29 septiembre 2018

52 años CÓNDORES EN MALVINAS*



El 28 de septiembre de 1966 fue miércoles. El pronóstico meteorológico anunciaba un día de sol en Buenos Aires y nublado en las Islas Malvinas, que los usurpadores británicos denominan Falklands.
La principal preocupación del presidente Juan Carlos Onganía era el partido de polo que debía jugar con el Duque de Edimburgo, el esposo de la Reina de Inglaterra.
El golpe del 28 de junio había contado con un importante consenso implícito y fue fuertemente fogoneado desde las revistas Primera Plana y Confirmado, que destilaban un fuerte olor a petróleo.
En Aeroparque, en el Douglas DC4, el comandante Ernesto Fernández García, probaba las turbinas, mientras los 35 pasajeros esperaban entre impacientes y nerviosos el despegue del vuelo 648 a Río Gallegos. Eran los primeros minutos del 28 de septiembre, más precisamente la 0: 28.
En Malvinas, las 554 mujeres y los 520 hombres dormían o estaban a punto de hacerlo. En esas islas olvidadas por el Imperio las diversiones eran precarias y reducidas. En las cinco cantinas se escuchaba música o se jugaba a los dados. Los kelpers ocupaban sus tiempos ociosos practicando equitación, jugando al rugby, dedicándose a la pesca deportiva, o ejercitándose en el tiro al blanco. 
Los pubs, donde el consumo de cerveza y el whisky batían récord, cumplían un horario estricto: de 8 a 12 horas y de 17 a 22 horas. Fuera de horario y contraviniendo las prédicas puritanas, la infidelidad era el deporte preferido.
La única radio, a las 10 de la noche, emitía el Himno Real. El silencio invadía a las islas, mientras el frío y el viento transitaban la soledad.   
A pesar de algunos hechos pocos auspiciosos, el gobierno de Onganía seguía despertando expectativas. El 29 de julio, las universidades fueron intervenidas en medio de una feroz golpiza, iniciando un éxodo de científicos a partir de esa noche que la historia recogió como la de los bastones largos.
Los sindicalistas que habían asistido al juramento presidencial, ostentando inusuales corbatas, cultivaban las esperanzas. Perón desde Madrid, había impartido la instrucción de “Desensillar hasta que aclare” Pronto, muy pronto, las cartas quedarían reveladas y la llamada Revolución Argentina mostraría que los llamados tiempos económicos, sociales y políticos, no eran más que una nueva etapa de desmantelamiento del modelo de sustitución de importaciones iniciado con el golpe del 16 de septiembre de 1955. El plazo previsto de 20 años de gobierno era una mera especulación para que, en dicho período, la muerte acabara con el líder exiliado en Madrid.
Pronto vendrían el cierre de los ingenios en Tucumán, y la sustitución en el Ministerio de Economía  de Néstor Salimei, directivo y socio de Sasetru por Adalbert Krieger Vasena, testaferro de las multinacionales. El golpe iniciaba el tortuoso camino que terminaría con su salida de la Casa de Gobierno al grito de “Se van, se van, y nunca volverán”
Onganía pasaría a la historia como “La Morsa”, denominación surgida de una humorada de Juan Carlos Colombres (Landrú) pero su adjetivo más preciso fue “Caño” porque era liso por fuera y hueco por dentro. El núcleo fuerte del ejército, los generales de caballería, pasaron a denominarse de ganadería según la ácida ironía del ensayista Rogelio García Lupo, por los intereses que representaban.   
Pero en esa primavera de 1966, cuando se cumplían 133 años de ocupación inglesa de las Malvinas, Ernesto Sábato declaraba al periodista José Eliaschev de la revista Gente del 28 de julio de ese año: “Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con prejuicios y valores apócrifos que no responden a la realidad. Debemos tener el coraje para comprender (y ver) que han acabado las instituciones en las que nadie cree seriamente  ¿ Vos crees en la Cámara de Diputados? ¿Conocés mucha gente que crea en esa clase de farsa? Por eso la gente común de la calle ha sentido un profundo sentimiento de liberación (ante el derrocamiento de Illia)……Se trata de que estamos hartos de mistificaciones, hartos de politiquerías, de comités, de combinaciones astutas para ganar tal o cual elección”
Con relación a Malvinas, el 16 de diciembre de 1965, la Asamblea General de las Naciones Unidas sancionó la resolución 2065 en donde encuadraba el caso en la resolución 1514, es decir que lo consideraba como un acto de colonización, reconociendo la disputa sobre la soberanía de las islas, abogando por la resolución pacífica y recomendando que la solución contemplara los intereses de los pobladores.          
CÓNDORES EN EL AIRE    
 Dardo Cabo, el jefe del operativo Cóndor que se propone realizar un acto de soberanía en Malvinas, mira por la ventanilla y sólo ve la oscuridad. Están sobrevolando territorio continental. Hace unas horas que vuelan y se acerca el momento de iniciar el operativo. Mira a sus 17 compañeros y en sus rostros observa la tensión y la ansiedad. Por un momento, sus 25 años pasan aceleradamente en múltiples imágenes. Recuerda su infancia en Tres Arroyos, donde nació. Su padre, el dirigente metalúrgico Armando Cabo, que fue colaborador de Eva Perón y que inició su militancia gremial en la fábrica Istilart. Cuando sus padres se separaron, se radicó en Buenos Aires, viviendo con su madre María Campano.
Estudió, como alumno pupilo, en el Colegio San José de Calasanz del Barrio de Once.
Militó, como varios compañeros de la Operación Cóndor en Tacuara, que en la década del sesenta fue una escuela de cuadros en donde se mezclaba el nacionalismo económico, el revisionismo histórico, el clericalismo, lecturas de Primo de Rivera y Julio Meinvielle, simpatías hacia el fascismo y el odio antijudío. Esa mezcla heterogénea llevo a que al implosionar, sus antiguos cuadros se dispersaron integrando muchos de ellos los grupos guerrilleros de izquierda como Montoneros y Far e incluso Joe Baxter fue dirigente del ERP. Otros quedaron en la extrema derecha peronista y algunos posiblemente integraron la Triple A.
En esos pantallazos de su pasado, Dardo recuerda cuando a principios de los sesenta rompe con Tacuara y crea el Movimiento Nueva Argentina. Una sonrisa le recorre la cara cuando rememora que siendo apenas un adolescente es detenido bajo los gobiernos de Aramburu y Frondizi. Más adelante comandó el cuerpo de custodia de Isabel Perón, cuando el General movió la dama para derrotar al candidato de Augusto Vandor en las elecciones de Mendoza.       
Le hace señas a su segundo, Alejandro Giovenco para que se cambien las ropas. El operativo va a empezar en unos pocos minutos. Le sonríe y acaricia a su mujer María Cristina Verrier, la única mujer del grupo que conocía Malvinas y ayudó en la logística. Recorre velozmente los últimos días. La financiación del empresario Cao Saravia, la invitación al periodista, director y propietario de Crónica Héctor Ricardo García para que tenga la exclusividad de la noticia, los tres días en que el grupo estuvo encerrado en el camping de la UTA en Ituzaingó, con dos días de retiro espiritual, donde dos compañeros desertaron. Todos los cóndores son peronistas murmura Dardo y de nuevo una sonrisa surca su rostro.
Cuando quedan pocos minutos para quemar las naves, recuerda las declaraciones de Miguel Fitzgerald, que fue el primer argentino en volar a las islas y plantar la bandera nacional. Lo hizo el día de su cumpleaños, el 8 de septiembre de 1964, piloteando un Cessna.  Dejó una proclama y regresó.
Recuerda palabra por palabra de su relato: “Salgo de Gallegos, vuelo mar adentro, a las tres horas y quince minutos veo el archipiélago. Desde arriba se ve un rectángulo como de cien islas e islotes. Voy diciendo ‘operación normal’, y en Gallegos hay gente que entiende lo que digo. Cuando sobrevuelo el archipiélago, una capa muy densa de nubes me impide ver. No puedo zambullirme entre las nubes, porque en alguna parte de ese rectángulo hay un cerro de seiscientos metros de altura. Espero un claro. Lo veo. Y me lanzó hacia debajo de la capa de nubes, identifico Puerto Stanley, busco la pista de cuadreras, y aterrizo. Me bajo del avión, saco la bandera y la cuelgo del enrejado de la cancha. Viene un hombre de los que se habían juntado a ver el aterrizaje. Me pregunta si necesito combustible. No se le ocurre que soy argentino. Le doy la proclama y le digo: ‘Tome, entréguele esto a su gobernador’. Me subo al avión y vuelvo a Gallegos. Habré estado en Malvinas unos quince minutos." (1)
AMOR EN EL AIRE    
María Cristina Verrier es la única mujer y la tercera en la sucesión de mando del operativo, que está a punto de protagonizar el primer secuestro de un avión en la Argentina.
Proviene de una familia rica. Su padre era el Dr. Cesar Verrier, ex integrante de la Suprema Corte de Justicia. Su tío Roberto Verrier fue ministro de la autodenominada Revolución Libertadora.
El ensayista Luis Beraza, autor de "Nacionalistas. La trayectoria política de un grupo polémico",  en una nota inédita titulada “A cuarenta años de una hazaña olvidada” describe de esta manera el encuentro: “Para realizar el operativo Cóndor, Dardo Cabo debía buscar recursos materiales y humanos, además de realizar una inteligencia previa que permitiera concretarla. De todas ellas, la última parecía la más difícil. ¿Como organizar una toma simbólica de las Malvinas sin conocer perfectamente el plano de la ciudad a tomar? ¿Como aprovechar el factor sorpresa para instalar una bandera argentina, concretar la toma de la casa del Gobernador, neutralizar a los infantes ingleses y difundir la proclama?
Pero antes o después de comenzar esta tarea, Dardo tuvo un encuentro inesperado que le cambiaría la vida. A través de Emilio Berra Alemán – por entonces Jefe de lo que quedaba de la vieja Tacuara – le presentaron a una periodista que estaba interesada en hacer una nota para la revista “Panorama” sobre los grupos nacionalistas. La misma era María Cristina Verrier, por entonces de 27 años, rubia, linda, talentosa. …….Además de sus actividades periodísticas ya había realizado desde 1960 siete obras teatrales. Una de ellas, “Los viajeros del tren de la luna” había sido premiada.  Además de su actividad autoral había alcanzado renombre como promotora de Teatro de Vanguardia en el llamado “Teatro del Altillo”, en la calle Florida de Buenos  Aires. En el momento del encuentro vivía en la mansión de su familia en el coqueto barrio de Belgrano en la Capital Federal.
La nota salió en el número de Panorama correspondiente al mes de febrero de 1966. Por supuesto en la misma, Dardo Cabo aclaraba – por si hacía falta – su fe peronista y no mucho más. Existe otra versión que indica que en primer encuentro entre ambos tuvo lugar cuando María Cristina investigaba para “Panorama” el destino del cadáver de Evita. Sea por una u otra nota lo cierto es que por este motivo se conocieron. Aunque en una lectura superficial parecían María Cristina y Dardo el aceite y el agua, ambos compartían la pasión por las cosas de la Patria y por supuesto el amor. Justamente el romance que surgió entre ellos terminó uniéndolos también en el operativo Cóndor”        
OPERATIVO CÓNDOR
A las seis de la mañana Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Andrés Castillo entraron a la cabina del comandante Ernesto García  y su copiloto Silvio Sosa Laprida. Este es el relato recogido por Luis Beraza en su trabajo inédito: “Estaban sobrevolando Puerto Deseado en la Provincia de Santa Cruz. Andrés Castillo redujo al radio operador. A las azafatas se les pidió que siguieran el servicio normal del pasaje. Una de ellas al ver gente de uniforme armada en el avión preguntó que pasaba. Al contestarle que iban a Malvinas asombrada respondió: “ ¡ Que suerte!”
En principio Dardo Cabo (que llevaba una chaqueta “tipo garibaldino”, marrón tierra) con una pistola “Lugar” ( Alejandro Giovenco tenía una cuarenta y cinco) amenazó al comandante para que obedeciera la orden de cambiar el rumbo por el 1-0-5. Seguramente el piloto pensó que era una broma de mal gusto. Sin embargo, al colocarle nuevamente el arma de fuego en la cabeza comprendió que no era así.
La situación no era sencilla. El Aeropuerto de Río Gallegos estaba cerrando por la niebla y la misma estaba progresivamente cubriendo al avión. En medio de la charla entre pilotos y visitantes, el DC4 de Aerolíneas estaba empezando a cubrirse con una sábana de nubes. Sobrevolaban San Julián. La radio llamaba al avión pidiendo la posición y por orden de Dardo Cabo nadie contestaba.
Comandante y copiloto le explicaron a Cabo que no era sólo tener el rumbo sino que había que saber cómo llegar hacia allí. Como último intento ambos le dijeron: “Porque no vamos hasta Punta Arenas en Chile y se asilan allí. Ese Aeropuerto está funcionando normalmente”
Dardo Cabo les contestó “Acá estamos decididos a morir, hay que llegar a Malvinas.” Los pilotos le pidieron más información, además del rumbo. Cabo le mostró un plano de la ciudad  de Puerto Stanley. “ No, esto no sirve, contestaron ambos”
Como el avión seguía avanzando y los pilotos no cambiaban el rumbo, Dardo Cabo volvió a amenazarlos para que obedecieran………entonces encararon desde Puerto Deseado el rumbo 1-0-5 hacia Malvinas”              
Mientras tanto, Carlos Rodríguez y Pedro Cursi se acercaron al gobernador de facto de Tierra del Fuego “e Islas del Atlántico Sur”, contralmirante Guzmán, que se encontraban entre los pasajeros y le dijeron: “Contralmirante, el avión ha sido tomado. Vamos rumbo a Malvinas. El militar pensó primero en una broma, pero luego se levantó e intentó sacar su pistola. Un oportuno golpe, calmó rápidamente a Guzmán.  
El periodista Roberto Bardini, que también pasó por Tacuara, relata así el arribo: “Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador.
Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones de argentinos: un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros.
Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.
Los muchachos descendieron del avión y desplegaron siete banderas argentinas.”
Dardo Cabo afirmó: “Ponemos hoy nuestros pies en las Islas Malvinas argentinas para reafirmar con nuestra presencia la soberanía nacional y quedar como celosos custodios de la azul y blanca….O concretamos nuestro futuro o moriremos con el pasado” 
Continuando con el relato, Roberto Bardini escribe: “El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina.
El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard.
La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados. Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero.
El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers, mientras los «cóndores» permanecían en el avión.
Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional.
Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la parroquia católica.
 El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada.
Los jóvenes peronistas fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego.
Interrogados por un juez, se limitaron a responder: «Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía».
Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes de la Juventud Peronista.
María Cristina Verrier, la hija de un juez, y Dardo Cabo, hijo de un famoso dirigente gremial, se casaron en la cárcel. Tuvieron una hija a la que pusieron el nombre de María, en honor de la madre de Cabo.
 El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron «privación de la libertad», «tenencia de armas de guerra», «delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación», «asociación ilícita», «intimidación pública», «robo calificado en despoblado» y «piratería».
Así trató la dictadura militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes definió como «facciosos».
Más de cinco décadas después, ningún libro de historia o manual escolar recuerda la gesta. La Academia liberal, mitrista y sarmientina, continúa en la jefatura de la «policía del pensamiento». (2)
En la quinta edición de la tarde de aquel 28 de septiembre Crónica tituló a ocho columnas: “Secuestran un avión en vuelo y ocupan las islas Malvinas.” Y abajo se lee: “Reeditando la hazaña del gaucho Rivero (...) un puñado de jóvenes argentinos, tras una audaz operación de comando (la denominaron Cóndor) cumplida a bordo de un DC-4 de Aerolíneas Argentinas en viaje a Río Gallegos, hicieron desviar la máquina hacia Puerto Stanley (desde ahora Puerto Rivero), ocuparon la isla, emitieron un comunicado y dieron a conocer una proclama. La noticia causó sensación en todo el ámbito nacional y a nivel mundial.
Dos de los participantes, Norberto Karaslewicz y Pedro Bernardino, en declaraciones a Pagina 12, del 27-09-2006, sostienen que el operativo era más ambicioso: “ La esperanza era otra, un segundo objetivo aún más lírico: que militares nacionalistas desembarcaran en la isla y la tomaran. Ese objetivo logístico no se cumplió porque el Capitán de la nave Bahía Buen Suceso, que debía entrar en Puerto Rivero, tuvo miedo y llegó hasta la milla de distancia que permiten las normas internacionales; fue una falla de Onganía, interpreta Pedro. Es que cuando conoció el operativo, el dictador advirtió a sus camaradas que se juzgaría a quién se vinculara con el operativo” 
LOS CÓNDORES 
Además de Dardo Cabo, Alejandro Giovenco, y María Cristina Verrier, integraron la operación: Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Andres Castillo, 23 años, bancario, Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico.
LA HISTORIA POSTERIOR

La “Revolución Argentina” consiguió exactamente lo contrario de lo que se propuso.
El Cordobazo la hirió de muerte, mientras se iniciaba un proceso de grandes convulsiones y avances populares, surcados por la violencia, que culminarían con el regreso de Perón. Luego de su muerte, el curso de la historia cambiaría y el país se precipitaría hacia la noche del terrorismo de estado.
Incluso, el terrorismo estatal del Cono Sur degradó la denominación de Cóndor designando el accionar criminal, al margen de las fronteras, como Plan Cóndor.
La historia posterior de los Cóndores, reflejan las contradicciones y desgarramientos de la época, cruzada por la disputa entre la “patria socialista” y la “patria peronista”   
Dardo Cabo fue militante montonero, el primer director de la revista partidaria “La causa Peronista”  y fue asesinado por la dictadura criminal estando detenido,  el 5 de enero de 1977, cuando acababa de cumplir 36 años y sufría su cuarto período en prisión. Fue en un "traslado" desde la penitenciaría Nº 9 de la ciudad de La Plata. Oficialmente se informó que había resultado abatido en un intento de fuga.
María Cristina Verrier se sumió en un profundo silencio, desde entonces hasta el día de hoy  cuando tiene 80 años. Alejandro Giovenco, según algunas informaciones formó parte de la Triple A y murió cuando estalló una bomba que llevaba en un portafolio. Fue en la calle Sarmiento casi Uruguay, Buenos Aires. La explosión le arrancó un brazo. Giovenco corrió gritando desesperadamente. Se metió en la sede central de la UOM. Murió desangrado.
Pedro Cursi y Edgardo Jesús Salcedo están desaparecidos.  Juan Carlos Rodríguez fue asesinado. Aldo Omar Ramírez y Ramón Adolfo Sánchez fallecieron por causas naturales.
Once son los sobrevivientes. De ellos el de mayor trascendencia posterior es el sindicalista Andrés Omar Castillo que fue el último en sumarse al Operativo y el primero que descendió en las islas. Cuenta Roberto Bardini: “A comienzos de la década del 70, el ex militante del MNA fue uno de los fundadores de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), vinculada a Montoneros. Fue dirigente bancario y luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976 permaneció desaparecido en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). A las cuatro de la tarde del 19 de mayo de 1977, Castillo fue secuestrado por un grupo de hombres vestidos de civil e introducido a golpes en una ambulancia. En el vehículo le colocaron una capucha en la cabeza y le ataron los brazos y las piernas con grilletes de acero. Lo llevaron a la ESMA, donde fue torturado durante cinco días, en sesiones que duraban entre diez y doce horas. Uno de sus interrogadores fue el capitán de corbeta Jorge Eduardo Acosta, alias “El tigre”. Posteriormente vivió exiliado en Venezuela y España.
Miguel Bonasso en su notable relato “ Recuerdos de la muerte” hace algunas menciones a Andrés Castillo: “Mientras hacía ostentación de su amistad con Quica ( Sara Solarz de Osatinsky) y Chiche (Ana María Martí) el pelado (Jaime Dri) eludía no menos ostensiblemente al gordo Castillo y a la Vicky Daleo a quienes el Tigre  ( Acosta) no podía ver ni pintados, y escondía prolijamente sus lazos, cada vez más estrechos con  Mateo ( Alberto Girondo) y la Cabra ( Ana Milia de Pirles)” Planeta página 338
“Los últimos de trasponer los portones de la ESMA fueron Andrés Castillo y Graciela Daleo. Castillo estuvo a un tris de ser ejecutado por el delito de hablarle a una chupada nueva”  Página 440
A cincuenta y dos años del descenso de los Cóndores en Malvinas, es hora que los hechos narrados ingresen a la historia argentina del siglo XXI.

·         Nota publicada el 28-09-2006, cuando se cumplieron 40 años. Se adaptó sólo la cantidad de años ahora que se cumplen 52 años

(1)  Muchos años más tarde, el aviador le confesaría a la periodista Sandra Russo: “Cuando llego a Río Gallegos, Héctor Ricardo García, el director de Crónica, empezó a jugar su papel. Crónica tenía la primicia. El título en letra catástrofe fue: "Malvinas: hoy fueron ocupadas". Ese día, 8 de septiembre de l964, no se habló de otra cosa. La Razón registró uno de los días de más bajas ventas de su historia. Su competidor llamó la atención e inauguró un estilo periodístico. Cuenta la leyenda que hasta ese día los diarios no aceptaban devoluciones, pero los canillitas presionaron tanto a La Razón para devolverle sus ejemplares que ese antecedente después modificó el negocio y la relación entre los dueños de los diarios y los repartidores”
(2)   “En el Museo Marítimo de Ushuaia (Tierra del Fuego) se exhiben nueve armas cortas y largas. Hay tres revólveres: un Colt 45, un Tanque 38 y un Smith & Wesson 38. También se muestran tres pistolas: una Destroyer 7.65 y dos Mauser con culatín de madera desmontable. Completan la colección un rifle Winchester 44 y una carabina Pietro Beretta calibre 9 mm. Esas piezas -y algunas otras que no figuran en la exhibición- fueron parte del heterogéneo armamento utilizado en las Malvinas hace 37 años por un grupo comando de 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer. Las armas permanecieron tres días en el territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833. Una pistola Lüger se quedó de recuerdo en Puerto Stanley. Ninguna de ellas causó víctimas, porque no fueron disparadas.”




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