16 agosto 2015

           REPORTAJE AL  ABOGADO AMBIENTALISTA  ENRIQUE VIALE






El  jueves  14 de agosto se subió a EL TREN, el abogado ambientalista  Enrique Viale. Un viaje a las causas profundas de las inundaciones.   Un diálogo sereno, de una conversación para razonar y comprender, muy lejos del  estilo  “Intratables”.  ¿Cómo superar  que los intereses partidarios y la de  los periodistas que actúan como fiscales indignados  conviertan un drama en un reality?  ¿Cómo evitar los cantos de sirena de los que en plena campaña electoral enarbolan discursos facilistas? Súbase a EL TREN y disfrute de un viaje sin escalas hacia las causas profundas de un fenómeno recurrente.   




2 comentarios:

  1. Hola, Hugo

    Lamento hacer una crítica a este programa, pero se trata de un tema que creo importante. El Dr Viale habla, continuamente, en referencia a los humedales, acerca de que la Naturaleza es sabia, o como si ella presentara soluciones a un problema.
    Eso es una antropomorfización: la Naturaleza no es sabia ni ignorante, no sabe, no aprende ni nada de eso: simplemente es. Nada más. Saber o ignorar son verbos aplicables al Homo, no al universo.
    Los humedales no son una respuesta natural a un desastre: simplemente el agua escurre y los crea, de la misma forma que nuestro planeta gira alrededor del sol y los objetos caen hacia el suelo y no al revés. No hay voluntad, no hay conocimiento, no hay objetivos. La Naturaleza no tiene objetivos, no quiere hacer ni esto ni lo otro. Es.

    La naturaleza no es sabia: nosotros somos estúpidos por actuar sin ton ni son; en este caso, por actuar sin mirar a nuestro alrededor y advertir que destruir los humedales tendrá consecuencias negativas para nosotros (no para la naturaleza, porque la naturaleza no tiene como objetivo ni que una región se inunde ni que sea seca).

    Con respecto a la siembra directa, no tengo conocimientos como para formarme una opinión sólida; creo que se trata de un tema complejo. Por un lado, no me parece que “siembra directa” sea sinónimo de “soja” o de “agroquímicos”, sino que se relaciona con el tipo de labranza, esto es, con qué le pasa al suelo si se rotula o no se rotula o si se deja el rastrojo o no, y eso no tiene que ver con el tipo de cultivo. Por otro lado, “el suelo” es algo complejo, no todos los suelos son iguales, y no es lo mismo si el exceso de agua escurre por superficie o en profundidad, o la salinidad, no es lo mismo el consumo de agua que hacen distintos cultivos, en fin, hay múltiples variables y encuentro confuso que se asigne a una sola de ellas como responsable de las inundaciones más aún que se mezcle las inundaciones con el uso de glifosato.

    Aclaro, por las dudas, que soy militantemente crítica con respecto al monocultivo-soja y más todavía al exceso en el uso de agroquímicos. Es un gravísimo problema que tenemos y que tampoco es tomado en cuenta con la seriedad que amerita.

    Por otro lado, creo que para tener una idea clara sobre las inundaciones hay que ir más allá de Luján: recorrer las rutas, 50 km, 100 km, 200, 300 km, seguir, seguir, seguir. Se verá al costado de las rutas agua, agua, agua. Campos inundados, caminos vecinales inundados, los ingresos a los campos inundados. Ese es un drama que tiene menos relevancia en los medios de información y que no puede paliarse por la solidaridad de los compatriotas. Sin embargo, ese es un drama que afectará a una innumerable cantidad de pueblos y ciudades que dependen, económicamente, de la producción agropecuaria: o debajo del agua hay sembradíos que no podrán ser cosechados o hay campos que no podrán ser sembrados este año. Y ganado que morirá si no es desplazado a otros campos. El panorama no es alentador.

    (Continúo)

    Abrazo,
    Esther

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  2. La provincia de Buenos Aires es una llanura casi sin pendiente, surcada por ríos, arroyos y lagunas, y sujeta a un clima variable: cíclicamente pasa por fases secas y húmedas, en ambos casos con valores extremos de lluvias. Esto fue así desde siempre (o desde el 1600, desde que se tienen registros escritos). No es novedad que hay años de inundaciones y otros de sequía. La diferencia está en que, mientras los pampas y mapuches lo sabían y no construían poblados permanentes en las hondonadas inundables, el hombre blanco fue y, por ejemplo, fundó la ciudad de Pehuajó en una de esas hondonadas. Y así seguimos: ciudades, rutas y terraplenes para el ferrocarril, a lo que venga y como venga, sin pensar en cómo todo eso afecta el desague natural.
    El Mayolero:
    http://elblogdelfusilado.blogspot.com.ar/
    cuenta la historia, ya lejana, de la instalación de molinos harineros e industrias textiles basados en energía hidráulica… Para lo cual se construían tajamares que alteraban el escurrimiento de las aguas. ¡A fines del siglo XIX, principios del XX!
    Luego insistimos más y más, con los countrys y los mares de soja, deforestando y eliminando cualquier cosa que “se oponga al progreso”. O pensando que eliminábamos…

    ¿Responsabilidad del Estado? Por supuesto. No de ahora, desde siempre.

    No veo otra forma de mejorar la situación que no sea creándonos una conciencia colectiva al respecto. Entiendo que tenemos el conocimiento necesario en nuestras Universidades. Hace falta, entonces, aceptar que no podemos seguir pensando que es posible seguir alegremente haciendo lo que venimos haciendo desde hace un siglo y medio.

    Abrazo,
    Esther



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