La recuperación de las Islas Malvinas el 2
de abril de 1982 actúa como un ADN de lo nacional, para ubicar claramente las posiciones. Tema hoy tan complejo como
hace 30 años, que demuestra hasta qué punto la historia arrastra en su corriente
oro y barro. El oro de una causa justa. El barro porque quienes la planearon habían arrasado el país y muchos de los que
la ejecutaron habían sido la mano de obra del terrorismo de estado. Está claro que no hay nada más lejano a un
guerrero que un torturador. La actuación de Astiz en las Georgias es un
claro ejemplo. En igual sentido deben señalarse a aquellos oficiales cuya mayor
valentía fue estaquear a sus propios soldados. Pero como en todo acontecimiento
trascendental es preciso evitar que el árbol oculte el bosque. El bosque era la
recuperación de las islas. El árbol eran los que lo ejecutaban. El pueblo en
forma mayoritaria abarcó el bosque y en la Plaza de Mayo, el 10 de abril, manifestó
claramente su apoyo a la medida pero silbó a Galtieri cuando intentó ser el
depositario de la voluntad popular. En cambio, cierto progresismo suele
naufragar en el análisis necesitado que la realidad se exprese en blanco y
negro.
La idea
original fue la realización de un acto de soberanía sin llegar al conflicto
bélico. En el caso que la situación se desmadrara, la dictadura establishment-
militar partía de un supuesto errado de creer que EE.UU apoyaría a la Argentina por los
servicios prestados en Centro América, desconociendo que Inglaterra es el
principal aliado histórico del Imperio y que Reagan y Thatcher habían
emprendido una guerra final contra el comunismo y la implantación planetaria
del neoliberalismo, ambas banderas asumidas también por el autodenominado
Proceso. Los futuros contendientes estaban debilitados políticamente por las
políticas implementadas en sus respectivos países. De manera que en Malvinas
encontraron una huída hacia adelante: mientras Margaret Thatcher la emprendía
contra los mineros y las conquistas sociales de los obreros británicos,
Leopoldo Galtieri reprimía ferozmente la manifestación del 30 de marzo. Una vez
recuperada las Malvinas, la idea de “toco y me voy” quedó bloqueada por la
manifestación popular del 10 de abril. Y
ahí la gesta empezó a convertirse en su instrumentación en una aventura, por la
improvisación que sobrevino para una instancia bélica.
En
aquellos agitados días, escribí una nota titulada “Del 2 de abril al 2 de
abril”, haciendo referencia al 2 de
abril de 1976 donde Alfredo Martínez de
Hoz anunció un nuevo estatuto legal del coloniaje, al 2 de abril de 1982 donde
se tomaba una medida histórica. En ese momento consideré, posición que
reivindico tres décadas después, que la consigna del momento, ante la medida
tomada era: “Luchar en las islas,
recuperar el continente”.
Tenía muy presente la concepción de Lenín que
afirmaba: “Estar en contra del
nacionalismo del país oprimido, es estar a favor del nacionalismo del país
opresor”.
Recordaba
también la posición de León Trotsky, cuando atisbó la posibilidad que Hitler
violara el siniestro acuerdo con Stalín y que invadiera la Unión Soviética.
El hombre que había sido uno de los gestores de la Revolución de Octubre,
que había sido derrotado por Stalín, que fue perseguido al punto que el planeta
no tenía visado para él, al que le habían asesinado sus hijos, amigos y seguidores, el que
denunció al stalinismo y sus crímenes,
resumió la posición a adoptar ante la posibilidad de la invasión de
Hitler: “Contra la burocracia, defensa
incondicional de la
Unión Soviética ”. Más acá, en la rica historia
latinoamericana, San Martín no dudó apoyar a Rosas, más allá de sus
diferencias, ante la invasión anglo- francesa en 1838 y 1845, mientras los
argentinos unitarios exiliados en Montevideo alentaban a los invasores.
Cuando la Junta intentó llegar a un
acuerdo fue la Thatcher
la que lo saboteó hundiendo al General Belgrano. La guerra viró absolutamente todo el sistema de las alianzas
internacionales de la dictadura, demostrando la sorprendente originalidad de
los hechos históricos.
Junto
con los groseros errores de planificación y de logística, la derrota tapó el
heroico comportamiento de los soldados, de muchos oficiales, el excepcional
desempeño de la aviación y de los
pilotos navales. En condiciones muy desfavorables desde el equipamiento, las
bajas infringidas a la alianza de las dos principales potencias de la OTAN , fueron muchos mayores
de las que tenían previstas. La guerra
de Malvinas fue considerada en la mayor parte de América Latina como una gesta.
La
derrota abrió el camino a una democracia débil surgida bajo el paradigma de la
desmalvinización, una etapa nacida de
una guerra perdida. Eso significó en los
hechos, que nunca más se debía tener la osadía de enfrentar a los poderosos.
Esta interpretación atravesó a todo el período democrático con diferente
intensidad, al tiempo que se arrumbaba todo lo que tuvo de lucha anticolonial
lo que se inició el 2 de abril, y se abandonaba a su suerte a los combatientes.
Cuando el proceso económico iniciado en 1976 concluyó con la peor crisis de la
historia argentina al finalizar el 2001, y como resultado de la misma en el 2003 surgió el kirchnerismo que se decidió enfrentar a varios de los
bastiones del poder económico nacional e internacional, la recuperación de la
gesta malvinera, más allá de los déficits de su implementación ha vuelto a
tener el lugar que se merece. Enterrar
la desmalvinización es un acto de soberanía.
El 2 de abril es un hecho histórico que
supera las intenciones, limitaciones, pequeñeces y aberraciones de muchos de
sus protagonistas.
El
surgimiento de un grupo de periodistas e intelectuales que atacan al gobierno
con una virulencia que trocan en comprensión cuando se refieren a los
habitantes de las islas, revela como se intenta instrumentar Malvinas como otra
barricada contra Cristina Fernández.
Se tiene la fundada sospecha que si el
gobierno decidiera regalar las islas, los amigos de los kelpers se
transformarían inmediatamente en nacionalistas a ultranza.
No es
una casualidad que uno de los firmantes, el historiador Luis Alberto Romero
proponga que la conmemoración se traslade al 14 de junio, el día de la derrota.
Podría darse entonces la paradoja que el invasor y el invadido, el colonizador
y el despojado, coincidieran en la fecha, uno festejando la victoria y el otro
celebrando la derrota.
Nunca
dejan de estar activos los herederos de los unitarios exiliados en Montevideo
durante el gobierno de Rosas que apoyaron a los invasores. Hoy sus émulos
sostienen que hay que considerar los deseos de los habitantes implantados en
las islas. Afirman: “Que deben ser reconocidos como sujetos de derecho.
Respetar su modo de vida……implica abdicar de la intención de imponerles una
soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean”
Son aquellos a los que la espada que San Martín legó a Rosas, señala a
través de los siglos.
Por todo
ello, la posición que se adopte con relación a
Malvinas es un ADN de lo nacional.
01-04-2012
Todos los
derechos reservados. Hugo Presman. Para publicar citar fuente.
Estimado Hugo, ya en otra ocasión le alcanzado algo que he escrito en mi blog, vuelvo a hacerlo:
ResponderEliminarhttp://melonesseacomodansolos.blogspot.com.ar/2012/04/disputa-cultural.html
Le comento que mi padre militó en el FIP, por lo que la causa Malvinas es muy cara a mí ya que la escuché desde pequeño. Tuve oportunidad de compartir una comida con mi viejo y otro compañero de militancia y si bien están contentos por el resurgimiento del tema Malvinas, andan un poco enojados con algunos intelectuales como (Feinmann, González, Verbitsky) a los cuáles consideran los proovedores de ideología del gobierno en este "revival" muy impregnado de cierto pacifismo, y el permanente fustigamiento sobre los jerarcas militares, lejos de remarcar la gesta patriótica.
Le recomiendo que busque en youtube el reportaje que Fantino le hace a Kasansew (aunque el programa habitualmente no sea de mi agrado) dado que es emocionante escuchar la heroicidad de nuestros soldados.
Le dejo un cordial saludo.