30 septiembre 2018

El saqueo de la Argentina

UN TESTIMONIO PARA COMPRENDER AL PERONISMO

                                            Del muro de Mabel Grosberg

La primera vez que la dignidad peronista me puso en mi lugar, fue cuando critiqué a Perón, desde mi soberbia clase mediera, adelante de Marga, la señora que me cuidó toda mi infancia y adolescencia. Una mujer sublime, que amo y amaré por siempre. Tipeo las letras de su nombre e inevitablemente lloro. La extraño con una inmensidad oceánica. Espero todavía sus tostadas con manteca, la hora de la novela que mirábamos juntas a escondidas de mi vieja, el bizcochuelo que hacíamos juntas los días de lluvia, la caminata a la juguetería 1810 para mirar la vidriera y volver llena de gozo, aunque no compráramos nada. Marga era magia. Una mujer inmensa. Una arrabalera de profunda dignidad. Amaba el tango, y me sé las letras de casi todos los tangos por haberla escuchado cantarlos, con la radio de fondo, mientras preparaba la comida en la cocina.
Marga murió hace unos años, justito después de nacer mi hijo. Fue como si lo hubiera esperado. Una noche soñé que se moría Me levanté, era invierno, enfundé a mi hijo y me fui hasta San Justo a visitarla. A los tres días murió. Era una mujer suave, y dura a la vez. Hermosa. Mulata con pantorrillas de milonguera, peronista hasta la muerte. Con ella, la sabiduría del pueblo me acunó y me dio la fortuna de mirar
mucho más allá de lo que mi barrio tilingo me permitía.    


Aquella vez, en un arrebato de soberbia estúpida, critiqué al peronismo, y ella me frenó en seco
- mirá pendeja - me dijo con su consabido carácter, que formulaba verdades sin rodeos, y te llenaba de amor del bueno, del que no es complaciente ni taimado - antes de hablar de Perón, lavate la boca. No entendés nada y te pensás que por haber leído tres libros más que yo, me vas a venir a enseñar a mí lo que yo misma he vivido Y ahí me contó algo que me marcó para siempre. Tenía 18 años, cursaba el CBC y pretendía saberlo todo por haber aprobado Sociedad y Estado, en una cátedra gorila de esas que abundan en la morada UBA
- Mi vieja quedó viuda cuando yo tenía seis años, con cinco hijos. Trabajaba en un frigorífico. De lunes a lunes, sin franco ni feriados ni nada. Entraba de noche, a las seis, y salía de noche a las siete Veía el sol por una claraboya por la que entraba un rayo que les marcaba la hora de comer. Tenían quince minutos, para comer e ir al baño, y después tenía que seguir hasta la hora de la salida. Yo me encargaba de la casa con seis años, porque era la mayor de las mujeres. Cuando llegaba estaba siempre arrasada de cansancio, pero sabía mirarnos los cuadernos. A pesar del infierno, ella creía que a nosotros nos iría mejor. Un día llego Perón, y puso los derechos laborales: francos, vacaciones, ocho horas de trabajo, licencia por enfermedad. Mi vieja volvió a sentir el sol en la cara, cuando volvió Perón. Así que vos a mí, por dos libritos de mierda que leíste en esa facultad de gorilas, no me vas a venir a explicar qué fue el peronismo No agregué nada más que una disculpa. Bajé la cabeza y supe ese día, que ser antiperonista en este país, es una afrenta. Nótese que dije ser "antiperonista", no dije "no ser peronista". Yo no soy peronista, pero supe ese día que jamás sería gorila.
Desconocer lo que significó para los de abajo, la llegada de Perón es una prepotencia de clase, una tilinguearía, una falta de respeto a la memoria colectiva de la parte del pueblo que más sufre, y es quitarles la historia a sus protagonistas Argentina alcanzará la victoria definitiva, solamente cuando entienda que para obtenerla, debe dejar de desestimar la articulación más potente que logró hasta ahora el pueblo en torno a sus intereses: el peronismo. No habrá victoria jamás sin entender que para llegar al cielo, como en la rayuela, hay que saltar desde el uno hasta el diez, sin saltearse ningún casillero. Avanzar desconociéndolo, por derecha o por izquierda es nuestra mayor condena. Y la puerta de entrada a los traidores de siempre, que se cuelgan el escudito, para hacernos mierda. Marga eso sí que lo sabía. En 1989 votó a Menem y no volvió a votar hasta 2007, cuando se dio cuenta de que con Néstor y Cristina el peronismo había vuelto, y había sido arrebatado de las manos de sus secuestradores: la derecha gorila y los canallas de adentro.
Gracias Marga. La mujer sabía que me dio las coordenadas más precisas para entender la política desde la mirada profunda del pueblo.
                  Maria Rubio