11 noviembre 2019

LAS VENAS ABIERTAS*

De la primavera que empezó con Hugo Chávez, siguió con Lula, se consolidó con Néstor Kirchner, se prolongó con Evo Morales, Rafael Correa,  Fernando Lugo, Pepe Mujica y Cristina Fernández, el invierno de la reacción neoliberal dejó una Venezuela herida y desangrada,  una Bolivia aislada en los últimos años , y un Uruguay haciendo equilibrio. En el fondo, y como siempre con sus poderosos claroscuros, la solidaridad y apoyo de Cuba.

El invierno marchitó la primavera: el kirchnerismo derrotado por un macrismo feroz; Dilma desplazada por motivos banales; Lula encarcelado por la “íntima convicción” de un juez del poder; Rafael Correa traicionado; Fernando Lugo desplazado por una zancadilla.
Todo en el marco de un EE.UU con Donald Trump volviendo su mirada y su poder sobre nuestro dolorido territorio, apoyando y sosteniendo a una derecha que es la continuación de los intereses norteamericanos donde están:  Iván Duque en Colombia, Martín Vizcarra en Perú , Lenín Moreno en Ecuador, Sebastian Piñera en Chile, Mario Benítez en Paraguay y Jair Messias Bolsonaro en Brasil.
En un proceso en el que, como diría el inconmensurable Leon Trotsky, es desigual y combinado. El mismo que cuando el Méjico acogedor de Lázaro Cárdenas le brindó asilo en un planeta que le negaba visado, le bastó unos pocos meses para deducir que América Latina no tenía destino si no se unía, en la misma línea de todos los libertadores del siglo XIX.
Legado que recogió el ensayista, historiador y político Jorge Abelardo Ramos al afirmar:  “América latina no se encuentra dividida porque es ‘subdesarrollada’ sino que es ‘subdesarrollada’ porque está dividida”.
Hoy en el gélido invierno neoliberal, Alberto Fernández nos vuelve a ilusionar con una primavera tan esperanzadora como difícil; Lula sale de la injusta cárcel en un Brasil conducido al medioevo por el brutal Bolsonaro; en Méjico Andrés Manuel López Obrador acerca un horizonte un poco diferente. En Chile estalló el modelo presentado como óptimo: un pueblo que soportó la matriz económica de la dictadura pinochetista que se prolongó durante la democracia con casi todo privatizado durante treinta años, decidió recoger el mensaje final del gigantesco Salvador “Chicho” Allende y tomó las amplias alamedas,  como lo pronosticó el presidente mártir en su discurso postrero, en las que se volvió a escuchar “El pueblo unido jamás será vencido” de los inolvidables Quilapayún.
El resultado como siempre es incierto, pero lo que se puede asegurar es que Chile ya no será igual. Lo mismo se puede decir de Ecuador,  donde las convulsiones populares hieren la legitimidad de un gobierno impiadoso. Situaciones parecidas se viven en Haití y Honduras.
Un nuevo grupo, el de Puebla, que integran referentes y no países, se reunió en Buenos Aires. Se volvió escuchar la música de las palabras que acarician al corazón y fortalecen el espíritu de lucha. La que intenta recuperar derechos y levantar la unidad latinoamericana.  Aquella música que ejemplificó con la precisión que lo caracterizaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia, no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí, con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas. Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes. Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
-Se llevaron las mulas. Y dijo:
-Y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rió:
-Pero no se llevaron la música.
La música siempre está en las profundidades de los pueblos. Enorme distancia entre gobiernos que recogen aquella frase formidable de Evita que “donde hay una necesidad hay un derecho” de los otros que ven en cada necesidad un negocio. Los mismos que consideran los derechos del pueblo son privilegios y los privilegios de los poderosos constituyen derechos.
Alberto Fernández, que llega a la presidencia mediante una notable jugada estratégica de Cristina Fernández que dio un parcial pase al costado y facilitó la unión del peronismo, viene manifestando que la sociedad argentina fue diferente por el otorgamiento de derechos y ahora nos vienen a decir que para progresar hay que amputarlos.   
Pero debe quedar claro que mientras resurge la música de una América Latina erguida y soberana,  y como es un proceso desigual y combinado; o tal como decía Federico Engels “la historia avanza de contradicción en contradicción”,  viene el contraataque en Bolivia de un poder económico clasista y racista y con el mismo odio que levanta ancestralmente la derecha bajo las falsas y huecas consignas del republicanismo, la democracia en peligro,  la libertad amenazada, o la corrupción. Esto no significa obviar los reiterados errores y limitaciones comunes de los gobiernos populares.
El derrocamiento de Evo Morales en Bolivia es una puñalada en la espalda de la incipiente y débil primavera. La venganza y el odio andan sueltos en el altiplano y el posicionamiento de las fuerzas armadas es un retroceso de décadas. En la reunión de presidentes en Buenos Aires, en el 2007, Lula dijo: “Evo es lo más extraordinario de lo que nos ha sucedido en Sudamérica. Nadie refleja más que él, la cara de Bolivia”.  
La conspiración surgida como es habitual en la pretendida Bolivia blanca de Santa Cruz de la Sierra que ya protagonizó un intento secesionista hace unos años, en el 2010, encabezado por el hoy fugitivo Branko Marinkovic, en lo que se conoce como la media luna que integran además Beni, Pando y Tarija.
De ahí surge un personaje como Luis Fernando Camacho que compite con Bolsonaro en su magnitud de troglodita, que ingresó a la Casa de Gobierno de La Paz, ante la ausencia de Evo Morales donde colocó su escrito sobre una biblia y la bandera boliviana arrodillándose en el piso. Es el que dio el ultimátum de 48 horas al presidente para que abandonara el gobierno y forma parte de una de las varias logias de Santa Cruz bajo la denominación de “Los Caballeros de Oriente”.
Escenas como la que sufrió la alcaldesa de la ciudad de Vinto, Patricia Arce, vejada, arrastrada por la calle, orinada y pintada de rojo, luego que los vándalos incendiaran el edificio de la alcaldía, demuestra hasta qué punto pueden llegar los que hoy se proclaman vencedores. Igual que a Lula, a Evo no le perdonan haber logrado avances económicos y culturales notables que colocan a su presidencia como una de las mejores, tal vez la mejor, de ese país con una historia muchas veces heroica pero la mayoría de las veces trágica.      
En Uruguay el Frente Amplio posiblemente pierda las elecciones en el balotaje y se sume con menor virulencia al eje dominante. 
La lucha es desigual y poblada como siempre de obstáculos. Las fuerzas armadas desprestigiadas y prescindentes hasta ahora han sido reemplazadas por los medios y una justicia que hoy más que nunca es la última trinchera del poder. Los empresarios que protagonizaron en los países desarrollados las revoluciones burguesas en Europa y EE.UU, en América Latina son dirigentes colonizados que apoyan políticas neoliberales que terminan mayoritariamente debilitándolos o directamente fundiéndolos. Constituyen una clase dominante pero no dirigente. Lamentablemente cuentan con el apoyo de franjas de clases medias y aún de sectores populares cooptados por el discurso neoliberal.
Una anécdota que Alberto Fernández le cuenta a Rafael Correa en un reportaje que le realizó el ex presidente ecuatoriano, ilustra esa situación: “Tuve hace un tiempo una reunión con un empresario argentino, una de las empresas multinacionales que tiene Argentina, o sea que comercia más allá de las fronteras argentinas. Entonces le pregunté cómo le estaba yendo con el gobierno de Macri. Me contestó mal, muy mal, los dos últimos balances fueron negativos. Entonces le pregunté cómo le había ido con Cristina y me dijo: No, no, con Cristina no dejábamos de ganar plata. Entonces le pregunté por quién había votado. Sonrojado me contestó por Macri.  Y ahora que va a hacer, insistí. Me contestó: “No sé”. Le dije: Lo que te pasa es que te da vergüenza votar como tus obreros. La verdad que a vos te va bien cuando hay gobernantes que quieren que te vaya bien a vos y a tus obreros. Y a vos cierta pertenencia de clase no te permite votar como tus obreros. Y se quedó callado”.  Fernández no lo dice, pero el empresario a que se refiere es Luis Pagani de Arcor.
Hace unos días el gerente de la línea aérea low-cost Fly Bondi, Julián Cook declaró: “Amo a la Argentina y espero que algún día salga del peronismo, un cáncer que destruye el país poco a poco hace décadas. No puedo creer que Cristina volvió”. No sería tan graves las afirmaciones de este empresario extranjero si no fuera que cuenta con el aval de importantes empresarios nacionales. Así lo cuenta el periodista Alejandro Bercovich en el diario BAE: “Le valió discretísimas felicitaciones de dueños de grandes compañías del sector energético y de accionistas de dos bancos nacionales. Ninguno de ellos se atrevería a reproducirlas en público, pero muchos todavía piensan así. Como en los años 50.”
Hay profundos dilemas que resolver que las experiencias populares no han podido superar como la restricción externa. El actual consejero y amigo de Alberto Fernández, el ex diputado chileno y tres veces candidato a la presidencia de su país, Marco Antonio Enriquez Ominami, sostiene: “Chile demostró cómo el crecimiento sin inclusión no se sostiene y Argentina mostró también cómo la inclusión sin crecimiento (se refiere a los últimos años de Cristina) tampoco se sostiene.” 
A pesar de todo, se ha roto la homogeneidad territorial neoliberal. No hay una puerta de salida sino una ventana abierta por lo que entra un oxígeno reconfortante, por donde sale el sonido de la música de políticas liberadoras. Por otra ventana,  los sucesos que se están desarrollando en Bolivia nos remite a un pasado colonial. El gobierno en retirada de Mauricio Macri reconoce implícitamente a los asaltantes como ya lo hizo claramente con el gobierno inexistente de Juan Gerardo Guaidó en Venezuela. Es la línea de Brasil y EE.UU. Las venas abiertas en carne viva.
Los dos principales medios de la Argentina se niegan calificar un golpe cívico-militar-policial, un golpe del establishment, con la denominación que le corresponde. La Nación titula: “Vacío de poder en Bolivia: presionado por el Ejército, renunció Evo Morales”. Clarín solo pone la calificación de golpe como dicho por el presidente destituido: “Evo Morales renunció, denunció un golpe y que pidieron su captura”. Esos son los medios que escrituraron el republicanismo a su favor.
 Es un partido con resultado incierto el que se juega en América Latina. Pero mientras que se lo juegue, la derrota no es un destino ni la victoria una utopía.  

11-11-2019         
  • PUBLICADO EN LA TECLA Ñ







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