Se
convencieron que Perón ganaba las elecciones porque sobornaba y manipulaba a
los pobres. Que el kirchnerismo triunfó en reiteradas elecciones con un
importante fraude. Que Evita era la encarnación de la demagogia que utilizaba
fondos públicos para hacer beneficencia. Que Hugo Chávez era un dictador que
aunque ganara sorprendentemente casi todas las elecciones era el fruto de una
ilusión que encandilaba a las masas.
Por
eso quedaron perplejos cuando en los 18 años de proscripción, el peronismo
resistió en condiciones extremadamente adversas, resultaba imbatible en las
urnas, hasta que las luchas populares facilitaron el regreso de Perón y en
septiembre de 1973 arrasó con el 62% de los votos. Evita, a su muerte, convocó
a multitudes en una expresión de dolor imborrable. Y su recuerdo se venera por
los que la conocieron y por lo que perduraron su recuerdo a través de la
transmisión oral.
Y
ahora la muerte de Hugo Chávez movilizó a millones de venezolanos a los que les
devolvió la dignidad.
LA TARDÍA COMPRENSIÓN DE
ERNESTO SÁBATO
Escribió
Ernesto Sábato en un libro titulado “El otro rostro del peronismo” que nunca
volvió a reeditar: “Aquella noche de setiembre de 1955, mientras los
doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída
del tirano, en un rincón de la antecocina vi cómo las dos indias que allí
trabajaban tenían los ojos empapados de lágrimas.
Y aunque en todos aquellos años
yo había meditado en la trágica dualidad que escindía al pueblo argentino, en
ese momento se me apareció en su forma más conmovedora.
Pues
¿qué más nítida caracterización del drama de nuestra patria que aquella doble
escena casi ejemplar? Muchos millones de
desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para
ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban
simbolizadas en aquellas dos muchachas indígenas que lloraban en una cocina de
Salta.
La mayor parte de los partidos
y de la “intelligentzia”,
en vez de intentar una comprensión del problema nacional y de desentrañar lo
que en aquel movimiento confuso había de genuino, de inevitable y de justo, nos
habíamos entregado al escarnio, a la mofa, al bon mot de sociedad.
Subestimación que en absoluto correspondía al hecho real, ya que si en el
peronismo había mucho motivo de menosprecio o de burla, había también mucho de
histórico y de justiciero.”
Cabe
consignar que la comprensión de Sábato fue pasajera, pues posteriormente volvió
a transitar a contramano, con rectificaciones oportunas.
EL CAMBIO EN LAS RELACIONES SOCIALES
Lo cuenta José Pablo Feinmann a través de una
anécdota personal en “Peronismo. Filosofía política de una persistencia
argentina”, tomo 1, página 59: “En mi casa, que estaba en Belgrano R, en
Echeverría y Estomba, en diagonal a la Iglesia de San Patricio, y que fue, para
mí, niño de “los años privilegiados”, el hogar más cálido que jamás haya
tenido, había una joven de nombre Rosario.
Rosario
era lo que se llamaba “sirvienta”. Era muy buena. Era la cocinera. Otra señora
se encargaba de la limpieza. Bien, voy a esto: el 26 de julio de 1952 muere
Evita. Rosario estaba en la cocina. Dan la noticia por la radio. Rosario se
pone a llorar. Yo estaba jugando a no sé qué juego de la época en el comedor.
Creo que armaba un Meccano o asaltaba un
fuerte con unos soldaditos. Mi madre andaba por ahí. De pronto, no sé por qué
alternativa del juego, yo me largo a reír. Y se oye la voz de Rosario: “Que no
se ría ¡Qué no le falte el respeto a la
señora! Mi madre me pegó un mamporro durísimo y, en voz baja pero imperativa
dijo: ¡Cállate! Salió corriendo para la cocina. Me acerqué, paré la oreja y
escuché el diálogo. Rosario lloraba y a la vez decía: “Su hijo se está riendo,
señora. Evita se murió y él se ríe. Se
está burlando. Mi madre, con miedo trataba de calmarla: “Es un chico, Rosario.
Está con sus juguetes. No sabe lo que pasa. La “patrona” tenía que darle
explicaciones a la “sirvienta”. Eso era nuevo en el país”
LA COMPRENSIÓN DE HUGO
YASKY
Escribió
en Página 12 del 9 de marzo: “Cómo
no emocionarse. Cómo evitar las lágrimas, la piel de gallina, el
estremecimiento. Cómo no querer fundirse, abrazarse, rezar, llorar y reír, como
ríen los que se saben eternos, en esa marea roja de cientos de miles de venezolanos
que en las calles de Caracas le dan el último adiós a su comandante, a su
compañero, a su compadre, a su presidente, Hugo Chávez. Porque ahí está Chávez.
En ese pueblo dolido, pero inconmovible.
Cómo no ver las transformaciones en favor de
los humildes, de los olvidados por la oligarquía que antes de Chávez se quedaba
con la renta petrolera, en aquella joven de rostro oscuro y remera roja que
golpea dos veces su corazón con el puño cerrado al pasar frente al féretro.
Cómo
no encontrar las misiones que llevaron los centros de salud a los barrios más
pobres en esa anciana de piel curtida y arrugada que se resiste a dejar su
lugar frente al cajón, que intenta dejar una última carta para su presidente.
Cómo no entender a aquella niña de anteojos
gruesos y en silla de ruedas que es levantada en andas por dos guardias para
que pueda verlo por última vez, si el plan de alfabetización coordinado junto a
Cuba hizo posible que cientos de miles aprendieran a leer y a escribir, que los
libros fueran tan baratos como comprar un diario.
Cómo no acompañar a todas aquellas madres que
se toman de las manos y derraman esas lágrimas sin consuelo, si ellas y sus
maridos y sus niños no saben de estadísticas, pero sí aprendieron que en quince
años la desocupación bajó a menos de la mitad (del 15 al 7 por ciento), la
pobreza extrema se redujo a casi una cuarta parte (del 26 al 7 por ciento) y la
informalidad laboral descendió del 53 al 43 por ciento.
Cómo
no entender la comunión del ejército bolivariano con el pueblo, su transformación
de verdugo durante el Caracazo a ejército antiimperialista y garante de la
voluntad popular, al ver a ese soldado que hace una venia histriónica y
emocionada frente al cristal que lo separa de su comandante. Y a ese que se
persigna. Y a aquel otro que llora. Y al de más allá que no se resigna ante la
muerte y la odia, la escupe, la maldice.
Cómo no saber que en los rostros compungidos
y al borde del llanto de Cristina, Evo, Correa, Pepe Mujica, Ortega, Lula y
Dilma está la unidad latinoamericana que convirtió a Chávez en Chávez y a cada
uno de ellos, también, en Chávez. Cómo no distinguir, mezclado entre todos
ellos, a Néstor Kirchner.
Cómo
no sentir que en estas calles vive la historia de las luchas de América latina.
La militancia y la resistencia al neoliberalismo y a las dictaduras genocidas
programadas desde el Norte. El rechazo al ALCA, a Bush (el que huele a azufre)
y al rey de España (que quiso callarlo con la soberbia del monarca que aborrece
la rebeldía del plebeyo). La construcción de la UNASUR, el ALBA y la CELAC. La
mística del nuevo tiempo que vivimos en la Patria Grande.
Cómo
no reconocer que aquí existe la fuerza necesaria para seguir, para enfrentar a
los escuálidos, a los gorilas, a los cipayos, a las oligarquías de este continente
que buscan atarnos al carro del imperialismo.
Cómo no distinguir, en algún lugar de este
cielo triste, la sonrisa de Juan Domingo Perón, cuando decía que “para conducir
un pueblo, la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y
piense como el pueblo”.
Cómo
hacemos, ahora, quienes tuvimos la oportunidad de compartir con Hugo Chávez
Frías momentos memorables, hechos que nos van a dejar una huella profunda, para
no romper en un solo grito: ¡Hasta siempre, comandante! Grito que es desahogo,
pero también vida. Compromiso y militancia. Memoria y futuro. Por ahí también
está Chávez.”
LOS CREYENTES DE BUENA FE
Lo
escribió Eduardo de la Serna, del grupo de “Curas en opción de los pobres de la Argentina”: “Debo comenzar con una serie de
sensaciones personales, me parece que es justo: Nunca me consideré “chavista”,
había cosas del Comandante que no me “cerraban del todo”: a lo mejor su estilo
caribeño, exuberante; a lo mejor cosas que “sabía de oídas”; a lo mejor saber
que algún teólogo de la liberación al que respeto enormemente era muy crítico.
Sin duda alguna en las elecciones lo hubiera votado; no se me hubiera ni por
asomo ocurrido votar a Capriles (no sé cómo puede durar un segundo más en el
“Partido Socialista” Hermes Binner…o a lo mejor lo sé, porque también allí
estuvo Américo Ghioldi)……. ¡Los pobres están en la calle, llorando! ¡¡¡Listo!!!
Para mí está claro, y sin ninguna duda, dónde
tengo que estar. Podré no estar de acuerdo con esto o con aquello, pero
los pobres están llorando. Y mientras crea que allí estaría Jesús, no tengo
dudas. El que nació en un pesebre, se anunció a pastores, predicaba a los
pobres, comía con despreciados, elegía desclasados, y lo mataron como a un
esclavo, ese no estaría ni en el hotel 5 estrellas de Las Termas, ni festejando en Miami. Estaría confundido con la gente,
llorando. Puede ser que a Chávez le hubiera dicho “no peques más”, pero
después de haberle dicho “no te condeno”. Y mientras tanto, estaría
llorando con los que lloran.”
Donde el pueblo comprende que vive “el
tecnicolor de los días gloriosos”, el poder percibe la decadencia, el
despilfarro, el ascenso temido de los de abajo.
Morales
Solá, en La Nación del 8 de marzo descalifica la tarea revolucionaria
inconclusa del siglo XIX enarbolada por Chávez como “la vana retórica
latinoamericana.” Rivadavia que saboteó la gesta libertadora intentando
sacrificarla en los intereses portuarios, no lo hubiera dicho en forma
diferente.
El
hito histórico del NO al ALCA, consumado con la complicidad notable de Kirchner
y Chávez con el respaldo de Lula, un hito de indudable proyección histórica,
una batalla de Ayacucho del siglo XXI, para el escriba de La Nación interpreta bajo el título “Néstor, Cristina y
Chávez, los trazos de una amistad inexplicable”: “ Kirchner hizo con Chávez
cosas de política exterior de una gravedad que su esposa no repitió todavía. La
cumbre americana en Mar del Plata en 2005. Uno hizo la cumbre y el otro la
contracumbre. Poco después Chávez vociferó desde la Argentina contra Bush. Que
estaba de visita en Uruguay. Kirchner ponía el lugar donde Chávez ubicaba su
verbo encendido. Eran dos compinches haciendo travesuras de potrero. Pero
Kirchner tiraba la piedra y escondía la mano…..Tal vez Chávez le enseño al
kirchnerismo cómo fracturar la sociedad, echar jueces y perseguir al
periodismo. También es cierto que esas son las recetas irremediables de
cualquier populismo.” Bartolomé Mitre, que arrasó con el Paraguay y los
caudillos populares no lo hubiera dicho
en forma diferente.
Por
derecha, Mauricio Macri sostiene: “Esperamos que nosotros no sigamos nada de
Chávez” abrazado a La Nación y Clarín y
el candidato del Frente Amplio Progresista, Hermes Binner, sostuvo que en la
alternativa Chávez o Capriles hubiera votado por el candidato del poder
económico, como si 66 años no hubieran pasado y perpetraría nuevamente los
mismos errores de los socialistas juanbejutistas, apoyando a Tamborini- Mosca,
la fórmula de la Unión Democrática en las elecciones de febrero de 1946.
Incluso
un político que suele hacer algunos aportes interesantes como Rodolfo Terragno,
aunque su paso por el gobierno de la Alianza fue de una notable opacidad,
escribió en Clarín del 7 de marzo, el medio del cual es cada día es más
tributario: “La herencia de Chávez no es una Venezuela más justa ni más
independiente”. Su confesión inicial
permite entender su tergiversación: “Confieso que no tengo, para escribir sobre
Hugo Chávez la necesario objetividad. Lo recuerdo conspirando desde los
cuarteles, contra el gobierno democrático que nos salvó la vida. Me refiero al
gobierno de Carlos Andrés Pérez…..” El caracazo que fue la respuesta a las
medidas de ajuste de su protector ha quedado diluido en su memoria.
Mariano
Grondona, el intelectual orgánico e histórico del establishment, en su poca
digna senectud, donde los prejuicios reemplazan a los argumentos, escribió en
La Nación del 10 de marzo: “El populismo exalta la irracionalidad.”
El
miércoles 6 de marzo, en los juicios por delitos de lesa humanidad en Córdoba,
el asesino Pedro Vergez se puso a cantar en la audiencia “Viva la muerte de
Chávez”. No estaba solo: muchos hicieron lo mismo en Miami, Caracas y Buenos
Aires.
Los gobiernos populares tienen la virtud de
desnudar la brutalidad de la derecha, las imposturas de muchas izquierdas y el
falso concepto de democracia de muchos progresistas, penetrado del falaz
republicanismo de aquellos que sólo lo recuerdan cuando gobierna el populismo.
Hacen
oportuna aquella frase de William James: “Un gran número de personas piensan que están
pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios”
10-03-2013
Hugo Presman. Todos los derechos reservados.
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Por favor... con Peron , que volvió para abortar un proceso unico , revolucionario .
El y las AAA , o no vas a reconocer que fue en
idiologo ........