10 diciembre 2017

Carta sencilla para autores de cartas complejas
Hugo Presman escribe esta carta con la cual  tercia en el intercambio que Jorge Alemán y Ricardo Forster vienen desarrollando en La Tecl@ Eñe. Presman discrepa con Alemán con relación a la idea de “escena neoliberal” que considera correcta pero insuficiente, y aporta un marco histórico-político de análisis sobre la base de sustentación del macrismo.

Por Hugo Presman*
(para La Tecl@ Eñe)
Las derrotas del 2015 y 2017 han abierto afortunadamente un creciente campo al debate. Creo que llega con retraso, pues el camino inclinado del gobierno nacional y popular era fácil de percibir en los últimos cuatro años del gobierno de Cristina Fernández. Un menú conformado por una complicada situación internacional, dispersión de la base de sustentación propia, la reiteración del límite habitual del modelo de sustitución de importaciones que se expresa bajo la denominación de restricción externa, y una sucesión de errores propios. Enfrente, la oposición despiadada del poder económico con creciente apoyo social y la labor diaria y persistente de los medios hegemónicos.

A lo que hay que sumarle los aciertos de lo que ha conformado el macrismo. Es cierto que se ha pasado de una equivocada subestimación a una llamativa sobreestimación. Pero si la subestimación no percibió las particularidades propias y su potencialidad, la sobreestimación produce un efecto desmovilizador y paralizante.
Jorge Alemán ha escrito en su nota “La supuesta inteligencia del macrismo: Neoliberalismo”: “De un tiempo a esta parte una misma frase se repite entre distintos analistas de la situación política: "hemos subestimado a Macri", "era más inteligente de lo que suponíamos", "hay que leer a Duran Barba", "hay que estudiar a todos estos tipos”, "etc.”. Como si la coyuntural derrota política incluyera en sus efectos logrados la atribución de un plus de saber en política al macrísmo. No es mi lectura…” La síntesis de esa interpretación está en el final de la nota: “En suma, la inteligencia de Macri y su equipo sólo consiste en ser el representante "evanescente" de la otra escena Neoliberal.”

El reducir un fenómeno más complejo a algo meramente “evanescente” me parece una simplificación o tal vez la prolongación de la subestimación. La expresión “escena neoliberal” es correcta pero absolutamente insuficiente. Es como si un  zoólogo  definiera a los mamíferos como aquellos que en su gran mayoría los fetos se desarrollan en el vientre materno y, una vez que son alumbrados, se alimentan con la leche que su madre produce para ellos y almacena en sus mamas”. El psicoanalista y escritor Jorge Alemán procede como el zoólogo mencionado: hace una definición general que perfectamente se puede compartir pero sin entrar luego a diferenciar que un león y un gato, un perro y una rata, todos son mamíferos pero en la relación con ellos no es conveniente adoptar un tratamiento único. Comprenderá que acercar una mano a un gato no representa el mismo peligro que hacerlo con un león.

La base de sustentación del macrismo siempre estuvo en la composición social de la sociedad argentina. Así puede recordarse en la oposición a Perón exteriorizada en la Marcha por la Constitución y la Libertad del 19 de septiembre de 1945; en la Plaza de Mayo repleta del 23 de septiembre de 1955 con la asunción de Eduardo Lonardi; en los intentos en los sesenta de la UDELPA de Pedro Eugenio Aramburu o del Partido Federal de Francisco Manrique, ambas alternativas electorales de la Revolución Fusiladora. Continuó con el espacio abierto por la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, lo que potenció a la UCEDE de Álvaro y Julia Alsogaray que llenó el estadio de River, hasta que en su alianza en el ejercicio de gobierno con Carlos Menem terminó prácticamente disuelta. El giro ideológico de Carlos Menem hacia el neoliberalismo fue revalidado en las urnas el 14 de mayo de 1995 y luego de la peor crisis de la historia argentina del 2001 -con la bisagra que constituyó el 19/ 20 de diciembre del cual surgieron los embriones de lo que después fueron el kirchnerismo y el macrismo-, el neoliberalismo de Menem y López Murphy obtuvieron el 41% de los votos.

No resulta ocioso recordar que si no fuera por la maniobra de Eduardo Duhalde de hacer unas pseudos internas abiertas, el presidente por tercera vez posiblemente hubiera sido Carlos Menem. Una serie de azarosas circunstancias históricas permitieron la llegada de Néstor Kirchner a la Casa Rosada y el ingreso a una primavera de doce años. 

Ya durante el kirchnerismo, otros intentos como el Francisco de Narváez, vencedor en el 2009 en la Provincia de Buenos Aires contra un seleccionado kirchnerista; y el de Sergio Massa en el mismo territorio en el 2013, se disolvieron como helado al sol en el primer caso, y fue disminuyendo su incidencia hasta tener horizonte muy oscuro el segundo.

El mérito del macrismo es haber convertido a la Capital Federal en un territorio inexpugnable y el haber trascendido su insignificancia territorial al concretar su alianza con el radicalismo al que va deglutiendo lentamente. Un partido que fue fabricado para ganar (según el mejor libro escrito al respecto “Mundo PRO” de Vommaro, Morresi y Bellotti), que en doce años llegó a la Presidencia de la Nación, el mismo que en 2013 no tenía siquiera personería jurídica en la Provincia de Buenos Aires y que dos años después no sólo triunfa y gana la gobernación, sino que a dos años vista se presenta en las elecciones del 2017 con el sello CAMBIEMOS, bajo un misma denominación  prácticamente en los 24 distritos. Este fenómeno merece un análisis que supere la caracterización de una etiqueta.

El macrismo ha tenido entonces la virtud de darle soporte partidario a una base social, con fuertes rasgos antiperonistas, que nunca concurrió unida a las urnas enarbolando además premisas pro-mercado, enmascaradas en los tramos finales como continuación positiva de los 12 años anteriores. 

Brutales en la superficie, despiadados hasta la crueldad, capaces de suprimir subsidios a miles de personas con discapacidad, saben hacer política mucho mejor de lo imaginado. Partiendo de apenas un tercio de los diputados y un quinto de los senadores, han conseguido con la complicidad de una oposición complaciente, aprobar la mayoría de los proyectos de ley.

Cumpliendo los pasos de un plan medulosamente preparado de restauración conservadora, que tiene el objetivo último de desempatar la paridad histórica entre dos modelos, hicieron en los dos primeros años un fortísimo ajuste de tarifas, pero en esta etapa lo que lo caracterizó fundamentalmente es una gigantesca transferencia de ingresos. No tienen prejuicio de aumentar el déficit fiscal, contra su bandera de equilibrio fiscal,  uno de sus habituales caballitos de batalla, y dar más de dos millones de préstamos a jubilados y beneficiarios de la asignación universal por hijo, entre agosto y octubre con el claro objetivo de ganar las elecciones para luego ir por las transformaciones estructurales.

No tuvieron empacho de extender la AUH a los monotributistas y aligerar un blanqueo bochornoso con el envoltorio de la denominada reparación histórica a los jubilados.

Son de la misma madera de los Alsogaray, Cavallo y López Murphy, pero como por primera vez en democracia el poder económico llega por elecciones y sin intermediarios seleccionados entre los políticos, el envoltorio de su discurso tiende a sintonizar con una batalla cultural que van torciendo a su favor y con un manejo por fuera de las luces del escenario tan sofisticado como inescrupuloso.

Volviendo al ejemplo: si son mamíferos, no son precisamente los domésticos sino los más depredadores y salvajes. Pretender extirpar hasta el último atisbo de populismo y para lograrlo pueden adoptar recursos populistas.       
           
Su debilidad actual está en que empiezan a verse como Gardel, y posiblemente pierdan el termostato de cuánto puede soportar una sociedad en donde el optimismo sobre un futuro mejor supera a las tribulaciones del presente. Su plan económico es una bomba de tiempo, pero precisamente en economía se puede señalar la bomba pero no el momento del estallido. Como el endeudamiento es el sostén del plan restaurador, el momento de la detonación en un plazo imprevisible, sumirá al país en una crisis que posiblemente empalidezca a la del 2001. A eso se sumarán las transformaciones regresivas que el gobierno concrete y cuya amortiguación sólo estará representada por la resistencia social.       
Jorge Alemán escribió: “No es que se haya subestimado la inteligencia de Macri, en todo caso se ha subestimado el odio a "Ella”, la mujer que siempre, por estructura, es susceptible de una difamación ilimitada”. Creo que hay una confluencia de ambas cosas. El odio a Cristina tiene fundamentos en los indudables méritos de la ex presidenta, pero en los que no hay que subestimar algunos excesos oratorios y actitudes que alejaron inconvenientemente a sectores que seguramente la votaron en el 2007 y 2011.

“No hay entonces "posverdad", hay mucha gente dispuesta, para sostenerse subjetivamente a sí misma, a creer en cualquier cosa”, afirma Alemán.

Prefiero en estos casos antes que a Foucault, recurrir a Baruj Spinoza, que sabiamente aconsejaba: “En política, antes que reír o llorar, es necesario comprender.”  

Más que denostar al que ha cambiado de vereda, conviene adoptar un discurso que lo incluya. Me refiero al 30% fluctuante en cada elección que ha votado antes por Cristina Fernández y ahora lo hace por Mauricio Macri.

Coincido con la carta de Alemán a Forster cuando dice: “En cierta ocasión en una mesa redonda que compartí con Álvaro Linera y Pablo Iglesias, escuché hablar de sociedades "postneoliberales". Esto nunca fue así, jugamos siempre el partido en el interior del Neoliberalismo y así fueron nuestros distintos impases, sin desmerecer ninguno de los logros históricos en los 12 años de kirchnerismo. Esto es importante remarcarlo por lo que dices de la "autoflagelación y depresión", dos afectos que están en las antípodas del pesimismo crítico, que como insistes, se impone en nuestra disciplina de análisis.”

Efectivamente, los movimientos nacionales y populares no proponen una revolución socialista, más allá que alguno lo invoque verbalmente, sino intentos de pasar de la condición de semicolonias a países que deciden en buena parte soberanamente su destino.

POSICIONAMIENTO DE RICARDO FORSTER

Escribió Forster en su primera carta a Jorge Alemán: “Me parece lúcida tu crítica de la “supuesta inteligencia del macrismo”, como si fuera, para algunos desprevenidos, portadora de una originalidad incuestionable que no es sino la expresión local del neoliberalismo en su manifestación depredadora y entreguista. ¿Acaso imaginábamos que un triunfo de la derecha iba a tener otras características que este arrasamiento macrista? ¿Nos encegueció aquella consigna lanzada en los últimos meses del gobierno de Cristina de “lo irreversible” de las conquistas alcanzadas como si estuvieran por fuera de la historia y sus giros? ¿Hubo quienes creyeron, entre ingenua y peligrosamente, que un triunfo de la derecha no conllevaría una brutal restauración conservadora con su revanchismo y su violencia y su capacidad para rediseñar tanto la escena económica-social como la dimensión cultural-simbólica? ¿No reconocimos los límites de la “batalla cultural” pensando más allá de las determinaciones históricas y de las contradicciones abiertas por un proyecto de sustitución de importaciones, de ampliación de derechos, de distribución más equitativa y de apuesta por el consumo popular? ¿Olvidamos que la “movilidad social ascendente” transforma de cuajo al sujeto popular atravesado por esa movilidad hasta llevarlo material y simbólicamente al universo de la clase media con todo lo que ello conlleva de nuevas formas de identificación, de expectativas y de prejuicios hacia los que quedaron más sumergidos? ¿No subestimamos al propio neoliberalismo al anunciar, una y otra vez, que había fracasado desconociendo su capacidad para seguir generando sentido común y lógica aspiracional?”

Justamente los que entendimos la peligrosidad del arribo del Macrismo al gobierno echamos el resto por Daniel Scioli, un candidato a contramano de lo realizado en los últimos 12 años y al que critiqué duramente hasta que fue candidato. La falta de un candidato adecuado a lo realizado no es una de las críticas menores a Cristina Fernández. Es casi una tara de origen de los gobiernos nacionales y populares. A esto debe sumarse el postular un candidato a regañadientes y luego el no haber echado el resto para que gane.

Aprendí en los setenta, desde mi ubicación en la izquierda nacional, fundamentalmente reflexionando en los errores incurridos, que no hay situaciones irreversibles. Sí que hoy la sociedad ha manifestado con paros, piquetes y movilizaciones una reacción ante el intento de arrasamiento mucho más intensa que la exteriorizada en los noventa, y eso es consecuencia de lo mucho que se avanzó en los doce años anteriores.

Recuerdo que en los setenta, la incorporación de centenares de miles de jóvenes al peronismo, se conoció como la nacionalización de las clases medias. Se discutía entonces si era un proceso irreversible o no. Mi posición fue que no lo era y eso quedó demostrado posteriormente.
Sostiene Ricardo Forster: “El fatalismo se expande como la peste en consonancia con el “descubrimiento” de la fortaleza inconmovible de la nueva derecha. Sin garantías amparadas por el “movimiento necesario de la historia hacia el horizonte de la igualdad y la emancipación”, eso lo aprendimos del largo, duro y trágico siglo XX, debemos seguir insistiendo contra la tendencia, muy de época, a eternizar al capitalismo sacándolo de todo registro histórico. Una cosa es el pesimismo crítico y otra, muy distinta, es el nihilismo pasivo de quienes están convencidos de la infinitud del Sistema que vuelve insustancial cualquier acción política.”

Más allá de ciertos desiertos conformados en medio de los retrocesos, la sociedad argentina ha demostrado históricamente que cuando la decepción reemplaza a la ilusión, como decía Perón, “hace tronar el escarmiento”. Claro que eso hay que acompañarlo con organización y militancia, como decía  Henri Bergson, el filósofo francés ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927: “El futuro no es lo que va a venir, sino lo que nosotros vamos a hacer.”

En la segunda carta de Forster a Alemán se puede leer: “En todo caso, y en eso estaríamos de acuerdo, el proceso boliviano no se ha planteado, independientemente de su retórica “revolucionaria”, ir más allá del capitalismo… El problema, querido Jorge, es el “no hay afuera” del capitalismo en las actuales circunstancias históricas o, al menos, ese “afuera” no tiene el carácter ontológico del anticapitalismo revolucionario. Y si esto es así, y vos has hecho un gran esfuerzo para analizarlo y destacarlo, la valoración de los procesos democrático-populares sudamericanos no debería hacerse utilizando la categoría de “revolución anticapitalista” sino, por el contrario, señalando sus componentes disruptivos e inasimilables para el dispositivo de dominación neoliberal. Algo en el populismo provoca esos desmanes de odio y resentimiento de parte de un poder que nunca ceja en su intento de eliminarlo. Sigo creyendo que hay una relación directa entre esa violencia destructiva que moviliza la reacción neoliberal y aquello que guarda de imposible y provocador el populismo.”

Desde la izquierda nacional, apoyamos al peronismo no por ser socialista o anticapitalista, sino porque era una revolución capitalista en términos burgueses y esa era su enorme potencialidad. Lo mismo puede decirse, con  las particularidades de cada caso, de todos los movimientos nacionales y populares de América Latina. El doble error que se cometió con Perón fue que los jóvenes que ingresaron al peronismo en la década de setenta, lo hacían, por considerarlo socialista y cometían el error simétrico de sus padres gorilas que se oponían por considerarlo fascista. Perón no fue ni fascista ni socialista, sino un revolucionario burgués que venía a desarrollar el capitalismo nacional, realizando las tareas burguesas que una burguesía débil y mezquina no podía realizar.

Para ello fomentaba el fortalecimiento de la industria nacional, mejoraba significativamente la distribución del ingreso, recuperaba el control de los resortes básicos de la economía, creaba un poderoso mercado interno, promovía una legislación laboral notable y realizaba una política exterior soberana en los términos de un país periférico. Lo realizado de 1945 a 1955 en materia de salud, en la etapa Ramón Carrillo, nada tiene que envidiarle al prestigio actual de la medicina cubana     

CARTA SENCILLA PARA AUTORES DE CARTAS  COMPLEJAS
Me meto sin que se me haya invitado en un intercambio epistolar necesario y ojalá se extienda a muchos participantes. Demás está decir el respeto que me merecen tanto Jorge Alemán, con quien nunca tuve oportunidad de conversar, sólo leer, como Ricardo Forster al cual entrevisté, con quien conversé y a quien leí en sus notas y libros.

Cada uno tiene el estilo que mejor se adecua a sus pensamientos. Sin embargo sería oportuno, aunque parezca insolente, sugerir que dos pensadores como Uds. aligeren la sobrecarga expresiva, para alcanzar lectores que puedan alejarse cuando el lenguaje se vuelve excesivamente críptico. Podría dar algunos ejemplos propios y ajenos al respecto, pero prefiero reservarlos para una situación más propicia.

Agradeciendo que no tomen desfavorablemente esta participación en un intercambio de a dos para pasar provisoriamente a transformarlo en un triángulo, los saluda con la mayor consideración.

Hugo Presman  

Buenos Aires, 5 de diciembre de 2017

*LA TECL@ EÑE: Intercambio de cartas entre Jorge Alemán y Ricardo Forster  



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