04 octubre 2015

COMPARACIONES AVENTURADAS








Primero  fue una frase desafortunada, hace unos meses, del  periodista e intelectual Eduardo Jozami: “si Máximo va como candidato a vice, tendría la expectativa de que Daniel Scioli renuncie algún día". Luego fue Estela de Carlotto que se deslizó por ese terreno enjabonado: "Yo creo que Scioli va a seguir el proyecto de Cristina, que es el que hemos aplaudido siempre y el de Néstor [Kirchner], porque lo ha prometido. Es un hombre fiel, un hombre diferente y, bueno, incluso puede ser también una transición muy constructiva para la espera del regreso de Cristina"
Posteriormente fue Hebe de Bonafini que devaluó al candidato oficialista: "Miren que me estoy poniendo naranjita para acostumbrarme a algo que no me gusta, miren qué buena que soy... los próximos cuatro años van a costar sangre, sudor y lágrimas". 
Desde el diario La Nación, el columnista estrella Jorge Fernández Díaz aprovechó el escenario para escribir el domingo 27 de septiembre: “Cuenta un testigo íntimo y directo que Héctor J. Cámpora decidió renunciar a la presidencia de la Nación una mañana de 1973, cuando consultó en su despacho a un colaborador y le confesó estar completamente sorprendido: había llamado a todos los miembros de su gabinete y resulta que la mayoría no se encontraba en Balcarce 50. "Los ministros fueron a ver a Perón a su casa", le respondió su fiel interlocutor. El Tío se quedó unos segundos en silencio, y luego dijo: "Evidentemente, hasta acá llegamos". Su colaborador se mostró perplejo frente a una conclusión tan extrema: "¿Pero por qué?", quiso saber. Cámpora suspiró: "Porque el presidente está en Gaspar Campos". La anécdota vuelve hoy a rodar porque los kirchneristas plantean cada vez con más crudeza la consigna "Scioli al gobierno y Cristina al poder", y porque los veteranos del peronismo imaginan el formato que viene sobre la base de aquel desdichado vacío camporista. "¿Cuántos meses pasarán hasta que los diputados y el vicepresidente peregrinen a El Calafate en busca de instrucciones?", se preguntan.”
POSIBLE ERROR DESDE EL KIRCHNERISMO
Aunque resulte aventurado hablar de sciolismo, si este existe o existirá, es un sector en alianza con el kirchnerismo basado en una acuerdo tácito o explícito con los gobernadores justicialistas, con el apoyo del movimiento Evita que sostiene “que es su candidato”. Al respecto uno de los máximos dirigentes, Fernando  “el chino” Navarro afirmó: "Nosotros no decimos que el candidato es el proyecto. Nuestro candidato es Scioli", enfatiza Navarro, consciente del juego de las diferencias. El sciolismo es una ala de un movimiento policlasista amplio, con posiciones similares y al mismo tiempo diferentes y contradictorias, que suele alinearse con el que es elegido presidente a través del verticalismo que levanta como un valor muy importante. Ese verticalismo es el que permite cohesionar lo diferente, cosa que no sucede en ninguna de las alianzas no peronistas pasadas y presentes. Es ese verticalismo y la subordinación al jefe lo que permite entender que los mismos dirigentes que apoyaron a Menem son los que luego se disciplinaron con Néstor Kirchner.  Es lo que permite explicar que cuando Menem sepulta a Perón junto a los principios rectores del peronismo que le daban su identidad y se abraza al neoliberalismo y su irritante sostenedor ideológico local como Álvaro Alsogaray, las rupturas fueron cuantitativamente insignificantes. La kirchnerización electoral  extrema de Daniel Scioli, no parece que se prolongue más allá de examen electoral.
La idea del kirchnerismo duro de convertir  a Scioli en la continuación pura de Cristina y de actuar como un vigilante ideológico de sus desvíos alentando la idea del doble comando, es un error que será aprovechado rápidamente por el poder económico que desconfía de Scioli,  en la medida que sea entornado por el kirchnerismo; pero si eso es realidad a su debilidad  se sumará el odio del  que es destinatario el kirchnerismo de parte del establishment y de franjas numerosas de las clases medias,  lo que precipitará posiblemente una derrota costosa para los sectores populares.
Es entonces que el probable futuro gobierno presidido por Scioli, sea una alianza cuyo plan de gobierno debe negociarse en su interior, tratando de mantener lo conquistado y avanzar con un estilo y con estrategias que serán necesariamente diferentes.
En una comparación posiblemente forzada, el ala alvearista del Frente para la Victoria accederá posiblemente a la Casa Rosada. Cristina y los jóvenes camporistas, que representan lo que en aquel radicalismo significaba el yrigoyenismo, todo esto salvando las distancias enormes y los contextos históricos, deben jugar un papel que combine dureza con flexibilidad, propuestas más radicalizadas y pragmatismo.
Cristina Fernández jugará un papel importante pero un puede ni debe actuar como presidente paralelo. 
Y ya que se hizo referencia al radicalismo, Yrigoyen dejó actuar a Alvear cuando éste fue presidente, que no era de su  línea política, concluyendo los seis años de gobierno Yrigoyen fue abrumadoramente elegido en 1928 . En cambio Balbin fue un poder paralelo a Illia y Alfonsín a De la Rúa. Aunque esto no fue la causa de sus caídas, contribuyó, con otros motivos más significativos,  a debilitar a ambos presidentes. 
COMPARACIONES AVENTURADAS  
  
La comparación con la situación vivida entre Perón y Cámpora y presuntamente Scioli y Cristina Fernández es más que forzada, equivocada. Perón estuvo proscripto para las elecciones del 11 de marzo de 1973 por la cláusula de residencia del 25 de agosto de 1972. Perón era el creador y  jefe del movimiento cuyo peso histórico había resistido y se había fortificado en  los 18 años de exilio.
Cámpora era meramente su delegado. El gobierno que proponía Perón de Acuerdo Social era saboteado por la base de sustentación de Cámpora que era la juventud peronista de la Tendencia que no suscribía el pacto social sino una hipotética patria socialista. Es ese desacuerdo lo que provocó el pedido de renuncia de Cámpora y que las elecciones de septiembre de 1973 subsanaran el vicio de origen de las elecciones de marzo. Apunta el ensayista Alejandro Horowicz: “El próximo presidente de los argentinos será electo en octubre. Es posible que Scioli resulte vencedor. Más allá de esa circunstancia, gobernará por su cuenta y riesgo hasta 2019. No estoy diciendo que el cristinismo desaparece: digo que resulta imposible calibrar hoy su lugar en 2016. Una cosa es una fuerza fogueada tras 17 años de proscripción y, otra, una construida al calor del poder.”
Hasta la muerte de Néstor Kirchner, el establishment consideraba que la presidente Cristina Fernández era dirigida por su marido y algún periodista acomodaticio que con prisa se alojó en la trinchera de Clarín, sobreactuando como es habitual su incondicionalidad hacia quien lo contrata, decía que era “el jefe de la jefa de estado”. Luego desde esos mismos lugares la considerada chirolita pasó a ser la quintaesencia del autoritarismo y hasta algunos la calificaron de dictadora. El mismo camino se recorrió en los dos primeros años con Néstor Kirchner considerado subordinado y títere de Eduardo Duhalde.
Daniel Scioli llegará, si gana, con una base electoral propia con apoyo del kirchnerismo cristinista, más allá de las reservas.
No debe existir la posibilidad del doble comando a partir del 10 de diciembre. Sí, la discusión hacia adentro de cómo avanzar, que no es lo mismo que no poder identificar si el  gobierno está en Balcarce 50 o en el Calafate.  
30-09-2015        



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