21 mayo 2015

                            BATRACIOS
                      
    
La realidad es un potro difícil de domar. Suele dejar desairados a los pronósticos, consumar tramas alejadas de las intenciones de los protagonistas, sorprender a los espectadores, desalentar a los testigos y dejar en offside a los analistas. Son innumerables los casos que ejemplifican cómo el potro de la realidad  arroja a los jinetes que suponen que la tenían dominada.  
Puede recordarse a la dictadura establishment-militar, quien se propuso  librar la tercera guerra mundial contra el comunismo, y a su canciller Nicanor Costa Méndez obligado a  abrazarse por las circunstancias a Fidel Castro en los días de la recuperación de Malvinas: o la sorpresa de los militantes comunistas que denunciaban al nazismo en los inicios de la segunda guerra mundial, cuando en un viraje inimaginado, Stalin firmó un pacto de no agresión con Hitler: o al mismo Eduardo Duhalde que pretendía en el 2002 encontrar un candidato para derrotar a Menem,  iniciando su casting con dos menemistas como José Manuel de la Sota y Carlos Reutenmann, y que por descarte concluyó en Kirchner (que concluiría siendo el candidato que mejor interpretó el mensaje del 19 y 20 de diciembre, al tiempo que terminaría con la carrera política del senador devenido en Presidente y propulsor de su candidatura). Ni hablar que Roberto Lavagna resultó elegido Ministro de Economía en lugar de Guillermo Calvo por haber llegado más temprano desde Bruselas que éste de Nueva York.

Después de doce años de intensa politización,  los candidatos con posibilidades se caracterizan por un discurso insípido y descafeinado. A su vez un gobierno descalificado desde los medios dominantes llega con altas probabilidades de triunfar, superando gallardamente el síndrome del pato rengo, pero sin ninguna posibilidad de imponer un candidato que garantice la continuidad.
La oposición necesita unirse para tener probabilidades de triunfo, en un contubernio conocido por sus fracasos en oportunidades anteriores,  contrayendo una hipoteca que dificulta o imposibilita su presunto gobierno.
A nivel de la Capital Federal, las huestes kirchneristas tendrán que elegir, en el ballotage (si éste finalmente se produce), entre dos candidatos que tributan a nivel nacional a Mauricio Macri: los sectores más duros del kirchnerismo, participando en la interna macrista. Un menú de batracios difícil de digerir. Y esos mismos sectores a nivel nacional, en las PASO, optando entre dos candidatos del PJ. Y si finalmente triunfa Daniel Scioli, votando por él contra Mauricio Macri.

El motonauta de discurso optimista e insustancial, despreciado por el kirchnerismo a lo largo de doce años, anexado como acompañante sumador de votos, heredero no deseado y muy lejos de toda epopeya épica, es el menú de sapos que la realidad propone.
Hoy Elisa Carrió afirma que llora por las alianzas que debió consumar para derrotar “la pesadilla kirchnerista”, muy lejos de aquella propuesta de cuatro años atrás de armar un frente sin ideología pero integrado por dirigentes y ciudadanos honestos (según análisis cuyos reactivos químicos nunca reveló) pero que las urnas castigaron hasta llevarla a la inexistencia electoral del 2011. La pitonisa también aumenta de peso a fuerza de consumir batracios.


Mauricio Macri, levantando banderas peronistas desde un discurso asentado en el antiperonismo, haciéndose gárgaras con un Estado en el que desconfía y descree, también incorporó a su menú una buena cantidad de sapos.
Sergio Massa, con sus constantes vaivenes conforme a lo que le informan las encuestas, tiene un estómago absolutamente adaptado a los batracios.
La municipalización de la política, con los intendentes como protagonistas, amputa el horizonte, convierte en metros de pavimento a los sueños de una sociedad distinta y mejor, y transforma al panqueque de anuros en una comida bonaerense más típica que el dulce de leche. Los intendentes necesitan conservar su territorio, para lo cual tienen que ir adosados a una boleta ganadora a nivel provincial y nacional; entonces ese mismo político puede suscribir desde el más absoluto liberalismo hasta la patria socialista, siempre y cuando eso le dé garantías de triunfo. Los sapos no son un accidente culinario sino una dieta diaria y balanceada.


Los medios dominantes con su fogoneo opositor, sus desmesuras, sus falsedades, su martilleo diario y constante, digieren toneladas de sapos cuando reciben las encuestas y  les resulta inexplicable que la Presidenta conserve márgenes de popularidad del 50% o más; y que a pesar de que Scioli no es un enemigo, pero que temen que pueda ser cercado por el kirchnerismo duro, está posicionado en primer lugar y con posibilidades ciertas del triunfo cuando mayo dobló la primer quincena.
Hacer política implica necesariamente aceptar una cierta dosis de anfibios en el menú. El problema empieza cuando deja de ser un bocado amargo y pasa a convertirse en rutina muy cercana a la gula. 
 “Carta Abierta”, el grupo de intelectuales que apoya al gobierno, ha manifestado que su preferencia electoral es Florencio Randazzo. Seguramente ninguno de ellos se imaginó esta declaración hace  tres años. Está claro que la realidad muchas veces se burla de los conocimientos acumulados con las lecturas de Marx, Sartre, Foucault o Jauretche, entre tantos otros.  Ni toda la biblioteca voluminosa y leída puede impedir atosigarse con una porción doble de batracios.


Más que las virtudes de Randazzo que las tiene efectivamente en la gestión, son los déficits y aprehensiones que despierta Daniel Scioli   lo que lleva a Carta Abierta  a proclamar que se deleita con un buen plato de sapos.   
En estos últimos doce años, el poder económico en franjas significativas,  al tiempo que conservaba e incrementaba  las utilidades de sus empresas, se irritaba por las regulaciones, los límites al mercado, el haberle sacado la alfombra roja con lo que los gobiernos en la mayoría de los casos lo agasajaban, el que quedaran  al descubierto muchas de sus  tropelías. La ración importante de sapos que tuvieron que tragar es lo que los lleva a apostar claramente por un hombre de su riñón como Mauricio Macri, a prueba de cualquier sorpresa, y el intento, para evitar sustos, de que Sergio Massa integre la coalición junto con los radicales. Y si no, Francisco de Narváez está pronto para desertar del Frente Renovador y ser el candidato a gobernador del macrismo en la fundamental provincia de Buenos Aires
Recordemos que los batracios son animales de piel desnuda y sangre fría, considerado el primer vertebrado terrestre, aunque sigue dependiendo del agua para su reproducción y desarrollo embrionario; tiene cuatro patas y respiración branquial durante la fase larvaria y respiración pulmonar después de una metamorfosis.
De tanto consumir sapos, los políticos, los medios dominantes, en mucha menor medida el poder económico, concretan un exceso de metamorfosis, aunque a los batracios los consuman como dieta medicada para seguir posicionados o con la ilusión de mantenerse con expectativas.


19-05-2015


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