una antorcha
preparada para iluminar las cuestiones relevantes para la sociedad a cuya
disposición ha trasmitido, diariamente, informaciones, comentarios y la opinión
editorial en que se manifiesta su identidad como medio de prensa. Esa identidad
no se recorta día tras día, contrariamente a lo que se observa con las
facciones políticas oportunistas -de las que son prototipo las amebas del
populismo-, que llegado un punto del camino van dejando, para estupor de los
seguidores, jirones de la carne misma de lo que hasta ayer pregonaban. Un gran
diario es fiel, en cambio, a su misión y destino.”
Es el
diario que en el 2013 comparó a la situación del país, bajo el título 1933 con
la Alemania nazi y en otro, con la Italia fascista de 1923. El primero del 27
de mayo del 2013 sostiene: “Los trágicos hechos que acompañaron
la caída de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich deben mover a
reflexión a los argentinos. Hace 80 años el mundo fue testigo, silencioso y
tolerante, de la gradual desaparición de una república y, en pocos meses, de la
instalación de una dictadura con el apoyo entusiasta de la población y sus
fuerzas vivas. La República de Weimar fue reemplazada por un régimen
totalitario que concentró en una persona los tres poderes del Estado, eliminó
los derechos individuales, controló la justicia, suprimió la prensa
independiente y, finalmente, ejecutó el terrible Holocausto. Salvando enormes distancias, hay ciertos
paralelismos entre aquella realidad y la actualidad argentina que nos obligan a
mantenernos alerta…..”.
En el titulado “1923”, del 30 de
junio, ante la propuesta del gobierno de lo que denominó democratización de la
justicia, La Nación supone estar en la Italia de 1923: “Noventa años atrás, el
auge del fascismo demolía las libertades individuales y las instituciones del
Estado de Derecho, empezando por la Justicia. Así como el año 1933 marcó la
ascensión de Hitler al poder, el año 1922 abrió la puerta del Reino de Italia a
la dictadura fascista de Benito Mussolini. El 29 de octubre, luego de la Marcha
sobre Roma de los "camisas negras" el rey Víctor Manuel III nombró a
Mussolini primer ministro. Formalmente, la dictadura fascista no se implantó de
inmediato: "Il Duce" fue demoliendo desde adentro las instituciones
del Estado de Derecho para controlar la vida civil de los ciudadanos bajo una
máscara democrática.”
Es llamativa la forma superficial que
los editoriales de La Nación acuden desaprensivamente a la calificación
fascista, siempre dirigida hacia gobiernos que tildan de populistas y
demagógicos, adjetivo al que nunca recurrió para calificar a los gobiernos
surgidos de los golpes de 1955,1966 y 1976. En su editorial del 13 de enero
hasta el deporte más popular, su televisación y la publicidad oficial caen bajo el título “Fútbol para Todos, pan y
circo fascista”
En el terreno económico, el diario
predica un libre mercado amplísimo, con un Estado mínimo, lo que no le impidió
asociarse con el Estado Terrorista en Papel Prensa junto a Clarín y disfrutar del monopolio del papel para
diario. Además es socio con el diario fundado por Roberto Noble en la propiedad
de diarios de provincia y en la exposición anual vinculada a los agronegocios
denominada Expoagro. La “coincidencia” de muchos títulos de tapa en ambos
medios revela un trabajo sincronizado entre competidores aparentes
Mención aparte merecen los lectores
cuyas cartas selecciona minuciosamente y publica el diario. Son una
reivindicación tardía de aquél presunto error de Susana Gimenez porque
demuestran que hay muchísimos dinosaurios vivos.
COLUMNISTAS Y COLABORADORES
PERMANENTES
El columnista permanente más
inteligente y de mejor formación, un cuadro de la derecha, es Carlos Pagni,
alguien formado en Ámbito Financiero de Julio Ramos, cobijado e impulsado por
los Saguier, le da cierto vuelo al pensamiento tradicional del diario. Convive
con la poca digna vejez de Mariano Grondona,
desplazada su columna a los jueves, donde comparte espacio con el
periodista empresario Luis Majul, y con las muletillas reiterativas hasta el
cansancio de Joaquín Morales Solá. Hace unos meses ha sido catapultado a las
columnas dominicales Jorge Fernández Díaz, un buen escritor, mano derecha de
Jorge Lanata en Radio Mitre del grupo Clarín, que destila con mejor prosa, la
prédica ofídica del medio.
La necesidad de oponerse sistemáticamente,
le lleva a falsear la realidad para adaptarla a sus conveniencias. Así, como
ejemplo, en su columna del 12 de enero, referido a la posibilidad, luego
abortada, de modificar el valor a considerar en los inmuebles para la
liquidación del impuesto a los bienes personales escribió: “La Presidenta dio
luz verde a la idea de hacer cambios en la valuación de inmuebles para el
cálculo de Bienes Personales. Sólo quienes piensan equivocadamente que la salud
y el aislamiento la transformaron en una suerte de Isabel Perón pueden creer
que el titular de la AFIP y el jefe de Gabinete iban a jugarse a solas el
pellejo meneando públicamente un tema tan sensible. Cristina fue quien los
autorizó. También fue ella quien luego se dio cuenta de que debía frenar un
segundo antes del abismo. Y eso sucedió al comprender que posiblemente se
aproximaba a otra 125, con una medida regresiva y reaccionaria que pondría en
pie de guerra a la inmensa clase media, a cuantiosos miembros del proletariado
nacional y a miles de jubilados”.
Éste impuesto que es directo y
progresivo, no tiene incidencia en la Argentina en la actual conformación, a
pesar que arbitrariamente no se actualiza el mínimo desde el 2007 de $305.000.
Menos de 500.000 argentinos pagan el mismo. El editorialista no se pregunta
cómo es posible que en la Argentina, en donde como bien dice “la inmensa clase
media”, no es contribuyente de un impuesto que alcanza a los que tienen patrimonios de más de 45.000 dólares.
Es progresivo aumentar considerablemente el mínimo a por ejemplo de dos
millones de pesos y que paguen todos aquellos que tengan activos superiores a
esa cifra valuados los mismo por su valor real. Para darse cuenta de la
irracionalidad que defiende el autor de “Mamá”, se recauda más por los impuestos
que gravan al cigarrillo que por el impuesto conocido incorrectamente a la
riqueza.
Como la persistencia y la
multiplicación de voces que dicen los mismos es una marca registrada, ese mismo
día el editorialista sustituto Fernando Laborda escribe: “La iniciativa le
hubiera provocado al Gobierno más problemas que beneficios. Más allá de las
dificultades técnicas para definir una valuación real en un mercado
inmobiliario virtualmente paralizado desde el cepo cambiario, este tributo, que comenzó siendo concebido como un
impuesto a la riqueza cuando fue creado por el gobierno menemista, iba a
convertirse en un mero impuesto a la vivienda, que hubiese alcanzado a jubilados y sectores de clase media baja,
transformados de la noche a la mañana
en "nuevos ricos" por tener un departamentito de uno o dos ambientes.
Conllevaba asimismo el riesgo de una rebelión fiscal para un Gobierno que ya no
está en condiciones de tirar de la cuerda, y hasta el peligro de que el
Congreso, aun con mayoría kirchnerista, no lo hubiese aprobado y reprodujera lo
ocurrido con la recordada resolución 125 contra el campo, en 2008.”
Otro integrante jerarquizado es Pablo Sirvén,
cuyo antiperonismo rabioso le permite ejercer su oficio, sin problemas de
conciencia, en el sitio adecuado. Entre los directivos, jubilado pero aún
activo, está Claudio Escribano, quien ejercitando el “periodismo independiente” que según sostiene Morales Solá
practica “La Nación”, o más pudoroso Sirvén lo cataloga como crítico, le presentó a Néstor Kirchner un pliego de
condiciones a cumplir bajo apercibimiento de no durar más de un año. El
santacruceño no cumplió ninguno de los puntos exigidos y la amenaza del
columnista mitrista durante la dictadura no pudo cumplirse. Otro de los
periodistas jerárquicos es Héctor D`Amico, Secretario General de Redacción: fue redactor de la revista
“Mercado”, jefe de redacción de “Gente”, Jefe de redacción de “Somos”,
Corresponsal de “Editorial Abril” en los Estados Unidos, subdirector de la
revista “Siete días” y de “La Semana”, director de la Revista “Noticias” y,
desde el año 2001, secretario general de redacción en el diario “La Nación”. Es
miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. Nadie que se bañe en
el Río Reconquista, puede evitar impregnarse del olor fétido de sus aguas.
Entre los periodistas del órgano mitrista que se han destacado
en los últimos años por ser más antipopulistas que el propio diario, está Mariano Obarrio, cuyos
pensamientos pueden ser recogidos de su cuenta de twiter para una competencia de
insustancialidad con los de los lectores que escriben cartas. En el humor está
Nik, denostado por sus colegas por su excesiva admiración hacia trabajos ajenos
al punto de modificarlo levemente para hacerlos propios conforme a la ideología
de su empleador, y Carlos María Reymundo Roberts, el que perpetra su
columna satírica de los días sábados, adoptando una posición kirchnerista como
estratagema para bombardear desde allí con todos los estereotipos que su
empleador ha derramado con entusiasmo durante 144 años, ante cualquier
experiencia política con tufillo nacional y popular. Ferviente católico del
Opus Dei, cajetilla de San Isidro, el hombre lleva el mitrismo en sus venas.
Álvaro Abós, un intelectual que pasó
por el peronismo, escritor prolífico, hoy sufre una amnesia tan profunda con
relación a su pasado que posiblemente el que escribe sea un homónimo.
Entre los trogloditas que son orgullo
de la Tribuna de Doctrina porque lo representan en su ideología en forma
impúdicamente profunda está Alberto Benegas Lynch (h) quién el 6 de enero de
2014 escribió bajo el título “La recurrente manía del igualitarismo”: “Más allá
de las buenas intenciones, en las sociedades abiertas redistribuir ingresos es
contraproducente, incluso para los más necesitados”. Tampoco se priva del
teclado del ex presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, cuya verborragia de
republicanismo no le impidió proteger a los terroristas de estado uruguayos e
hiciera lo imposible para obstaculizar que Juan Gelman pudiera encontrar a su
nieta Macarena.
Como distribuidora de prestigio, La
Nación recibe muchas colaboraciones y colaboradores ocasionales que lo hacen
con cierta frecuencia, que más allá de sus opiniones, indudablemente son
funcionales a los intereses del diario. Tomaré sólo dos casos como ejemplos muy
ilustrativos: Julio Bárbaro, un político histórico del peronismo, transformado
en invitado permanente de los medios dominantes, explica al movimiento
histórico y su enemistad con el
kirchnerismo, cuyas filas integró durante cuatro años, desde esas páginas
furiosamente antiperonistas. Es como proponer la reforma agraria desde las
páginas de la Sociedad Rural.
Gabriel Levinas, fundador de la
meritoria revista “El Porteño” en los ochenta, desde un posicionamiento de izquierda, terminó conchabado en Clarín,
trabaja con Jorge Lanata, y cada tanto escribe en el órgano mitrista. Desde
ambas “tribunas populares”, levanta su “prédica revolucionaria”. Pasó de Marx a
Magnetto, tal vez, porque ambos en el diccionario están en la letra M.
“LA NACIÓN” CONTRA LA NACIÓN
No es fácil ser coherentemente
antinacional durante 144 años. Sin embargo, su lectura es imprescindible para
saber qué piensa buena de parte aquellos que escrituraron y otros que pretenden
escriturar el país a su nombre. Es un diario que no chorrea tinta. Si se
estrujan sus páginas, quedan las manos manchadas de sangre.
11-01-2014
En mi breve "veraneo" ( como jubilado estoy todo el año de vacaciones) finalmente logré terminar el probablemente primer libro relato de Alvaro Abós ( es Posperonismo), que me atrapó inmediatamente por la sinceridad que trasuntaba y por ser el testimonio de una experiencia Política y de vida por la que caminaron un sinnúmero de Argentinos. Acto seguido escudriñé cómo seguía la trayectoria Escritor -Periodista de A. Abós y encuentro títulos en libros posteriores que no me interesaron y finalmente lo ubico como columnista del diario....La Nación. Gran desilusión que ya no me permite perdonar las equívocas profecías que Abós hace del Peronismo, las denuncias que hacía claramente contra quien hoy le da de comer, siendo que algunos de sus acertados reclamos que otrora hiciera se han concretado en la "decada ganada" no reconocida por La Nación. Mantengo, sin embargo, mi admiración por la precisión narrativa de su primer libro y por las punzantes y válidas críticas a los errores cometidos por los peronistas desde el ´55 hasta el ´84.
ResponderEliminarA la desilusión mencionada siguió la duda en cuanto a la ponderación de el libro citado, que hoy me aclara y ordena la conclusión que no podía resumir , Hugo Presman al escribir...:
..."Álvaro Abós, un intelectual que pasó por el peronismo, escritor prolífico, hoy sufre una amnesia tan profunda con relación a su pasado que posiblemente el que escribe sea un homónimo....", GRACIAS HUGO.